FRATERNIDAD

Bart

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24 Enero 2001
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http://www.icp-e.org/hemeroteca/e2002/e020412jam.htm

FRATERNIDAD


"Amaos los unos a los otros con amor fraternal" (Romanos 12)

¿Hay algo más hermoso que la armonía de una congregación de hermanos en Cristo unidos en la tierra por los lazos del amor fraterno? Tolstoi cuenta que los remeros del Volga empujaban sus embarcaciones al ritmo de una canción que comenzaba diciendo: "Todos somos hermanos bajo el ardiente sol". Así debería ser. Pero no lo es, desgraciadamente. Los que gritan ¡fraternidad! apenas si saben lo que significa. Nada se hace por comprender al hermano. No hay tiempo para enterarse de sus problemas. No se tiene tiempo para escuchar sus dolores. Apenas hay tiempo para hablar mal de ellos.

En los versículos que anteceden al citado en la cabecera de este breve artículo, San Pablo inicia una larga serie de avisos de carácter moral, centrados todos ellos en el amor. Comienza con una recomendación de carácter general, manifestando que el amor debe ser sincero. ¿Tanto cuesta, digo, cuesta tanto amar al hermano sin falsedades, sin hipocresías, sin doble intención?

Yo soy incapaz de amar a todos mis hermanos por igual. y creo interpretar que el mismo Jesús estaba en esta línea. Pero a los que amo menos procuro que me una a ellos los lazos fraternales a los que como cristiano estoy obligado.

La fraternidad es, en primer lugar, hermandad. Un modelo o una sombra de lo celestial. La hermandad a su vez, es o debe ser la expresión de la fraternidad que existe en la vida espiritual.

Ver en nuestros hermanos la llama de la bondad depende enteramente de nosotros. Si somos capaces de minimizar los errores de los demás y de magnificar sus virtudes, de comprender que incluso nuestro peor "enemigo" tiene amigos, nuestro concepto de la fraternidad mejorará sobremanera.

Cuando no somos capaces de perdonar a nuestros semejantes, de mostramos compasivos con ellos o de ofrecerles ternura, incumplimos nuestras responsabilidades en la tierra, incumplimos nuestras responsabilidades como hijos de Dios y obramos en contra de la congregación espiritual a la que pertenecemos. El amor y el odio no pueden residir en el mismo corazón.

Cuando practicamos la fraternidad se potencia y consolida nuestra relación con Dios. Nuestra fe se fortalece. Nuestra motivación espiritual es mucho más profunda. y nuestra alma vive en paz.


Juan Antonio Monroy es escritor, conferenciante internacional y director de la revista Alternativa 2000

© J.A. Monroy
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