FRAGILIDAD, CONFESION Y ESPERANZA
(Signos de nuestra fe)
Nos sorprende la celebración de la Semana Santa, en medio de un escenario escéptico, que nuevamente hace un intento por atentar contra lo que ha sido la fe cristiana. Digo esto, ante el hecho recurrente de los últimos años, en donde una de las celebraciones más importantes para la fe cristiana ha tenido que enfrentar manifestaciones como el Código DaVinci, el Evangelio de Judas y en esta ocasión, el supuesto hallazgo de una tumba con la osamenta de Jesús y su familia.
Se me hace difícil pensar que estemos frente a manifestaciones improvisadas y no conectadas entre sí. La historia de la Iglesia está plagada de intentos similares que cuestionaron la divinidad de Jesús, brindando un énfasis desmedido a su humanidad y por consiguiente, la negación absoluta de su resurrección. Esto nos alienta porque refleja que históricamente la fe cristiana ha enfrentado los mismos desafíos. Esto ha sido así porque el ser humano en su naturaleza ha mantenido los elementos racionales que en muchas ocasiones lo ha llevado por el camino de la incredulidad, sin darse la oportunidad de utilizar la razón para afirmar la convicción. Cuando nos acercamos al testimonio bíblico, descubrimos que esta tensión creativa entre la fe y la razón, siempre ha estado presente y ha sido el resultado de la propia fragilidad que describe al ser humano.
Si tomamos como ejemplo al Apóstol Pedro, un líder emblemático de nuestra fe, descubriremos que se constituyó en uno de los protagonistas de la Iglesia, particularmente en Jerusalén. Todos sabemos quién era Pedro, un ser humano de carne y hueso, con un carácter volátil, que lo llevó en muchas ocasiones a desarrollar acciones ausentes de juicio. Sin embargo, fue el receptor de la revelación de Dios, que lo llevó a expresar la máxima confesión de la Iglesia: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Con este ejemplo clásico, podemos reafirmarnos en el hecho de cómo Dios siempre insiste en construir sobre nuestra fragilidad humana, esperando por el potencial de la confesión que nos lleva a la convicción, y eso es fe. La nota magistral que se desprende de esta conjugación es , que Cristo dijo: “que las fuerzas del mal nunca prevalecerían contra la Iglesia”. Esa es nuestra esperanza y ha sido la convicción de la Iglesia durante los más de dos mil años que lleva proclamando que Jesucristo es el Señor de la vida, a través de sus diversas manifestaciones eclesiales.
Se configura entonces la fragilidad humana, la confesión y la esperanza, como los signos de nuestra fe inquebrantable, capaz de mantenerse incólume ante las manifestaciones escépticas de una sociedad que quiere creer, pero no sabe cómo, porque el rostro que comúnmente observa en la Iglesia es el de su fragilidad y no el de su confesión y esperanza. Este es el gran desafío, que confesando nuestra fragilidad, proclamemos la esperanza de un día nuevo, de una oportunidad renovada, de una transformación total del orden creado, que son los contenidos esenciales de nuestra fe.
Hoy, más que nunca, Puerto Rico necesita ver una Iglesia vigorosa, con un mensaje claro, que apunte a la transformación de la realidad y que nos permita insertarnos en el país, como parte de la solución de sus problemas y como aliados de sus sueños y aspiraciones. No hacerlo, sería permitir que las corrientes escépticas que minan y cercenan sus referentes de fe, acaben con su esperanza y no le permitan ver que el Reino de Dios viene y entre nosotros está. También, quedaríamos ubicados como una parcela religiosa, que ha renunciado a ser luz y sal de la tierra. Hoy y siempre necesitamos confesar al Señor nuestra parálisis y entrar a la celebración de la Semana Santa con un compromiso renovado y una actitud reafirmada en asumir nuestra responsabilidad de seguir siendo un espacio de esperanza y transformación para nuestro pueblo. Sólo lo lograremos si reconocemos que somos frágiles y confesamos a Cristo, como el Señor de la vida, para entonces vivir de forma plena la esperanza.
Rev. Esteban González Doble
Pastor General
Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Puerto Rico
Marzo 2007
(Signos de nuestra fe)
Nos sorprende la celebración de la Semana Santa, en medio de un escenario escéptico, que nuevamente hace un intento por atentar contra lo que ha sido la fe cristiana. Digo esto, ante el hecho recurrente de los últimos años, en donde una de las celebraciones más importantes para la fe cristiana ha tenido que enfrentar manifestaciones como el Código DaVinci, el Evangelio de Judas y en esta ocasión, el supuesto hallazgo de una tumba con la osamenta de Jesús y su familia.
Se me hace difícil pensar que estemos frente a manifestaciones improvisadas y no conectadas entre sí. La historia de la Iglesia está plagada de intentos similares que cuestionaron la divinidad de Jesús, brindando un énfasis desmedido a su humanidad y por consiguiente, la negación absoluta de su resurrección. Esto nos alienta porque refleja que históricamente la fe cristiana ha enfrentado los mismos desafíos. Esto ha sido así porque el ser humano en su naturaleza ha mantenido los elementos racionales que en muchas ocasiones lo ha llevado por el camino de la incredulidad, sin darse la oportunidad de utilizar la razón para afirmar la convicción. Cuando nos acercamos al testimonio bíblico, descubrimos que esta tensión creativa entre la fe y la razón, siempre ha estado presente y ha sido el resultado de la propia fragilidad que describe al ser humano.
Si tomamos como ejemplo al Apóstol Pedro, un líder emblemático de nuestra fe, descubriremos que se constituyó en uno de los protagonistas de la Iglesia, particularmente en Jerusalén. Todos sabemos quién era Pedro, un ser humano de carne y hueso, con un carácter volátil, que lo llevó en muchas ocasiones a desarrollar acciones ausentes de juicio. Sin embargo, fue el receptor de la revelación de Dios, que lo llevó a expresar la máxima confesión de la Iglesia: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Con este ejemplo clásico, podemos reafirmarnos en el hecho de cómo Dios siempre insiste en construir sobre nuestra fragilidad humana, esperando por el potencial de la confesión que nos lleva a la convicción, y eso es fe. La nota magistral que se desprende de esta conjugación es , que Cristo dijo: “que las fuerzas del mal nunca prevalecerían contra la Iglesia”. Esa es nuestra esperanza y ha sido la convicción de la Iglesia durante los más de dos mil años que lleva proclamando que Jesucristo es el Señor de la vida, a través de sus diversas manifestaciones eclesiales.
Se configura entonces la fragilidad humana, la confesión y la esperanza, como los signos de nuestra fe inquebrantable, capaz de mantenerse incólume ante las manifestaciones escépticas de una sociedad que quiere creer, pero no sabe cómo, porque el rostro que comúnmente observa en la Iglesia es el de su fragilidad y no el de su confesión y esperanza. Este es el gran desafío, que confesando nuestra fragilidad, proclamemos la esperanza de un día nuevo, de una oportunidad renovada, de una transformación total del orden creado, que son los contenidos esenciales de nuestra fe.
Hoy, más que nunca, Puerto Rico necesita ver una Iglesia vigorosa, con un mensaje claro, que apunte a la transformación de la realidad y que nos permita insertarnos en el país, como parte de la solución de sus problemas y como aliados de sus sueños y aspiraciones. No hacerlo, sería permitir que las corrientes escépticas que minan y cercenan sus referentes de fe, acaben con su esperanza y no le permitan ver que el Reino de Dios viene y entre nosotros está. También, quedaríamos ubicados como una parcela religiosa, que ha renunciado a ser luz y sal de la tierra. Hoy y siempre necesitamos confesar al Señor nuestra parálisis y entrar a la celebración de la Semana Santa con un compromiso renovado y una actitud reafirmada en asumir nuestra responsabilidad de seguir siendo un espacio de esperanza y transformación para nuestro pueblo. Sólo lo lograremos si reconocemos que somos frágiles y confesamos a Cristo, como el Señor de la vida, para entonces vivir de forma plena la esperanza.
Rev. Esteban González Doble
Pastor General
Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Puerto Rico
Marzo 2007