Falsificaciones y falsificadores

2 Junio 1999
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Falsificaciones y falsificadores


Claves-------Wenceslao calvo



‘Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo; a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.’ (Romanos 1:1-7)



Los empresarios y fabricantes, especialmente los de determinados sectores, están alarmados y no es para menos: Las pérdidas producidas por las falsificaciones y los fraudes comerciales están a la orden del día en el mundo entero y todo indica que su cifra continuará incrementándose progresivamente. Mientras que hasta hace unas décadas las falsificaciones eran cuestión reservada a sectores muy concretos, como la fabricación fraudulenta de dinero o la de obras de arte, de un tiempo a esta parte el mundo de la falsificación se ha extendido hasta tal extremo que prácticamente casi no hay actividad comercial que no esté afectada por este mal. Anteriormente para ser un falsificador había que tener unas habilidades y recursos que estaban al alcance de muy pocos, incluyendo una sagacidad y destreza fuera de lo común, lo que hacía de tales falsificadores auténticos “profesionales” del robo de guante blanco y una especie de élite dentro del mundo de la delincuencia; sin embargo, ahora cualquier chapucero con un poco de tecnología puede remedar al mismísimo Arsenio Lupin.

Claro que los resultados no siempre acompañan: Aquel CD con juegos informáticos que nos vendieron a precio de ganga en el mercadillo ambulante resultó estar vacío cuando llegamos a casa; la camiseta de marca destiñó a la primera de cambio y estropeó toda la ropa que lavamos juntamente con ella; aquel pantalón vaquero (jean) que tenía un precio increíble encogió a la primera lavada quedando, además, una pierna más corta que la otra, teniendo que reconvertirlo en trapos de limpieza. Y el reloj, cuyo precio nos cegó e hizo que no nos diéramos cuenta de que la marca inscrita en su esfera tenía una pequeña pero importante letra de diferencia con la otra marca en la que estábamos pensando, se paró irremisiblemente a las pocas semanas de comprarlo. Y como decimos en Madrid: ¡Ve a reclamar a Cascorro!.

Sí, vivimos en un mundo en el que el engaño (comercial) ha dejado de ser el monopolio de unos pocos para engañar a los muchos y ha pasado a convertirse en el dominio público de los muchos para engañar a los demás. Sin embargo, y esto es lo verdaderamente sorprendente, la misma existencia de lo falso da testimonio de lo verdadero. Quiero decir que lo falso es sólo una imitación, más o menos lograda, de lo genuino y de no existir lo auténtico lo falso no tendría razón de ser. Esto es así porque lo verdadero es lo original, o sea, lo que antecede en el tiempo y en el diseño a lo falso. El que ha pensado y se ha esforzado es el creador o fabricante de lo verdadero, mientras que el falsificador sólo le sigue los pasos para hurtarle su trabajo. Por lo tanto, al encontrarnos con la falsificación no razonamos ‘Luego no ha de existir lo verdadero’, sino que más bien el engaño del que hemos sido víctimas (o cómplices) refuerza nuestra convicción de que lo verdadero existe, sólo que a nosotros nos han dado gato por liebre.

Ahora bien, si el mundo comercial está saturado de engaño que vive a costa de lo auténtico, algo similar pasa en el mundo de las creencias. La diferencia es que este otro engaño no es una novedad y, lo peor, es que el perjuicio no es meramente material-temporal sino espiritual-trascendental, es decir, eterno. Hay otra diferencia entre el engaño comercial y el religioso o espiritual: Si somos objeto del primero, ello no mermará nuestra confianza en la marca genuina y saldremos reforzados habiendo aprendido una saludable lección para el futuro; pero si somos objeto del segundo nos tornaremos escépticos o absolutamente incrédulos en cuanto a la existencia de la creencia verdadera. Pero ¿no demuestra, también aquí, la existencia de lo falso que hay algo auténtico? ¿Por qué en esta esfera de la vida negamos lo que en otras concedemos?

El pasaje bíblico arriba citado habla de que existe algo verdadero: El evangelio o las buenas noticias. Ahora bien, en el mercado de las ideas ha habido y hay muchos falsificadores anunciando supuestas buenas noticias para el ser humano, pero las verdaderas tienen unas características que proceden de su patente de autenticidad y son las siguientes:

Son buenas noticias de parte de Dios: ‘...el evangelio de Dios’. No son idea de hombres ni de instituciones sino que su origen está en Dios mismo.

Son buenas noticias anticipadas y registradas: ‘...que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras’. En ese libro, y no en otro, es donde se nos anuncian. Cualquier otro libro es desechado como ilegítimo, en este aspecto.

Son buenas noticias que tienen a Cristo como contenido: ‘...acerca de su Hijo’. Cualquier buena noticia cuyo contenido gire en torno a otra persona o personaje que no sea Jesús, es un fraude.

Son buenas noticias forjadas por el Dios-Hombre: ‘...nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne’. Si alguien proclama a Cristo como menos que Dios o menos que hombre, estamos ante un falsificador.

Son buenas noticias contrastadas: ‘...que fue declarado Hijo de Dios... por la resurrección de entre los muertos’. La resurrección es la prueba cumbre de que Jesús no fue impostor, pues Dios mismo lo respaldó levantándolo del sepulcro.

Son buenas noticias con unos inconcebibles destinatarios: ‘...amados de Dios’. O sea, pecadores a los cuales Dios amó cuando éstos le aborrecían a él.

Son buenas noticias universales: ‘...en todas las naciones.’. Sin distinción de cultura, sexo, época o trasfondo social.
Son buenas noticias porque producen resultados eternos: ‘...llamados a ser santos.’ Es decir, la conformidad al carácter de Dios.




Haces bien en cuidarte de los falsificadores comerciales, cuidar tu bolsillo y buscar las buenas marcas; haz lo mismo en lo que concierne a tu alma: cuídate de los engañadores y busca y halla en el evangelio la Verdad que salva.

Wenceslao Calvo es conferenciante y pastor en una iglesia de Madrid.
© W. Calvo, 2003, Madrid, España.


© 2003 Protestante Digital, España.

http://www.protestantedigital.com/actual/claves.htm



Pd. El énfasis es de Maripaz