Experiencia conmovedora de un Ex testigo

23 Septiembre 2010
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[h=2]La Historia de Ramón[/h][h=2][/h]
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Soy nacido y criado como Testigo de Jehová. Mi padre tiene tres hijos de otro matrimonio de antes de ser Testigo de Jehová; tras convertirse conoció y se casó con mi madre.

Yo soy el único hijo de ese matrimonio. Mis padres eran Testigos de Jehová devotos. Mi padre era anciano y mi madre era precursora, así que traté de seguir su ejemplo desde una edad temprana por medio de participar en la Escuela de Ministerio Teocrático a la edad de 7. Aun a tan temprana edad ya yo sabía que era diferente. Sabía que me sentía atraído a los varones. Había otro niño de mi edad en la congregación y en ocasiones nuestros padres arreglaban para que me quedara a dormir en su casa.


Durante esas estadías en su casa comenzamos a explorar nuestros cuerpos. En mi mente yo sabía que eso estaba mal y que a Jehová no le agradaba, pero no sabía cómo detenerme. Al crecer, ese jovencito se encontró más interesado en las mujeres y yo le decía que yo también, pero dentro de mí sabía que no era así.


Durante todo ese tiempo mantenía la apariencia de un Testigo de Jehová perfecto. Me hice publicador no bautizado en un principio y luego, a los 11 años, fui bautizado para luego comenzar a servir como precursor auxiliar durante los meses de vacaciones de la escuela. Durante ese tiempo recuerdo haber pensado que todo parecía ser una fachada para los Testigos de Jehová, que todos aparentaban ser cristianos devotos, pero en realidad todos estaban pecando en secreto. Creía eso mayormente porque la mayoría de los jóvenes de mi congregación estaban sosteniendo relaciones sexuales unos con otros, consumiendo alcohol y envolviéndose en otras actividades prohibidas, al mismo tiempo que mantenían una fachada de inocencia frente a la congregación.



Cuando tenía unos 13 años nos mudamos a una congregación diferente, una nueva congregación donde mi padre comenzó a servir como anciano. En esa congregación los jóvenes eran diferentes. Ellos eran jóvenes Testigos de Jehová buenos, y cuando conversaba con ellos en privado, su conversación lo reflejaba. Ninguno de ellos mencionaba tener una doble vida y, por primera vez, pensé que era posible vivir una vida sagrada y "de devoción a Dios" tanto privada como públicamente. Me dediqué al estudio personal, leer la Biblia y al ministerio teocrático.



Hacía trabajo voluntario en las asambleas y otras reuniones, y hasta terminé mi relación con un joven con quien "jugaba". En mi primer año de escuela superior pedí a mis padres que me permitieran estudiar en el hogar. De esa manera podía servir como precursor regular. En aquel entonces tenía mi vista en un premio mayor: servir como betelita en el Hogar Betel, la sucursal de la Watchtower en Nueva York. En realidad no deseaba servir como precursor regular, pero sabía que Betel escoge a base de experiencia en el servicio a tiempo completo, así que decidí comenzar mi experiencia a una edad temprana. Toda esta diligencia y tenacidad me ponía en ventaja sobre los otros jóvenes, además de convertirme en el más querido del circuito, obteniendo partes en las asambleas, los dramas, y convirtiéndome en parte del grupo "aceptado" de la juventud más espiritual del circuito.



Sin embargo, todo este estudio personal, junto con todas las "buenas asociaciones" que me rodeaban, me hicieron aun más consiente de las acciones pecaminosas en las que me había envuelto en años anteriores.


Traté de buscar maneras de evitar confesar a los ancianos mis acciones, pero no parecía haber escape alguno. Había cometido fornicación tras haberme bautizado y la única manera de obtener perdón era por medio de confesar. Así que durante una visita del Superintendente de Circuito, mientras predicábamos juntos, le confesé lo que había hecho. Él me dijo que lo que había hecho en realidad sí era un pecado, pero que él entendía por qué había rehusado confesar anteriormente, pues los ojos de todo el mundo circuito estaban sobre mí. Además, le informé que mi padre, tras encontrar pornografía gay en mi computadora, me dijo: "Yo prefiero que embaraces a una mujer antes de que seas gay". El Superintendente de Circuito dijo que el siguiente paso sería decirle a mis padres lo que había hecho. Me dijo que él estaría presente para esa acción. Me sentía completamente mortificado.


No podía imaginar a mi madre teniendo que escuchar sobre todas mis sórdidas acciones pasadas. Al día siguiente nos reunimos en el Salón del Reino y le confesé a mis padres lo que había hecho con otro joven. Tuve que escribirlo todo y leerles porque me encontraba sollozando, y esa era la única manera de yo poder decirles todo. Lágrimas salieron de los ojos de ambos, así como de los del Superintendente de Circuito al escuchar mis palabras. Tan pronto terminé, mis padres reafirmaron que me aman, y el Superintendente de Circuito leyó unas cuantas escrituras. Antes de concluir, él mencionó que no creía necesario establecer un comité judicial, pero que formaría un comité investigativo para decidir si este era un asunto que merecía un juicio formal.




Mientras tanto, todos mis privilegios fueron revocados, incluyendo todas las asignaciones y responsabilidades dentro de la congregación, orar públicamente, y comentar en las reuniones. Aunque no se hizo anuncio alguno, en la congregación la gente sabía que algo había pasado, pues yo antes participaba muchísimo en las actividades de la congregación.


Una semana más tarde, el comité investigador se reunió conmigo para informarme su decisión. Ellos decidieron que yo me había arrepentido lo suficiente, y debido al lapso de tiempo desde la última vez que había pecado (casi dos años) no era necesario tomar acción alguna, y por tanto, podría mantener my estatus de precursor regular. Nunca me había sentido tanto alivio en mi vida, excepto cuando salí del closet. Sabía que en la solicitud para el hogar Betel preguntan si uno ha tenido experiencias homosexuales, y que la oportunidad de ser aceptado se reduce a un mínimo si uno dice que sí. Pensé que el sueño de ir a Betel había terminado, pero al menos me sentía limpio ante Jehová.



Continué haciendo precursorado hasta que terminé la escuela superior y durante dos años más de educación post-secundaria, donde estudié para hacer trabajo paralegal, algo que tanto my familia como yo creímos era algo práctico que me permitía continuar con el servicio a tiempo completo. Al mismo tiempo, una congregación de habla francesa comenzó a formarse en mi área, y decidí prestarles ayuda pues había estudiado francés en la escuela superior.


En ocasiones salía a predicar con ellos, pero resultaba difícil, pues necesitaba utilizar el auto de mis padres cuando ellos no lo necesitaban. Súbitamente, mi padre anunció que nos mudaríamos a la congregación de habla francesa, lo cual emocionó a mi madre y a mí, pues la Sociedad alentaba a los publicadores a unirse a congregaciones de idiomas extranjeros. En ese momento decidí llenar una solicitud del Hogar Betel. Imaginaba que no me aceptarían debido a mi pasado, pero decidí solicitar de todas maneras porque ese era mi sueño. Pensé que si no me aceptaban siempre podría solicitar nuevamente. Completé la solicitud antes de mudarme de mi congregación de habla inglesa.




La solicitud tiene que pasar primero por manos de los ancianos de la congregación y el Superintendente de Circuito antes de que llegue al departamento de personal de Betel para tomarse una decisión final. Al someter mi solicitud a los ancianos, les admití que había tenido una relación homosexual no romántica en el pasado.

Debido a que mi padre formaba parte del comité de servicio, comité que se encargaba de decidir si la solicitud sería pasada al Superintendente de Circuito, él tuvo que ser reemplazado por otro hermano debido a que yo soy su hijo. Los otros dos miembros del comité también habían formado parte del comité investigador sobre mi caso, así que ellos estaban familiarizados con mi pasado.


El otro hermano asignado no tenía idea alguna sobre lo que había pasado. Dos días después de yo haber solicitado, él me abordó para decirme que debido a que mi relación no había sido romántica, no era necesario que yo marcara "sí" en la pregunta con respecto a relaciones homosexuales. Yo estaba muy sorprendido pero muy alegre y dispuesto a seguir su sugerencia, así que sometí una solicitud nueva, esta vez marcando "no" en esa pregunta. En retrospección, creo que eso ocurrió porque ellos querían tener el honor de decir que alguien de su congregación había llegado al Hogar Betel, además de que ellos sabían cuánto yo deseaba formar parte de Betel.




Así fue como la espera por una respuesta de aceptación comenzó. Nos mudamos a la congregación de habla francesa, donde también sometí una solicitud para convertirme en un betelita temporero, eso es, serviría por un espacio de tiempo limitado de hasta seis meses. Unos meses más tarde recibí una llamada proveniente de la oficina de betelitas temporeros, anunciando que había sido aceptado a servir por un mes en el Hogar Betel de Brooklyn. Lleno de gozo acepté inmediatamente la oferta. Me dijeron que ellos me enviarían más detalles por correo.


En unos días recibí un sobre grueso por correo, lo que pensé contenía información sobre mi trabajo temporero en Betel. ¡Pueden imaginarse mi sorpresa al encontrar en el sobre una carta diciendo que había sido aceptado permanentemente para servir en el Centro Educativo de la Watchtower en Patterson, Nueva York! Honestamente, ese fue uno de los días más felices de mi vida. Mis padres estaban más que felices, y me hicieron una fiesta de despedida, y me ayudaron a prepararme para mi partida el día 25 de diciembre de 2003.



En Betel conocí a los mejores amigos de mi vida y a la gente más buena del mundo. También experimenté una depresión severa durante un tiempo. Se me asignó a servir en el lavadero, el cual en Betel es unos de los "departamentos de producción", los cuales eran pocos en Patterson. En Brooklyn y en Wallkill, muchos betelitas estaban acostumbrados a servir en el ámbito de "producción" debido al trabajo de imprenta que se realiza en esas facilidades.



Había que cumplir con los calendarios y con las rigurosas fechas planificadas, y siempre había que saberlas al pie de la letra. En Patterson, muchos no estaban acostumbrados a ese ritmo de trabajo, pues Patterson era una facilidad educativa con la Escuela de Galaad, la Escuela de Superintendentes, y la Escuela de Superintendentes Viajeros. Patterson también es el hogar del Departamento de Arte, el Departamento de Audio y Video, y del Departamento de Servicio. Así que para los betelitas de Patterson la vida era muy buena, la mayoría trabajaba a su propio ritmo y podían programas su calendario de trabajo a su manera. Sin embargo, el lavadero y el comedor eran departamentos de "producción", tal como en Brooklyn y Wallkill. El trabajo era arduo, los superintendentes eran muy exigentes, y el ritmo de trabajo era muy avanzado. Recibíamos ropa sucia en la mañana y toda la ropa tenia que ser lavada, planchada y puesta en la habitación del dueño para el final del día. Trabajaba mayormente con otros jóvenes de mi propia edad y para ser justo con ellos, tratábamos de hacer el trabajo lo mas divertido posible.



Eventualmente fui transferido al departamento de lavado en seco, un departamento pequeño de unos cinco hombres seleccionados a ese departamento debido a que habían visto en nosotros que teníamos las destrezas de poder trabajar con atuendos delicados y costosos. Betel hasta me envió a obtener una certificación de lavado en seco del estado de Nueva York. Algunos eventos significativos de los que formé parte durante mi estadía en Betel son la remodelación de los lavaderos de los hogares Betel de Brooklyn y Patterson, el haber conocido a nuestras contrapartes en Brooklyn, la experiencia de trabajar con ellos, y una vez llegué a trabajar en Brooklyn por unos meses.



Además, disfruté de un viaje a Francia e Inglaterra, donde conocí a los betelitas de esos países y tuve la oportunidad de "comparar notas". Hasta fui seleccionado para formar parte de la foto de la portada del DVD "Los jóvenes preguntan - ¿Qué haré con mi vida?", del cual conservé una copia, sabiendo que una vez saldría del armario, me removerían.


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Durante mi estadía de dos años y medio en Betel comencé a sentirme muy deprimido. Comencé a desarrollar sentimientos románticos por mi compañero de habitación, los cuales comenzaron a ser cada vez más y más difíciles de ignorar. Además, el trabajo comenzó a agotarme, especialmente a medida que iba recibiendo más y más responsabilidades y asignaciones en mi congragación, la cual me quedaba a una hora de mi hogar. Me di cuenta de que no podía más, así que le dije a mis padres que deseaba salir de Betel. Ellos se sorprendieron y se decepcionaron, pues pensaban que todo en mi vida estaba funcionando a la perfección. Sin embargo, ellos me dijeron que era bienvenido de vuelta a casa hasta que decidiera qué quería hacer. Decir adiós a Betel fue muy difícil, y hubo muchas lágrimas de despedida, pero en el verano del 2006 volví a casa.




Decidí que quería mudarme a Francia a trabajar como precursor y a la misma vez perfeccionar mi francés. Tenía un amigo en Paris que accedió a que viviera con él, así que todo lo que tenía que hacer era reunir algo de dinero para mudarme. Mientras buscaba trabajo, comencé a preguntarme si existían otros Testigos de Jehová gay. Busqué en el Internet y encontré varios grupos de Testigos de Jehová que son gay, pero que desean continuar en la organización y no actuar de acuerdo con sus sentimientos.


Fue muy refrescante poder hablar con otros que entendían por lo que yo estaba pasando. Hice unos cuantos amigos de todas partes del mundo durante ese tiempo, y hasta conocí algunos personalmente durante una asamblea especial en Frankfurt, Alemania, como parte de la delegación de habla francesa de E.U. Sin embargo, hubo algo que me molestó cuando conocí a varios de esos Testigos de Jehová gay, y era sus "abrazos". Ese término era usado para describir el tocar, acariciar y manosear todo de la cintura hacia arriba. Me sentía muy bien de tocar a otro hombre, pero a la misma vez me sentía culpable, pues hacíamos lo más que se podía hacer sin considerar que el acto constituyera una ofensa seria, además de que nuestros pensamientos no eran exactamente inocentes cuando nos tocábamos. Algunos querían hasta llegar al punto de besarse, lo cual me incomodaba profundamente.



Durante ese tiempo yo me encontraba buscando trabajo a tiempo parcial, algo que me permitiera tiempo para hacer servicio de precursor. Parecía que había encontrado el trabajo perfecto al ser contratado como Agente de Servicio al Cliente de las Líneas Aéreas Alaska en Washington D.C. Ese trabajo me permitiría tanto el tiempo como dinero, además de beneficios de viajes. El adiestramiento de esa compañía duraba un mes y era en Seattle. Esta sería la primera vez en mi vida que saldría fuera de los ojos observadores de mis padres y de la Sociedad.




En Seattle me reuní con los Testigos de Jehová en unas cuantas ocasiones. Sin embargo, durante las clases de mi adiestramiento, conocí a alguien que yo sospechaba era gay. Me las hice para armarme de valor y preguntarle al respecto y él confirmó que de hecho, es gay. Nos hicimos mejores amigos, él y yo pasando tiempo junto con su compañero cada vez más y más, mientras cada vez pasaba menos y menos tiempo con los Testigos de Jehová. Por primera vez pude ver por mí mismo una relación homosexual saludable en acción, y encontré que era muy diferente al retrato de estilo de vida vil que los Testigos de Jehová pintaban. Casi al final de la clase, nos juntamos y vimos la película "Últimos Días" [Later Days], la cual trata de la lucha de un joven mormón que también es gay.



La película me impactó mucho, y el compañero de mi amigo me dijo: "¿Sabes qué? Un día ese serás tú", refiriéndose al personaje que abandonaba la iglesia mormona. En aquel entonces no podía imaginarme a mí abandonando a los Testigos de Jehová y perdiendo a todos mis amigos y a mis padres. Yo le dije eso a él, a lo cual él replicó: "Tú podrías hacer eso ahora y pasar por todo el dolor y sufrimiento temporalmente, o podrías sufrir por el resto de tu vida solo como Testigo de Jehová, y luego terminar saliendo del closet cuando eres ya viejo y arrepintiéndote de no haberlo hecho antes". Sus palabras hicieron eco en mí, aunque le dije que tendría que pensarlo muy bien.





Regresé a mi hogar sintiéndome severamente deprimido, pues tras un mes de libertad, me encontraba de vuelta a la vida rígida como Testigo de Jehová. Perdí el apetito y mis padres lo notaron, y comentaban sobre los cambios que veían en mí. Cada día luchaba contra los pensamientos sobre si me iba o no. Uno de los Testigos de Jehová gay que conocí en el Internet me preguntó si alguna vez había pensado que los Testigos de Jehová están equivocados.


De esa discusión, ambos decidimos que abandonaríamos la organización juntos, aunque yo vivía en los E.U. y él vivía en el Reino Unido. También comencé a explorar otros lugares de la web de personas que han sido Testigos de Jehová con el fin de averiguar cómo ellos habían logrado salir. Todo esto me brindó el valor para salir de los Testigos de Jehová. En esos momentos, se había esparcido el rumor entre los otros Testigos de Jehová gay de que yo había decidido desasociarme de la organización. Algunos me imploraron que reconsiderara mi decisión, otros estaban muy enojados conmigo. Al final casi todos habían dejado de hablarme, cosa que me partió el corazón. Decidí esperar por un día que mis padres salieran a trabajar y simplemente abandonar mi hogar para siempre. Sin embargo, uno de los Testigos de Jehová gay me aconsejó que al menos hablara con mis padres cara a cara. No podía argumentar contra ello.




Una noche después de una de las reuniones del Salón del Reino, mientras caminábamos del auto hacia la puerta de la casa, decidí que iba a hacer lo correcto ahí y en ese mismo momento. Mientras entrabamos en la casa le dije a mi padre que necesitaba hablar con él.


Mi madre se fue al segundo piso, y mi padre y yo fuimos a la cocina. Yo dije: "Tengo que decirle dos cosas. Numero uno: soy gay. Numero dos: no quiero ser más Testigo de Jehová". Decirle esas palabras a mi padre fue como tirarle una bomba atómica. Sabía que él estaba en shock, pero él se recuperó pronto y me dijo que él siempre supo que yo soy gay, y que con respecto a irme, eso era mi decisión.



También discutí con él ciertos conflictos teológicos que tenía con los Testigos de Jehová, y él replicó que no deseaba escuchar nada al respecto, que yo estaba usando eso como excusa para irme a vivir el estilo de vida gay. Yo le dije que él tiene derecho a creer lo que quiera, pero que eso no era cierto. Él dijo que todavía me amaba como padre, pero que él nunca podría aceptar a mi pareja.



Nos abrazamos y él me dijo que le diría a mi madre al día siguiente, pues sentía que era mejor que fuera él quien le informara. No puedo describir lo que sentí esa noche, una mezcla de gozo por saber que me encontraba rumbo a mi libertad, y de tristeza por saber que me encontraba pasando mis últimos momentos con mis padres.


Al día siguiente llegué del trabajo a casa y encontré a mi madre con los ojos rojos de tanto llorar. Al verme, ella trató de sonreír y simplemente me dijo: "Hablaremos mañana". Al día siguiente hablamos, y ella trató de convencerme de quedarme. "¿Había leído toda la literatura de la Sociedad sobre la homosexualidad? ¿Sabía cuán cerca se encontraba el fin de este sistema?" Yo le contesté que yo había hecho todo lo posible para quedarme, pero que me estaría quedando solamente por mis padres y mis amigos, y no por mi amor a Jehová, y que eso no era justo ni para la religión ni para mí. Con eso, ella concordó en ayudarme con la mudanza.



Envié mi carta de desasociación a los ancianos, y el cuerpo completo quiso reunirse conmigo para discutirla. Ellos me enviaron una carta, firmada por todos, implorando que me reuniera con ellos antes de irme, pero ya en ese momento yo estaba decidido, y no deseaba que ellos se aprovecharan de lo vulnerable que me sentía en ese entonces. Decliné su oferta y pedí que procesaran la carta que les había enviado. Para mayor sorpresa, recibí también una carta secreta de uno de los ancianos diciendo que él también se encontraba en la misma lucha que yo, tratando de disuadirme a que me quedara. La carta parecía enfatizar la lucha que él ha mantenido contra sí mismo por años. Yo sabía que no podía pasar por lo mismo que él. Sabía que estaba tomando la decisión correcta.




Una semana más tarde se anunció en la congregación que yo ya no soy Testigo de Jehová. Para ese entonces yo me encontraba mudándome a un pequeño apartamento que había encontrado en Washington D.C. Tras mis padres llevarme mis últimas pertenencias, todos sabíamos que nuestra relación jamás sería la misma. Después de un adiós silencioso volví a mi apartamento.


Nunca olvidaré lo que sentí en ese momento, sentir que el mundo ha abierto sus puertas y que mi futuro estaba lleno de posibilidades, incluyendo el amor. Cierto, ya no tenía amigos ni idea alguna sobre cómo "el mundo" funciona realmente, pero descubrirlo todo ha sido un proceso excitante.



Durante esos meses, PFLAG fue de gran ayuda. Fue duro, sin embargo, ver a todos mis antiguos amigos ignorarme cuando me veían por la calle. Por eso, decidí que necesitaba un nuevo comienzo en otro lugar, así que me hice aeromozo tras mi pasión por viajar, y me mudé a San Francisco, CA, donde resido actualmente. Salir como gay ha una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, pero no me arrepiento ni por un segundo. Espero que mi historia pueda proveer apoyo y fortaleza a todos aquellos que la necesiten. Si hay alguien que está pensando en salir, ya se ha decidido y desea hacerlo, y si necesita hablar con alguien, aquí estoy.



http://www.gayxjw.org/acbspan/ramonspan.html