Cuando finalizaba el pasado mes de Febrero, fuimos invitados mi esposa y yo a participar en una conferencia que se iba a celebrar en el salón de actos de una Institución pública dirigida a matrimonios e impartida por matrimonios con un interesante tema: “existe la fidelidad conyugal”.
Recuerdo especialmente la presentación que se nos hizo por la pareja moderadora que iba a tratar a través de sus propias experiencias y testimonios, el tema sobre la fidelidad conyugal.
En el ambiente que reinaba en el salón repleto de parejas de distintas edades, se respiraba una inusitada expectación, interés y curiosidad.
El matrimonio inició su conferencia repasando los distintos factores que intervenían de una manera definitiva en la dignidad personal de cada miembro de la pareja, teniendo muy en cuenta que ambos la poseían en la misma medida.
La alianza que los esposos contraen libremente, comentaban los conferenciantes, implica un amor fiel y un respeto mutuo. Y dentro de este amor la sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana desde la afectividad y capacidad de amar hasta la de procrear.
El adulterio y el divorcio, lesionan esta alianza toda vez que se define como infidelidad que compromete la dignidad del matrimonio e incluso el desarrollo natural y psíquico de los hijos.
Mateo (5, 27.32) nos lo expresa claramente en su evangelio: “no cometerás adulterio. Y el que despida a su mujer, fuera del caso de infidelidad, la empujará a cometerlo.
Tras un pequeño descanso, que sirvió para reflexionar y comentar con los asistentes lo escuchado, nuestros comunicantes nos iban enumerando las distintas materias englobadas en la primera parte de la conferencia y los significados que cada una de ellas podían impedir en cierto modo la fidelidad conyugal, teniendo muy presente que el amor y la fidelidad siempre habrían de ir juntas en nuestras vidas.
Se presentaron materias a las que sin temor a error podrían destruir la fidelidad conyugal de una manera evidente. Hablaron sobre la lujuria, la fornicación, la violación, la pornografía o la prostitución que sin lugar a dudas han sido y siguen siendo una lacra social que afectan a la dignidad del matrimonio.
Al finalizar esta clarividente charla, fuimos invitados a reflexionar e intentar recordar si aquel compromiso de fidelidad con el que nos comprometimos antes Dios, lo estábamos cumpliendo en estos tiempos en que nos ha tocado vivir, donde al parecer el bien y el mal están al alcance de nuestra mano.
Entendimos que en este mundo lleno de complejos, habían sido muchas las buenas intenciones que se nos fueron perdiendo a través de los años de convivencia en el camino de nuestra felicidad. Pero estábamos convencidos de que al final siempre Dios nos había ayudado a enfrentarnos a las tentaciones de infidelidad.
Estaba claro. La fidelidad y el amor son auténticos caminos de felicidad. Son gratuitos y gratificantes, además de ser netamente necesarios para la convivencia. Son la aspiración que tenemos todos los humanos para de este modo esforzarnos en hacer felices a los que nos rodean.
Para nosotros siempre habrá un mañana y la vida nos dará la oportunidad de hacer las cosas bien o mal.
Pero existe algo que es totalmente cierto; se podrá dudar de las palabras, pero con seguridad nunca… de las acciones.