No soy más que un exiliado en este inhóspito mundo,
uno que sueña que un día podrá por fin encontrarse
bajo la luz de las alas de su Padre Celestial.
Un espíritu en la carne y hermano de los demás,
de cada uno de los todos que son hijos de su Padre,
los que viven en la luz y los que aún en las tinieblas.
Todos tienen su lugar, como las piezas de un puzle.
Yo no puedo ver el puzle, pero sé que cada pieza
es mi hermana en este viaje camino a la plenitud.
Cada una es la más valiosa, porque única es cada una,
y cada una imprescindible, pues que el Padre la creó
y Él sí ve el puzle completo, y nos ama a cada uno.
Ama a todos y a cada uno, sin excepciones ninguna,
porque su Obra es la Perfecta; no sobra ni falta nadie.
Así es Dios el Creador, El que nos ha dado el ser.
Quienes dudan son cual ciegos que no saben dónde encajan,
pero encajan en verdad, en donde quiera que se hallen.
Todos son los que hacen falta; cada uno, sin excepciones.
De por qué Él te ha puesto ahí, en donde sea que estés,
puede darte explicación si de verdad se la pides,
pero aún es más excelente confiar en Él ciegamente
como niños en su Padre que saben que Él ve por ellos
y no dudan de Su guía, sino que escuchan Su voz,
y Le miran con confianza y hablan con Él día a día.
¡Visitadnos, Luminosos, y traednos vuestra luz,
vuestros divinos consejos para orientarnos al Cielo!
¡Y danos fuerzas, oh Padre, para seguirlos fielmente!
Pues no queremos estar donde no abunda Tu luz,
donde un cielo encapotado oculta Tu Gran Amor
y nos deja en las tinieblas, el frío y la soledad,
sino al menos en los prados de belleza sin igual
entre todas en la tierra, en las tierras del verano
permanente de Tu Amor, donde todo es bueno y dulce.
¡Guíanos, Padre Admirable, hacia Tus muy Santas Tierras,
y siembra en nosotros Tu Amor; que nos limpie y nos transforme
hasta dejarnos sin nada que ensombrezca Tus Primores!
uno que sueña que un día podrá por fin encontrarse
bajo la luz de las alas de su Padre Celestial.
Un espíritu en la carne y hermano de los demás,
de cada uno de los todos que son hijos de su Padre,
los que viven en la luz y los que aún en las tinieblas.
Todos tienen su lugar, como las piezas de un puzle.
Yo no puedo ver el puzle, pero sé que cada pieza
es mi hermana en este viaje camino a la plenitud.
Cada una es la más valiosa, porque única es cada una,
y cada una imprescindible, pues que el Padre la creó
y Él sí ve el puzle completo, y nos ama a cada uno.
Ama a todos y a cada uno, sin excepciones ninguna,
porque su Obra es la Perfecta; no sobra ni falta nadie.
Así es Dios el Creador, El que nos ha dado el ser.
Quienes dudan son cual ciegos que no saben dónde encajan,
pero encajan en verdad, en donde quiera que se hallen.
Todos son los que hacen falta; cada uno, sin excepciones.
De por qué Él te ha puesto ahí, en donde sea que estés,
puede darte explicación si de verdad se la pides,
pero aún es más excelente confiar en Él ciegamente
como niños en su Padre que saben que Él ve por ellos
y no dudan de Su guía, sino que escuchan Su voz,
y Le miran con confianza y hablan con Él día a día.
¡Visitadnos, Luminosos, y traednos vuestra luz,
vuestros divinos consejos para orientarnos al Cielo!
¡Y danos fuerzas, oh Padre, para seguirlos fielmente!
Pues no queremos estar donde no abunda Tu luz,
donde un cielo encapotado oculta Tu Gran Amor
y nos deja en las tinieblas, el frío y la soledad,
sino al menos en los prados de belleza sin igual
entre todas en la tierra, en las tierras del verano
permanente de Tu Amor, donde todo es bueno y dulce.
¡Guíanos, Padre Admirable, hacia Tus muy Santas Tierras,
y siembra en nosotros Tu Amor; que nos limpie y nos transforme
hasta dejarnos sin nada que ensombrezca Tus Primores!
