Esperanzas de una vida mejor.

1 Abril 2001
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"Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos" (Amós 9:14).

Considera la belleza de estos sentimientos, la escena idílica maravillosa que presenta. Qué conclusión increíble para lo que no fue otra cosa que palabra sobre palabra, línea sobre línea, versículo tras versículo y capítulo tras capítulo de advertencias acerca del pecado, la apostasía, la idolatría, la opresión, la perversión y el castigo. Poco de todo lo que antecede deja ver una vislumbre del fin adonde conduciría. Sólo la intervención divina podría producir tal final, y sólo alguien inspirado por el Espíritu podría haberse atrevido a predecir una salida tal. En realidad, dejada a si misma, la nación israelita se hubiera desvanecido hace mucho tiempo, junto con los idumeos, los moabitas, los jebusitas y otros pueblos que desaparecieron bajo el polvo de la historia.

Del mismo modo, cuando miramos al mundo que nos rodea, hay en él poco, si es que hay algo, que nos puede dar esperanza para el futuro. Sólo el optimista más ciego, después del siglo XX, podría todavía esperar alguna clase de utopía creada por el hombre, especialmente cuando todos los intentos anteriores de producir una utopía, en cambio, resultaron nada más que en infernales sistemas totalitarios que nunca cumplieron sus promesas, sino que, en realidad, contradijeron cada una de ellas.

Y aunque la humanidad pudiera construir un mundo mejor, o aun uno bueno, los hombres de ciencia predicen que, eventualmente, el Sol estallará; y, por supuesto, ese evento dejaría a la raza, y cualquier utopía que los hombres pudieran crear, con muy pocas esperanzas.

Afortunadamente, la Palabra de Dios nos promete un final diferente, ya que todo lo que lo precede es tan poco probable que sólo un Dios poderoso y amante podrá lograrlo, y él lo hará, porque lo ha prometido y ha sellado esa promesa, literalmente, con su propia sangre.
En el libro Así hablaba Zaratustra, el filósofo alemán Frederich Nietzsche hace que su personaje, zaratustra, diga a sus seguidores: "Os ruego, mis hermanos, ;que sigáis fieles a la Tierra, y no creáis a quienes os hablan de esperanzas de otro mundo!" Como cristianos, en contraste, nuestra única esperanza real es la "de otro mundo", porque el final al que apunta nuestra fe no esta en un mundo mejor, sino en un mundo nuevo, tan diferente del que tenemos ahora que bien puede llamárselo "otro mundo". Por supuesto, aunque tenemos que vivir ahora en este mundo, con sus cuotas diarias de aflicciones y luchas, ¿Qué podemos hacer para mantener esta esperanza final "del otro mundo" siempre delante de nosotros, de manera que nos de fuerzas para seguir adelante en un mundo que ofrece poca esperanza y animo por sí mismo?
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El niñogrande.