No idealizo nada Maripaz, simplemente me informo y discierno... anda, hazme un favor, léete estos pocos párrafos sobre la relación Sagrada Escritura-Tradición-Magisterio (Te aconsejo leer el texto entero):
DEL CAPÍTULO 2 (puntos 7 a 10) DE LA DEI VERBUM
(Concilio Vaticano II)
(Todo el Capítulo 1 está dedicado a la Revelación y la Sagrada Escritura, en el Cap.2 se pone en relación con la Tradición y el Magisterio, por eso no se habla apenas de la Escritura: porque todo el capítulo anterior está dedicado a ella. El Capítulo 3 trata el hecho de la inspiración divina, el 4 del Antiguo Testamento, el 5 del Nuevo Testamento, y el Capítulo 6 habla de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia)
Los Apóstoles y sus sucesores, heraldos del Evangelio
7. Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de todos los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por eso, Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total de Dios altísimo (cf. 2 Cor., 1, 30; 3, 16; 4, 6), mandó a los Apóstoles, comunicándoles los dones divinos, que el Evangelio, que prometido antes por los Profetas, El completó y promulgó con su propia boca, lo predicaran a todos los hombres[8] como fuente de toda verdad salvadora y de toda ordenación de las costumbres. Esto lo realizaron fielmente tanto los Apóstoles, que en la predicación oral transmitieron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como los Apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, escribieron el mensaje de la salvación[9].
Mas, para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, "entregándoles su propio cargo de magisterio"[10]. Por consiguiente, esta Tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verlo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3, 2).
Mutua relación entre la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura
9. Así, pues, la Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque, procediendo ambas de la misma fuente divina tienden a un mismo fin: la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la Palabra de Dios a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo, para que, a la luz del Espíritu de la verdad, con su predicación, fielmente la guarden, expongan y difundan.
Por eso la Iglesia no obtiene su certeza acerca de todas las verdades reveladas solamente de la Sagrada Escritura. Por lo cual, se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad[13].
Relación de una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio
10. La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera constante en la fracción del pan y en la oración (cf. Hech., 2, 42 gr.), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida[14].
Pero el encargo de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida[15] ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia[16], cuya autoridad se ejerce en nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la Palabra de Dios, sino que, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, la sirve en cuanto que por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca lo que propone que se debe creer como divinamente revelado.
Es evidente, por tanto, que la Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción de un único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.
[8] Cf. Mrt. 28, 19-20; Mc. 16, 15. Conc. Trident., Sess. IV, Decr. De Canonicis Scripturis: Denz., 783 (1.501).
[9] Cf. Conc. Trident., l. c.; Conc. Vat. I, Sess. III, Const. dogm. De fide catholica, c. 2 de revelatione: Denz., 1787 (3.006).
[10] S. Ireneo, Adv. Haer., III, 3, 1: PG 7, 848; Harvey, 2, p. 9.
[11] Cf. Conc. Nicaenum II: Denz., 303 (602); Conc. Constant. IV, Sess. X, can. 1: Denz., 336 (650-652).
[12] Cf. Conc. Vat. I, Const. dogm. De fide catholica, c. 4 de fide et ratione: Denz., 1800 (3.020).
[13] Cf. Conc. Trident., Sess. IV, l. c.: Denz., 783 (1.501).
[14] Cf. Pío XII, Const. Apostol. Munificentissimus Deus, del 1 de noviembre de 1950: A.A.S. 42 (1950), 756, en relación con las palabras de S. Cipriano: "La Iglesia plebe aunada a su Sacerdote y grey adherida a su Pastor" (Epíst. 66, 8: Hartel, III, B. p. 733).
[15] Cf. Conc. Vat. I, Const. dogm. De fide catholica, c. 3 de fide: Denz., 1792 (3.011).
[16] Cf. Pío XII, Encícl. Humani Generis, del 12 de agosto de 1950: A.A.S. 42 (1950) 569; Denz., 2.314 (3.886).