La Iglesia en la EncrucijadaHoy vivimos días en los que el corazón humano busca sentido entre dudas, crisis y confusiones.
Quizás tú también, al mirar tus noticias, tu familia, la comunidad, tiene sentido inquietud: ¿Qué está pasando?
La iglesia, como tú y como yo, existe no para tener todas las respuestas, sino para brillar en medio de tanta incertidumbre, a veces frágil, a veces valiente, llamada a amar y sanar así como Cristo nos amó.
El dolor humano nos toca a todos¿Quién no ha visto debates complicados sobre la vida, la identidad, la justicia, el sufrimiento…?
Te confieso: como creyentes, luchamos muchas veces con entender el aborto, la eutanasia, el valor de cada vida. “Antes que te formase en el vientre, te conocí” — Jeremías 1:5.
Nos preguntamos si la justicia social refleja realmente lo que Dios quería: “¿Qué pide de ti Jehová? Solo que practiques la justicia, ames la misericordia y camines humildemente…” — Miqueas 6:8.
Y con la política, la tecnología, la inteligencia artificial… el alma se angustia, pero Jesús nos recuerda: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?” — Marcos 8:36.
Las preguntas profundas de nuestra feTal vez ha preguntado: ¿Por qué hay sufrimiento? ¿Dónde está Dios cuando todo duele?
Dios no se va cuando lloramos. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” — Salmo 46:1.
El Espíritu Santo sigue ahí, aunque muchas veces nos distraemos con el espectáculo.
No importa cuántos caigan, Él sigue esperando el regreso: “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón”. — Salmo 34:18.
La iglesia no es lugar de perfectos, sino de sinceros. “Por gracia sois salvas…” – Efesios 2:8.
Nos duelen los problemas del mundo…Quizás conoces a jóvenes perdidos, familias rotas, adicciones digitales, migraciones…
Yo también he visto corazones cansados y soledad. Pero la Biblia nos dice: “Aunque mi padre y mi madre me dejarán, con todo, Jehová me recogerá”. — Salmo 27:10.
Y como comunidad, tratamos de ayudar, aunque no siempre sepamos cómo.
La iglesia, tú y yoNo somos inmunes a la división, al abuso, al legalismo.
Pero donde hay heridas puede haber restauración: “Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía”. — Salmo 133:1.
Una anécdota realHace años, conocí a una familia herida por la violencia y la separación. Un niño, cada noche pedía a Dios: “Dame una familia que se ame”. Un día, la iglesia local decidió responder con actos sencillos: visitas, oración, comidas compartidas. Ese, ahora adulto, recuerda: “Nunca me sentí tan amado como cuando vi que no solo predicaban, sino que caminaban conmigo”.
Así es el Evangelio: Dios usa gente común para sanar corazones fragmentados.
Recuerda:Estamos en tiempos de decisiones. ¿Nos conformamos al mundo, o volvemos al altar de la presencia genuina de Dios?
Nos desafía la Palabra:
“Y si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador?” — 1 Pedro 4:18
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. — Romanos 12:2
Interrogantes que nos invitan a mirar dentro:¿En qué parte de tu vida te cuesta reflejar la justicia y la misericordia de Dios, con los que te rodean?
¿Hay alguna zona de tu corazón donde el Espíritu Santo ha sido menospreciado o ignorado?
Si Jesús mismo visitara tu iglesia hoy, ¿qué le gustaría ver en tu vida y en tu comunidad?
La iglesia somos todos, llamados a ser voz, altar y hogar. En la vulnerabilidad, la misericordia y la fe, ahí empieza el cambio real.