El misterio eterno entre la soberanía divina y la libertad humana.
EN EL TALLER DEL ALFAREROUn hombre contempla al alfarero modelando vasijas sobre el torno. De un mismo barro y fuego nacen piezas bellas y otras que se quiebran entre sus manos.
—¿Por qué no haces que todas sean perfectas? —pregunta el visitante.
—El mismo barro, el mismo fuego... pero no toda arcilla se deja moldear— responde el artesano.
¿No es así con Dios y la humanidad?
Desde los días de Pablo, la pregunta persiste:
¿Elige Dios a unos para salvarlos y deja a otros perderse?
¿O tiene el hombre en sus manos el poder de decidir?
Romanos 9, esa cima teológica a la que pocos se atreven, resuena:
"Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca" (Romanos 9:15).
Y el alma tiembla: ¿Es justo Dios?
DESARROLLO BÍBLICO PROFUNDOLa Escritura entreteje una tensión sagrada:
Dios es soberano, pero el hombre es responsable.
En el Éxodo, Faraón endurece su corazón, pero también Dios lo endurece (Éxodo 9:12).
¿Quién decide el destino: el hombre que cierra sus oídos o Dios que confirma su rebeldía?
Pablo encara el enigma:
"¿Quién eres tú para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso al alfarero: por qué me has hecho así?" (Romanos 9:20).
Sin embargo, Pablo también afirma:
"Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4).
¿Cómo conciliar predestinación y libre albedrío?
Tal vez la clave es reconocer que Dios no fuerza Su amor, pero tampoco improvisa Su voluntad.
Antes de tu primer aliento, Él conocía tus peleas y rendiciones.
"A los que antes conoció, también los predestinó para ser hechos conformes a la imagen de su Hijo" (Romanos 8:29).
No dice que fueron predestinados para ser salvos o condenados, sino para reflejar a Cristo.
La elección divina no es exclusión, sino llamado a transformación.
Jeremías oye la voz de Dios:
"Antes de que te formase en el vientre te conocí; antes de que nacieses te santifiqué" (Jeremías 1:5).
No cancela la voluntad, sino la rodea de propósito eterno.
Y Jesús llora sobre Jerusalén:
"¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, y no quisiste!" (Mateo 23:37).
He aquí el misterio: un Dios que elige y un pueblo que puede rechazar.
EL LIBRO DE DOS PÁGINASImagínate un libro celestial con tu historia.
En la primera página, Dios escribe: “Te he amado con amor eterno.”
En la segunda, deja un espacio en blanco para tu respuesta con tu libertad.
Solo cuando la tinta divina y la elección humana se encuentran, el relato se completa.
TRES PREGUNTAS QUE NOS DESPIERTAN- ¿Confundí la soberanía de Dios con pasividad espiritual pensando que “todo está decidido”?
- ¿Mi vida demuestra el reflejo de Cristo o simplemente profeso una elección sin transformación?
- Si Dios conoce el final desde el principio, ¿por qué sigo resistiendo Su llamado en el presente?
DEBATE ABIERTOLa predestinación no es un muro que divide elegidos de rechazados; es una ventana que muestra el amor de un Dios que todo lo sabe y aun así busca.
"El Señor no retarda su promesa, sino que es paciente para con todos, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9).
Tal vez el mayor misterio no es por qué algunos son elegidos, sino por qué, conociéndonos completamente, Dios escoge amarnos.
El debate sigue abierto:
Entre el Dios que llama y el hombre que responde.
Entre el cielo que escoge y la tierra que decide.
¿Y tú?
¿Te dejarás moldear por las manos del Alfarero o resistirás el amor que te llama desde la eternidad?
