EL VERDADERO JESUS

3 Abril 2003
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EL VERDADERO JESUS SEGUN LOS MANUSCRITOS DE NAG

Los manuscritos de Nag Hamadi revelan el verdadero Evangelio y la verdadera personalidad de Jesús ;

Mucho se ha hablado, y quizá todavía más escrito, sobre los manuscritos encontrados casualmente en las cercanías de Qumran; lugar cercano al Mar Muerto y por eso conocido bajo esos dos nombres.
Sin embargo poco, muy poco, diríamos que demasiado poco, sobre otros hallados por estos mismos años, también casualmente, en los alrededores del pueblo egipcio de Nag Hamadi. ¡Qué sin embargo son mucho más importantes para conocer tanto la verdadera figura de Jesús como los verdaderos orígenes de su doctrina; así cómo en qué consistía la misma!
Y no es extraño, esa cierta “ocultación” oficial de todas las iglesias cristianas, y el trato de “documentos heréticos” sin importancia; que en cierta forma se les ha dado. El motivo es simple:
Esos manuscritos, originales y auténticos, de los comienzos del cristianismo, nos presentan un Jesús muy diferente, hijo de una divinidad en la que no solamente aparece un padre, sino una madre, ambos divinos. Enlazando con los antiguos cultos egipcios que realmente estuvieron presentes en el origen del cristianismo.
 
Re: EL VERDADERO JESUS

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CÉSAR VIDAL MANZANARES

<CENTER>Jesús el resucitado</CENTER>

Pocas dudas pueden haber en cuanto a que el hecho determinante que evitó la disolución del grupo de seguidores de Jesús tras la ejecución vergonzosa de éste fue la firme creencia en su resurrección. Desborda con mucho los límites del presente estudio el entrar en la naturaleza de las experiencias que determinaron esa certeza así como en el análisis de los datos que al respecto suministran las diversas fuentes.

TEORÍAS SOBRE LA RESURRECCIÓN


Las teorías “explicativas” no han sido pocas. Entre ellas destacan, por su posterior repetición con escasas variaciones, la del robo (H. M. Reimarus), la del “desvanecimiento” y la de la confusión de las tumbas (K. Lake). Pero, sin duda, las más convincentes, en la medida en que permiten hacer justicia a los datos de las fuentes, a la presunta reacción psicológica de los discípulos de Jesús y a la conversión de incrédulos opuestos al colectivo (Pablo, Santiago), son las tesis que admiten la veracidad de las apariciones.

De hecho, no deja de ser significativo que el mismo Bultmann – no precisamente destacado por su visión conservadora de las Escrituras – llegara a afirmar que las visiones del resucitado no fueron meras experiencias subjetivas. Desde nuestro punto de vista, y sin entrar en la naturaleza de los hechos -lo que excede el objeto de nuestro estudio- nos parece más sólido aceptar que, como ha señalado G. E. Ladd, “la fe no creó apariciones; sino que las apariciones crearon la fe”, o bien indicar con F. F. Bruce que “esta 'fe en la resurrección' de los discípulos es un hecho histórico de importancia primordial, pero identificarlo con el suceso de la resurrección es confundir la causa con el efecto. De no ser por el suceso de la resurrección no habría existido fe en la resurrección.

Pero la fe en la resurrección juntó de nuevo a los dispersados seguidores de Jesús, y a las pocas semanas de su muerte aparecen como una comunidad coherente, vigorosa y auto-propagadora en Jerusalén”.

Sólo la aceptación de que se produjeron una serie de hechos, de carácter histórico y que los discípulos interpretaron y vivieron como prueba de la resurrección de Jesús permite además comprender la evolución del golpeado movimiento, la captación por el mismo de antiguos opositores y su potencial expansivo posterior. Baste decir que, como ya hemos señalado anteriormente, la resurrección no sólo se concebía como base fundamental de la fe en Jesús sino que además influyó decisivamente en la conversión de personajes original¬mente hostiles a la misma.

Escribiendo en los cincuenta, Pablo ya relata una tradición (1 Cor 15, 1 ss) donde se recoge la afirmación de que Jesús se había aparecido resucitado no sólo al grupo de los Doce, sino también a varios centenares de discípulos de los que la mayoría seguían vivos, a Santiago, su hermano, y a él.

Se ha especulado con la posibilidad de que la inclusión de Santiago en este texto se deba no a la pluma de Pablo sino a un intento de incluir a un personaje que tendría considerable relevancia en Jerusalén. Tal hecho carece a nuestro juicio de la más mínima probabilidad. En primer lugar, la evidencia textual del pasaje descarta la posibilidad de una interpolación de este tipo pues ni siquiera aparece una mínima variante al respecto. En segundo lugar, el texto paulino recibe una corroboración indirecta en el Evangelio de los Hebreos donde se refiere -siguiendo la misma tradición de Juan 7, 5- la incredulidad de los hermanos de Jesús y como la de Santiago había desaparecido al ser objeto de una visión. Finalmente, esto es lo único que puede explicar coherentemente que, en un plazo brevísimo de tiempo, los hermanos de Jesús hubieran pasado de ser incrédulos a formar parte de la comunidad de Jerusalén (Hechos 1, 14), aunque sin desempeñar el peso que tendrían posteriormente.

La forma en que el historiador debe acercarse a esta experiencia concreta ha sido señalada de manera ejemplar, a nuestro juicio, por J. P. Meier, al indicar: “Que hubo testigos conocidos por nombre que pretendieron que el Jesús resucitado se les había aparecido (1 Cor 15:5-8), que estos testigos incluían discípulos del Jesús histórico que lo habían abandonado por miedo y que realizaron un notable “volte face” tras su desdichada muerte, que estos discípulos no eran incompetentes dementes sino gente capaz de la propagación inteligente de un nuevo movimiento, y que algunos de estos discípulos entregaron sus vidas por la verdad de sus experiencias relacionadas con la resurrección - son todos hechos históricos.

El cómo la gente reaccione ante esos hechos y ante el Jesús histórico le lleva a uno más allá de la investigación empírica introduciéndolo en la esfera de la decisión religiosa, de la fe y de la incredulidad.”

LA RESURRECCIÓN, EJE CENTRAL DEL CRISTIANISMO

Desde luego, la creencia en la resurrección de Jesús parece haber sido el nervio fundamental de la predicación judeo-cristiana palestinense, hasta el punto, según queda de manifiesto en noticias de las fuentes, de que nadie que no hubiera experimentado algún tipo de visión de Jesús resucitado podía acceder al apostolado (Hch 1, 22 ss).

Los discursos de la primera parte de los Hch otorgan un lugar decisivo a la proclamación del hecho de que Jesús había resucitado. A tenor de los mismos se desprende que los judeo-cristianos palestinos consideraban que si se podía estar seguro de que la experiencia pentecostal era de Dios e indicaba el comienzo de una nueva era, se debía, al menos en parte, al hecho de que Jesús había resucitado (2,22-24) y que de ello eran testigos los discípulos (2, 32).

Si se producían sanidades relacionadas con los miembros de la comunidad, se debía a la fe en el nombre del resucitado (Hch 3, 12-16; 4, 9-10) de lo cual los discípulos eran testigos (Hch 3, 15; 4, 10). Si los antes atemorizados discípulos se enfrentaban ahora con las autoridades, había que atribuirlo a su fe en que Jesús había resucitado y a que ellos eran testigos de lo mismo (Hch 5, 30 ss). No es difícil ver a la luz de esta fuente que la clave sobre la que giraba no sólo la actitud de los discípulos sino su mensaje e incluso su interpretación de las Escritu¬ras (Hch 2, 25-28; 2, 35-6, etc) y del entorno (Hch 2, 16ss) era la creencia en que Jesús había resucitado.

En Apocalipsis, las referencias a la resurrección de Jesús están ya considerablemente cargadas de significado teológico y la interpretación del suceso reviste un contenido muy desarrollado, circunstancia de enorme interés si tenemos en cuenta lo primitivo de la fuente. Así 1, 18 describe a Jesús resucitado como “el que vivo, y estuve muerto; más vivo por los siglos de los siglos” (¿una descripción que intentaba marcar distancias con los cultos orientales en que la divinidad moría y resucitaba anualmente?), y tal circunstancia aparece - como en Pablo - como garantía de que habrá una resurrección al fin de los tiempos.

Una figura relativamente similar -aunque se omite en si la referencia concreta a la resurrección- es la representada por el niño varón, al que intentó matar el dragón (12, 4), que es descrito con categorías mesiánicas (12, 5) y que fue ascendido para Dios y su trono (12, 5).

La creencia en la resurrección de Jesús aparece también el judeo-cristianismo extrapalestino donde se conecta directamente con el renacer espiritual del creyente (1 Pe 1, 3) y con la salvación simbolizada por el bautismo (1 Pe 3, 21). De la carta a los Hebreos parece desprenderse que la creencia en la misma -muy posiblemente ligada a la de la resurrección general- parece haber sido esencial en el judeo-cristianismo extrapalestino (Heb 6, 2).

En cuanto al cristianismo paulino, resulta evidente el lugar central que ocupa en el mismo su predicación de la resurrección (1 Cor 15). En palabras del mismo Pablo, “si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe” (1 Cor 15, 17).

Ef 2,19 ss afirma incluso que el poder de Dios que actuó en la resurrección de Jesús se mueve actualmente en la comunidad cristiana. Las huellas de judeo-cristianismo son palpables no sólo en el origen de la tradición que Pablo utiliza (1 Cor 15, 1 ss) sino también en la forma de expresión de la misma. De hecho, Flp 2, 5 ss recuerda en su esquema temporal (no tanto en cada uno de los motivos) al reflejado en Ap 12 (nacimiento desde el cielo, mesianismo, ascensión al cielo). Una vez más, el origen de una creencia trascendental y decisiva en el seno del cristianismo, derivaba del judeo-cristianismo palestino y, como ya hemos señalado, la misma resulta de importancia incuestionable a la hora de entender la actitud de los judeo-cristianos frente al entorno, su visión del mismo, su vivencia cotidiana y su proyección relacionada con el futuro.

CONCLUSIÓN

Todo lo anterior parece dejar sobradamente de manifiesto hasta qué punto la creencia en la resurrección de Jesús era medular en el cristianismo y cómo éste es inconcebible sin ella. Precisamente por ello no deja de producir pasmo y asombro el contemplar la defensa –incluso en medios evangélicos– de teólogos que han negado frontalmente la resurrección tal y como aparece en el Nuevo Testamento sustituyéndola por subterfugios como su sustitución por encuentros en otra dimensión, la pervivencia del amor a Jesús en la comunidad o su resurrección en la vida de la iglesia a lo largo de los siglos. Semejante visión –defendida entre otras corrientes por la teología de la liberación– podrá ser preconizada por teólogos, sacerdotes y pastores que se autodenominen cristianos pero no tiene nada de cristiana. No sólo eso. En realidad, implica la muy peligrosa proclamación de otro Evangelio, uno que sustituye el anuncio glorioso de la resurrección del mesías por el anuncio de las consignas del movimiento anti-globalización o la predicación de la situación de perdición del ser humano y su única esperanza de perdón gracias a la muerte y resurrección de Jesús por mensajes centrados en un vago - y muy rancio e irreal – contenido social. El pecado, la responsabilidad ante Dios, el sacrificio expiatorio en la cruz y la resurrección de Jesús no fueron desde luego conceptos que los primeros cristianos estuvieran dispuestos a cambiar por las predicaciones sociales de su tiempo. Sigamos su ejemplo.



César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, Libertad digital, España (ProtestanteDigital, 2004).

Fuente: http://www.icp-e.org/


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http://www.icp-e.org/voz.htm

<CENTER>Jesús en fuentes históricas no cristianas:


I fuentes clásicas</CENTER>



César Vidal

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?

Las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas. A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano y porque – de manera un tanto injustificada – son ocasionalmente las únicas conocidas incluso por personas que se presentan como especialistas en la Historia del cristianismo primitivo.

TÁCITO

La primera de esas referencias la hallamos en Tácito. Nacido hacia el 56-57 d. de C., Tácito desempeñó los cargos de pretor (88 d. de C.) y cónsul (97 d. de C.) aunque su importancia radica fundamentalmente en haber sido el autor de dos de las grandes obras históricas de la Antigüedad clásica: los Anales y las Historias. Fallecido posiblemente durante el reinado de Adriano (117-138 d. de C.), sus referencias históricas son muy cercanas cronológicamente en buen número de casos.

Tácito menciona de manera concreta el cristianismo en Anales XV, 44, una obra escrita hacia el 115-7. El texto señala que los cristianos eran originarios de Judea, que su fundador había sido un tal Cristo - resulta más dudoso saber si Tácito consideró la mencionada palabra como título o como nombre propio - ejecutado por Pilato y que durante el principado de Nerón sus seguidores ya estaban afincados en Roma donde no eran precisamente populares.

SUETONIO

La segunda mención a Jesús en las fuentes clásicas la encontramos en Suetonio. Aún joven durante el reinado de Domiciano (81-96 d. de C.), Suetonio ejerció la función de tribuno durante el de Trajano (98-117 d. de C.) y la de secretario ab epistulis en el de Adriano (117-138), cargo del que fue privado por su mala conducta. En su Vida de los Doce Césares (Claudio XXV), Suetonio menciona una medida del emperador Claudio encaminada a expulsar de Roma a unos judíos que causaban tumultos a causa de un tal "Cresto". Los datos coinciden con lo consignado en algunas fuentes cristianas que se refieren a una temprana presencia de cristianos en Roma y al hecho de que en un porcentaje muy elevado eran judíos en aquellos primeros años. Por añadidura, el pasaje parece concordar con lo relatado en Hechos 18, 2 y podría referirse a una expulsión que, según Orosio (VII, 6, 15) tuvo lugar en el noveno año del reinado de Claudio (49 d. de C.). En cualquier caso no pudo ser posterior al año 52.

PLINIO EL JOVEN

Una tercera referencia en la Historia clásica la hallamos en Plinio el Joven (61-114 d. de C.). Gobernador de Bitinia bajo Trajano, Plinio menciona en el décimo libro de sus cartas a los cristianos (X, 96, 97). Por sus referencias sabemos que consideraban Dios a Cristo y que se dirigían a él con himnos y oraciones. Gente pacífica, pese a los maltratos recibidos en ocasiones por parte de las autoridades romanas, no dejaron de contar con abandonos en sus filas.


<CENTER>II. Flavio Josefo</CENTER>

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?


Ya vimos que las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas. A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano.

FLAVIO JOSEFO

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío nos encontramos con la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.), y perteneciente a una distinguida familia sacerdotal cuyos antepasados - según la información que nos suministra Josefo - se remontaban hasta el periodo de Juan Hircano, este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras encontramos referencias relacionadas con Jesús.

La primera se halla en Ant, XVIII 63, 64 y su texto en la versión griega es como sigue: "Vivió por esa época Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre. Porque fue hacedor de hechos portentosos, maestro de hombres que aceptan con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Era el Mesías. Cuando Pilato, tras escuchar la acusación que contra él formularon los principales de entre nosotros lo condenó a ser crucificado, aquellos que lo habían amado al principio no dejaron de hacerlo. Porque al tercer día se les manifestó vivo de nuevo, habiendo profetizado los divinos profetas estas y otras maravillas acerca de él. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la tribu de los cristianos" (Ant XVIII, 63-64).

El segundo texto en Antigüedades XX, 200-3 afirma: "El joven Anano... pertenecía a la escuela de los saduceos que son, como ya he explicado, ciertamente los más desprovistos de piedad de entre los judíos a la hora de aplicar justicia. Poseído de un carácter así, Anano consideró que tenía una oportunidad favorable porque Festo había muerto y Albino se encontraba aún de camino. De manera que convenció a los jueces del Sanhedrín y condujo ante ellos a uno llamado Santiago, hermano de Jesús el llamado Mesías y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la Ley y ordenó que fueran lapidados. Los habitantes de la ciudad que eran considerados de mayor moderación y que eran estrictos en la observancia de la Ley se ofendieron por aquello. Por lo tanto enviaron un mensaje secreto al rey Agripa, dado que Anano no se había comportado correctamente en su primera actuación, instándole a que le ordenara desistir de similares acciones ulteriores. Algunos de ellos incluso fueron a ver a Albino, que venía de Alejandría, y le informaron de que Anano no tenía autoridad para convocar el Sanhedrín sin su consentimiento. Convencido por estas palabras, Albino, lleno de ira, escribió a Anano amenazándolo con vengarse de él. El rey Agripa, a causa de la acción de Anano, lo depuso del Sumo sacerdocio que había ostentado durante tres meses y lo reemplazó por Jesús, el hijo de Damneo".

Ninguno de los dos pasajes de las Antigüedades relativos al objeto de nuestro estudio es aceptado de manera generalizada como auténtico, aunque es muy común aceptar la autenticidad del segundo texto y rechazar la del primero en todo o en parte. El hecho de que Josefo hablara en Ant XX de Santiago como "hermano de Jesús llamado Mesías" - una referencia tan magra y neutral que no podría haber surgido de un interpolador cristiano - hace pensar que había hecho referencia a Jesús previamente. Esa referencia anterior acerca de Jesús sería la de Ant XVIII 3, 3. La autenticidad de este pasaje no fue cuestionada prácticamente hasta el siglo XIX ya que, sin excepción, todos los manuscritos que nos han llegado lo contienen. Tanto la limitación de Jesús a una mera condición humana como la ausencia de otros apelativos hace prácticamente imposible que su origen sea el de un interpolador cristiano. Además la expresión tiene paralelos en el mismo Josefo (Ant XVIII 2, 7; X 11, 2). Seguramente también es auténtico el relato de la muerte de Jesús, en el que se menciona la responsabilidad de los saduceos en la misma y se descarga la culpa sobre Pilato, algo que ningún evangelista (no digamos cristianos posteriores) estaría dispuesto a afirmar de forma tan tajante, pero que sería lógico en un fariseo como Josefo y más si no simpatizaba con los cristianos y se sentía inclinado a presentarlos bajo una luz desfavorable ante un público romano.

Otros aspectos del texto apuntan asimismo a un origen josefino: la referencia a los saduceos como "los primeros entre nosotros"; la descripción de los cristianos como "tribu" (algo no necesariamente peyorativo) (Comp. con Guerra III, 8, 3; VII, 8, 6); etc. Resulta, por lo tanto, muy posible que Josefo incluyera en las Antigüedades una referencia a Jesús como un "hombre sabio", cuya muerte, instada por los saduceos, fue ejecutada por Pilato, y cuyos seguidores seguían existiendo hasta la fecha en que Josefo escribía. Más dudosas resultan la clara afirmación de que Jesús "era el Mesías" (Cristo); las palabras "si es que puede llamársele hombre"; la referencia como "maestro de gentes que aceptan la verdad con placer" posiblemente sea también auténtica en su origen si bien en la misma podría haberse deslizado un error textual al confundir (intencionadamente o no) el copista la palabra TAAEZE con TALEZE; y la mención de la resurrección de Jesús.

En resumen, podemos señalar que el retrato acerca de Jesús que Josefo reflejó originalmente pudo ser muy similar al que señalamos a continuación: Jesús era un hombre sabio, que atrajo en pos de si a mucha gente, si bien la misma estaba guiada más por un gusto hacia lo novedoso (o espectacular) que por una disposición profunda hacia la verdad. Se decía que era el Mesías y, presumiblemente por ello, los miembros de la clase sacerdotal decidieron acabar con él entregándolo con esta finalidad a Pilato que lo crucificó. Pese a todo, sus seguidores, llamados cristianos a causa de las pretensiones mesiánicas de su maestro, DIJERON que se les había aparecido. En el año 62, un hermano de Jesús, llamado Santiago, fue ejecutado además por Anano si bien, en esta ocasión, la muerte no contó con el apoyo de los ocupantes sino que tuvo lugar aprovechando de un vacío de poder romano en la región. Tampoco esta muerte había conseguido acabar con el movimiento.

Aparte de los textos mencionados, tenemos que hacer referencia a la existencia del Josefo eslavo y de la versión árabe del mismo. Esta última, recogida por un tal Agapio en el s. X, coincide en buena medida con la lectura que de Josefo hemos realizado en las páginas anteriores, sin embargo, su autenticidad resulta problemática. Su traducción al castellano dice así: "En este tiempo existió un hombre sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los que se habían convertido en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; según esto, fue quizá el Mesías del que los profetas habían contado maravillas". En cuanto a la versión eslava, se trata de un conjunto de interpolaciones no sólo relativas a Jesús sino también a los primeros cristianos.


<CENTER>III. Fuentes rabínicas</CENTER>

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?


Ya vimos que las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas (parte I de este estudio). A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano.

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío estudiamos (parte II) la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.), este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C.. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras vimos que se encuentran referencias relacionadas con Jesús.

FUENTES RABÍNICAS

Con todo, posiblemente la colección más interesante de textos relacionados con Jesús se hallen en las fuentes rabínicas. Este conjunto de fuentes reviste un enorme interés porque procede de los adversarios espirituales de Jesús y del cristianismo, porque resulta especialmente negativo en su actitud hacia el personaje y, de manera muy sugestiva, porque estas fuentes vienen a confirmar buen número de los datos suministrados acerca de él por los autores cristianos.

Así, en el Talmud se afirma que Jesús realizó milagros. Ciertamente, insiste en que eran fruto de la hechicería (Sanh. 107; Sota 47b; J. Hag. II, 2) pero no los niega ni los relativiza. De la misma manera, se reconoce la respuesta que tuvo en ciertos sectores del pueblo judío – un dato proporcionado también por Josefo – al señalar que sedujo a Israel (Sanh 43 a).

Este último reviste una enorme relevancia porque se relaciona con la causa de la muerte de Jesús. En las últimas décadas, por razones históricas fáciles de explicar, ha existido una tendencia muy acusada a distanciar a los judíos de la muerte de Jesús. Si con ello se pretende decir que no todos los judíos de su época tuvieron responsabilidad en su ejecución y que los actuales no deben cargar con la culpa, semejante tendencia historiográfica es correcta. Si, por el contrario, lo que se pretende señalar es que la condena y muerte de Jesús fue un asunto meramente romano, entonces se falta a la verdad histórica. Los Evangelios señalan que en el inicio del proceso que culminaría con la crucifixión de Jesús hubo una acción de las autoridades judías que le consideraban un extraviador. El dato es efectivamente repetido por el Talmud que incluso atribuye toda la responsabilidad de la ejecución en exclusiva a esas autoridades y que señala que lo colgaron – una referencia a la cruz - la víspera de Pascua (Sanh 43 a).

Aún de mayor interés son los datos que nos proporcionan las fuentes rabínicas sobre la enseñanza y las pretensiones de Jesús. En armonía con distintos pasajes de los Evangelios, el Talmud nos dice que Jesús se proclamó Dios e incluso se señala que anunció que volvería por segunda vez (Yalkut Shimeoni 725). Ambas doctrinas – la de la conciencia de divinidad de Cristo y la de su Parusía – han sido atacadas desde el siglo XIX como creaciones de los primeros cristianos desprovistas de conexión con la predicación original de Jesús. Curiosamente, son los mismos adversarios rabínicos de Jesús los que confirman en estos textos las afirmaciones de los Evangelios en contra de la denominada Alta crítica.

De enorme interés son también las referencias a la interpretación de la Torah que sustentaba Jesús. En las últimas décadas, en un intento por salvar la distancia entre el judaísmo y Jesús, se ha insistido en que la relativización de la Torah no se debía a Jesús sino a Pablo y a los primeros cristianos. De nuevo, la suposición es desmentida por los textos rabínicos. De hecho, se acusa específicamente a Jesús de relativizar el valor de la Torah lo que le habría convertido en un falso maestro y le habría convertido en acreedor a la última pena. Este enfrentamiento entre la interpretación de la Torah propia de Jesús y la de los fariseos explica, por ejemplo, que algún pasaje del Talmud llegue incluso a representarlo en el otro mundo condenado a estar entre excrementos en ebullición (Guit. 56b-57a). Con todo, debe señalarse que este juicio denigratorio no es unánime y así, por ejemplo, se cita con aprecio alguna de las enseñanzas de Jesús (Av. Zar. 16b-17a; T. Julin II, 24).

El Toledot Ieshu, una obra judía anti-cristiana, cuya datación general es medieval pero que podría contener materiales de origen anterior insiste en todos estos mismos aspectos denigratorios de la figura de Jesús, aunque no se niegan los rasgos esenciales presentados en los Evangelios sino que se interpretan bajo una luz distinta. Esta visión fue común al judaísmo hasta el s. XIX y así en las últimas décadas se ha ido asistiendo junto a un mantenimiento de la opinión tradicional a una reinterpretación de Jesús como hijo legítimo del judaísmo aunque negando su mesianidad (J. Klausner), su divinidad (H. Schonfield) o aligerando los aspectos más difíciles de conciliar con el judaísmo clásico (D. Flusser). De la misma manera, los últimos tiempos han sido testigos de la aparición de multitud de movimientos que, compuestos por judíos, han optado por reconocer a Jesús como Mesías y Dios sin renunciar por ello a las prácticas habituales del judaísmo (Jews for Jesus, Messianic Jews, etc.).


<CENTER>IV: Conclusiones y bibliografía comentada</CENTER>

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?


I.- FUENTES CLÁSICAS


Ya vimos que las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas (parte I de este estudio). A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano.

II.- FLAVIO JOSEFO

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío estudiamos (parte II) la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.), este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras encontramos referencias relacionadas con Jesús.

III.- FUENTES RABÍNICAS

Con todo, posiblemente la colección más interesante de textos relacionados con Jesús se hallen en las fuentes rabínicas (parte III). Este conjunto de fuentes reviste un enorme interés porque procede de los adversarios espirituales de Jesús y del cristianismo, porque resulta especialmente negativo en su actitud hacia el personaje y, de manera muy sugestiva, porque estas fuentes vienen a confirmar buen número de los datos suministrados acerca de él por los autores cristianos.

Así, en el Talmud se afirma que Jesús realizó milagros. De la misma manera, se reconoce la respuesta que tuvo en ciertos sectores del pueblo judío al señalar que sedujo a Israel lo que se relaciona con la causa de la muerte de Jesús. En armonía con distintos pasajes de los Evangelios, el Talmud nos dice que Jesús se proclamó Dios e incluso se señala que anunció que volvería por segunda vez. De enorme interés son también las referencias a la interpretación de la Torah que sustentaba Jesús, ya que se acusa específicamente a Jesús de relativizar el valor de la Torah lo que le habría convertido en un falso maestro y le habría convertido en acreedor a la última pena.

IV.- CONCLUSIONES

Resumiendo pues puede señalarse que efectivamente contamos con fuentes históricas distintas de las cristianas para conocer la vida y la enseñanza de Jesús. Todas ellas eran hostiles – a lo sumo, indiferentes – pero, de manera muy interesante y sugestiva, corroboran la mayoría de los datos de que disponemos gracias al Nuevo Testamento y a otras fuentes cristianas.

Su judaísmo, su pertenencia a la estirpe de David, su autoconciencia de mesianidad y divinidad, la realización de milagros, su influencia sobre cierto sector del pueblo judío, su afirmación de que vendría por segunda vez, su ejecución a instancias de algunas autoridades judías pero a mano del gobernador romano Pilato, la afirmación de que había resucitado y la supervivencia de sus discípulos hasta el punto de alcanzar muy pronto la capital del imperio son tan sólo algunos de los datos que nos proporcionan – no con agrado, todo hay que decirlo – las diferentes fuentes no-cristianas.

En ese sentido cabe decir, simplemente a título comparativo, que, por el número de noticias, por su cercanía en el tiempo al personaje y por la pluralidad de orígenes, Jesús es uno de los personajes que mejor conocemos de la Antigüedad.

V.- BIBLIOGRAFÍA COMENTADA

Las referencias a Jesús fuera del Nuevo Testamento no han recibido, por regla general, toda la atención que merecen. La causa de ese comportamiento se encuentra no pocas veces en la mera ignorancia de las fuentes semíticas acerca del cristianismo primitivo a pesar de su abundancia e importancia. Por supuesto, tal conducta carece de excusa a partir de estudios como los de H. Laible, Jesús Christus im Talmud, Leipzig, 1900 y R. T. Herford, Christianity in Talmud and Midrash, Londres, 1905. Me he referido a estas fuentes rabínicas con cierta extensión en El judeo-cristianismo palestino en el siglo I: de Pentecostés a Jamnia, Madrid, 1995 y las he traducido en parte en El Talmud, Madrid, 2001.

De menor interés pero generando verdaderos ríos de tinta ha sido la aproximación a los textos de Flavio Josefo referidos a Jesús. Entre ellos cabe destacar sin pretender ser exhaustivo las obras de W. E. Barnes, The Testimony of Josephus to Jesus Christ, 1920 (a favor de la autenticidad de las referencias flavianas sobre Jesús); C. G. Bretschneider, Capita theologiae Iudaeorum dogmaticae e Flauii Iosephi scriptis collecta,1812. pgs. 59-66 (a favor); B. Brüne, "Zeugnis des Josephus über Christus" en Tsh St Kr , 92, 1919, pgs. 139-47 (a favor, aunque un autor cristiano eliminó parte de lo contenido en el texto); F. F. Bruce, ¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?, Miami, 1972. pgs. 99 ss (a favor pero sosteniendo que un copista cristiano eliminó parte del contenido original); F. C. Burkitt, "Josephus and Christ" en Th T, 47, 1913, pgs. 135-44 (a favor); A. von Harnack, Der jüdische Geschichtsschreiber Josephus und Jesus Christus, 1913, cols. 1037-68 (a favor); R. Laqueur, Der Jüdische Historiker Josephus, Giessen, 1920, pgs. 274-8 (el testimonio flaviano procede de la mano de Josefo pero en una edición posterior de las Antigüedades); L. Van Liempt, "De testimonio flaviano" en Mnemosyne, 55, 1927. pgs. 109-116 (a favor); R. H. J. Shutt, Studies in Josephus, 1961, pg. 121; C. K. Barret, The New Testament Background, Nueva York, 1989, pgs. 275 ss (el texto aparece en todos los manuscritos de las Antigüedades, aunque seguramente presenta omisiones realizadas por copistas cristianos. Originalmente se asemejaría a las referencias josefianas a Juan el Bautista); S. G. F. Brandon, Jesus and the Zealots, Manchester, 1967. pg. 121, 359-68 (a favor de la autenticidad pero con interpolaciones); Idem, The Trial of Jesus of Nazareth, Londres, 1968. pgs. 52-55; 151-2; L. H. Feldman, Josephus, IX, Cambridge y Londres, 1965, pg. 49 (auténtico pero interpolado); R. Götz, "Die urprüngliche Fassung der Stelle Josephus Antiquit. XVIII 3, 3 und ihr Verhältnis zu Tacitus Annal. XV, 44" en ZNW, 1913, pgs. 286-97 (el texto sólo tiene algunas partes auténticas que, además, son mínimas y, en su conjunto, fue reelaborado profundamente por un copista cristiano); J. Klausner, Jesús de Nazaret, Buenos Aires, 1971, pgs. 53 ss (no hay base para suponer que todo el pasaje es espurio pero ya estaba interpolado en la época de Eusebio de Cesarea); T. W. Manson, Studies in the Gospel and Epistles, Manchester, 1962. pgs. 18-19; H. St. J. Thackeray, O.c. p. 148 (el pasaje procede de Josefo o un secretario pero el censor o copista cristiano realizó en él pequeñas omisiones o alteraciones que cambiaron el sentido del mismo); G. Vermés, Jesús el judio, Barcelona, 1977, pg. 85 (es improbable la interpolación por un autor cristiano posterior); P. Winter, On the trial of Jesus, Berlín, 1961, pgs. 27, 165, n. 25 (sostiene la tesis de la interpolación); E. Schürer, "Josephus" en Realenzyclopädie für die protestantische Theologie und Kirche, IX, 1901, pg. 377-86 (es falso); W. Bauer, New Testament Apocrypha, I, 1963, pgs. 436-7 (es falso); H. Conzelmann, "Jesus Christus" en RGG, III, 1959, cols. 619-53 y 662 (pretende, lo que es más que discutible, que el pasaje refleja el kerigma de Lucas); F. Hahn. W. Lohff y G. Bornkamm, Die Frage nach dem historischen Jesus, 1966, pgs. 17-40 (es falso); E. Meyer, Ursprung und Anfäge des Christentums , I, Sttutgart-Berlín, 1921. pgs. 206-11 (es falso).

Finalmente, los textos recogidos en autores clásicos como Tácito, Suetonio o Plinio gozan de una aceptación prácticamente generalizada.


César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.

© C. Vidal, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)


© 2003 Imagen y Comunicación protestante, España
 
Re: EL VERDADERO JESUS

"La religión el opio de los pueblos"... lastima, pero te salió el tiro por la culata, pues Jesús no es religión, ni tampoco se anunció así mismo como una religión. El creyente vive una relación con Jesús. Y entre más días pasan, mejor es esa relación.

Date cuente además en el tiempo en que fue escrita esa frase.


http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276227483

Viernes, 9 de Julio de 2004 - La Revista de Libertad Digital

REVELACIONES DE RICHARD WURMBRAND

Carlos Marx y Satanás
Por José Ignacio del Castillo

Mientras el padre Llanos, Gustavo Gutiérrez –reciente Premio Príncipe de Asturias-Santillana–, Ignacio Ellacuría o Frei Betto malgastaron y malgastan su sacerdocio en descubrir los puntos de conexión entre el mensaje de puro amor de Jesucristo y la doctrina marxista (fundada sobre el odio, el engaño y la aniquilación de segmentos enteros de la sociedad), Richard Wurmbrand, un sacerdote rumano, se ocupaba con algo bastante más razonable: investigar los vínculos de Marx con el satanismo. Lo que descubrió quedó resumido en su libro Marx and Satan.

Robert Payne, en su biografía del autor de Das Kapital, había sacado ya a la luz algunos alucinantes textos del joven Marx como Oulanem o El Violinista. La inquietante novedad de la tesis del libro de Wurmbrand fue descubrir que probablemente Marx jamás abandonó sus lazos con el satanismo.

No sólo Wurmbrand es de esa idea. El insigne economista e historiador de las ideas Murray Rothbard (Historia del Pensamiento Económico, vol. II) incluye a Marx dentro de la tradición gnóstica: Marx creía tener poder para descubrir el mensaje escondido que contiene las intenciones del Destino. Algo que en la tradición gnóstica sólo las mentes iluminadas serían capaces de descifrar. Existe un conocido vínculo entre las tradiciones gnósticas y ocultistas. Aleister Crowley, el más famoso nigromante satánico del siglo XX, definía en Magic Theory and Practice el ocultismo como “el arte de causar que el cambio ocurra conforme a la voluntad” o dicho más llanamente el poder de controlar mentes y sucesos ajenos por la intención.

Es difícil saber si Marx alcanzó tal grado de megalomanía o si siquiera estaba familiarizado con esa idea. Lo que sí sabemos es que siendo joven escribió un poema titulado El Violinista en el que parece ya estar al corriente de algunos de los rituales satánicos:

“Mira esta espada: me la vendió el Príncipe de las Tinieblas,
porque él marca el tiempo y traza los signos.
Con furia creciente toco la danza de la muerte...”


Wurmbrand concede especial significado a estos versos. En los rituales de los adeptos más implicados en el culto satánico, el candidato compra una espada hechizada que garantiza éxitos, firmando a cambio y con sangre propia, un contrato por el que se entrega el alma al diablo después de la muerte.

Y en su tragedia Oulanem, que literalmente significa Anticristo (las letras de Manuelo –el Salvador, el Cristo– puestas en orden inverso) Marx habla por voz de su protagonista:

“¡Destruido! ¡Destruido! ¡Mi tiempo ha terminado!
Pronto estrecharé a la eternidad en mis brazos y pronto proferiré gigantescas maldiciones contra la humanidad. ¡Ah! ¡La eternidad! Es nuestro eterno dolor, indescriptible e inconmensurable muerte, vil artificialidad para burlarnos a nosotros (...)

Ahora aparece un hombre, dos piernas y un corazón, con poder para pronunciar maldiciones vivas. ¡Ah, tengo que atarme a una rueda de llamas y bailar gozoso en el círculo de la eternidad! Si existe Algo que devora, saltaré a su interior, aunque destruya el mundo...

Destrozaré con permanentes maldiciones, el Mundo que se interpone entre mí y el Abismo. Rodearé con mis brazos su dura realidad: Al abrazarme, el mundo morirá sin un quejido, y se hundirá en la nada más absoluta. Muerto, sin existencia... ¡eso sería realmente vivir!(...)

Nosotros somos los simios de un Dios indiferente. Y no obstante mantenemos muy cálida a la víbora con absurdo esfuerzo, en el abierto regazo del amor, que trata de alcanzar la Imagen Universal ¡y se ríe de nosotros desde las alturas!”

Marx tenía 18 años cuando escribió estos versos. ¿Fueron sólo un desvarío de juventud? Las pruebas que siguen aportando Wurmbrand y Payne parecen contradecir tal hipótesis. Poco tiempo después escribe:

“He perdido el cielo,
ahora con seguridad.
Mi alma una vez fiel a Dios
ahora va seguramente directa al infierno”

Marx no tardaría en saltar de las palabras a la acción. Introducido al socialismo por su mentor Moisés Gess en 1841, se implica rápidamente en actividades subversivas y terroristas combinando la pluma con las bombas. Pocos campos mejores que este para luchar contra Dios pudo pensar el joven Marx. El propio Gess debió advertirlo al escribir en una carta a un tal B. Auerbasch en 1841: “Marx es probablemente el más grande filósofo de la actualidad. El Dr. Marx es todavía muy joven (24 años); propinará el golpe definitivo a la religión y a la filosofía tradicionales...”

Pero, ¿vendió realmente Marx su alma a Lucifer a cambio del poder para transformar el Mundo y llevarlo hasta el mismísimo abismo? Parece ser que al menos, eso es lo que él creía. Su hija Eleanora Marx (El Moro y el General-Memorias de Marx y Engels) relata que siendo niños, su padre les contaba recurrentemente el cuento de un tal Hans Rekle. Una historia que se prolongaba interminablemente durante meses y parecía no tener final. Hans Rekle era un mago, propietario de una tienda de juguetes, cargado de deudas. Pese a ser un mago andaba constantemente necesitado de dinero. Tanto que se veía obligado a ir vendiendo sus preciosos juguetes, uno por uno, al diablo. Eleanora cuenta que eran historias tan terribles y realistas que a menudo ponían la piel de gallina.

En “El desconocido Karl Marx”, Robert Payne escribe que es prácticamente imposible no ver en Hans Rekle al propio Marx. Basta con sustituir los juguetes del mago Rekle por los niños de Marx para que todo se entienda. Así describía su mujer Jenny la muerte de sus hijos Edgar y Franziska: “Mi pobre pequeño Edgar saltó a mi encuentro con su carita alegra. No disfrutaría mucho de sus caricias. En noviembre (de 1850), el pobre niño sufrió de convulsiones causadas por una inflamación pulmonar.. Mi dolor fue enorme. Era el primer hijo que perdía. No me imaginaba entonces las otras penas que me esperaban y que harían insignificantes todas las penas pasadas” (...) “En pascua de 1852, nuestra pobre Franziska cayó enferma aquejada de una grave bronquitis. Durante tres días la criatura lucho con la muerte. Sufrió mucho. Su pequeño cuerpo descansaba en la habitación trasera; todos nos fuimos a la habitación de delante y cuando anocheció colocamos nuestros colchones en el suelo, con los tres niños a nuestro lado y todos lloramos por el pequeños ángel que yacía sin vida allí al lado. La muerte de nuestra hija ocurrió en nuestra época de mayor pobreza".

Por otra parte Arnold Kunzli en su libro “La psicografía de Marx” explica la culpabilidad del ideólogo de Tréveris en el suicidio de dos de sus hijas y uno de sus cuñados. Eso aparte de que otra de sus hijas, Laura, tras enterrar a sus tres hijos se quitó la vida junto a su marido.

Marx jamás desempeñó trabajo fijo remunerado alguno. Eligió la vida de revolucionario profesional. Se dedicó, primero a la subversión terrorista, y después a la propaganda y el activismo político en favor del comunismo y el ateísmo. Poco le costaría comprender que sus “hijos-juguetes” criados entre la pobreza y el desvarío estaban siendo la moneda de cambio de su compromiso con la destrucción.

En 1841 Moisés Gess había escrito de Marx que él iba a ser quien propinará el golpe definitivo a la filosofía y la religión tradicionales. Algo después, Heinrich Heine, que había coqueteado con el comunismo durante unos meses (tiempo suficiente para conocer bien a Marx y a otros exiliados alemanes en París), describía a los comunistas como “una multitud de dioses ateos y autodesignados” y auguraba: “El futuro huele a cuero, sangre, ateísmo y muchos azotes. Yo aconsejaría a nuestros nietos que nacieran con una gruesa epidermis bajo la espalda”

Si de joven Marx se dedicaba a bramar maldiciones contra el mundo, de adulto lo encontramos metido en faena. En marzo de 1850 redacta junto con Engels un documento titulado “Plan de acción contra la democracia” en el que esboza un programa revolucionario de terrorismo, incitando al asesinato de las cabezas coronadas, la destrucción de monumentos públicos y una alianza entre el proletariado y la pequeña burguesía que más tarde sería eliminada por el proletariado.

Poco después Marx, Engels, von Willich, G.J. Harney y Adam Vidil firman un acuerdo para formar una Sociedad Universal que tome el poder en los Estados alemanes, Gran Bretaña y Francia. Robert Payne aporta en su libro un informe de un confidente policial que asiste a las reuniones del grupo y que viene a confirmarnos las inclinaciones reales del propia Marx: “La sociedad B es la más violenta. En su seno se enseña y discute formalmente el asesinato de príncipes. En una reunión celebrada anteayer y que fue presidida por Wolf y por Marx oí gritar a uno de los oradores ‘La estúpida inglesa tampoco escapará a su destino. Las mercancías de acero inglesas son las mejores, aquí las hachas se afilan especialmente bien y la guillotina espera a las cabezas coronadas’ (...) Se fijó el mes de mayo o junio para dar el golpe principal en París”. Las prácticas terroristas quedan todavía más claras a continuación: “La gran asociación comunista Bund (Liga) se extiende por gran parte de Europa. Marx, Wolf y Engels son los jefes para Prusia. Este Bund dirige en Prusia unas trescientas sociedades de trabajadores en cada una de las cuales no más de una décima parte son miembros del Bund. (...) Otra característica notable es la disposición de que cuando algún miembro de las sociedades ha de comparecer ante un tribunal de justicia se espera de todos los miembros de su sociedad cometan perjurio y declaren su inocencia. De este modo, dice la carta, fue absuelto el individuo que atentó el año pasado en el Rin contra la vida del rey de Prusia y que recibía instrucciones de París y Colonia.”

Sabido es que cuando el movimiento se diluye, Marx se lanza a elaborar una torpe coartada teórica que dé cierto barniz científico a la subversión. No sólo eso. También por entonces redacta la famosa frase. “La religión es el opio del pueblo” que con el correr del tiempo y la repetición incesante de sus propagandistas, acabaría por convertirse en el más grande tabú que jamás ha existido para alejar al hombre de su innata inclinación religiosa. ¿Casualidad? Eso podríamos pensar si al menos Marx hubiese sido consistente en ese punto. Sin embargo, Wurmbrand aporta un testimonio final asombroso. El del Capitán Reese, un discípulo de Marx que al conocer la muerte de su maestro fue a Londres a visitar la casa donde éste había vivido. Al llegar a Londres, la familia Marx ya había abandonado el edificio, así que el capitán sólo fue capaz de hablar con la sirvienta que vivió en el mismo edificio: “Marx estaba aterrado con Dios. Durante su grave enfermedad solía rezar sólo en su habitación frente a unas velas encendidas y con una especie de cinta alrededor de su cabeza”. Wurmbrand considera que aunque tales cintas pueden recordar a las filacterias judías, dado que los judíos no rezan ante las velas y que Marx era un autodeclarado ateo, es más que probable que los amuletos tuviesen algo que ver con ritos ocultistas. Un indicio más de que pudo existir una agenda oculta en la vida de Karl Marx. La incógnita sigue sin despejarse.
 
Re: EL VERDADERO JESUS

9b. Dados los abusos que habitualmente se cometen, utilizando la práctica de "Copiar&Pegar" fragmentos exagerados de texto y luego no entrando a discutir el tema o temas que se ha Pegado, convirtiendo dichos textos en simple propaganda (no edificante), queda a criterio del Webmaster borrar dichos mensajes.


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Re: EL VERDADERO JESUS

leandro23 dijo:
9b. Dados los abusos que habitualmente se cometen, utilizando la práctica de "Copiar&Pegar" fragmentos exagerados de texto y luego no entrando a discutir el tema o temas que se ha Pegado, convirtiendo dichos textos en simple propaganda (no edificante), queda a criterio del Webmaster borrar dichos mensajes.


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Ok. Tú si que me encantas, me encanta esa forma tan especial de creer en todas las demás fuentes distantes de la verdad bíblica. Hasta al "Primo Chomo" de El Salvador le creerías si dice algo contrario a la Biblia. Esto es fantástico. No te preocupes, siempre hemos de leer con diligencia tus "aportes" para que nos sigas iluminando.

¿Porqué no aplicas una medida de dispersión estadística para saber qué tan distantes están tus fuentes?
 
Re: EL VERDADERO JESUS

bueno ya que los demas copian y yo no puedo voy a resumir;


JESUS ERA UN BORRACHO, TENIAN RAZON LOS FARISEOS, ADEMAS LO DEMUESTRA TODO EL VINO QUE CONSIGUIO Y DIJO QUE ERA UN MILAGRO, ¡MENTIRA ! LO COMPRO.

JESUS ERA UN VIOLENTO Y CALUMNIADOR ; ESO SE PUEDE VER CUANDO ECHO A LATIGAZOS A LA GENTE DEL TEMPLO, LLAMO "SATAN "A PEDRO, DIJO
"VIVORAS" A LOS FARISEOS "ZORRO" A HERODES ETC ETC..

JESUS TENIA RELACIONES CON PROSTITUTAS, ESO SE EVIDENCIA TAMBIEN EN LOS EVANGELIOS QUE TRATARON DE CUBRIRLO PERO SALEN VARIOS DETALLES, MARIA MAGDALENA ERA UNA PROSTITUTA Y TUVO UN HIJO CON JESUS.

JESUS NO FUE CRUCUFICADO; LO CAMBIARON POR UN DOBLE.

JESUS NO HIZO MILAGROS, ESO SON SOLO MITIFICACION DE SUS SEGUIDORES CON EL TIEMPO.

JESUS ERA HIJO DE MARIA E HIJO CARNAL DE JOSE, EL MITO DE LA VIRGINIDAD FUE TARDIO Y COPIADO DE UNA MITOLOGIA QUE AHORA NO ME ACUERDO COMO SE LLAMA.

BUENO TENGO MUCHO MAS PARA DECIR PERO NO ME ALCANZA EL TIEMPO.

TODO LO DICHO SE PUEDE CORRROBORAR EN INTERNET,
BUSQUE "MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO" Y
"ROLLOS DE QUMRAN" O COMO SE ESCRIBA.

YO FUI CRISTIANO, POR SUERTE HOY SOY LIBRE DE ESA ESCLAVITUD MENTAL.

¡DISFRUTEN DE LA VIDA QUE ES CORTA !
 
Re: EL VERDADERO JESUS

YO FUI CRISTIANO, POR SUERTE HOY SOY LIBRE DE ESA ESCLAVITUD MENTAL.


ahora me imagino que tienes "libertad"....si te va tan bien porque gastas tu "disfrutable" tiempo convenciendonos?


prefiero mil veces a un cristiano que al ateo!


¡DISFRUTEN DE LA VIDA QUE ES CORTA !

las unicas palabras sabias que haz dicho! cuando se te acerquen los ultimos dias de tu vida nos llamaras para que oremos por ti! al final todos creemos.......

mientras yo la disfruto creyendo!
 
Re: EL VERDADERO JESUS

Yerushalayim escribió:
prefiero mil veces a un cristiano que al ateo!


:fish: Es curioso, porque siendo ateo tú me caes mucho mejor que algunos cristianos.


La verdad es que Leandro no ha estado muy fino...no creo que se gane nada faltando al respeto ni haciendo "proselitismo" de forma tan irresponsable.
 
Re: EL VERDADERO JESUS

<TABLE class=tborder cellSpacing=1 cellPadding=6 width="100%" align=center border=0><TBODY><TR title="Mensaje 178769" vAlign=top><TD class=alt1 align=middle width=125>Magus</TD><TD class=alt2>Yerushalayim escribió: prefiero mil veces a un cristiano que al ateo!
:fish: Es curioso, porque siendo ateo tú me caes mucho mejor que algunos cristianos.
La verdad es que Leandro no ha estado muy fino...no creo que se gane nada faltando al respeto ni haciendo "proselitismo" de forma tan irresponsable.</TD></TR></TBODY></TABLE>

Ammm Magnus... quien es el Ateo, tu? me quedo eso en duda...

Encontre la foto de leandro :explota: lastima... el debate podria haber sido bueno... pero desconosco el motivo de ese odio/resentimiento contra las doctrinas...

bueno, como dicen por ahi... Colorin, Colorado... este Foro se ha terminado...
 
Re: EL VERDADERO JESUS

Gary Ramírez escribió:
Ammm Magnus... quien es el Ateo, tu? me quedo eso en duda...


Sí, soy ateo, pero eso no quiere decir que acepte ciertos comportamientos o palabras sólo porque vengan de otro ateo. El sectarismo religioso o ideológico no es aconsejable... :Noooo: