El Vaticano: ¿Cómo hemos permitido que la oscuridad se asiente tan profundamente en el mismo corazón de la Iglesia?

laralonso1985

Miembro senior
20 Julio 2025
138
24

¿Puede la casa de Pedro soportar la Verdad? Una Reflexión Incómoda para el Cuerpo de Cristo​


Hermanos y hermanas,

Escribo esto no con un espíritu de división, sino con el corazón apesadumbrado de quien ama a Cristo y se duele por Su Iglesia. Estamos llamados a ser la "luz del mundo" y la "sal de la tierra" (Mateo 5:14-16), pero la información documentada sobre las acciones de nuestra propia magnitud en el Vaticano nos obliga a hacernos una pregunta devastadora: ¿Cómo hemos permitido que la oscuridad se asiente tan profundamente en el mismo corazón de la Iglesia?

Como dijo el Apóstol Pedro: "Si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello" (1 Pedro 4:16). Pero cuando el sufrimiento viene de quienes portaban la cruz, no podemos, en buena conciencia, apartar la mirada. Lo que se ha documentado no son fracasos aislados, sino un patrón sistémico de abuso que clama al cielo, así como en Génesis 4:10, la sangre de Abel clamaba desde la tierra.


El silencio cómplice y los "Lobos" protegidos

Durante décadas, la respuesta de la Santa Sede a los crímenes más viles —el abuso sexual de menores por parte de clérigos— no fue la defensa de las víctimas, sino la protección de la institución. Jesús fue inequívoco sobre esto: "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino y se le hundiese en lo profundo del mar" (Mateo 18:6).

Seamos claros:
esto fue una política. Se utilizaron herramientas canónicas no para hacer justicia, sino para garantizar el secreto. El "Secreto Pontificio", instituido en 1974, amenazaba con la excomunión a quien hablara. La instrucción secreta "Crimen Sollicitationis" (vigente desde 1962 hasta 2001) fue, en la práctica, una herramienta para ocultar la pederastia.

"Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño" (Jeremías 23:1). La práctica más perversa fue el traslado de agresores. Cuando un sacerdote destruía la vida de un niño, la respuesta habitual de la jerarquía no era entregarlo a la justicia, sino moverlo a otra parroquia, a otra escuela, a otro país. Esta no fue una "mala práctica"; Fue una decisión consciente que permitió a los depredadores seguir cometiendo crímenes contra otros menores.

Como advierte: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mateo 7:15). Aunque Papas recientes han hablado de "tolerancia cero" (Benedicto XVI) o han convocado cumbres (Francisco), la propia ONU en 2014 responsabilizó al Vaticano por mantener políticas que permitieron estos abusos. Las reformas, aunque bienvenidas, llegan con décadas de retraso, tras incontables vidas destruidas.


El verdadero cáncer: El abuso de Poder

La información es tajante: la raíz de los abusos sexuales está en el abuso de poder. Hemos caído en la trampa del "clericalismo", ese deseo de "señorear sobre los laicos" que Cristo mismo condenó cuando dijo a sus discípulos: "No seáis llamados Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos" (Mateo 23:8-10).

"Porque el que entre vosotros quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, sea vuestro siervo" (Mateo 20:26-27). Hemos permitido una "sacralización" de la figura sacerdotal que la coloca por encima del escrutinio y la rendición de cuentas. Hemos fomentado una estructura de poder y una cultura del secretismo que son el caldo de cultivo perfecto para el abuso.

Cuando el Papa Francisco tuvo que reconocer un "grave error" en el manejo del caso del obispo Barros en Chile, expuso esta misma cultura. La jerarquía se protegió a sí misma antes que al rebaño. "Porque nada hay oculto, sino lo que haya de ser manifestado; ni secreto, sino lo que haya de salir a la luz" (Marcos 4:22). Esto no es el Evangelio. Esto es una traición al Evangelio.


Cuando el Templo se convierte en cueva de Ladrones

Y como si la herida del abuso sexual no fuera suficiente, la podredumbre se extiende a las finanzas, demostrando que el abuso de poder es total. Recordemos que Jesús entró en el Templo y "volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían palomas" diciendo: "¿No está escrito: 'Mi casa será llamada casa de oración'? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones" (Mateo 21:12-13).

El "juicio del siglo" en el Vaticano no es un asunto menor. Involucra una inversión fallida de 350 millones de euros en una propiedad de lujo en Londres. ¿La fuente de ese dinero? La investigación apunta al Óbolo de San Pedro. Reflexionamos sobre esto: el dinero dado por los fieles de todo el mundo, destinado a la caridad ya los más pobres, fue presuntamente malversado y utilizado en una "inversión especulativa".

"¡Ay de los que juntan casa a casa y anexionan campo a campo, hasta ocuparlo todo! ¿Habéis de habitar vosotros solos en medio de la tierra?" (Isaías 5:8). Mientras tanto, el Banco del Vaticano (IOR), el centro del poder económico de la Iglesia, ha sido acusado de ser un paraíso para el lavado de dinero ilícito. Investigaciones italianas señalan "cuentas anónimas" con sumas de "oscura procedencia", utilizadas para esconder fraude y evasión fiscal, entrelazadas con "organizaciones tenebrosas".

"No podéis servir a Dios ya las riquezas" (Mateo 6:24). ¿Qué haría Jesús hoy al ver el dinero de los pobres usado para especular y un banco en Su nombre acusado de lavar activos? La respuesta está en Su propia vida: "El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza" (Mateo 8:20), mientras que sus ministros acumulan riquezas en secreto.


El desafío para el cristiano fiel

La Iglesia no es el Cardenal Becciu, acusado de malversación y extorsión. La Iglesia no es la Secretaría de Estado investigada. La Iglesia somos nosotros, el Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27). Y hemos permanecido en silencio demasiado tiempo.

"Si el fundamento se destruye, ¿qué podrá hacer el justo?" (Salmo 11:3). Nuestra lealtad no debe ser ciega a una institución humana que ha demostrado ser capaz de pecar gravemente. Nuestra lealtad es a Cristo, y "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida" (Juan 14:6). Cristo es Verdad, y la verdad nos hará libres (Juan 8:32).

El Papa Francisco ha dicho que se debe rendir cuentas no solo por los crímenes, sino también por el encubrimiento. Debemos tomarle la palabra y exigirlo. Como escribió Pablo: "Nada más haya entre vosotros que lo que hay en Cristo Jesús" (Filipenses 2:5). Exigir transparencia total. Exigir justicia real para las víctimas. Exigir el fin del clericalismo que permite a un obispo o cardenal actuar como un monarca impune en lugar de como "un siervo sufriente" (Isaías 53:11).

Si el Vaticano es la casa de Pedro, debe construirse sobre la Roca de la verdad, no sobre las arenas movidas del secreto, el poder y el dinero. Como dijo Jesús: "Todo aquello que no es de fe, es pecado" (Romanos 14:23), y el secreto sistemático no puede ser de fe.


Preguntas para la reflexión:


¿Cómo podemos, como laicos, seguir confiando en una estructura que priorizó el "Secreto Pontificio" y el traslado sistemático de agresores por encima de la seguridad de los niños, cuando Jesús dijo: "Dejadle, que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis; porque de los cuentos es el reino de los cielos" (Mateo 19:14)?


Si la raíz probó del abuso es el "clericalismo" y el abuso de poder, ¿estamos dispuestos a exigir una reforma estructural profunda que desmantele esta cultura de secretismo, aunque eso cambie la Iglesia que siempre hemos conocido? "Porque es tiempo de que el juicio comienza por la casa de Dios" (1 Pedro 4:17).


Cuando el dinero destinado a los pobres (Óbolo de San Pedro) se utiliza en inversiones especulativas y el Banco Vaticano es investigado por lavado de dinero, ¿dónde queda nuestro testimonio del mandato evangélico de servir "a Dios y no al dinero" (Mateo 6:24)?


FUENTE: El Vaticano
 
Última edición: