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El Sonido del Silencio
María vivía en profundo silencio.
En los tres episodios ella está callada.
Solamente una pequeña cita está anotada.
Y fue un ruego dirigido a Jesús,
No a los oídos de la gente.
El mensaje de su vida:
No un legado de palabras
Más bien la ausencia adusta de charla,
Un silencio raro y mistificador.
La única voz de su vida era la de Jesús.
Él hablaba por ella, sobre ella en defensa de ella.
María no tenía impulsos que explicar,
Ninguna compulsión que oír.
Ninguna obsesión que entender.
La lujuria de los públicos había sido abandonada.
Todos esos habían muerto en ella.
Ella había hallado el entendimiento
de su alma en Él.
Ella había estado callada lo suficiente para saber que era oída
Y ahora, en silencio,
Ella podía escuchar.
Nuestra idea de la oración es la de lanzar
palabras a Dios.
María conocía la oración como silencio
en Su presencia,
Escuchar sin la audacia de hablar
“El Señor está en su santo templo: calle delante de Él toda la tierra”.
Habacuc 2:20
El mundo es un torbellino de ruido,
Una ruidosa competencia de voces,
En pilas de palabras inútiles.
María no entró en eso ni lo oía.
Las únicas palabras que ella se esforzaba por oír eran las
Cautivadoras Palabras de Dios en Cristo,
Llenas de Eternidad Viva.
Y eran, para ellas, inapreciables,
Las únicas Palabras dignas de oír.
El silencio es una cosa -sorprendente en sí mismo -
Pero la quietud es una rara tranquilidad interior
Una paz de la mente,
Un reposo del corazón,
Que halla el hogar por tanto tiempo perdido
En la Suave Presencia de Dios.
María encontraba serenidad antes de entrar en la quietud.
La calma verdadera surge de invitar a Dios que entre
En las cámaras del alma tanto tiempo selladas
Y dejar que Su invasión aquiete
Nuestra histeria nativa.
La charla egocéntrica es la expresión del orgullo,
De no haber visto al
Dios cuyo Rostro nos percibe.
La mansedumbre no es natural a la humanidad
Que piensa que es
Superior a su propio Creador.
La humildad es la cualidad de haber
Cremado las vanas ilusiones con
El Amor Ardiente de Cristo.
El silencio nace de la humildad,
La conciencia que tienes
De tus ideas autodidactas
Nada que decir que valga la pena oír.
Es haber encontrado
A Dios por Su Tamaño Verdadero
Que maravilloso y magnífico
Y ver el
Contraste entre tú y Él.
Es la medida exacta de
Tu conciencia
De Dios y la
Prueba de tu confianza en Él
Que Él realmente ES
El Dios que tú quieres que Él sea,
Nada menos y tanto más.
No captamos la Santa Benignidad de Dios.
Si insistimos en
La cháchara de nuestra cruda humanidad,
Embrujada por el sonido
De nuestro propio ruido, entonces
Este Dios de Bondad se echará para atrás,
Revestido en Su Dignidad Tranquila
Y nos dejará tener la vana iluminación
De la charla interminable.
Su voz no está en la tormenta ni el viento,
Ni en el terremoto ni en el fuego.
No pudiéramos soportar esa voz en
La Plenitud de tal Energía Inconmensurable.
Como aprendió Elías, Su voz era queda y pequeña,
‘delicada y susurrante’. (1 Reyes 19:12)
Jesús dijo a Sus discípulos, “lo que oís al oído” (Mateo 10:27)
Si lo humano se quedara meramente quieto,
La Trinidad por entero vendría
Y hablaría
Con un susurro en el silencio
Oído por nadie más.
Copyright © 2001 Martha Blaney Kilpatrick
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20 Mas Jehová está en su santo templo;
calle delante de él toda la tierra. (Habc. 2.)
12 Y tras el terremoto un fuego;
pero Jehová no estaba en el fuego.
Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
(1 Re. 19.)
27 Lo que os digo en tinieblas,
decidlo en la luz;
y lo que oís al oído,
proclamadlo desde las azoteas.
(Mat. 10.)