El servicio pastoral de la Iglesia, fue detallado en la sección "jerarquía eclesiástica." Se dijo que la jerarquía fue instituida en la Iglesia por el mismo Señor Jesucristo, que ella es inseparable de la existencia de la Iglesia, y que desde la era apostólica fue organizada en tres grados.
Pero dentro la Iglesia, el servicio jerárquico del episcopado y el presbiterado son un ministerio especial, excepcional: es el ministerio de la gracia. Este es el apacentamiento del Señor, el mas altísimo modelo que Él dio de Su obra terrenal: "Yo soy el buen Pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen…el buen Pastor su vida da por las ovejas…"Esta es la presentación del Señor, en la oración por Sí mismo y por el pueblo. He aquí la orientación, para la almas de los hombres, hacia el camino para lograr el Reino celestial. El sacerdote ofrece, en nombre de todo el pueblo, el Sacrificio incruento en la Divina Liturgia. Y si en cada buena obra pedimos la bendición de Dios y Su ayuda, ¿es posible imaginarse el ingreso a tan alto y responsable servicio pastoral, ingreso que es para toda la vida, sin la invocación de la gracia de Dios, la que bendice este esfuerzo, fortifica y coopera con el futuro Pastor? Y esta bendición se realiza. Desciende sobre el que toma el camino sagrado, al recibir el don del sacerdocio en el sacramento que se realiza por medio de la imposición de las manos del obispo, el cual lleva por herencia la gracia sacerdotal, en oración conciliar con toda la congregación sacerdotal concelebrante y todo el pueblo participante en la Liturgia. Este misterio es llamado quirotonia.
Las Sagradas Escrituras dan una clara y directa indicación del grado sacerdotal, una participación de un don místico especial de la gracia, sin el cual este ministerio no puede ser cumplido.
"Quirotonía" en la Iglesia Antigua. — Según la descripción del libro de los Hechos apostólicos, cuando ellos, actuando según el mandamiento de Cristo, y por inspiración del Espíritu Santo, encontraron necesario proveer diáconos para servir a las mesas, primero en la mesa común, y después en la mesa del Señor, para ayudar a los mismos apóstoles, ofrecieron a los discípulos elegir entre ellos siete hombres de buena fama, sabios y llenos del Espíritu Santo, y cuando estos fueron elegidos y presentados ante ellos, entonces los apóstoles: "orando, les impusieron las manos" (Hech. 6:2-6). Aquí en forma clara y separada se diferencian entre sí, como dos actos particulares, la elección de las personas distinguidas para el servicio diaconal y sus oraciones de imposición de manos: elección como acto simplemente humano, pero la imposición de manos como acto sagrado premeditado para este fin y como acción de la gracia Divina.
En el mismo libro de los Hechos, encontramos la indicación sobre la imposición de manos como el mismo acto sagrado, por el cual eran designados también los presbíteros de la Iglesia primitiva. San Lucas relata como los apóstoles Pablo y Bernabé, predicando por las ciudades de Asia menor (Derbe, Iconia, Listria, Antioquia), aumentaban el número de cristianos: "Impusieron ("jirotonisantes," "cheirotonisantes") presbíteros en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor" (Hech. 14:23). Por un lado, la imposición de manos es presentada como un acto sagrado públicamente conocido para designar presbíteros para una u otra iglesia, y por el otro, es presentado como un acto sagrado especialmente importante, lo que se deduce por ser celebrado por los mismos apóstoles Pablo y Bernabé. De aquí es claro, que esta ordenación no era solamente un simple rito o signo, sino que era la comunicación de un don especial. Da testimonio de esto el mismo apóstol Pablo, cuando en su dialogo de despedida con los presbíteros de la iglesia de Efesos se refiere a ellos de la siguiente manera: "Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo [por medio de la imposición de las manos apostólicas, los que es obvio del texto mas arriba indicado Hech. 14:23] os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual Él adquirió por su propia sangre" (Hech. 20:28).
Finalmente, en la primera epístola del apóstol Pablo a Timoteo tenemos una indicación clara y directa de la ordenación por medio de la imposición de las manos, como el acto sagrado transmisor de la gracia, por medio del cual fueron designados los obispos. Así, en la primer epístola a Timoteo, obispo de la iglesia de Efesos, el Apóstol escribe: "No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio" (1 Tim. 4:14). En otra epístola a él, le escribe: "te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos" (2 Tim. 1:6). Comparando estos textos se ve que Timoteo fue "quirotonizado" (ordenado) sacerdote por el mismo apóstol Pablo, o por concilio de ancianos presidido por el apóstol Pablo, y que a Timoteo se le comunicó el don de Dios con este acto sagrado, para ser conservado por siempre como su propia heredad. Sólo se pretende del que lo recibe una sola cosa: que no lo descuide y que lo conserve ardiente. Aquí se entiende la imposición de manos a la orden episcopal, pues de las futuras indicaciones a Timoteo se evidencia que él ha sido revestido con el poder de ordenar a otros (1 Tim. 5:22), tener vigilancia de los presbíteros bajo su jurisdicción (1 Tim. 5:17-19) y en general se muestra edificador "en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente…" (1 Tim. 3:15).
"Elección" y "ordenación" en la Iglesia Antigua. Por lo dicho, llegamos a la indudable conclusión que los apóstoles, bajo la autoridad de Cristo, establecieron tres grados jerárquicos, y para elevar a las personas elegidas a estos grados, fue establecida la imposición de manos, comunicando por ella la activa gracia de Dios, indispensable para este servicio. Se entiende que los sucesores de los apóstoles, los obispos, debían realizar con precisión lo establecido por los apóstoles, es decir: ordenación por medio de la imposición de manos, con el mismo elevado sentido y con el mismo significado, que le dieron los apóstoles.
Así fue en realidad, y lo es actualmente en la Iglesia de Cristo.
Pese a que en la iglesia primitiva la ordenación al grado sacerdotal se efectuaba después de la elección por la iglesia local y en comunidad eclesiástica, la ordenación misma era un acto separado a la elección, y la efectuaban personas de autoridad igual a los apóstoles, los que fueron sucesores, es decir: los obispos. Como testimonio podemos señalar la homilía de San Irineo (siglo II), donde dice: "es necesario seguir a los presbíteros (en sentido de ancianos de la Iglesia, es decir obispos), que tienen sucesión de los apóstoles y por buena voluntad del Padre, junto con la sucesión episcopal, recibieron el veraz don de la verdad." Esta última expresión habla de los dones de la gracia, recibidos en el momento de la ordenación. La misma idea la encontramos en Tertuliano. En Clemente de Alejandría (siglo III), se encuentra ya una indicación definida, de que la elección esta lejos todavía de la ordenación, que se da con la imposición de manos. Es igual como Cristo eligió a los apóstoles entre los cuales estaba Judas, y fue diferente de la ordenación que los apóstoles recibieron después por medio del soplo de Cristo. La elección es obra humana, la imposición de manos es obra de Dios (Clemente, "Stromata").
El canon (1 y 2) de los apóstoles manda: "que el obispo sea ordenado por dos o tres obispos. Presbítero, diácono y demás clérigos sean ordenados por un obispo." Aquí también se establece la no repetición de la imposición de las manos. "Si es que algún obispo, presbítero o diácono recibe una segunda imposición, aquel será depuesto de las ordenes sagradas y también el ordenador (a menos que pueda probar, que tiene ordenación de herejes" (canon 68). De tal manera la gracia dada en la imposición de las manos es reconocida inmutable e imborrable, como la gracia del Bautismo y la Crismación.
Esencia y palabras ejecutoras del sacramento. Así el misterio de ordenación es un acto sagrado, efectuado por oraciones e imposición de manos de los obispos en la cabeza de la persona elegida, durante el cual desciende sobre esta persona la Divina gracia, santificándola y ordenándola a cierto grado de la jerarquía eclesiástica, y que después coopera en el cumplimiento de sus obligaciones jerárquicas. La oración de la Imposición de las manos dice así: "La Divina gracia que siempre cura lo que está enfermo, y procura lo que falta, elige a (nombre) el muy piadoso subdiácono, como diácono (o diácono como sacerdote). Roguemos por él, a fin de que venga sobre él la gracia del Espíritu Santo."La imposición de las manos al clero inferior (lector, subdiácono) se llama "Quirotesia."
Celibato de los obispos. Para los obispos existe la obligación del celibato. En los primeros siglos de la cristiandad esa exigencia no era obligatoria, pero ya en la era apostólica se permitía a los obispos privarse del matrimonio, como esfuerzo de abstinencia. Esta costumbre fue fortaleciendo, y el sexto concilio ecuménico la hizo ley canónica. En cuanto a los sacerdotes y diáconos, la Iglesia consideró que tal yugo no debería ser obligatorio para ellos y decidió por seguir la antigua costumbre de prohibir a los ordenados contraer matrimonio. Sin embargo permite ordenar a los ya casados y hasta considera esto último como natural y normal. El que tenga segundas bodas, y el casado con mujer por segunda vez casada, no puede ser ordenado. En la iglesia romana en los siglos IV-VI fue introducido el celibato para sacerdotes y diáconos. Esta innovación fue refutada en el sexto concilio ecuménico, pero no fue atendida por los papas de Roma.
Los protestantes rechazaron el orden sagrado como Misterio. Sus pastores son solamente elegidos y designados por la gente, pero no reciben ninguna consagración especial, y en este sentido no se diferencian de otros miembros de su comunidad. Históricamente esto se explica como oposición en contra del mal uso de sus derechos por parte del clero latino (a fines de la edad media). Los protestantes para su justificación teórica dicen, que la ordenación sacerdotal empezó a llamarse "Misterio" en épocas posteriores. Pero esta justificación, obviamente, no tiene ningún valor. Se demuestra de la enseñanza y la práctica de los Apóstoles y por constante creencia de la Iglesia, de que desde el principio la imposición de las manos se manifestó como una solemnidad dadora de dones místicos. Por eso que el nombre de "Misterio" es una palabra precisa, que definió su esencia, como por ejemplo la palabra "Unigénito" (homousios, aceptada por el primer concilio ecuménico, no introdujo nada nuevo en la enseñanza de la Divinidad del Hijo de Dios, sino que lo confirma con más precisión. Desgraciadamente, los estudiosos protestantes, al tratar de defender su falsa posición, continúan obstinadamente, pero sin poder demostrar nada, deduciendo el mismo concepto de los misterios cristianos de la práctica de los cultos paganos.

Pero dentro la Iglesia, el servicio jerárquico del episcopado y el presbiterado son un ministerio especial, excepcional: es el ministerio de la gracia. Este es el apacentamiento del Señor, el mas altísimo modelo que Él dio de Su obra terrenal: "Yo soy el buen Pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen…el buen Pastor su vida da por las ovejas…"Esta es la presentación del Señor, en la oración por Sí mismo y por el pueblo. He aquí la orientación, para la almas de los hombres, hacia el camino para lograr el Reino celestial. El sacerdote ofrece, en nombre de todo el pueblo, el Sacrificio incruento en la Divina Liturgia. Y si en cada buena obra pedimos la bendición de Dios y Su ayuda, ¿es posible imaginarse el ingreso a tan alto y responsable servicio pastoral, ingreso que es para toda la vida, sin la invocación de la gracia de Dios, la que bendice este esfuerzo, fortifica y coopera con el futuro Pastor? Y esta bendición se realiza. Desciende sobre el que toma el camino sagrado, al recibir el don del sacerdocio en el sacramento que se realiza por medio de la imposición de las manos del obispo, el cual lleva por herencia la gracia sacerdotal, en oración conciliar con toda la congregación sacerdotal concelebrante y todo el pueblo participante en la Liturgia. Este misterio es llamado quirotonia.
Las Sagradas Escrituras dan una clara y directa indicación del grado sacerdotal, una participación de un don místico especial de la gracia, sin el cual este ministerio no puede ser cumplido.
"Quirotonía" en la Iglesia Antigua. — Según la descripción del libro de los Hechos apostólicos, cuando ellos, actuando según el mandamiento de Cristo, y por inspiración del Espíritu Santo, encontraron necesario proveer diáconos para servir a las mesas, primero en la mesa común, y después en la mesa del Señor, para ayudar a los mismos apóstoles, ofrecieron a los discípulos elegir entre ellos siete hombres de buena fama, sabios y llenos del Espíritu Santo, y cuando estos fueron elegidos y presentados ante ellos, entonces los apóstoles: "orando, les impusieron las manos" (Hech. 6:2-6). Aquí en forma clara y separada se diferencian entre sí, como dos actos particulares, la elección de las personas distinguidas para el servicio diaconal y sus oraciones de imposición de manos: elección como acto simplemente humano, pero la imposición de manos como acto sagrado premeditado para este fin y como acción de la gracia Divina.
En el mismo libro de los Hechos, encontramos la indicación sobre la imposición de manos como el mismo acto sagrado, por el cual eran designados también los presbíteros de la Iglesia primitiva. San Lucas relata como los apóstoles Pablo y Bernabé, predicando por las ciudades de Asia menor (Derbe, Iconia, Listria, Antioquia), aumentaban el número de cristianos: "Impusieron ("jirotonisantes," "cheirotonisantes") presbíteros en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor" (Hech. 14:23). Por un lado, la imposición de manos es presentada como un acto sagrado públicamente conocido para designar presbíteros para una u otra iglesia, y por el otro, es presentado como un acto sagrado especialmente importante, lo que se deduce por ser celebrado por los mismos apóstoles Pablo y Bernabé. De aquí es claro, que esta ordenación no era solamente un simple rito o signo, sino que era la comunicación de un don especial. Da testimonio de esto el mismo apóstol Pablo, cuando en su dialogo de despedida con los presbíteros de la iglesia de Efesos se refiere a ellos de la siguiente manera: "Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo [por medio de la imposición de las manos apostólicas, los que es obvio del texto mas arriba indicado Hech. 14:23] os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual Él adquirió por su propia sangre" (Hech. 20:28).
Finalmente, en la primera epístola del apóstol Pablo a Timoteo tenemos una indicación clara y directa de la ordenación por medio de la imposición de las manos, como el acto sagrado transmisor de la gracia, por medio del cual fueron designados los obispos. Así, en la primer epístola a Timoteo, obispo de la iglesia de Efesos, el Apóstol escribe: "No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio" (1 Tim. 4:14). En otra epístola a él, le escribe: "te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos" (2 Tim. 1:6). Comparando estos textos se ve que Timoteo fue "quirotonizado" (ordenado) sacerdote por el mismo apóstol Pablo, o por concilio de ancianos presidido por el apóstol Pablo, y que a Timoteo se le comunicó el don de Dios con este acto sagrado, para ser conservado por siempre como su propia heredad. Sólo se pretende del que lo recibe una sola cosa: que no lo descuide y que lo conserve ardiente. Aquí se entiende la imposición de manos a la orden episcopal, pues de las futuras indicaciones a Timoteo se evidencia que él ha sido revestido con el poder de ordenar a otros (1 Tim. 5:22), tener vigilancia de los presbíteros bajo su jurisdicción (1 Tim. 5:17-19) y en general se muestra edificador "en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente…" (1 Tim. 3:15).
"Elección" y "ordenación" en la Iglesia Antigua. Por lo dicho, llegamos a la indudable conclusión que los apóstoles, bajo la autoridad de Cristo, establecieron tres grados jerárquicos, y para elevar a las personas elegidas a estos grados, fue establecida la imposición de manos, comunicando por ella la activa gracia de Dios, indispensable para este servicio. Se entiende que los sucesores de los apóstoles, los obispos, debían realizar con precisión lo establecido por los apóstoles, es decir: ordenación por medio de la imposición de manos, con el mismo elevado sentido y con el mismo significado, que le dieron los apóstoles.
Así fue en realidad, y lo es actualmente en la Iglesia de Cristo.
Pese a que en la iglesia primitiva la ordenación al grado sacerdotal se efectuaba después de la elección por la iglesia local y en comunidad eclesiástica, la ordenación misma era un acto separado a la elección, y la efectuaban personas de autoridad igual a los apóstoles, los que fueron sucesores, es decir: los obispos. Como testimonio podemos señalar la homilía de San Irineo (siglo II), donde dice: "es necesario seguir a los presbíteros (en sentido de ancianos de la Iglesia, es decir obispos), que tienen sucesión de los apóstoles y por buena voluntad del Padre, junto con la sucesión episcopal, recibieron el veraz don de la verdad." Esta última expresión habla de los dones de la gracia, recibidos en el momento de la ordenación. La misma idea la encontramos en Tertuliano. En Clemente de Alejandría (siglo III), se encuentra ya una indicación definida, de que la elección esta lejos todavía de la ordenación, que se da con la imposición de manos. Es igual como Cristo eligió a los apóstoles entre los cuales estaba Judas, y fue diferente de la ordenación que los apóstoles recibieron después por medio del soplo de Cristo. La elección es obra humana, la imposición de manos es obra de Dios (Clemente, "Stromata").
El canon (1 y 2) de los apóstoles manda: "que el obispo sea ordenado por dos o tres obispos. Presbítero, diácono y demás clérigos sean ordenados por un obispo." Aquí también se establece la no repetición de la imposición de las manos. "Si es que algún obispo, presbítero o diácono recibe una segunda imposición, aquel será depuesto de las ordenes sagradas y también el ordenador (a menos que pueda probar, que tiene ordenación de herejes" (canon 68). De tal manera la gracia dada en la imposición de las manos es reconocida inmutable e imborrable, como la gracia del Bautismo y la Crismación.
Esencia y palabras ejecutoras del sacramento. Así el misterio de ordenación es un acto sagrado, efectuado por oraciones e imposición de manos de los obispos en la cabeza de la persona elegida, durante el cual desciende sobre esta persona la Divina gracia, santificándola y ordenándola a cierto grado de la jerarquía eclesiástica, y que después coopera en el cumplimiento de sus obligaciones jerárquicas. La oración de la Imposición de las manos dice así: "La Divina gracia que siempre cura lo que está enfermo, y procura lo que falta, elige a (nombre) el muy piadoso subdiácono, como diácono (o diácono como sacerdote). Roguemos por él, a fin de que venga sobre él la gracia del Espíritu Santo."La imposición de las manos al clero inferior (lector, subdiácono) se llama "Quirotesia."
Celibato de los obispos. Para los obispos existe la obligación del celibato. En los primeros siglos de la cristiandad esa exigencia no era obligatoria, pero ya en la era apostólica se permitía a los obispos privarse del matrimonio, como esfuerzo de abstinencia. Esta costumbre fue fortaleciendo, y el sexto concilio ecuménico la hizo ley canónica. En cuanto a los sacerdotes y diáconos, la Iglesia consideró que tal yugo no debería ser obligatorio para ellos y decidió por seguir la antigua costumbre de prohibir a los ordenados contraer matrimonio. Sin embargo permite ordenar a los ya casados y hasta considera esto último como natural y normal. El que tenga segundas bodas, y el casado con mujer por segunda vez casada, no puede ser ordenado. En la iglesia romana en los siglos IV-VI fue introducido el celibato para sacerdotes y diáconos. Esta innovación fue refutada en el sexto concilio ecuménico, pero no fue atendida por los papas de Roma.
Los protestantes rechazaron el orden sagrado como Misterio. Sus pastores son solamente elegidos y designados por la gente, pero no reciben ninguna consagración especial, y en este sentido no se diferencian de otros miembros de su comunidad. Históricamente esto se explica como oposición en contra del mal uso de sus derechos por parte del clero latino (a fines de la edad media). Los protestantes para su justificación teórica dicen, que la ordenación sacerdotal empezó a llamarse "Misterio" en épocas posteriores. Pero esta justificación, obviamente, no tiene ningún valor. Se demuestra de la enseñanza y la práctica de los Apóstoles y por constante creencia de la Iglesia, de que desde el principio la imposición de las manos se manifestó como una solemnidad dadora de dones místicos. Por eso que el nombre de "Misterio" es una palabra precisa, que definió su esencia, como por ejemplo la palabra "Unigénito" (homousios, aceptada por el primer concilio ecuménico, no introdujo nada nuevo en la enseñanza de la Divinidad del Hijo de Dios, sino que lo confirma con más precisión. Desgraciadamente, los estudiosos protestantes, al tratar de defender su falsa posición, continúan obstinadamente, pero sin poder demostrar nada, deduciendo el mismo concepto de los misterios cristianos de la práctica de los cultos paganos.
