Cuando escuché por primera vez la historia de que Jesús cambió el agua en vino, no conocía el significado de este evento. Más tarde pude entender que ésta no era simplemente una historia, sino un hecho realizado por el Señor Jesús con el fin de establecer el principio básico de la vida. ¿Cuál es este principio? Es el convertir la muerte en vida. En cada uno de los nueve casos presentados en el Evangelio de Juan, del capítulo 3 al 11, el principio básico es convertir la muerte en vida. Esto queda especialmente claro en el caso de Lázaro. Lázaro había muerto y llevaba cuatro días de haber sido sepultado, de manera que ya hedía. Estaba lleno de muerte, desde la cabeza hasta los pies, por dentro y por fuera. En cada parte de su ser lo único que se encontraba era muerte. Según nos dice la narración del capítulo 11, cuando el Señor Jesús se enteró de que Lázaro estaba enfermo, no fue a verlo. Esperó hasta que estuviera lleno de muerte, hasta que muriera y fuera sepultado. Fue entonces cuando vino a resucitarlo de la muerte. Si aplicamos el principio de la vida a este caso, podemos ver que Jesús convirtió la muerte en vida.
Este principio no sólo se aplica al último caso, al de Lázaro, sino también al primero, al de Nicodemo. ¿Cree usted que Nicodemo no era una persona llena de muerte? Debido a que estaba lleno de muerte, el Señor Jesús le dijo que necesitaba nacer de nuevo para tener la vida eterna, la cual es Dios mismo (3:3, 5-6). En cierto sentido Nicodemo estaba vivo, pero para Dios era una persona que aunque existía, estaba muerta. Ante los ojos de Dios, Nicodemo estaba muerto y necesitaba que su muerte fuera convertida en vida. Nicodemo no comprendía ni siquiera que era un pecador, mucho menos que estaba muerto. No obstante, para Dios él era pecador, de naturaleza serpentina y estaba muerto. Como tal persona, necesitaba que su muerte fuese convertida en vida.
El mismo principio se aplica a la mujer samaritana del capítulo 4. La mujer samaritana tenía sed, y la sed es una señal de muerte. El hecho de que uno tenga sed, significa que está a punto de morir, o sea, indica que el elemento de la muerte está en él. Sólo el Señor Jesús puede apagar esa sed. Saciar la sed significa cambiar la muerte en vida. Lo mismo vemos en cada uno de los casos que Juan presenta. Cada caso nos muestra el principio establecido en el acontecimiento de cambiar el agua en vino, esto es, el principio de convertir la muerte en vida.
Este principio no sólo se aplica al último caso, al de Lázaro, sino también al primero, al de Nicodemo. ¿Cree usted que Nicodemo no era una persona llena de muerte? Debido a que estaba lleno de muerte, el Señor Jesús le dijo que necesitaba nacer de nuevo para tener la vida eterna, la cual es Dios mismo (3:3, 5-6). En cierto sentido Nicodemo estaba vivo, pero para Dios era una persona que aunque existía, estaba muerta. Ante los ojos de Dios, Nicodemo estaba muerto y necesitaba que su muerte fuera convertida en vida. Nicodemo no comprendía ni siquiera que era un pecador, mucho menos que estaba muerto. No obstante, para Dios él era pecador, de naturaleza serpentina y estaba muerto. Como tal persona, necesitaba que su muerte fuese convertida en vida.
El mismo principio se aplica a la mujer samaritana del capítulo 4. La mujer samaritana tenía sed, y la sed es una señal de muerte. El hecho de que uno tenga sed, significa que está a punto de morir, o sea, indica que el elemento de la muerte está en él. Sólo el Señor Jesús puede apagar esa sed. Saciar la sed significa cambiar la muerte en vida. Lo mismo vemos en cada uno de los casos que Juan presenta. Cada caso nos muestra el principio establecido en el acontecimiento de cambiar el agua en vino, esto es, el principio de convertir la muerte en vida.