El pecado de Adán y Eva

16 Mayo 2010
318
1
El pecado de Adán y Eva.
Mucho se ha hablado entre los creyentes cristianos del pecado original, atribuido a nuestros primeros padres, y que ha trascendido a toda su descendencia hasta el día de hoy, pero pocos parecen saber exactamente en qué consiste este pecado que tanto parece afectarnos a todos los humanos. Algunos piensan que se refiere al acto sexual o generativo, pero esto no tiene ningún fundamento lógico, pues siendo el mismo Creador quien nos dotó de estas facultades reproductivas, y él mismo autorizó a la primera pareja a que se multiplicaran y llenasen la tierra con su descendencia, no pudo ser nada pecaminoso tal acto, natural y necesario para que se cumpliera el propósito divino.
Ciertamente, toda cosa o acción puede hacerse bien o mal, o usarse digna o indignamente; la función sexual se puede realizar limpia u honestamente, y también de manera sucia o degradante, pero no era este el caso de Adán y Eva, pues en aquellos tiempos no había entrado aún la corrupción en el mundo de los humanos. Por lo tanto, fue otra la causa o el sentido que tiene la palabra pecado, que por ser el primero se le llamó el pecado original, o que dio origen a toda clase de pecados. Fue la desobediencia al Creador la que dio comienzo a todas las calamidades y sufrimientos que ha afligido a la entera raza humana, y sigue siéndolo hasta ahora. ¿Por qué? la razón es muy lógica si la examinamos racionalmente.
Ante todo, debemos tener una idea lo más clara posible del propósito divino al crear a la familia humana, propósito excelente como procedente de un Dios de amor, para el bienestar presente y futuro de todos los que viniesen a existir, y que Dios lo da a conocer en las Escrituras para guía de los humanos que quieran escucharlo. El se propuso crear una sociedad de personas justas, sabias y bondadosas, que pudieran vivir pacíficamente extendidas por toda la superficie terrestre, disfrutando de todos los productos y cosas hermosas que se pueden cultivar en esta tierra fértil y generosa. Para ello dotó a sus criaturas de facultades prodigiosas, que usadas convenientemente les servirían para forjar sus propios planes, creaciones propias, y tantas cosas como se deseen tener para llevar una existencia feliz.
Ahora bien, por muy bien dotado que estuviese el hombre, era indispensable que además fuera dirigido, instruido y enseñado convenientemente para que supiera usar de la mejor manera estas facultades, y evitar cometer errores que echaran a perder todo el buen funcionamiento del propósito divino, y nadie mejor que su propio Creador podía guiarlos por este derrotero. Pero, aquí estaba el peligro, o riesgo, que habrían de afrontar los humanos para mostrarse merecedores de tan maravillosa perspectiva, era indispensable que ellos quisieran escuchar y obedecer estas instrucciones, observándolas al pie de la letra, pues cualquier error cometido demostraría que ellos no eran dignos de tener este privilegio, o sea, que no estaban dispuestos a llevar a cabo el plan divino para su propia salvación y bienestar eterno. Y este ha sido el mayor error cometido por la primera pareja, y después repetido por la mayoría de sus descendientes, el rechazar la guía divina, no querer seguir sus sabias y bondadosas instrucciones, privándose así de recibir toda la sabiduría de su divino Hacedor que ellos, y nosotros, necesitamos para vivir una vida maravillosa tal como nuestro Dios concibió para todas sus criaturas inteligentes.
Los seres humanos, cuando vienen a la existencia, tienen ante sí dos alternativas u opciones, una positiva y otra negativa, que a ellos se les ha concedido poder escoger libremente, o libre albedrío, la de, usando su facultad de raciocinio, pensar que todo cuanto tienen, y son, lo han recibido de Dios, que tienen el deber de amarlo y respetarlo, obedeciendo todo cuanto les pida para mostrarle su agradecimiento; o bien, centrar su atención en sí mismo, en satisfacer sus propios deseos, anteponiéndolos a los deseos de su Creador, pensando que nada les deben y que ellos tienen el derecho a usar todo cuanto han recibido sin tener que dar cuentas a nadie de sus acciones. En otras palabras, pueden cultivar gratitud por los bienes recibidos, o cultivar egoísmo para no reconocer sus deberes, y esto último es una injusticia, pues pagan todo el bien recibido con el mayor mal por parte de ellos al rechazar los derechos que su Creador tiene a dirigirlos por el mejor camino, para trazarse sus propios objetivos injustos que los conducirán a corto o largo plazo a su propia y merecida destrucción. Por lo tanto, la obediencia a los mandatos divinos es el factor decisivo que puede evitar todos los males que pudieran sobrevenirles a lo largo de sus vidas, que podría ser eterna, y la desobediencia el factor negativo que conduce inevitablemente a los resultados contrarios. Pero la decisión siempre es de ellos, de nosotros mismos, por eso, no tenemos ningún derecho a quejarnos por todo cuanto nos pase, pues esta opción o alternativa sigue en pie de nosotros depende únicamente elegir una u otra.
 
Re: El pecado de Adán y Eva

No olvidemos que la historia del Génesis, reconocida por los propios religiosos como un mito para la explicación de la aparición del pecado en el mundo, como este no tiene relación alguna con la obra de Dios. El relato del jardín del Edén (el inicio de la mortalidad humana por la desobediencia), la construcción de la Torre de Babel (la vanidad del hombre al querer estar a la altura de Dios), el Diluvio Universal (cuyos restos están registrados históricamente dado que sí aconteció) y tantos otros, son fruto de la estancia del pueblo hebreo en la Babilonia de Nabucodonosor II (c. 630-562 a. C.
La veracidad de estos hechos no es tan importante como la enseñanza moral que de ellos se desprende. Sin embargo no ignoremos el planteamiento de Santo Tomás de Aquino cuando afirma que el mal son las sombras a donde la luz de Dios no alcanza por motivos que ahora no vienen al caso. No obstante ese pecado, el pecado original, quedó eliminado de nuestras vidas mortales con la muerte del Cordero de Dios que limpió de pecado el mundo. El Génesis nos enseña como NO volver a caer de nuevo en desgracia ante el Señor: mediante la obediencia, la humildad y el sometimiento sincero a sus mandamientos.
Que Dios os bendiga, hermanos.