El Nuevo Vestido

30 Marzo 2000
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El Nuevo Vestido.

Entendiendo la composición del hombre como cuerpo, alma y espíritu, resulta que lo que vemos corresponde al cuerpo, al vestido.

Observarás que nos sentimos muy orgullosos de él y lo acicalamos y perfumamos, lo moldeamos y lo decoramos y nos identificamos con él. La mayoría de las personas que habitan este mundo consideran que son su cuerpo y que su pensamiento debiene de las reacciones químicas y eléctricas de su cerebro.

Pero nuestro verdadero vestido es el alma. El cuerpo puede considerarse como una cáscara que engloba a nuestro verdadero ser, el alma. El alma es una estructura espiritual más sutil que el cuerpo denso, pero que abarca desde lo más denso de la materia, hasta lo más sutil que no podemos ver ni entender. Esta estructura, este cuerpo está mancillado, está degenerado. Ha perdido o no ha obtenido las particularidades y las facultades para lo que Dios lo creó. El porqué de esto tiene que ver con Adán.

El Espíritu es la perfecta creación de Dios. Es la semilla con todas nuestras características que no podemos ni soñar. Es el molde o el destino de nuestra existencia. Contiene todas nuestra potencialidades. Es de una materia aún más sutil que el Alma. Por eso, ese Espíritu no puede manifestarse en este universo. No es de esta materia.

En el momento que al Espíritu o Idea de Dios particular para cada uno de nosotros se le trasladó al universo material sutil, existieron resistencias de esa misma materia sutil. Esta materia sutil tenía "conciencia" propia. Si el Espíritu es conciencia divina, la materia sutil tenía conciencia material. Para ello Dios creó el Alma o el Hombre Primordial que se cuenta en el Génesis, para que esa Idea fuera imbuida y pudiera desarrollarse en un medio material sutil y ser ella misma. Pero la oposición de la conciencia material impidió ese primer intento. Entonces Dios tuvo que rehacer su creación y creó otra criatura aún más densa en la materia y la situó en nuestro planeta. Tomó como herramientas de su nueva creación (el hombre) los materiales animales de que disponía y confeccionó un vestido animal o túnica de piel para revestir ese alma decaída y desvirtuada para que esa alma (no el cuerpo) pudiera regenerarse en el tiempo.

Por eso, todo intento de mejorar o sublimar el cuerpo es absurdo, ya que no lleva a ningún lado. Se debe cuidar y mantener, pero nunca sublimarlo ya que ese vestido se deteriorará y morirá con el paso del tiempo.

Una visión sesgada y mal intencionada de la religiosidad de las gentes, supuso mejorar y sublimar las características éticas y morales de las personas. Se pretendía mejorar la conducta de ese hombre caído, en la que el Espíritu no podía manifestarse por estar encorsetado y esclavo de la conciencia material. Cosa necesaria para mejorar la convivencia de los diferentes seres, pero que no es el verdadero sentido de la necesaria Liberación de la persona humana. Era el Antiguo Testamento.

En el Nuevo Testamento, se dan recetas más perfectas y transformantes para conseguir la Liberación del Alma. Pero ante la maldad de esa conciencia animal, es necesario seguir dando recetas del Antiguo Testamento para mejorar la conciencia ética y moral de las gentes, pero parece que se ha olvidado seguir el Nuevo Testamento, donde se pretende la Liberación del Alma. Esto es así porque esa conciencia material es muy sibilina y muy astuta y tiene un predominio absoluto en las gentes y en el mundo de todos los tiempos y se adapta a las circunstancias para no perecer.

Por eso, el hombre que confecciona un vestido de perfección (ética y moral) sobre su inmundicia (alma caída y degenerada) parece que hace algo positivo y es lo más buscado y celebrado en el mundo, pero no hace lo que debiera hacer. Se ha confundido de camino. Ha seguido el camino fácil. Ha ido por la puerta ancha. Se ha perdido.

Pero los pocos que, conociendo todo esto, destruimos nuestra inmundicia (la conciencia material) y nos disponemos a construir un Nuevo Vestido (Alma Regenerada gracias al poder del Espíritu) hacemos algo muy mal visto en este mundo. Hacemos algo que da miedo, porque tenemos que matar al hombre viejo para que pueda nacer el Hombre Nuevo, el Hombre Primigenio, el Hijo de Dios. Por eso, siempre seremos rechazados y perseguidos, porque supone un peligro para la estabilidad del mundo y de sus gentes. Somos los menos, pero bendita cosecha que obtiene el Señor.

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