Hace un tiempo leía la obra que contiene las revelaciones de Anna Catalina Emmerich, y me encontré con un importante personaje precursor de Zoroastro llamado "Dsemschid".
Busqué sobre el y nada encontré intenté cambiar un poco el nombre y tampoco, pero ayer hice la prueba con mi IA en modo "research" y vaya... lo hizo, resulta ser que es Jamshid.
Un poco de su biografia:
La daga juega un papel crucial en su ascenso y caída. Durante su reinado, la daga era un símbolo de su poder y autoridad. Sin embargo, a medida que su arrogancia crecía y comenzaba a considerarse un dios, la daga también se convirtió en un recordatorio de su eventual caída. La pérdida de la daga simboliza la pérdida de su legitimidad y el desmoronamiento de su reino.
Ahora la biografia que nos cuenta la mística católica, sustanciosa e interesante:
Hom y sus aberraciones
Cuando Tubal con sus descendientes se despidió de Noé, vi también al hijo de Mosoc, conservado en el arca, que emigró con ellos. Hom estabaya bastante crecido.
Más tarde lo he visto muy diferente de los demás: grande, parecía un gigante, muy serio y muy singular en su modo de ser. Vestía un largo manto y parecía ser considerado como sacerdote. Se apartaba generalmente de los demás y muchas noches las pasaba solitario en las rocas y en las cavernas de las montañas.
Sobre la cumbre de las montañas observaba los astros y ejercía la magia, y por arte diabólico tenía visiones,que él luego ordenaba, escribía y enseñaba, enturbiando así las puras enseñanzas que habían recibido de Noé.
La mala inclinación que había heredado de su madre se había mezclado en él con la pura enseñanza heredada de Henoc y de Noé, que habían sido hasta entonces las creencias de los hijos de Tubal.
Dsemschid, jefe y conductor de pueblos
Dsemschid llegó a ser, por su sabiduría, el conductor de su tribu, que aumentó muy pronto y Llegó a ser un pueblo respetable, que llevó cada vez más hacia el Sur. Dsemschid había sido bien instruido y formado en las enseñanzas de Hom. Era indescriptiblemente vivaracho, pronto en sus movimientos, más activo y mejor que Hom, que aparecía siempre pensativo y concentrado. Dsemschid tradujo a la práctica la religión de Hom; añadió algo más a esas enseñanzas y observaba mucho los astros.
El pueblo que le seguía tenía ya el culto sagrado del fuego y se distinguía de los demás por señales propias de su raza. La gente de entonces solía mantenerse, más que ahora, separada por razas y tribus, y no se mezclaba tan fácilmente como hoy. Dsemschid se ocupaba mucho de mantener la pureza de su raza y el mejoramiento de sus tribus; separaba, trasladaba y colocaba a unos y otros como mejor le parecía.
Los hombres vivían con gran libertad, aunque estaban naturalmente sujetos a sus guías.
Las razas salvajes que he visto y que veo todavía en muchos lugares, nada tienen que ver con estas razas de hombres de belleza natural y noble, aunque sencilla, y veo que los salvajes de esos lugares e islas nada tienen de la audacia, intrepidez y fuerza de los hombres primitivos.
Dsemschid edificó, sobre los terrenos que asignó a sus tribus, poblaciones de tiendas de campaña, diseñó campos para cultivos, abrió caminos, bordeándolos con piedras, y repartió gente de un lado y de otro dotándola de animales, árboles frutales, diversas plantas y cereales. Cabalgaba sobre una extensión de tierra y golpeaba con un instrumento que siempre llevaba en las manos; en seguida venían sus gentes, y cavaban, cortaban árboles, cercaban y hacían pozos. Era en extremo severo y justo con sus subordinados.
Lo he visto como un anciano alto de estatura, delgado, de color amarillo rojizo, cabalgando sobre un animal muy ágil y veloz, de color amarillo y negro, semejante a un asno, pero de piernas más finas. Lo he visto sobre este animal alrededor de un trozo de campo, como hace entre nosotros la gente pobre, que rodea una maleza que ha de cultivar para sí. En ciertos puntos se detenía y golpeaba con un instrumento su punta, o plantaba una estaca en el suelo: allí se detenían sus hombres y colonizaban. Este instrumento, que más tarde se llamó «la dorada reja del arado de Dsemschid» tenía la forma de una cruz latina, de un codo de largo, con una cuchilla que sacada de su vaina formaba con el asta un ángulo recto. Con este instrumento hacía un hoyo en la tierra. La figura de este instrumento la traía dibujada en su vestido, en el lugar de los bolsillos. Me recordó a la señal que llevaban siempre José y Asenté, en el Egipto, y con el cual José medía y distribuía las tierras; sólo que éste adoptaba mejor la forma de cruz y tenía arriba un anillo en donde podía ser encerrado.
Dsemschid llevaba un manto que caia en pliegues de delante hacia atrás. Desde la cintura hasta las rodillas colgaban dos retazos de cuero, dos por delante y dos por detrás, que a los lados estaban sujetos debajo de las rodillas. Tenía los pies envueltos con cueros y correas. En el pecho llevaba un escudo de oro. Tenía varios de estos escudos, que cambiaba según las festividades y diversas ocasiones de ritos. Llevaba una corona de oro con puntas, que remataba por delante en un cuerno sobresaliente donde flameaba una especie de banderín.
Dsemschid hablaba mucho de Henoc: sabía que no había muerto, sino que había sido arrebatado de este mundo. Enseñaba que Henoc había trasmitido a Noé toda buena enseñanza de verdad: lo llamaba padre y heredero de todo lo bueno. Pero añadía que de Noé había llegado a él (Dsemschid) toda esa herencia de verdad y de bien. Tenía también, según he visto, un recipiente de oro en forma ovoidal que llevaba colgado del cuello, en el cual, afirmaba, estaba encerrado algo misterioso y bueno, que Noé había tenido guardado en el arca, y que había recibido en herencia.
He visto que donde él, en sus correrías, se detenía para fundar una población, levantaba una columna y sobre ella colocaba, en sitio de oro, ese recipiente de oro. La columna tenía figuras entalladas: era hermosa construcción y encima levantaba un templete como si fuese un santuario. El recipiente tenia por tapa una especie de corona con abertura y cuando Dsemschid hacía fuego, sacaba algo del recipiente y lo echaba sobre el fuego. En efecto, he visto que el recipiente había estado en el arca y que Noé había guardado en él el fuego. Por esto se convirtió en una especie de santuario y de objeto sagrado para Dsemschid y su gente. Cuando era expuesto al público, ardía siempre el fuego delante del cual prestaban adoración y sacrificaban animales.
Dsemschid les enseñaba que el gran Dios habita en la luz y en el fuego, y que ese Dios tiene muchos otros espíritus y semidioses que le sirven. Todos los pueblos se sometían a su dominio; él establecía hombres y mujeres en uno y otro lugar, dándoles animales de labranza, haciéndoles cultivar y sembrar la tierra. Esta gente no podía disponer de sí, sino que Dsemschid los manejaba como rebaños, y daba las mujeres a los hombres según su voluntad. Practicaba la poligamia, tenía varias mujeres y en especial una muy hermosa, de mejor procedencia, de la cual tuvo un hijo que fue su sucesor y su heredero.
Edificaba grandes torres redondas, a las cuales se subía por escalones y desde donde exploraba y miraba las estrellas. Las mujeres, que vivían separadas y muy sujetas, llevaban vestidos cortos, y sobre el pecho y parte superior del cuerpo, un trenzado de cuero; detrás colgaba algún adorno y en torno del cuello y sobre los hombros, hasta las rodillas, descendía un paño ancho en la parte inferior, de forma redondeada. Esta vestimenta estaba adornada, en el pecho y en los hombros, con señales o letras.
He visto que en todas las comarcas donde Dsemschid fundaba poblaciones, hacía construir caminos que iban en línea recta hacia el lugar donde se fabricaba la torre de Babel. Donde este conductor de pueblos se establecía, aún no había habitantes. No tenía, por consiguiente, que echar ni desalojar a nadie; todo procedía pacíficamente; sólo se veía allí poblar y Edificar.
La raza de gente de Dsemschid era de color amarillo-rojizo, como ocre brillante; era realmente una hermosa raza de hombres. Todas las diversas razas eran contramarcadas, para reconocerlas y preservar las más nobles de las mezclas. Los he visto trasponer con su gente una alta montaña nevada. No sé cómo alcanzó a pasar al otro lado; pero lo hizo con todo éxito, aunque con pérdida de mucha de su gente.
Tenía caballos o asnos y él mismo cabalgaba con un animal pequeño, veteado, muy veloz. Un cambio brusco de la naturaleza los había hecho alejar de su primera morada; se había vuelto la región muy fría. Ahora veo que es de nuevo más benigna. En su camino encontraba tribus en el mayor abandono; gentes que habían huido de la tiranía de sus jefes; otras que esperaban a algún conductor. Estas razas dispersas se unieron gustosas a su gente y a su mando, pues su carácter era bondadoso, y distribuía trigo y bendiciones por donde pasaba. He visto tribus que habían tenido que huir, porque habían sido saqueadas y robadas sus tierras, como le sucedió al paciente Job.
Algunos no conocían el fuego y cocían su pan a los rayos del sol o sobre piedras recalentadas al sol. Cuando Dsemschid les hizo conocer el fuego, apareció ante ellos como un dios. Encontró en su camino una tribu que sacrificaba a los hijos defectuosos o que les parecían insuficientemente hermosos; los enterraban hasta la mitad del cuerpo y hacían fuego en torno de ellos. Dsemschid desterró esta bárbara costumbre; libró a estas criaturas y encargó a ciertas matronas que cuidasen y educasen a esos niños. Cuando eran grandes, los repartía entre las tribus, como peones y siervos. Siempre ponía máximo cuidado en preservar la pureza de su raza.
Dsemschid habitaba con su gente en un principio al Sudoeste, de modo que tenía el Monte de los Profetas a su izquierda, hacia el Sur. Más tarde se trasladó hacia el Sur, teniendo entonces el Monte a su izquierda, en el Oriente. Creo que después pasó al otro lado del Cáucaso. Entonces, cuando en esos lugares todo bullía de gente y todo era movimiento,
en nuestras tierras (Alemania) todo era sólo bosques, pantanos y tierras desiertas. Hacia el oriente, aquí y allá, había algunas tribus dispersas.
El famoso Zoroastro (estrella brillante), que floreció mucho más tarde, fue un descendiente del hijo de Dsemschid y renovó la enseñanza de aquel conductor de pueblos. Dsemschld escribía sobre tablas de piedra y de cortezas toda clase de leyes, de preceptos y enseñanzas. Su alfabeto era de tal modo que a veces una sola letra o signo significaba una frase entera. Este lenguaje era todavía de la primera lengua y veo que tiene relación o semejanza, a veces, con nuestro idioma.
Dsemschid vivió hasta los tiempos de Derketo y de su hija, que fue la madre de la famosa Semiramis. Dsemschid no alcanzó hasta los tiempos de Babel, pero sus correrías se dirigieron en esa dirección.
Ocasión en que vio la vid ente la historia de Hom y Dsemschid
He visto toda esta historia de Hom y Dsemschid en cierta ocasión en que Jesús enseñaba delante de los filósofos paganos de Lanlsa, ciudad de Chipre.
Estos filósofos hablaban de Dsemschid delante de Jesús como de un sabio rey del oriente que había vivido allá en las Indias, que poseía una daga, recibida de Dios, con la cual repartía y señalaba tierras y poblaba comarcas y esparcía bendiciones por donde pasaba. Le preguntaron a Jesús si sabía algo de él y de las maravillas que contaban de su paso sobre la tierra.
Jesús les respondió que Dsemschld había sido sólo un hombre prudente y sabio, según los sentidos y la naturaleza, que había sido un conductor de pueblos que había llevado su tribu y poblado a ciertas regiones con su gente, cuando empezaban a dispersarse, como sucedió después de Babel en mayor escala. Les dijo que había dictado ciertas leyes, y que otros conductores de pueblos habían existido, semejantes a él, cuando las razas no se habían corrompido tanto, como después sucedió.
Jesús les mostró, empero, cuantas fábulas se contaban de él y se inventaron; mientras en realidad Dsemschid no había sido sino un remedo y una falsa imagen del verdadero conductor de pueblos que había sido Melquisedec, sacerdote y rey.
Busqué sobre el y nada encontré intenté cambiar un poco el nombre y tampoco, pero ayer hice la prueba con mi IA en modo "research" y vaya... lo hizo, resulta ser que es Jamshid.
Un poco de su biografia:
Biografía persa popular de Jamshid
Jamshid (en persa: جمشید, Jamshēd) es una figura mítica fundamental en la mitología persa, conocido como el cuarto rey de la dinastía Pishdadian. Su historia se narra principalmente en el Shahnameh (El Libro de los Reyes) de Ferdowsi, donde se le presenta como un rey ideal que gobernó durante una era dorada de prosperidad y felicidad. También es conocido por otros nombres, como Yima en la tradición avéstica, lo que resalta su importancia en diferentes contextos culturales.
Orígenes y Ascenso al Trono
Jamshid es descrito como el hijo de Thamurath y se le atribuye el establecimiento de un reino donde la justicia y la paz prevalecían. Su ascenso al trono se considera un momento crucial en la historia mitológica de Irán, simbolizando el inicio de un período de esplendor y desarrollo. Se dice que fue elegido por los dioses para gobernar, lo que le otorgó un estatus casi divino entre su pueblo.
Logros y Contribuciones
Durante su reinado, Jamshid es conocido por haber introducido numerosas innovaciones y avances en diversas áreas. Se le atribuye la invención de la medicina, la agricultura, y la ganadería, así como la construcción de impresionantes palacios y ciudades. Además, se dice que fue el primero en utilizar el vino y en establecer festivales que celebraban la vida y la abundancia. Su reinado es visto como un tiempo en el que la humanidad disfrutó de una vida sin sufrimiento.
Atributos y Simbolismo
Jamshid es a menudo asociado con la luz y la divinidad. Se le considera un rey que poseía el "farr", una especie de gloria divina que le otorgaba poder y legitimidad. Este concepto de "farr" es fundamental en la mitología persa, ya que simboliza la conexión entre el rey y lo divino. Su figura representa la aspiración humana hacia la grandeza y la sabiduría, así como la búsqueda de la justicia y el bienestar.
La Daga de Jamshid
Este artefacto no solo simboliza el poder y la autoridad del rey, sino que también está impregnado de significados culturales y espirituales que reflejan la grandeza de su reinado.Según las leyendas, la Daga de Jamshid fue forjada con materiales divinos y poseía propiedades mágicas. Se dice que el rey la utilizaba no solo como un arma, sino también como un símbolo de su conexión con lo divino y su derecho a gobernar. La daga representaba la justicia y la protección del reino, y su presencia en la corte de Jamshid era un recordatorio del deber del rey hacia su pueblo.
La Caída de Jamshid
A pesar de sus logros, la historia de Jamshid también tiene un giro trágico. A medida que su poder creció, se volvió arrogante y comenzó a considerarse un dios, lo que llevó a su eventual caída. Fue derrocado por Zahhak, un rey maligno que simboliza la tiranía y la opresión. La historia de su caída es un recordatorio de que el poder y la gloria pueden ser efímeros, y que la arrogancia puede llevar a la destrucción.La daga juega un papel crucial en su ascenso y caída. Durante su reinado, la daga era un símbolo de su poder y autoridad. Sin embargo, a medida que su arrogancia crecía y comenzaba a considerarse un dios, la daga también se convirtió en un recordatorio de su eventual caída. La pérdida de la daga simboliza la pérdida de su legitimidad y el desmoronamiento de su reino.
La Lucha Contra Zahhak
La narrativa de Jamshid incluye su enfrentamiento con Zahhak, quien, según la leyenda, fue un rey que hizo un pacto con fuerzas oscuras. Zahhak se convirtió en un tirano que oprimía a su pueblo, y su ascenso al poder marcó el fin de la era dorada de Jamshid. La lucha entre estos dos personajes es un tema recurrente en la literatura persa, simbolizando la eterna batalla entre el bien y el mal.
Influencia en la Cultura
La historia de Jamshid ha sido una fuente de inspiración para muchos escritores y artistas a lo largo de la historia. Su figura ha sido representada en diversas obras literarias, pinturas y esculturas, reflejando su importancia en la identidad cultural iraní. Además, su historia ha sido utilizada como una metáfora para explorar temas de poder, justicia y moralidad.En resumen, Jamshid es una figura central en la mitología persa, representando tanto la gloria de un reinado ideal como las lecciones sobre la humildad y la responsabilidad que vienen con el poder.Ahora la biografia que nos cuenta la mística católica, sustanciosa e interesante:
Hom y sus aberraciones
Cuando Tubal con sus descendientes se despidió de Noé, vi también al hijo de Mosoc, conservado en el arca, que emigró con ellos. Hom estabaya bastante crecido.
Más tarde lo he visto muy diferente de los demás: grande, parecía un gigante, muy serio y muy singular en su modo de ser. Vestía un largo manto y parecía ser considerado como sacerdote. Se apartaba generalmente de los demás y muchas noches las pasaba solitario en las rocas y en las cavernas de las montañas.
Sobre la cumbre de las montañas observaba los astros y ejercía la magia, y por arte diabólico tenía visiones,que él luego ordenaba, escribía y enseñaba, enturbiando así las puras enseñanzas que habían recibido de Noé.
La mala inclinación que había heredado de su madre se había mezclado en él con la pura enseñanza heredada de Henoc y de Noé, que habían sido hasta entonces las creencias de los hijos de Tubal.
Dsemschid, jefe y conductor de pueblos
Dsemschid llegó a ser, por su sabiduría, el conductor de su tribu, que aumentó muy pronto y Llegó a ser un pueblo respetable, que llevó cada vez más hacia el Sur. Dsemschid había sido bien instruido y formado en las enseñanzas de Hom. Era indescriptiblemente vivaracho, pronto en sus movimientos, más activo y mejor que Hom, que aparecía siempre pensativo y concentrado. Dsemschid tradujo a la práctica la religión de Hom; añadió algo más a esas enseñanzas y observaba mucho los astros.
El pueblo que le seguía tenía ya el culto sagrado del fuego y se distinguía de los demás por señales propias de su raza. La gente de entonces solía mantenerse, más que ahora, separada por razas y tribus, y no se mezclaba tan fácilmente como hoy. Dsemschid se ocupaba mucho de mantener la pureza de su raza y el mejoramiento de sus tribus; separaba, trasladaba y colocaba a unos y otros como mejor le parecía.
Los hombres vivían con gran libertad, aunque estaban naturalmente sujetos a sus guías.
Las razas salvajes que he visto y que veo todavía en muchos lugares, nada tienen que ver con estas razas de hombres de belleza natural y noble, aunque sencilla, y veo que los salvajes de esos lugares e islas nada tienen de la audacia, intrepidez y fuerza de los hombres primitivos.
Dsemschid edificó, sobre los terrenos que asignó a sus tribus, poblaciones de tiendas de campaña, diseñó campos para cultivos, abrió caminos, bordeándolos con piedras, y repartió gente de un lado y de otro dotándola de animales, árboles frutales, diversas plantas y cereales. Cabalgaba sobre una extensión de tierra y golpeaba con un instrumento que siempre llevaba en las manos; en seguida venían sus gentes, y cavaban, cortaban árboles, cercaban y hacían pozos. Era en extremo severo y justo con sus subordinados.
Lo he visto como un anciano alto de estatura, delgado, de color amarillo rojizo, cabalgando sobre un animal muy ágil y veloz, de color amarillo y negro, semejante a un asno, pero de piernas más finas. Lo he visto sobre este animal alrededor de un trozo de campo, como hace entre nosotros la gente pobre, que rodea una maleza que ha de cultivar para sí. En ciertos puntos se detenía y golpeaba con un instrumento su punta, o plantaba una estaca en el suelo: allí se detenían sus hombres y colonizaban. Este instrumento, que más tarde se llamó «la dorada reja del arado de Dsemschid» tenía la forma de una cruz latina, de un codo de largo, con una cuchilla que sacada de su vaina formaba con el asta un ángulo recto. Con este instrumento hacía un hoyo en la tierra. La figura de este instrumento la traía dibujada en su vestido, en el lugar de los bolsillos. Me recordó a la señal que llevaban siempre José y Asenté, en el Egipto, y con el cual José medía y distribuía las tierras; sólo que éste adoptaba mejor la forma de cruz y tenía arriba un anillo en donde podía ser encerrado.
Dsemschid llevaba un manto que caia en pliegues de delante hacia atrás. Desde la cintura hasta las rodillas colgaban dos retazos de cuero, dos por delante y dos por detrás, que a los lados estaban sujetos debajo de las rodillas. Tenía los pies envueltos con cueros y correas. En el pecho llevaba un escudo de oro. Tenía varios de estos escudos, que cambiaba según las festividades y diversas ocasiones de ritos. Llevaba una corona de oro con puntas, que remataba por delante en un cuerno sobresaliente donde flameaba una especie de banderín.
Dsemschid hablaba mucho de Henoc: sabía que no había muerto, sino que había sido arrebatado de este mundo. Enseñaba que Henoc había trasmitido a Noé toda buena enseñanza de verdad: lo llamaba padre y heredero de todo lo bueno. Pero añadía que de Noé había llegado a él (Dsemschid) toda esa herencia de verdad y de bien. Tenía también, según he visto, un recipiente de oro en forma ovoidal que llevaba colgado del cuello, en el cual, afirmaba, estaba encerrado algo misterioso y bueno, que Noé había tenido guardado en el arca, y que había recibido en herencia.
He visto que donde él, en sus correrías, se detenía para fundar una población, levantaba una columna y sobre ella colocaba, en sitio de oro, ese recipiente de oro. La columna tenía figuras entalladas: era hermosa construcción y encima levantaba un templete como si fuese un santuario. El recipiente tenia por tapa una especie de corona con abertura y cuando Dsemschid hacía fuego, sacaba algo del recipiente y lo echaba sobre el fuego. En efecto, he visto que el recipiente había estado en el arca y que Noé había guardado en él el fuego. Por esto se convirtió en una especie de santuario y de objeto sagrado para Dsemschid y su gente. Cuando era expuesto al público, ardía siempre el fuego delante del cual prestaban adoración y sacrificaban animales.
Dsemschid les enseñaba que el gran Dios habita en la luz y en el fuego, y que ese Dios tiene muchos otros espíritus y semidioses que le sirven. Todos los pueblos se sometían a su dominio; él establecía hombres y mujeres en uno y otro lugar, dándoles animales de labranza, haciéndoles cultivar y sembrar la tierra. Esta gente no podía disponer de sí, sino que Dsemschid los manejaba como rebaños, y daba las mujeres a los hombres según su voluntad. Practicaba la poligamia, tenía varias mujeres y en especial una muy hermosa, de mejor procedencia, de la cual tuvo un hijo que fue su sucesor y su heredero.
Edificaba grandes torres redondas, a las cuales se subía por escalones y desde donde exploraba y miraba las estrellas. Las mujeres, que vivían separadas y muy sujetas, llevaban vestidos cortos, y sobre el pecho y parte superior del cuerpo, un trenzado de cuero; detrás colgaba algún adorno y en torno del cuello y sobre los hombros, hasta las rodillas, descendía un paño ancho en la parte inferior, de forma redondeada. Esta vestimenta estaba adornada, en el pecho y en los hombros, con señales o letras.
He visto que en todas las comarcas donde Dsemschid fundaba poblaciones, hacía construir caminos que iban en línea recta hacia el lugar donde se fabricaba la torre de Babel. Donde este conductor de pueblos se establecía, aún no había habitantes. No tenía, por consiguiente, que echar ni desalojar a nadie; todo procedía pacíficamente; sólo se veía allí poblar y Edificar.
La raza de gente de Dsemschid era de color amarillo-rojizo, como ocre brillante; era realmente una hermosa raza de hombres. Todas las diversas razas eran contramarcadas, para reconocerlas y preservar las más nobles de las mezclas. Los he visto trasponer con su gente una alta montaña nevada. No sé cómo alcanzó a pasar al otro lado; pero lo hizo con todo éxito, aunque con pérdida de mucha de su gente.
Tenía caballos o asnos y él mismo cabalgaba con un animal pequeño, veteado, muy veloz. Un cambio brusco de la naturaleza los había hecho alejar de su primera morada; se había vuelto la región muy fría. Ahora veo que es de nuevo más benigna. En su camino encontraba tribus en el mayor abandono; gentes que habían huido de la tiranía de sus jefes; otras que esperaban a algún conductor. Estas razas dispersas se unieron gustosas a su gente y a su mando, pues su carácter era bondadoso, y distribuía trigo y bendiciones por donde pasaba. He visto tribus que habían tenido que huir, porque habían sido saqueadas y robadas sus tierras, como le sucedió al paciente Job.
Algunos no conocían el fuego y cocían su pan a los rayos del sol o sobre piedras recalentadas al sol. Cuando Dsemschid les hizo conocer el fuego, apareció ante ellos como un dios. Encontró en su camino una tribu que sacrificaba a los hijos defectuosos o que les parecían insuficientemente hermosos; los enterraban hasta la mitad del cuerpo y hacían fuego en torno de ellos. Dsemschid desterró esta bárbara costumbre; libró a estas criaturas y encargó a ciertas matronas que cuidasen y educasen a esos niños. Cuando eran grandes, los repartía entre las tribus, como peones y siervos. Siempre ponía máximo cuidado en preservar la pureza de su raza.
Dsemschid habitaba con su gente en un principio al Sudoeste, de modo que tenía el Monte de los Profetas a su izquierda, hacia el Sur. Más tarde se trasladó hacia el Sur, teniendo entonces el Monte a su izquierda, en el Oriente. Creo que después pasó al otro lado del Cáucaso. Entonces, cuando en esos lugares todo bullía de gente y todo era movimiento,
en nuestras tierras (Alemania) todo era sólo bosques, pantanos y tierras desiertas. Hacia el oriente, aquí y allá, había algunas tribus dispersas.
El famoso Zoroastro (estrella brillante), que floreció mucho más tarde, fue un descendiente del hijo de Dsemschid y renovó la enseñanza de aquel conductor de pueblos. Dsemschld escribía sobre tablas de piedra y de cortezas toda clase de leyes, de preceptos y enseñanzas. Su alfabeto era de tal modo que a veces una sola letra o signo significaba una frase entera. Este lenguaje era todavía de la primera lengua y veo que tiene relación o semejanza, a veces, con nuestro idioma.
Dsemschid vivió hasta los tiempos de Derketo y de su hija, que fue la madre de la famosa Semiramis. Dsemschid no alcanzó hasta los tiempos de Babel, pero sus correrías se dirigieron en esa dirección.
Ocasión en que vio la vid ente la historia de Hom y Dsemschid
He visto toda esta historia de Hom y Dsemschid en cierta ocasión en que Jesús enseñaba delante de los filósofos paganos de Lanlsa, ciudad de Chipre.
Estos filósofos hablaban de Dsemschid delante de Jesús como de un sabio rey del oriente que había vivido allá en las Indias, que poseía una daga, recibida de Dios, con la cual repartía y señalaba tierras y poblaba comarcas y esparcía bendiciones por donde pasaba. Le preguntaron a Jesús si sabía algo de él y de las maravillas que contaban de su paso sobre la tierra.
Jesús les respondió que Dsemschld había sido sólo un hombre prudente y sabio, según los sentidos y la naturaleza, que había sido un conductor de pueblos que había llevado su tribu y poblado a ciertas regiones con su gente, cuando empezaban a dispersarse, como sucedió después de Babel en mayor escala. Les dijo que había dictado ciertas leyes, y que otros conductores de pueblos habían existido, semejantes a él, cuando las razas no se habían corrompido tanto, como después sucedió.
Jesús les mostró, empero, cuantas fábulas se contaban de él y se inventaron; mientras en realidad Dsemschid no había sido sino un remedo y una falsa imagen del verdadero conductor de pueblos que había sido Melquisedec, sacerdote y rey.
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