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Nuestro Ejemplo
NUESTRO Señor Jesucristo vino a este mundo como siervo para suplir incansablemente la necesidad del hombre. "El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias" (S. Mateo 8:17), para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter.
Variadas eran las circunstancias y necesidades de los que suplicaban su ayuda, y ninguno de los que a él acudían quedaba sin socorro. De él fluía un caudal de poder curativo que sanaba de cuerpo, espíritu y alma a los hombres.
La obra del Salvador no se limitaba a tiempo ni lugar determinado. Su compasión no conocía límites. En tan grande escala realizaba su obra de curación y de enseñanza, que no había en Palestina edificio bastante grande para dar cabida a las muchedumbres que a él acudían. Encontrábase su hospital en los verdes collados de Galilea, en los caminos reales, junto a la ribera del lago, en las sinagogas, y doquiera podían llevarle enfermos. En toda ciudad, villa y aldea por do pasaba, ponía las manos sobre los pacientes y los sanaba. Doquiera hubiese corazones dispuestos a recibir su mensaje, los consolaba con la seguridad de que su Padre celestial los amaba. Todo el día servía a los que acudían a él; y al anochecer atendía a los que habían tenido que trabajar penosamente durante el día para ganar el escaso sustento de sus familias.
http://www.badongo.com/file/2195007
Nuestro Ejemplo
NUESTRO Señor Jesucristo vino a este mundo como siervo para suplir incansablemente la necesidad del hombre. "El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias" (S. Mateo 8:17), para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter.
Variadas eran las circunstancias y necesidades de los que suplicaban su ayuda, y ninguno de los que a él acudían quedaba sin socorro. De él fluía un caudal de poder curativo que sanaba de cuerpo, espíritu y alma a los hombres.
La obra del Salvador no se limitaba a tiempo ni lugar determinado. Su compasión no conocía límites. En tan grande escala realizaba su obra de curación y de enseñanza, que no había en Palestina edificio bastante grande para dar cabida a las muchedumbres que a él acudían. Encontrábase su hospital en los verdes collados de Galilea, en los caminos reales, junto a la ribera del lago, en las sinagogas, y doquiera podían llevarle enfermos. En toda ciudad, villa y aldea por do pasaba, ponía las manos sobre los pacientes y los sanaba. Doquiera hubiese corazones dispuestos a recibir su mensaje, los consolaba con la seguridad de que su Padre celestial los amaba. Todo el día servía a los que acudían a él; y al anochecer atendía a los que habían tenido que trabajar penosamente durante el día para ganar el escaso sustento de sus familias.
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