el mensaje del primer angel

12 Junio 2003
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La profecía bíblica nos dice que en nuestros días hay un mensaje que ha de capturar la atención de las multitudes "que moran en la tierra". La frase implica que, mientras la mayor parte de la gente está absorta en temas mundanos y triviales, un mensajero especial, que el apóstol San Juan identifica como el "primer ángel" proclamará a gritos, como por un megáfono, un mensaje que sorprenderá a todos: "Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado" (Apocalipsis 14:7). ¿De qué juicio se trata? ¿Del nuestro, o del de Dios?

Por mucho tiempo se ha creído que este mensaje trascendental significa que nosotros seremos juzgados, y lo hemos considerado una mala noticia. La idea de ser arrastrados ante un juez aterra a la gente. Sin embargo, en el idioma original, este anuncio del juicio podría también significar que es Dios quien va a ser juzgado. ¡En vez de ser el Acusador divino, Dios se sentará en el banquillo de los acusados!

¿Cómo puede ser posible tal cosa? Varias declaraciones de Jesús nos permiten comprender. A muchos les causa sorpresa oír esto, pero Jesús dijo: "El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo... por cuanto es el Hijo del Hombre" (Juan 5:22, 27). ¡El Juez es uno de nosotros! Además, el mismo Señor Jesús se niega terminantemente a ser juez de los que lo rechazan. Dice en S. Juan 12:47: "Al que oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo". Así es, el Señor juzgará a ciertas personas, a saber, solamente a quienes hayan creído en él, y el único veredicto que pronunciará sobre ellos es el de "inocente".

¿En qué consiste el gran mensaje de este "primer ángel"? Dios le presenta al profeta Juan, en la isla de Patmos, una visión especial: "Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el Evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado" (Apocalipsis 14:6, 7).

Detengámonos aquí por un momento, y notemos algunos detalles. En primer lugar, el ángel vuela por en medio del cielo, como lo hace un avión o un helicóptero. Es plenamente visible.

En segundo lugar, el mensaje que proclama no son malas noticias, sino Buenas Nuevas, es decir, el Evangelio eterno de salvación. No es el invento de algún evangelista ingenioso. Lo que el ángel proclama es el Evangelio eterno, y sale directamente de la Biblia. Además, no se trata de un asunto local, en una aldea cualquiera; es un mensaje y movimiento mundial.

Por último, el mensaje de este ángel se refiere tanto al al juicio de Dios como al nuestro. No es ningún secreto que la gran mayoría de "los moradores de la tierra" están enemistados con Dios, y piensan que tienen razón de sentirse así. Todos hemos nacido con una mente carnal, que es "enemistad contra Dios" (Romanos 8:7). Muchos lo culpan a él de sus dificultades, y en especial lo hacen responsable de las horrendas injusticias que afligen al mundo. Lo culpamos de los grandes terremotos, los tornados, huracanes, inundaciones y maremotos. Cuántas veces, ante una calamidad, escuchamos la frase: ¿Cómo pudo Dios permitir esta terrible desgracia?

Dios tiene muchos enemigos, pero es justo y generoso aun con ellos. El mensaje del primer ángel demuestra que nuestro Creador está dispuesto a exponerse a nuestras acusaciones. Muchos lo consideran un tirano vengativo, dispuesto a vaporizar a cualquiera que no esté de acuerdo con él. Pero Dios está dispuesto a ser juzgado, porque aun la gente buena tiene sus dudas en cuanto a Dios. Si todo lo puede, ¿por qué no hace algo por ayudar a este pobre mundo sufriente? Muchos acusan a Dios de ser indiferente. ¡Y ésa es una acusación muy seria!

La única forma en que puede defenderse de este cargo, es demostrar que hay alguna circunstancia fuera de su control que ha impedido o retrasado su intervención. Y así es, en efecto. La circunstancia existe; el problema es cómo probar esto ante la corte. En este juicio cósmico, la fiscalía y el jurado son los habitantes del mundo, y también los seres celestiales no caídos. Dios no quiere que lo sirvamos por temor. La Biblia dice que al fin hasta el diablo y sus secuaces tendrán que aceptar las evidencias de que Dios ha sido justo, para que entonces "toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2:11; véase Apocalipsis 15:4).

Pensemos en esto: Si el mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14 en cuanto a la hora del juicio se refiere sólo a nuestro juicio, muchas personas descuidadas e indiferentes dirán: "¿Qué me importa a mí? ¡Que me condene si quiere! No me importa". Pero cuando vean que han de testificar en cuanto al carácter de Dios en el juicio más grande de la historia, tendrán que despertar. Una motivación enteramente nueva trascenderá la preocupación hasta aquí suprema que han mostrado por su propia seguridad. Les será posible preocuparse por la reputación de Dios. Habrán descubierto un nuevo motivo para vivir por Jesús.

El mensaje de este primer ángel nos trae gloriosas y eternas Buenas Nuevas, mucho mejores de lo que creíamos. Cada creyente en Jesús puede hacer una contribución significativa a la exculpación de Dios. En Apocalipsis 14:7, el ángel dice "a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas".

"Temer" a Dios no significa tenerle miedo, como si estuviera a punto de apalearnos. La palabra que aquí se usa significa "tenerle reverencia", es decir, apreciar su carácter. Y eso es imposible si no vemos su amor revelado en el gran sacrificio que Cristo realizó en la cruz. De este modo, el mensaje del primer ángel es la mayor predicación de la cruz que haya escuchado este oscuro mundo en toda su historia. Por seis mil años los seres humanos han gozado de la vida, a menudo sin darse cuenta de quién ha hecho posible su vida y su gozo. Se hallan infinitamente endeudados con Cristo por todo lo bueno que han disfrutado, pero no captan esta realidad. Cada trozo de pan que nos llevamos a la boca lleva estampada la cruz de Cristo. Cada fuente de agua refleja esa cruz. La luz que brilla desde la cruz en este primer mensaje angélico, ilumina todos los capítulos de nuestra existencia, aun los más tenebrosos.

Amigo lector, al leer este mensaje, esta nueva revelación de las Buenas Nuevas de salvación, permite que tu corazón se sienta emocionado. Que tu reacción inmediata sea alabar el nombre de Dios. Y luego, sigue el mandato del ángel: "Dadle gloria". No por temor, o por seguir el ejemplo de los demás, sino porque tu anhelo ha llegado a ser honrar a tu Creador. Quieres que tu vida sea un testimonio a favor de Dios en el magno caso divino, un voto en favor de su inocencia. Tu gran deseo ha de ser reflejar siquiera algo de su gloria ante los demás. Y en tu corazón surgirá un gozo nuevo que hará que te sea fácil seguir a Jesús.

En situación paralela a la de este primer mensaje angélico se halla otro que contiene el mensaje de Jesús a la última iglesia en el mundo, justo antes de su segunda venida. Está registrado en Apocalipsis 3:14-21, y dice: "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (versículo 21). Estas palabras pintan un cuadro de estrecha intimidad con Cristo.

¿No se emociona nuestro corazón al asistir a la boda de dos personas que se aman? La intimidad con Cristo que refleja el mensaje del primer ángel hará que su pueblo se convierta en su esposa espiritual.

Este glorioso futuro es el resultado del mensaje del primer ángel. Su contenido tiene la virtud de preparar a un pueblo para este elevado destino. ¡Y usted y yo somos invitados a participar de este honor!

El mensaje del primer ángel incluye algo más. Terminemos de leer lo que dice: "...y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas" (Apocalipsis 14:7, ú. p.).

Durante 150 años el mundo (y muchas denominaciones) se ha visto inundado por las enseñanzas evolucionistas que comenzaron cuando Darwin publicó su libro El Origen de las Especies. Los frutos morales de esta enseñanza han envenenado la sociedad. Muchos ignoran que el terrible mal del nazismo que se apoderó de Alemania fue uno de los frutos de la enseñanza de la evolución a través de varias décadas, aun por pastores y profesores de seminario. Si no hubo tal cosa como una creación especial en seis días por un Creador personal que es también nuestro amante Padre celestial, entonces la sociedad se convierte en una selva en la cual un genocidio como el Holocausto llega a ser practicable.

Ahora, el mensaje del primer ángel nos llama a comprender que Dios es nuestro Creador. Engastado en este mensaje se halla el llamamiento a observar el sábado, séptimo día, que es el verdadero "día del Señor". Con su propio dedo, Dios escribió estas palabras que el primer ángel nos llama a recordar: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre... Acuérdate del día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra. Pero el sábado es el día de reposo del Señor tu Dios. No hagas ningún trabajo en él... Porque en seis días el Eterno hizo el cielo y la tierra... y reposó en el séptimo día. Por eso, el Señor bendijo el sábado y lo declaró santo" (Éxodo 20:2, 8-11).

¡Qué privilegio significa vivir en este cósmico Día de la Expiación, en que Dios está reuniendo un pueblo para sí, extrayéndolo del
mundo, de "Babilonia", de la "casa de servidumbre", para que sea su especial tesoro en todo el mundo!

Amigo, amiga de La Voz, allí donde Dios te haya puesto, es tu deber y sagrado privilegio darle honra y gloria, ser un testigo para él. Que Dios te guíe por los caminos de su gracia, que abunda mucho más que todo el mal con que el diablo nos pueda tentar. Y esto también es parte de las Buenas Nuevas, el Evangelio eterno que proclama el primer ángel de Apocalipsis 14.


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apocalipsis 14:6 y 7: Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
 
La última advertencia de Dios al mundo
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Vivimos en un mundo angustiado. Millones se preguntan qué les reserva el porvenir. Presienten que algo catastrófico ha de ocurrir. Tal como lo anunció nuestro Señor, hay "angustia de gentes,... secándose los hombres a causa del temor y expectación de las cosas que sobrevendrán a la redondez de la tierra (San Lucas 21:25, 26). Y a esa presión exterior de los acontecimientos se agrega otra interior que viene de los conflictos del alma, de una conciencia a menudo culpable. Esto lleva a muchos a la desesperación. Darían lo que no tienen por recibir un alivio, por ver una señal u oír un mensaje de liberación.
Gracias a Dios ese mensaje existe. Es un mensaje de vida para este mundo amenazado de muerte.



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Dios revela sus secretos
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Por cierto, ese mensaje proviene de Dios. Y no podría ser de otra manera, pues la sabiduría humana es impotente para explicar la causa de los acontecimientos que se desarrollan con creciente rapidez.
Sólo la Palabra de Dios puede darnos la clave de una interpretación exacta de ellos. Y únicamente los que estudian con diligencia los Escritos Sagrados, en particular las profecías referentes a nuestra época, pueden comprender la situación actual y saber a ciencia cierta cuál será su desenlace. La Santa Biblia declara:

Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas (Amos 3:7).

En efecto, a través de la historia cada vez que los seres humanos pasaron por períodos especiales de crisis, Dios se les reveló por medio de mensajeros providenciales. Estos dieron un mensaje divino maravillosamente adecuado a las circunstancias críticas de esa época y anunciaron de antemano lo que iba a acontecer para que los hombres pudieran prepararse y así hacer frente a esa situación.



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Los mensajes de Dios en el pasado
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Cuando la maldad de los antediluvianos llegó a un nivel tal que provocó la ira de Dios y lo impulsó a destruir el mundo por medio del diluvio, el Todopoderoso envió a los hombres de esa época una amonestación por medio de Noé. Este mensajero escogido dio fielmente el mensaje que Dios le había encomendado, anunciando la calamidad que había de caer sobre los hombres. Al mismo tiempo reveló el único medio por el cual podían salvarse: el árca.
Y dijo Dios a Noé: El fin de toda carne ha venido delante de mí; porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos. He aquí que yo los destruiré con la tierra. Hazte un área de madera de gofer: harás aposentos en el área. . . Y yo, he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Mas estableceré mi pacto contigo y entrarás en el árca tú, y tus hijos y tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo (Génesis 6:13,14,17, 18).

Durante 120 años Noé anunció el mensaje de Dios en medio de la oposición y las burlas de su generación. Nadie se preparó para hacer frente a los acontecimientos que anunciaba. Cuando llegó el momento de la destrucción, el Señor llamó a los animales, que respondieron a su voz y entraron en el árca con Noé y su familia. La salvación estaba al alcance de todos, pero nadie quiso aceptarla. Lacónicamente el relato sagrado declara:

Y no conocieron hasta que vino el diluvio y llevó a todos (San Mateo 24:39).

Cuando sonó la hora para que el Señor Jesús viniera a la tierra, Juan el Bautista fue enviado por él con un mensaje destinado a iluminar a los hombres de su tiempo. Anunció la venida del Mesías, y les enseñó cómo debían prepararse para ir al encuentro de su Dios. ¡Felices los que escucharon ese mensaje divino y lo siguieron!

El cumplimiento inexorable de las profecías anunciadas para el pasado es una garantía de que habrán de cumplirse las que se refieren a nuestra época presente.

En efecto, en el capitulo 14 del libro de Apocalipsis, Dios señala con siglos de anticipación, tanto su mensajero para este tiempo como el mensaje que le ha encomendado dar a todos los seres humanos. Usa para ello el símbolo de tres ángeles que vuelan en medio del cielo mientras den sus mensajes. Al estudiarlos nos asombra ver cuán maravillosamente concuerdan con las circunstancias actuales, y de qué modo extraordinario llenan las necesidades espirituales del mundo en general, y de las de cada uno de nosotros en particular. Estudiemos, estimado alumno, el primero de estos mensajes, ya que los estrechos límites de esta lección no nos permiten por ahora entrar en los dos que le siguen.




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El mensaje del primer ángel
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Veamos primeramente el mensaje del primer ángel:
Y vi otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle honra, porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas (Apocalipsis 14:ó, 7).

Es evidente que el ángel mencionado aquí es simbólico. Dios no manda a los ángeles a predicar el Evangelio. San Pedro, San Juan, San Pablo no eran ángeles, sino hombres. Esta porción del Apocalipsis se refiere a acontecimientos de los últimos días de la historia humana. Este ángel, y los dos que le siguen, no son literales, sino que simbolizan un movimiento, que, si bien es de origen divino, está compuesto ¡por seres humanos y dará estos mensajes al mundo justamente antes de la segunda venida de Cristo.

Existen actualmente muchas iglesias cristianas. ¿Cuál de ellas cumple con las especificaciones de esta profecía? Si logramos ubicarla estaremos sin duda en presencia de un movimiento genuinamente cristiano y, más aún, que actúa bajo la dirección de Dios y con su bendición, razón por la cual será más que conveniente prestar oídos a sus mensajes porque evidentemente son del cielo.



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El movimiento religioso que cumple la profecía
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La Voz de la Esperanza y su escuela Radio Postal creen sinceramente que el movimiento religioso que cumple esta profecía es el movimiento adventista. Pero antes de pasar a demostrarlo, deseamos dejar establecido que no predicamos a favor de una iglesia, sino que predicamos a Jesucristo. Las iglesias no salvan. Cristo es el Salvador. Las iglesias, en la medida en que se dejan dirigir por el Espíritu Santo, son instrumentos de mayor o menor eficacia que Dios emplea para la salvación de los hombres. Pero el Salvador es sólo el Señor Jesús. Resulta claro, sin embargo, tanto en sus características como en su plan de acción, que posee un sello divino que da una fuerza irresistible tanto a esa acción como a su mensaje. Eso es precisamente lo que ocurre con el movimiento adventista.
Dice el Apocalipsis:

Y vi otro ángel volar por en medio del cielo... (Apocalipsis 14:16).

El movimiento adventista vuela. Iniciado en 1844, hace poco más de cien años, se ha difundido con extraordinaria rapidez, y sus fieles se hallan en el 99% de todos los países del globo. El crecimiento sencillamente fantástico del adventismo es uno de los fenómenos más notables de la historia del cristianismo moderno.

El movimiento adventista vuela, además, por en medio del cielo. Llama la atención del mundo. Cada día más periódicos y revistas hablan de ese movimiento y de su obra, considerada admirable. Se han escrito varios libros acerca del mismo tema, verdaderos éxitos de librería, cuyos autores, notémoslo bien, no son adventistas.



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El evangelio eterno
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Volvamos a la Escritura:
...que tenía el evangelio eterno... (Apocalipsis 14:ó).

El movimiento adventista predica el Evangelio eterno, es decir, el mismo de siempre, puesto que no hay sino un plan de salvación. Predica el Evangelio de Jesús, ese hermoso, sublime y sencillo Evangelio que nos dice a las claras que somos pecadores pero que, a pesar de eso, Dios nos ama, y para librarnos del pecado, por amor a nosotros envió a su Hijo Jesucristo para que muriera por nosotros en nuestro lugar y para darnos su justicia inmaculada y su vida sin fin. Este es el Evangelio que todos debemos aceptar para que transforme con su poder nuestros corazones y podamos así hallarnos listos para el día de la venida del Señor Jesús.

Insistimos, el movimiento adventista predica el Evangelio eterno. Mientras una parte considerable de la cristiandad cae en el dispensacionalismo, es decir, en la creencia de que los hombres se salvan de distinta manera de acuerdo con la distinta dispensación-mosaica o cristiana-, el movimiento adventista enseña, basado en las Escrituras, que el plan establecido por Dios para la salvación de los pecadores es el mismo a través de los siglos y no ha variado nunca; en una palabra, es eterno.

También los resultados de la predicación del Evangelio son eternos: los redimidos vivirán eternamente en el reino de Cristo. Usted puede ser uno de ellos. Acepte al Señor Jesús como su Salvador personal, y el Evangelio tendrá resultados eternos en su propia vida.



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A todo el mundo
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Veamos cómo continúa Apocalipsis 14:6:
Para predicarlo a los que moran en la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo.

El adventismo predica el Evangelio a todo el mundo. En efecto, de acuerdo con las últimas estadísticas se halla extendido en el 99% de la superficie del planeta. Todos los creyentes están imbuidos del íntimo convencimiento de que es su deber supremo llevar o ayudar a llevar el Evangelio hasta el último rincón de la tierra. La Voz de la Esperanza y la Escuela Radiopostal colaboran con todo entusiasmo para cumplir esta tarea.



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Debemos temer y honrar a Dios
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Si pasamos ahora al versículo 7 de Apocalipsis 14, leemos primeramente:
Diciendo en alta voz: temed a Dios, y dadle honra...

El movimiento adventista anuncia en todo lugar: "Temed a Dios y dadle honra". Llegamos así a uno de los detalles oportunos del último mensaje de amonestación de Dios al mundo. Vivimos en una época en que casi ha desaparecido el temor de Dios. Y recordemos que "temor" en este caso no significa miedo sino amor. Muy pocos le den honra. Una vasta proporción de la población del mundo está sumergida en el materialismo. La religión de millones pareciera ser el dinero; la de muchos otros, los honores; la de otros incontables millones, el placer.

La violencia, ademas, sube de punto en todo el mundo. La carrera armamentista no tiene parangón en la historia. Las armas de destrucción en masa se acumulan peligrosamente en los lugares estratégicos del planeta.

Y al mismo tiempo aumentan el vicio y la delincuencia en forma tal que decir que vamos hacia Sodoma y Gomorra no es suficiente: ya estamos en Sodoma y Gomorra.

A esta época va dirigido el mensaje: "Temed al Dios y dadle honra", y ése es precisamente el pregón de la Iglesia Adventista.



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El mensaje de la hora del juicio
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Se lee en Apocalipsis 14:7:
...porque la hora de su juicio es venida...

El movimiento adventista predica decididamente que "la hora de su juicio es venida", es decir, ha llegado. Desde 1844 en adelante está proclamando que, de acuerdo con las maravillosas profecías de las Sagradas Escrituras, el juicio de Dios comenzó en ese mismo año. Esta es una doctrina de la Biblia y que subrayan los adventistas, y el hecho de que la profecía que venimos comentando esté anunciada, le da sello de autenticidad divina a este movimiento. (Si desea tener más información acerca de esta profecía, a su pedido le enviaremos más material de lectura).

Un detalle en relación con esto: los adventistas aparecieron en el escenario de la historia precisamente en 1844, cuando comenzó el juicio divino en el cielo (Daniel, capítulos 7-9), evidentemente para cumplir el cometido celestial de anunciar a todo el mundo, desde ese año en adelante, el mensaje de la hora del juicio. ¡Cuán maravillosos son los planes y las profecías del Señor!



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Adoremos al Creador
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El versículo 7 de Apocalipsis 14 concluye diciendo:
...y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas.

El movimiento adventista invita al mundo a que adore al Creador. Desde hace un siglo y medio, en los medios intelectuales, científicos y religiosos circulan teorías que pretender eliminar a Dios de la creación. Se enseña en forma dogmática que el relato bíblico de la creación es sólo una leyenda, y además que todos los seres vivientes, sin excluir al hombre, son el resultado de la evolución.

El movimiento adventista rechaza de plano tales afirmaciones. Es fundamentalista, es decir, cree que la Escritura es la Palabra de Dios y la verdad. Cree que lo que relata la Biblia es rigurosamente histórico. Cree por lo tanto que el relato de la creación es una realidad. Cree que Dios es el creador del mundo, de la vida y del hombre.

No es un movimiento retrógrado: cree en la ciencia verdadera y afirma, con sólida base, que la verdadera ciencia jamás ha estado reñida con la verdadera religión. Pero declara enfáticamente que la teoría de la evolución no es ciencia, sino simple y llanamente una teoría que nadie ha podido demostrar ni podrá hacerlo jamás.

A una humanidad enferma de estas doctrinas seudocientíficas le conviene escuchar el llamamiento a adorar al Creador, que es parte descollante del mensaje de Dios y éste debe ser anunciado de viva voz y por la pluma, por la prensa, la radio y la televisión, y también con el ejemplo.



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Conclusiones
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El Dios de la Biblia es un Dios de amor. Ama a sus criaturas con un amor inmenso, incomprensible. No hará nada sin anunciarlo por medio de sus mensajeros para que los seres humanos tengan la oportunidad de prepararse a fin de hacer frente a lo que ha de venir. Y con mayor motivo lo hace ahora, que se aproxima rápidamente el regreso en gloria del Hijo amado, Jesucristo. Por medio del movimiento adventista-moderno Noé; moderno Juan el Bautista-, está dando al mundo su último mensaje de amonestación. Pide a los hombres que teman a Dios y le den honra, porque la hora de su juicio ha comenzado, y que le adoren, pues es el Creador. Este es el mensaje del Señor. ¿Le prestará oídos usted, apreciado amigo? Dios quiera que sí.
No queremos terminar esta lección antes de invitarlo a meditar en la solemnidad que adquiere nuestra existencia cuando se apodera de nosotros el pensamiento de que vivimos en la hora del juicio. Puede ser que hoy, hoy mismo, se examine su vida en el tribunal celestial. ¿Está usted preparado? ¿Ha aceptado al Señor Jesús como su Salvador? Si él es su Salvador, no tendrá nada que temer. Dice la Palabra del Señor:

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al espíritu (Romanos 8:1).

Si Cristo no es todavía su Salvador personal, no demore ni un solo instante más: entréguele hoy mismo la vida a su Señor.

naranja