EL MARAVILLOSO CELIBATO SACERDOTAL

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5 Agosto 2001
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El sentido del celibato
El seguimiento especial del discípulo en el sacerdocio, al que Jesús no invita a todos sino a unos pocos, comporta una figura concreta que tiene unos perfiles ya claros en el evangelio (por ejemplo en Lc 9, 37ss). Cabe sintetizar esta figura –como ocurrió muy tempranamente en la Iglesia- en tres rasgos fundamentales: pobreza, obediencia y celibato. Estos tres términos no designas tres formas de vida aisladas y claramente separables entre sí, sino puntos de cristalización de una misma vida de seguimiento especial de Cristo.
El celibato se exige como condición para la ordenación en la Iglesia occidental y hoy, como tal, es objeto de debate.

-Cristo fue célibe. Esta constatación no es un mero dato sociológico cobre el estado civil casual de Jesús (soltero), si se tiene en cuenta, además, que el celibato era contrario a los usos judíos.
-Jesús recomienda el celibato, según la exposición del evangelio de Mateo, y explica su sentido: «Hay quienes eligen no casarse ... por el reino de los cielos. Quien pueda entender, que entienda» (Mt 19, 12). El celibato de Jesús se orienta, pues, al reino de Dios.
-Por eso los discípulos que Él destina al servicio específico del Reino deben abandonar todo: mujer, hijos, padre y madre.
-Jesús no fue célibe por comodidad ni por desprecio de la sexualidad o por miedo a la mujer, sino porque estuvo fascinado hasta lo más profundo por el reino de Dios. A esta “fascinación” invita también a los discípulos.
-Pablo llega más lejos que el evangelio de Mateo cuando dice: «A todos les desearía que vivieran como yo (célibes); pero cada uno tiene el don particular que Dios le ha dado; unos uno y otros otro» (1Cor 7, 7)
-No estar casado es un don especial porque «el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando complacer al Señor; el casado, en cambio, se preocupa de los asuntos del mundo, buscando complacer a su mujer, y tiene dos cosas más en qué pensar» (1Cor 7, 32s)
-Pablo nos propone así no un celibato en espera del reino de Dios, sino más bien como forma de existencia cristiana donde mejor se puede realizar la obediencia total al Señor. Quien pertenece al Señor (éste es el dato decisivo de la condición cristiana en Pablo) debe pertenecerle totalmente, y quien le pertenece totalmente no puede pertenecer a otra persona.
-Ante esta fundamentación del celibato, el verdadero problema para la Iglesia primitiva no fue el ser célibe sino el matrimonio, como tampoco fue problemática la pobreza sino la posesión de bienes.
-Sin embargo, se desvirtuaría totalmente el sentido del celibato por el reino de Dios descalificando el matrimonio o menospreciándolo. Al contrario, sólo quien siente, quizá dolorosamente, a lo que renuncia no casándose, sólo quien sabe que pede ser feliz en el matrimonio y encontrar en él su plenitud, es capaz de renunciar a él en sentido realmente cristiano.
-Pero este “renunciar” no significa un “menos amor”, sino una plenitud de amor que no puede limitarse a un consorte y a la propia familia y es capaz de hermanarse con muchas personas y considerar a muchos como su familia, como Jesús pudo decir señalando a sus discípulos: «Estos son mi madre y mis hermanos» (Mt12, 50)
-El celibato por el reino de Dios no sólo persigue la mayor amplitud del amor ni se limita a ser signo de libertad para el matrimonio; puede convertirse además en el testimonio quizá más expresivo de la llegada del Reino.
-En el amor entre dos personas está la promesa de una última plenitud de vida; pero la promesa se frustra, tiene que frustrarse. El amor humano es algo grande, lo máximo en el mundo; pero se limita a ser, en su forma superior, vislumbre y prenda, signo de esperanza para su propia plenitud última, que sólo Dios puede dar.
-Tampoco el célibe voluntario realiza el amor total, también participa del amor de Dios como el matrimonio. Pero el celibato mantiene, en su forma de vida “anormal”, de modo simbólico y visible, la idea de que uno puede basarse en una “promesa” que se mantiene: la promesa del Reino donde se cumple el anhelo de amor del ser humano.
-Es cierto que también el casado puede vivir esta actitud de fe esperanzada; puede y debe «portarse como si no estuviera casado» (1Cor 7, 29), es decir, sin considerar el matrimonio como un valor último, abriéndose al Señor que llega. En este sentido debe realizarse en todo matrimonio cristiano logrado un momento de celibato: la apertura del matrimonio y de los cónyuges a la plenitud mayor.
-Sin embargo en el célibe voluntario, esta apuesta incondicional por el Reino adquiere una figura visible, no queda en la interioridad oculta de la fe; tampoco es mero objeto de una confesión verbal, sino una realidad que él vive en todas las fases de su existencia, incluso en el plano corporal, sensitivo y emocional.
-El célibe se basa en una promesa incondicional y vive de ella.

El celibato sacerdotal
Celibato y sacerdocio aparecen unidos más estrechamente de lo que expresan las polémicas de los últimos años –ya estereotipadas-, sobre todo cuando se habla con frivolidad de la “rígida ley del celibato en la Iglesia”. El celibato sacerdotal significa dejarse embargar en el núcleo de la existencia por la tarea de la “representación” ministerial de Cristo. Tiene como consecuencia anunciar con una última radicalidad personal lo que constituye el centro de la actividad ministerial y tiene que abrazar el futuro sacerdote: que el reino de Dios ha llegado y «la apariencia de este mundo es pasajera» (1Cor 7, 31)
La existencia del sacerdote debe ser la confirmación de lo que él proclama constantemente y celebra sacramentalmente: la muerte y la resurrección de Cristo, la esperanza de su venida en gloria, la vida eterna, en la que «ni ellos ni ellas se casarán» (Mc 12, 25). ¿Qué otras alternativas hay? ¿cómo se puede dar testimonio de otro modo sobre el mundo venidero de Dios? ¿con las rectorías confortables de nuestros países occidentales? ¿o con un estilo de vida aburguesado que comparten muchos sacerdotes? ¿o con la influencia pública y la confusión con el poder civil que la Iglesia defiende aún en muchas partes del mundo? ¿no se necesita para la credibilidad de la predicación ministerial un testimonio que le “cueste” algo al ministro ordenado y dé constancia de que el predicador es el primer oyente de sus palabras?
El celibato del sacerdote libera para el servicio en los “asuntos de Cristo”. El padre de la “familia de Dios” y pastor de su grey debe vivir enteramente para ella y dar a su amor esa amplitud a la que ya Jesús invitó al asignar a sus discípulos “nuevos” hermanos, hermanas, madres e hijos (Mc 10, 30). Así, el celibato no es sólo un “signo escatológico”, sino que además tiene un gran sentido social en el servicio del pueblo de Dios: el sacerdote, con su celibato, llega a ser “el hombre para los demás”
La Iglesia Católica, al presuponer el celibato como requisito para la ordenación, da a entender claramente que sólo quiere como ministros a personas “carismáticas”, es decir, que hayan recibido los dones especiales del Espíritu santo y aspiren a más. Demuestra con esta praxis que le importa la unidad –ya documentada en la Escritura- de ministerio sacerdotal y existencia sacerdotal. El celibato es un signo elocuente de que quien “hace presente” ministerialmente a Cristo y, como tal, ha de salir fiador de la llegada del reino de Dios, vive también existencialmente este ministerio suyo.
Pobreza, obediencia y celibato, son tres consejos evangélicos en una unidad inseparable (Summa contra gentes III. Santo Tomás de Aquino), vienen a ser tres caras de un mismo prisma, de una vida que se entrega libremente a Dios, conforme al evangelio.
Cierto es que la Iglesia tolera con mucha condescendencia las faltas a la pobreza y la obediencia mientras que lucha enérgicamente por mantener íntegro el celibato ¿Qué sentido tiene luchar por el celibato desde una vida de honores, riqueza y aburguesamiento? Se ha de conseguir el celibato integrado en una vida íntegra de seguimiento, sólo así tiene sentido y es un signo convincente y respetado. Yo nunca he oído, por ejemplo, que se haya cuestionado el celibato de la madre Teresa (¿podemos imaginar casada a esta mujer?) o el de los hermanos de Taizé. Por eso conviene también reflexionar sobre la obediencia y la pobreza, para que el celibato sacerdotal quede integrado en su verdadero sentido, insertado armoniosamente en el proyecto de vida del sacerdote.
 
NO, NO, NO

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Mi estimado amigo, te comunico que has incumplido con la norma 12 de el forocristiano.com : :no: :no: :no: :no: :no:

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Auro
 
ok

ok

Está bien, no sabía yo esto... anque creo que es un tema bastante opuesto, lo pondré en el epígrafe que lo suscitó.
 
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