El lenguaje espiritual

3 Marzo 2003
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Uno de los engaños satánicos que tiene mucho éxito es hacer creer a la gente que el amor y la espiritualidad tienen una forma de expresión verbal, que se evidencia con el empleo de palabras suaves y edulcoradas, un tono aflautado y místico y un vocabulario mojigato. Pero Jesús dijo que son las obras las que revelan la condición espiritual. El Diablo suele usar buenas palabras pero sus obras y sus fines son malos. En los ambientes religiosos de este mundo ha calado muy bien esta filosofía, de modo que la mayoría de las personas que estudian en seminarios religiosos salen, no sé si por contagio ó por enseñanza, con una forma de hablar característica, una mirada beatífica y serena, y hasta una sonrisa cálida, sin pasarse, que pueden sostener en cualquier situación por adversa y crítica que sea.

Pero el pueblo llano, escarmentado, también ha desarrollado su instinto en forma sabia desconfiando de los que usan buenas palabras, y de ahí salió el popular refrán: “Ni una mala palabra ni una buena acción”. O “habla como un cura”, y el de “obras son amores y no buenas razones”. Con estos dichos advierte de que se tenga cuidado con las personas que emplean el lenguaje suave y amoroso, pero que no son de fiar, y que hay que fijarse en los hechos y no en palabras, miradas y sonrisas.

Cuando en la Biblia encontramos al Diablo hablando, en Génesis, en Job ó en la tentación de Jesús, su lenguaje es suave y hasta espiritual, desde luego no hay expresiones fuertes ni descalificantes ó acusaciones, pero sus obras… ¡Ay sus obras! En el principio engañar a Adán y Eva, en Job perjudicar al patriarca y en los evangelios desviar a Jesús del propósito de su misión salvífica. Hasta Judas hablaba bien, recordáis, “este dinero podía ser dado a los pobres”. ¡Que bueno Judas! ¡Que preocupación amorosa por los necesitados! ¿Y Pedro, cuando le hizo el juego a Satanás? Allí estaba diciendo a Jesús, pero hombre, ten compasión de ti, no bajes a Jerusalén, para que no te pasen esas cosas malas que dices. Pero aquella preocupación aparentemente tan amorosa, en cuya meditación podríamos extendernos largamente, no hizo la menor mella en Jesús quien le replicó bien poco amorosamente: ¡Quítate de delante de mí Satanás que me eres tropiezo!

Ahora vamos a las Escrituras, que es de donde sacamos el ejemplo y los modelos a seguir, para ver si el lenguaje de los profetas, de Jesús, de los apóstoles y de los escritores sagrados era del modelo de los alumnos de seminario y de los apóstoles de las sectas ó era contundente, mordaz, apasionado hasta el insulto, iracundo a veces, claro y directo siempre. Y si resulta ser así, luego hemos de convenir que el amor, la espiritualidad, la mansedumbre y la misericordia no se miden por esos parámetros, sino por el fruto.

La lengua que ofende a Dios es la lengua mentirosa, la que difama, la que se emplea para conspirar traicioneramente, la que maldice injusta e injustificadamente, las palabras vanas. Como dijo Jesús el hombre se contamina y contamina a otros cuando salen por su boca malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias. Pero la verdad nunca contamina. Es necesario refrenar la lengua del mal, pero no de la verdad. Los adventistas y de otras sectas, con las mejores y más piadosas palabras, extienden como hacían los fariseos, el mal depósito de la doctrina que mora en sus corazones. Los propósitos perversos de conseguir prosélitos que se aparten de la gracia. Y sirven al adversario de nuestro Salvador.

¿Qué palabras empleaba Juan el Bautista? Duras, durísimas. Llamaba a la gente cosas como “generación de víboras”. ¿Era un hombre poco espiritual por ello? Jesús dijo que ningún otro hombre había llegado a su altura. ¿No era amoroso? Si. Tanto que dio su vida por la verdad y amonestaba al pueblo para que volviese a la moralidad.

Jesús llevó el lenguaje de Juan el Bautista a un extremo mayor. De su boca salieron palabras muy fuertes. Para despertar y conmover las conciencias de los fariseos, los escribas, y el pueblo en general, encallecidas por una religiosidad falsa y una tradición apartada de la voluntad de Dios les llamó repetidamente hipócritas, insensatos, ciegos, hijos del diablo, adúlteros, perversos y hasta serpientes y también usaba la frase del Bautista: Generación de Víboras. No se salvó ni Herodes de sus apelativos y le llamó “zorra”. ¿No era amoroso Jesús? Nunca existió nadie con mayor amor que él, pero el amor, repito, se mide por sus obras: poner su vida por sus amigos, no adularlos ó complacerlos con palabras cuando caminan por la senda del mal.

El apóstol Pablo denunció la hipocresía espiritual de su pueblo (Rom. 2:21-23), y de todos cuantos están apartados de los caminos de Dios (Rom. 1:29-31). A los cristianos de Corinto les llamó carnales y envanecidos y denunció que algunos adulteraban la palabra de Dios para medrar. A uno que vivía con la mujer de su padre le llamó pervertido. A los que trastornaban a los creyentes con el legalismo les llamó obreros fraudulentos, falsos hermanos, malos obreros, perros, enemigos de la cruz de Cristo. Y expresó su deseo de que ojala fuesen mutilados ellos mismos y no solo sus prepucios. Acusó de blasfemos a Alejandro y Fileto. Denunció a quienes predicaban por envidia y rivalidad, y dijo que tenían el propósito deshonesto de fastidiarle. Dijo sin pelos en la lengua que Pedro y Bernabé se comportaron con hipocresía en Antioquia. ¿No era amoroso, ni espiritual Pablo?

El apóstol Juan, que nos parece que tenía un carácter más cariñoso, tampoco duda en calificar a los que no son hijos de Dios como hijos del diablo. Y llama mentirosos y anticristo a los que negaban que Jesús fuese el Cristo. No dice equivocados… confundidos… No, no. Anticristo. Y además dijo que a los que no trajesen la sana doctrina ni siquiera se les recibiese en casa.

Santiago, el hermano del Señor, el que dice que hay que refrenar la lengua, no duda un poco más adelante en su epístola de llamar “almas adúlteras” a los que quieren seguir a Dios y al mundo. Y no tiene palabras suaves para los ricos de este mundo cuando les acusa de tener podridas sus riquezas, de explotar y engañar a los pobres, de vivir en disolución, y hasta de matar a Cristo.

Judas, el autor de la epístola que lleva su nombre, emplea en ella más calificativos descalificantes que ningún otro en tan corto espacio: Impíos, soñadores, blasfemos, murmuradores, querellosos, aduladores, burladores, sensuales, nubes sin agua, dos veces muertos, son algunos de los epítetos que dirige contra los falsos profetas y maestros.

Tampoco Pedro se cuida de no herir los sensibles oídos de quienes escuchan su predicación ó el amor propio de quienes leen sus epístolas. El tono de su primer discurso fue contundente acusando al pueblo que tenía delante de rechazar a Jesús y entregarlo a Pilato, de pedir que se liberara antes a un asesino y de la misma muerte del Mesías. Duro, pero era verdad. En su epístola segunda, a los falsos profetas les llama burladores, impíos, atrevidos y contumaces, inmundicias y manchas, hijos de maldición, fuentes sin agua, esclavos de corrupción. Vaya lenguaje ¿no?

Las lisonjas, los halagos, las adulaciones y en resumen las palabras bonitas para el oído y para el ego de los que las escuchan están apartadas de la verdad de Dios. Ya el salmista advierte respecto a aquellos que no tienen sinceridad en su boca y la maldad y la muerte habita en su interior, pero su lengua habla lisonjas (Sal. 5:9).

Y Dios, por medio del profeta Jeremías (23:32), muestra su enemistad contra los que actúan como la Sra. White. Dice así: “He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová.” Hablaban bien bonito, usaban los halagos, pero traían sueños y visiones mentirosas para hacer errar al pueblo de Dios con sus mentiras.

Pablo previene a los cristianos de Roma contra aquellos que causaban divisiones y tropiezos contra la doctrina de la gracia. “No sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres”. ¿Cómo lo hacían? “con palabras suaves y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (Rom. 16:17, 18). Es decir, de los tontos que han creído el engaño de Satanás de que las palabras suaves y bonitas son el testimonio de ser un buen cristiano y espiritual. Así, como con vaselina, les meten las herejías. “Mi querido hermanito…”, “Que Dios le bendiga…” “usted que es tan espiritual y buena persona…”, “como le amo…”, y después de estas frases: mentiras, mentiras y mentiras.

Hace unos años me escribió un adventista, bueno un joven que recién había abandonado el adventismo. Me dijo. Me ofendió usted tanto con sus palabras, puesto que yo era adventista de varias generaciones y me consideraba un buen y fiel cristiano, que me puse a investigar todo aquello de lo que usted nos acusaba para descalificarle públicamente. Lo que sucedió es que usted tenía razón y lo que decía era verdad, así que después de una fuerte lucha interior abandoné el adventismo, para seguir a Cristo. Gloria a Dios, le respondí, ahora si eres mi hermano y aquí tienes mi apoyo para lo que te haga falta. A pesar de su juventud, apenas unos meses más tarde partió para estar con el Señor, descansando solamente en la gracia de la obra redentora de Jesucristo. Esa fue una de las mayores alegrías de mi vida.

Las reprimendas de lenguaje fuerte tienen una doble virtud a los que todavía conservan un corazón sensible les resuena como un látigo que agita sus conciencias para el arrepentimiento. Por el contrario a los hijos de perdición que ya tienen sus conciencias cauterizadas les ponen ciegos de ira. Los oyentes de Pedro se arrepintieron aquel día y fueron salvos tres mil. Los oyentes de Esteban, a quienes este interpeló duramente reaccionaron como también sabemos: “Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo… Al oír esto, se sintieron profundamente ofendidos, y crujían los dientes contra él. Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él”.

No importa la obra de Dios se cumplió en ambos casos. En uno para salvación y en otro para juicio, y pocos años más tarde uno de los que allí estaban gritando y aplaudiendo la muerte de aquel hijo de Dios, llegó a ser el apóstol Pablo.
 
Re: El lenguaje espiritual

Uno de los engaños satánicos que tiene mucho éxito es hacer creer a la gente que el amor y la espiritualidad tienen una forma de expresión verbal, que se evidencia con el empleo de palabras suaves y edulcoradas, un tono aflautado y místico y un vocabulario mojigato.
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Las reprimendas de lenguaje fuerte tienen una doble virtud a los que todavía conservan un corazón sensible les resuena como un látigo que agita sus conciencias para el arrepentimiento. Por el contrario a los hijos de perdición que ya tienen sus conciencias cauterizadas les ponen ciegos de ira. Los oyentes de Pedro se arrepintieron aquel día y fueron salvos tres mil. Los oyentes de Esteban, a quienes este interpeló duramente reaccionaron como también sabemos: “Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo… Al oír esto, se sintieron profundamente ofendidos, y crujían los dientes contra él. Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él”.

Tanto esfuerzo para llamar cabeza dura a los adventistas por parte de Pabloblanco y al citar la escritura no se da cuenta que su escupitajo hacia arriba le cae a el mismo y todo lo contrario a los adventistas.

Citemos el contexto completo de Esteban:
¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.r 52¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; 53 vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis. (Hch 7.51-53).

Pabloblanco, los israelitas resistieron al Espíritu Santo al no guardar la ley dada por Dios, el decálogo.

Un adventista jamás va a crujir los dientes contra alguien ¡que les acuse de querer guardar el decálogo completo!, todo lo contrario; los adventistas están con Esteban y menos contra Pabloblanco quien nos hace un cumplido, aunque sin ser ese su propósito, al "acusar" a los adventistas de enseñar lo que el Espíritu Santo nos dio para que no seamos cabeza dura en el pecado, para que sepamos lo que es pecado y acudamos a Dios en busca de primero perdón y después poder de su Santo Espíritu para guardar su ley.

1 Hijo mío, no te olvides de mi ley,
Y tu corazón guarde mis mandamientos;
 2 Porque largura de días y años de vida
Y paz te aumentarán.
 3 Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;
Atalas a tu cuello,
Escríbelas en la tabla de tu corazón; (2º pacto)
 4 Y hallarás gracia y buena opinión
Ante los ojos de Dios y de los hombres
(Pr 3.1-4).

En otro comentario Pabloblanco decía que no es hermano de los adventistas y la palabra de Dios le da la razón, de ahí que no hallamos buena opinión de Pabloblanco.
 
Re: El lenguaje espiritual

Uno de los engaños satánicos que tiene mucho éxito es hacer creer a la gente que el amor y la espiritualidad tienen una forma de expresión verbal, que se evidencia con el empleo de palabras suaves y edulcoradas, un tono aflautado y místico y un vocabulario mojigato. Pero Jesús dijo que son las obras las que revelan la condición espiritual. El Diablo suele usar buenas palabras pero sus obras y sus fines son malos. En los ambientes religiosos de este mundo ha calado muy bien esta filosofía, de modo que la mayoría de las personas que estudian en seminarios religiosos salen, no sé si por contagio ó por enseñanza, con una forma de hablar característica, una mirada beatífica y serena, y hasta una sonrisa cálida, sin pasarse, que pueden sostener en cualquier situación por adversa y crítica que sea.

Pero el pueblo llano, escarmentado, también ha desarrollado su instinto en forma sabia desconfiando de los que usan buenas palabras, y de ahí salió el popular refrán: “Ni una mala palabra ni una buena acción”. O “habla como un cura”, y el de “obras son amores y no buenas razones”. Con estos dichos advierte de que se tenga cuidado con las personas que emplean el lenguaje suave y amoroso, pero que no son de fiar, y que hay que fijarse en los hechos y no en palabras, miradas y sonrisas.

Cuando en la Biblia encontramos al Diablo hablando, en Génesis, en Job ó en la tentación de Jesús, su lenguaje es suave y hasta espiritual, desde luego no hay expresiones fuertes ni descalificantes ó acusaciones, pero sus obras… ¡Ay sus obras! En el principio engañar a Adán y Eva, en Job perjudicar al patriarca y en los evangelios desviar a Jesús del propósito de su misión salvífica. Hasta Judas hablaba bien, recordáis, “este dinero podía ser dado a los pobres”. ¡Que bueno Judas! ¡Que preocupación amorosa por los necesitados! ¿Y Pedro, cuando le hizo el juego a Satanás? Allí estaba diciendo a Jesús, pero hombre, ten compasión de ti, no bajes a Jerusalén, para que no te pasen esas cosas malas que dices. Pero aquella preocupación aparentemente tan amorosa, en cuya meditación podríamos extendernos largamente, no hizo la menor mella en Jesús quien le replicó bien poco amorosamente: ¡Quítate de delante de mí Satanás que me eres tropiezo!

Ahora vamos a las Escrituras, que es de donde sacamos el ejemplo y los modelos a seguir, para ver si el lenguaje de los profetas, de Jesús, de los apóstoles y de los escritores sagrados era del modelo de los alumnos de seminario y de los apóstoles de las sectas ó era contundente, mordaz, apasionado hasta el insulto, iracundo a veces, claro y directo siempre. Y si resulta ser así, luego hemos de convenir que el amor, la espiritualidad, la mansedumbre y la misericordia no se miden por esos parámetros, sino por el fruto.

La lengua que ofende a Dios es la lengua mentirosa, la que difama, la que se emplea para conspirar traicioneramente, la que maldice injusta e injustificadamente, las palabras vanas. Como dijo Jesús el hombre se contamina y contamina a otros cuando salen por su boca malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias. Pero la verdad nunca contamina. Es necesario refrenar la lengua del mal, pero no de la verdad. Los adventistas y de otras sectas, con las mejores y más piadosas palabras, extienden como hacían los fariseos, el mal depósito de la doctrina que mora en sus corazones. Los propósitos perversos de conseguir prosélitos que se aparten de la gracia. Y sirven al adversario de nuestro Salvador.

¿Qué palabras empleaba Juan el Bautista? Duras, durísimas. Llamaba a la gente cosas como “generación de víboras”. ¿Era un hombre poco espiritual por ello? Jesús dijo que ningún otro hombre había llegado a su altura. ¿No era amoroso? Si. Tanto que dio su vida por la verdad y amonestaba al pueblo para que volviese a la moralidad.

Jesús llevó el lenguaje de Juan el Bautista a un extremo mayor. De su boca salieron palabras muy fuertes. Para despertar y conmover las conciencias de los fariseos, los escribas, y el pueblo en general, encallecidas por una religiosidad falsa y una tradición apartada de la voluntad de Dios les llamó repetidamente hipócritas, insensatos, ciegos, hijos del diablo, adúlteros, perversos y hasta serpientes y también usaba la frase del Bautista: Generación de Víboras. No se salvó ni Herodes de sus apelativos y le llamó “zorra”. ¿No era amoroso Jesús? Nunca existió nadie con mayor amor que él, pero el amor, repito, se mide por sus obras: poner su vida por sus amigos, no adularlos ó complacerlos con palabras cuando caminan por la senda del mal.

El apóstol Pablo denunció la hipocresía espiritual de su pueblo (Rom. 2:21-23), y de todos cuantos están apartados de los caminos de Dios (Rom. 1:29-31). A los cristianos de Corinto les llamó carnales y envanecidos y denunció que algunos adulteraban la palabra de Dios para medrar. A uno que vivía con la mujer de su padre le llamó pervertido. A los que trastornaban a los creyentes con el legalismo les llamó obreros fraudulentos, falsos hermanos, malos obreros, perros, enemigos de la cruz de Cristo. Y expresó su deseo de que ojala fuesen mutilados ellos mismos y no solo sus prepucios. Acusó de blasfemos a Alejandro y Fileto. Denunció a quienes predicaban por envidia y rivalidad, y dijo que tenían el propósito deshonesto de fastidiarle. Dijo sin pelos en la lengua que Pedro y Bernabé se comportaron con hipocresía en Antioquia. ¿No era amoroso, ni espiritual Pablo?

El apóstol Juan, que nos parece que tenía un carácter más cariñoso, tampoco duda en calificar a los que no son hijos de Dios como hijos del diablo. Y llama mentirosos y anticristo a los que negaban que Jesús fuese el Cristo. No dice equivocados… confundidos… No, no. Anticristo. Y además dijo que a los que no trajesen la sana doctrina ni siquiera se les recibiese en casa.

Santiago, el hermano del Señor, el que dice que hay que refrenar la lengua, no duda un poco más adelante en su epístola de llamar “almas adúlteras” a los que quieren seguir a Dios y al mundo. Y no tiene palabras suaves para los ricos de este mundo cuando les acusa de tener podridas sus riquezas, de explotar y engañar a los pobres, de vivir en disolución, y hasta de matar a Cristo.

Judas, el autor de la epístola que lleva su nombre, emplea en ella más calificativos descalificantes que ningún otro en tan corto espacio: Impíos, soñadores, blasfemos, murmuradores, querellosos, aduladores, burladores, sensuales, nubes sin agua, dos veces muertos, son algunos de los epítetos que dirige contra los falsos profetas y maestros.

Tampoco Pedro se cuida de no herir los sensibles oídos de quienes escuchan su predicación ó el amor propio de quienes leen sus epístolas. El tono de su primer discurso fue contundente acusando al pueblo que tenía delante de rechazar a Jesús y entregarlo a Pilato, de pedir que se liberara antes a un asesino y de la misma muerte del Mesías. Duro, pero era verdad. En su epístola segunda, a los falsos profetas les llama burladores, impíos, atrevidos y contumaces, inmundicias y manchas, hijos de maldición, fuentes sin agua, esclavos de corrupción. Vaya lenguaje ¿no?

Las lisonjas, los halagos, las adulaciones y en resumen las palabras bonitas para el oído y para el ego de los que las escuchan están apartadas de la verdad de Dios. Ya el salmista advierte respecto a aquellos que no tienen sinceridad en su boca y la maldad y la muerte habita en su interior, pero su lengua habla lisonjas (Sal. 5:9).

Y Dios, por medio del profeta Jeremías (23:32), muestra su enemistad contra los que actúan como la Sra. White. Dice así: “He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová.” Hablaban bien bonito, usaban los halagos, pero traían sueños y visiones mentirosas para hacer errar al pueblo de Dios con sus mentiras.

Pablo previene a los cristianos de Roma contra aquellos que causaban divisiones y tropiezos contra la doctrina de la gracia. “No sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres”. ¿Cómo lo hacían? “con palabras suaves y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (Rom. 16:17, 18). Es decir, de los tontos que han creído el engaño de Satanás de que las palabras suaves y bonitas son el testimonio de ser un buen cristiano y espiritual. Así, como con vaselina, les meten las herejías. “Mi querido hermanito…”, “Que Dios le bendiga…” “usted que es tan espiritual y buena persona…”, “como le amo…”, y después de estas frases: mentiras, mentiras y mentiras.

Hace unos años me escribió un adventista, bueno un joven que recién había abandonado el adventismo. Me dijo. Me ofendió usted tanto con sus palabras, puesto que yo era adventista de varias generaciones y me consideraba un buen y fiel cristiano, que me puse a investigar todo aquello de lo que usted nos acusaba para descalificarle públicamente. Lo que sucedió es que usted tenía razón y lo que decía era verdad, así que después de una fuerte lucha interior abandoné el adventismo, para seguir a Cristo. Gloria a Dios, le respondí, ahora si eres mi hermano y aquí tienes mi apoyo para lo que te haga falta. A pesar de su juventud, apenas unos meses más tarde partió para estar con el Señor, descansando solamente en la gracia de la obra redentora de Jesucristo. Esa fue una de las mayores alegrías de mi vida.

Las reprimendas de lenguaje fuerte tienen una doble virtud a los que todavía conservan un corazón sensible les resuena como un látigo que agita sus conciencias para el arrepentimiento. Por el contrario a los hijos de perdición que ya tienen sus conciencias cauterizadas les ponen ciegos de ira. Los oyentes de Pedro se arrepintieron aquel día y fueron salvos tres mil. Los oyentes de Esteban, a quienes este interpeló duramente reaccionaron como también sabemos: “Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo… Al oír esto, se sintieron profundamente ofendidos, y crujían los dientes contra él. Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él”.

No importa la obra de Dios se cumplió en ambos casos. En uno para salvación y en otro para juicio, y pocos años más tarde uno de los que allí estaban gritando y aplaudiendo la muerte de aquel hijo de Dios, llegó a ser el apóstol Pablo.


Yo he escuchado de Satanistas que los espíritus hablan muy adecuadamente.
Buen tono de voz y coherencia. Y solamente se transforman cuando son descubiertos y reprendidos por el Espíritu Mayor, así como le dicen a Dios.

Buen tema hermano, ya que muchos creen que Dios es un mojigato cuando habla, así lo ven muchos con la sutileza de hablar de cierto espíritu que se aparece por lugares del mundo en forma de mujer, dizque dando revelaciones y profecías y llorando dizque por la humanidad.
Así piensan que Dios es un suave. Y sus mentes estan tan convencidas, que cuando son duramente reprendidos, se ofenden y se sienten mal.

Infantilismo y como se dice en mi país "ñañequerías". Pero cuando estan pecando libertinamente ahí cada uno está madurito.

El que tiene oido para oir que oiga, y los que tienen el velo descubierto saben que la verdad los hizo libres.

Que Dios les bendiga.