EL JUICIO DE LAS NACIONES Y EL CONO SUR AMERICANO

28 Febrero 1999
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EL JUICIO DE LAS NACIONES Y EL CONO SUR AMERICANO
I - Paraguay y el Mercosur
Introducción
(Ídem. II - Bolivia y Chile)
En Mateo 25:31-46 tenemos el anuncio del juicio de las naciones, complementario al de las doce tribus de Israel según Mt. 19:28. No es posible
calcular el cuándo acontecerá todo esto, aunque sin duda precederá o inaugurará el reinado milenial de Cristo sobre la tierra.
La esperada segunda venida de Cristo - en su primer aspecto, para arrebatar a su iglesia -, ha de ser imprevista y súbita. Desde este momento se acelerará el
reloj profético, pues se manifestará el Anticristo y comenzará el período de
siete años que culminará con la gran tribulación (desde su segunda mitad) con
el segundo aspecto del regreso del Señor con los suyos, en que librará a Israel, destruirá a sus enemigos y juzgará a las naciones.
Como cristianos, muy mediocres deberíamos ser para contentarnos con tener
asegurado nuestro lugarcito en el cielo. Nuestro terruño y tantas personas y
cosas que amamos han de quedar atrás cuando nosotros partamos; aunque no
necesariamente en forma definitiva. Todavía estamos a tiempo para hacer todo el bien que podamos, conforme el Señor permita y nos dé su gracia.
Quienes amamos nuestra patria, nuestro suelo y nuestra gente, todavía (“a
Dios orando y con el mazo dando”) podemos interceder eficazmente ante el
trono de la gracia, y testificar en todo tiempo a grandes y pequeños, que las
naciones y no sólo los individuos deben prepararse para el inminente juicio.
Por el momento el Señor sólo me ha despertado con respecto al Cono Sur de
nuestro continente. Seguramente el Espíritu de Dios ha de suscitar otros
siervos suyos para que adviertan de esta realidad en las demás regiones del
mundo.
Nosotros no podemos cambiar la historia, porque lo que ocurrió ya pasó y no
hay modo de revertirlo. Pero de la misma manera que el pecador arrepentido
hace restitución hasta donde puede de las injusticias que cometió, también a los pueblos y naciones Dios les da oportunidad para que se arrepientan y
reparen en lo posible los daños hechos a sus hermanos y vecinos.
(Hasta acá, igual que en el mensaje II - Bolivia y Chile).

Seguramente que la injusticia más grande jamás cometida por los pueblos de
la región (Cono Sur americano) fue la guerra de la Triple Alianza (Argentina,
Brasil y Uruguay) contra el Paraguay durante los años 1865/1870.
No es este el lugar para explicar o discutir las causas y razones de dicha
guerra, sólo basta decir que quedó devastado y despoblado el hasta entonces
país más progresista de Sudamérica, en lo que fue prácticamente un genocidio.
Las clases políticas de nuestros respectivos países nada harán por contar la
verdadera historia, porque con la que nos han legado han quedado cubiertos
de gloria infames criminales de alguna manera vinculados a sus partidos
políticos. Pero los ciudadanos del cielo (Fil.3:20) tenemos las manos libres y
la lengua suelta de modo que nuestras conciencias queden limpias y en paz no
bien protestemos (como buenos protestantes que somos) contra toda impiedad e injusticia de los hombres, pues sabemos que la ira de Dios se
revela desde el cielo contra los que solapadamente detienen la verdad (Ro.1:18).
¿Qué pueden hacer ahora con Paraguay sus otros tres socios del Mercosur?
Ya no es asunto de devolver territorios ni de resarcirlo de la ruina en que
dejaron al país. Pero sí es posible darle un trato preferencial dentro del
Mercosur, facilitándole todas las ventajas posibles en todos los órdenes, no
solamente en el económico y comercial, sino en áreas de la educación, salud y seguridad.
La mediterraneidad del país en parte ha sido paliada por la apertura de los puertos uruguayos para las operaciones de trasbordo y reembarco para las
exportaciones e importaciones desde y hacia Asunción, pero se impone una
nueva supercarretera (con línea férrea paralela) en una recta desde Villa Hayes (pasando por Filadelfia) hasta Gral. E.A.Garay, y de allí atravesando
toda Bolivia en otra recta según el terreno lo permita, cercana a las ciudades
de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, y desde allí por el corredor marítimo
(véase el otro epígrafe) hasta la costa del Pacífico. Si hoy nos parece casi que
de película lo que hicieron los ingleses hace siglo y medio tendiendo vías férreas a través de regiones hasta entonces inaccesibles de nuestros países,
con equipamientos que ahora consideramos obsoletos, la moderna tecnología
podría hacer todo esto una realidad en menos tiempo de lo que imaginamos.
Los principales países interesados en financiar y coparticipar de este proyecto
serían los del sudeste asiático, más Indonesia, Singapur, Australia y Nueva Zelanda, pues serían reducidos los fletes en el intercambio comercial. Aunque
todo Paraguay sería enormemente beneficiado, contribuiría considerablemente al desarrollo de la Región Occidental (Alto y Bajo Chaco).
Los departamentos del Boquerón, Alto Paraguay y Presidente Hayes no
solamente tendrían para sus productos rápida y abaratada salida para nuevos
mercados del Lejano Oriente y Oceanía, sino que hasta sería de esperar
inversiones de aquellos países y la instalación de nuevas industrias. Todo esto
seguramente llevaría a una interesante inmigración de trabajadores especializados en la región más despoblada del país (los tres departamentos
mayores en territorio son los menores en población). Por supuesto que se
incrementaría el turismo, y la creatividad de los lugareños sería incentivada
para el descubrimiento, cuidados e instalación de las necesarias infraestructuras en los sitios de interés turístico. Los mismos paraguayos no
atinan a darse cuenta de su propia potencialidad, en una inconmensurable
riqueza que reúne en su territorio la belleza del paisaje, el encanto de su gente
y todo el colorido de su folklore y tradiciones. Los intelectuales y artistas están ya volviendo, pero muchos jóvenes decepcionados pugnan por irse. Si
Dios bendice Paraguay, como creo, la emigración se detendrá, y cientos de
miles regresarán con todo lo bueno que hayan obtenido en el extranjero.
Ruego pues a mis hermanos cristianos argentinos, brasileños y uruguayos, que oremos a Dios por nuestros gobernantes y conciudadanos, a fin de crear
una conciencia restitutiva, que propendiendo al mayor bien de un pueblo hermano al que en el pasado hemos dañado, ahora le demos como frutos de
nuestro arrepentimiento la oportunidad de levantarse con nuestra fraterna ayuda. Si así lo hacemos, la prosperidad de Paraguay necesariamente repercutirá en los demás socios del Mercosur.
Esto no es un movimiento político, sino la visitación divina en misericordia y
gracia por la que oramos y esperamos.
Os saludo en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Ricardo Estévez Carmona.