El Impacto de la PALABRA

2 Junio 1999
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El Impacto de la PALABRA

Nací en el año 1946. Me crié en un hogar católico, pero nominal. De todos modos fui educado en colegios privados religiosos: franciscanos, monjas de San Vicente Paul...
Era católico practicante desde que tenía uso de razón. No había quien me sacara de la teología católica-romana. No hacía caso a otras doctrinas (aunque en el Evangelio está la verdad), pues nos decían: no hagáis caso a los protestantes porque ellos no creen en la Virgen. Son herejes....

Hice la comunión con nueve años en el colegio de los Padres Franciscanos de Cartagena. Acataba, y todo me parecía verdad en cuanto a la religión católica. En Cartagena había iglesia evangélica, donde el Evangelio era proclamado para salvación por medio de Jesucristo a todas las personas. Cuando íbamos de camino al colegio, si teníamos que pasar por delante de algún lugar llamado "protestante", para nosotros era como una aventura, pues se pensaba, ¿qué harán ahí dentro?

Veneraba las imágenes, creía en la doctrina de la transubstanciación, en el purgatorio, en el limbo, en las misas de difuntos o por los difuntos. Inocentemente, (pues no conocía otra cosa) salía contento cuando confesaba, pues decía: "Señor, si muriese ahora iría al cielo, pues no tengo pecado".

Me gustaba hacer pequeñas obras, también sacrificios por personas, pero en cierta ocasión, me dijo mi padre: "Aunque vayamos a visitar a tal virgen, es una costumbre, pues la Biblia dice que no te harás ninguna imagen ..." (me citó Éxodo 20:4,5). Y él no era evangélico, ni siquiera católico practicante. Pero en tiempos oyó esta palabra y me la dijo a mí, sin saber él, que eso iba a traer otras consecuencias.
Quiero decir: mi padre oyó una vez Éxodo 20:4-5, y a él no le hizo impacto, y sin darse cuenta, él me dijo lo que había oído decir.
Cuando yo oí que el Señor no quería la idolatría, dije con amargura: Dios mío, estoy engañado, y si Tú prohíbes las imágenes también prohíbes otras cosas que practica el catolicismo: misas, sacrificios, purgatorio, limbo, confesión auricular, comuniones con la oblea consagrada etc., etc.
Me quedé de una pieza al entender en pocos momentos todo esto. Asistí a una iglesia evangélica, como buscando la verdad allí e intuyendo que allí se proclamaba la verdad en cuanto a la Palabra de Dios.

De todos modos, la religión católica me tiraba y hasta sentía pena por tener que, quizás alguna vez, dejarla. Pues los que hemos sido criados en el romanismo es muy difícil dejarlo, aunque sepamos la verdad de Dios.
Consultaba con sacerdotes y al momento me dejaban convencido, pero no, por la calle ya empezaba mi cabeza a dar vueltas y entendía que la verdad estaba en el Evangelio (en aquel tiempo, en mi ignorancia, decía: religión evangélica).
Ocurrieron cosas, y al final estuve en un convento. En el convento había que celebrar misas por los difuntos. Yo estaba en la oficina del convento y mi trabajo consistía en recortar esquelas mortuorias y, entonces, hacía infinidad de circulares para enviar a las direcciones de los familiares del difunto, para decirles que celebraríamos misas por su alma. Ellos enviaban dinero.
Jamás pensé que yo iba a ser un hijo de Dios por haber sido salvo por el Mismo Dios hecho Hombre: Jesucristo.
Puedo comparar mi experiencia con la parábola del sembrador, pues lo que mi padre escuchó de Éxodo 20:4,5, cayó en mí. A él se le escapó una semilla y vino a crear inquietudes en mí.
Salí del seminario, pues mi vocación, o lo que fuera, no se vio muy claro. Hice el servicio militar, después busqué una iglesia evangélica. Corría el año 1969/70 y el 4 da abril de 1971 di testimonio delante de muchos testigos confesando que Cristo es mi Salvador.
Entendí que la salvación nos es dada por gracia mediante la fe en la obra salvadora de Jesús.
Éramos tan ignorantes que cualquiera nos engañaba, y se nos enseñaba que la salvación viene por obras y por medio de confesiones y viáticos.
Hoy puedo entender que Cristo tuvo que morir por sus criaturas, tuvo compasión en su corazón y vio nuestra miseria, nuestra impotencia, y se ofreció al Padre para ser Él, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Gracias a Él somos salvos de la ira venidera. Él derramó Su preciosa sangre en la cruz y resucitó y está en el cielo, y de allí vendrá el día, que Él ha establecido, para llevarse a sus hijos redimidos.

Amo a mis compañeros de seminario y pido a Dios por ellos. Algunos son sacerdotes y se escandalizarán de lo que yo digo. Pero les amo y deseo que ellos encuentren al Cristo crucificado y resucitado, y puedan, por medio de la fe en Él, tener ese gozo de la salvación. Como dice la Palabra de Dios: "Los que miraron a Él fueron alumbrados y sus rostros no fueron avergonzados" (Salmo 34:5).

V. Mora

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GLORIA A DIOS !!:srojo: :sazul:

Dios quiera hermana, que no solo este sino muchos procedan a buscar a su Senior con todo su corazon, con toda su alma y con todas sus fuerzas. :idea:: idea::idea:

BEndiciones en Cristo...:radiante:
 
A M E N