El ''Gran Toque de Shofar''

28 Junio 2007
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Iamim Noraim

El norteamericano Robert Miller, a partir de la anécdota de un grupo de gente que quiso romper el récord de la mayor cantidad de personas tocando el shofar al mismo tiempo, evoca los recuerdos de su infancia que el shofar le suscita. Comida en lo de la bobe, ir al templo siendo niño... seguramente con esta nota todos nos sentiremos identificados.

No rompieron el record mundial de “la mayor cantidad de shofarot tocados al mismo tiempo” – ese record lo tiene la Federación Judía de North Shore de Boston- ya que se habrían necesitado 798 entusiastas haciendo sonar 798 cuernos de carnero para poder romper esa marca. Pero las 277 personas que tocaron el shofar en el parque Overpeck en Leonia el domingo pasado, sin duda hicieron historia y llenaron el aire de un imponente sonido.

Bajo un cielo azul y soleado, con una temperatura de 30 grados, el “Great Shofar Blowout” (“Gran Toque del Shofar”), esponsoreado por la Federación Judía de New Jersey Norte y oficialmente autorizado por la gente del Record Mundial Guiness, se quedó corto con el número de gente requerido para ostentar un record, pero eso no empañó el entusiasmo de la gente.

La Federación esponsoreó el evento y aprovechó para lanzar en el marco de tan insólito encuentro la campaña “Israel@60”, que consiste de un año entero de eventos culturales y religiosos que tendrán lugar en las escuelas locales, sinagogas y otros centros del área, con motivo del 60 aniversario del Estado de Israel.

Yo tengo una conexión personal con el “Great Shofar Blowout” que antecede al evento de este domingo. Se remonta al verano de 2004, cuando vi un artículo acerca de una federación judía en las afueras de Boston que intentaría marcar un récord Guiness por la mayor cantidad de shofarot tocados al unísono. Era una oportunidad que no podía perderme, ni que permitiría que se perdiera mi hijo Jonathan, que entonces tenía 15 años.

¿Quién se iba a imaginar que un grupo judío saldría con la idea de establecer un récord mundial que se relacionara con el Shofar? ¡Qué idea tan extraña!

Luego de haberme comprometido a manejar por 4 horas hasta Boston, y de haber convencido a Jonathan de que ir sería la cosa más “cool”, algo me sonó extraño. “El Gran Toque de Shofar”, no estaba en sintonía con lo que la experiencia del shofar significaba para mí.

Cuando pienso en el sonido del shofar, me transporto al departamento de mis abuelos en Forest Hills. Mi familia se había mudado de la ciudad cuando yo tenía 6 o 7 años, pero durante muchos años pasamos Rosh Hashaná en Forest Hills con mis abuelos maternos. Solíamos cargar el auto, cruzar el puente Whitestone, y emprender el viaje. En cuanto entrábamos al edificio yo podía oler Rosh Hashaná, y trepaba las escaleras del lobby, corriendo hacia el departamento de mi abuela. El olor de la sopa de pollo y farfalej (mi plato preferido), mezclado con la esencia de la jalá (recién horneada), impregnaban el hall.

El Centro Judío de Forest Hills, la sinagoga en donde mis abuelos concurrían, estaba justo enfrente. Para mí, un niño de primer grado, era el templo más grande del mundo. Había 1500 personas. Yo era feliz en el saturado minian. Era un lugar especial, con un rabino especial que tenía el pelo blanco y una voz profunda, que parecía armonizar con una fecha en que se nos llama a rezar y escuchar 100 toques de shofar. Ese rabino era Max Arzt, el vice-canciller del Seminario Teológico Judío.

En la extraña ocasión de que alguien hablara durante el servicio, todo lo que Rabbi Artz tenía que hacer era toser. A veces, hacía algún comentario sarcástico acerca de hablar durante la tefilá. Sin embargo, jamás regañaba a su congregación. Al final de los servicios, el rabino se paraba junto a la puerta para poder saludar a cada uno de los congregantes y desearles “Shaná Tová”. Siempre me honraba el hecho de que pareciera recordarme año a año.

Para mí era muy difícil quedarme quieto y prestar atención al servicio, en parte por mi edad, y en parte porque no sabía leer hebreo. Mi padre, que tampoco leía hebreo, me señalaba las partes donde había lecturas en inglés. Solía poner el majzor en el respaldo de la silla que estaba delante nuestro, tomar mi pequeña mano y leer junto conmigo mientras señalaba las palabras. Hoy, cinco años después de su muerte, cambiaría un año de mi vida por tomar su mano al menos 5 minutos.

El momento cumbre del servicio era siempre el toque del shofar. Mientras leíamos los salmos introductorios, podía sentir que la congregación se estaba preparando para el llamado de Hashem al arrepentimiento. Nadie se atrevía a hablar. Todos se ponían de pie y los padres silenciaban a sus hijos mientras esperaban que Rabbi Artz anunciara el primer “tekiá”. El shofar era poderoso. Era ensordecedor. Inspiraba respeto. Era el pueblo de Israel llamando a Di’s.
Esa era mi experiencia con el shofar, y no el “Gran Toque del Shofar”. Pero eso fue antes, y esto es ahora, y si 277 personas tocan el shofar al mismo tiempo para mandar un mensaje a Di’s, eso también es bueno.

Cada Rosh Hashaná y cada Iom Kipur, el pueblo judío se une y llama colectivamente a Di’s. Escúchanos. Sé piadoso con nosotros y garantizanos un año de salud, paz y felicidad.

Shaná Tová!


Por Robert Miller
Traducido y adaptado de Jewish Standard