pego aquí una carta al director aparecida en un periódico en el que se refleja la opinión sobre un documental sobre los cartujos de un ateo. Es interesante que al final reconozca que a su vida le falta algo.
INEXPLICABLE parece el éxito de una película que desarrolla íntegra la vida cotidiana de un monasterio de clausura. El gran silencio , con varios premios, en realidad no es más que un documental especialmente refinado que se está convirtiendo en película de culto para muchos. No tiene comentarios ni otra música que la que cantan los monjes cartujos cuando rezan, sus palabras. Acostarse sobre duras camas de tablas y paja, en un monasterio de aires góticos con el frío invierno alemán se convierte en una gran sensación para el público. ¿Se puede comprender que en el siglo XXI, después de una Ilustración que consideraba inútiles a los monjes contemplativos, algo así pueda ser atractivo?
Unos seres humanos se reúnen y abandonan el mundo para encerrarse voluntariamente en el monasterio. Un director iluminado, Philip Gröning, decide grabar su vida cotidiana y el resultado es extraordinario. No se trata de asombrarse porque viven prescindiendo casi de todo o porque todas las noches se levantan en mitad de la oscuridad a iluminarse el espíritu con sus oraciones. Es la eternidad, el tiempo cuando se para. Lo que hallamos es la libertad frente a las cosas que en este mundo suelen arrastrarnos, frente a una vida frenética. La cámara al final ha recogido misteriosamente lo que tanto nos falta hoy, la dimensión espiritual, agobiada en nuestras vidas llenas de objetos y placeres pero a menudo infelices. La riqueza de una vida hacia dentro, que explore los tesoros del alma y de la infinitud, de lo que llamamos divino, es lo que emerge en unas personas que desde lejos parecerían locas. Hasta ateos y libertinos salen conmovidos al sentir la riqueza de quienes cultivan su interior renunciando a lo exterior. Los versos de San Juan de la Cruz indican el Camino de Perfección en idéntica dirección: Olvido de lo Criado;/ memoria del Criador;/ atención al interior;/ y estarse amando al Amado. O dicho de modo más científico y feo: para mirar las estrellas hay que reducir la luz abajo, no distraer la contemplación. Para escuchar el sonido del horizonte hay que tener silencio alrededor. Para saborear el todo hay que dejar en cierto modo las partes. Paradojas que el cristianismo suele mostrar como doctrina elemental, y no tan lejos están en el budismo zen: para ganar hay que saber perder; para tener todo, renunciar; para la resurrección, la cruz; para vivir eternamente, morir, etcétera. El mundo es una paradoja también para los que lo amamos y queremos disfrutar sus placeres. Pero los que ya estamos de vuelta de muchas delicias, porque hemos probado demasiadas, descubrimos que la esencia no está en ellas ni en la persecución de objetos deseados sino dentro de nosotros mismos, allí donde el Dios nos habita, según los místicos. Sólo hay que pararse a escucharlo: el gran silencio a veces habla con palabras no pronunciadas que marcan la vida entera.
INEXPLICABLE parece el éxito de una película que desarrolla íntegra la vida cotidiana de un monasterio de clausura. El gran silencio , con varios premios, en realidad no es más que un documental especialmente refinado que se está convirtiendo en película de culto para muchos. No tiene comentarios ni otra música que la que cantan los monjes cartujos cuando rezan, sus palabras. Acostarse sobre duras camas de tablas y paja, en un monasterio de aires góticos con el frío invierno alemán se convierte en una gran sensación para el público. ¿Se puede comprender que en el siglo XXI, después de una Ilustración que consideraba inútiles a los monjes contemplativos, algo así pueda ser atractivo?
Unos seres humanos se reúnen y abandonan el mundo para encerrarse voluntariamente en el monasterio. Un director iluminado, Philip Gröning, decide grabar su vida cotidiana y el resultado es extraordinario. No se trata de asombrarse porque viven prescindiendo casi de todo o porque todas las noches se levantan en mitad de la oscuridad a iluminarse el espíritu con sus oraciones. Es la eternidad, el tiempo cuando se para. Lo que hallamos es la libertad frente a las cosas que en este mundo suelen arrastrarnos, frente a una vida frenética. La cámara al final ha recogido misteriosamente lo que tanto nos falta hoy, la dimensión espiritual, agobiada en nuestras vidas llenas de objetos y placeres pero a menudo infelices. La riqueza de una vida hacia dentro, que explore los tesoros del alma y de la infinitud, de lo que llamamos divino, es lo que emerge en unas personas que desde lejos parecerían locas. Hasta ateos y libertinos salen conmovidos al sentir la riqueza de quienes cultivan su interior renunciando a lo exterior. Los versos de San Juan de la Cruz indican el Camino de Perfección en idéntica dirección: Olvido de lo Criado;/ memoria del Criador;/ atención al interior;/ y estarse amando al Amado. O dicho de modo más científico y feo: para mirar las estrellas hay que reducir la luz abajo, no distraer la contemplación. Para escuchar el sonido del horizonte hay que tener silencio alrededor. Para saborear el todo hay que dejar en cierto modo las partes. Paradojas que el cristianismo suele mostrar como doctrina elemental, y no tan lejos están en el budismo zen: para ganar hay que saber perder; para tener todo, renunciar; para la resurrección, la cruz; para vivir eternamente, morir, etcétera. El mundo es una paradoja también para los que lo amamos y queremos disfrutar sus placeres. Pero los que ya estamos de vuelta de muchas delicias, porque hemos probado demasiadas, descubrimos que la esencia no está en ellas ni en la persecución de objetos deseados sino dentro de nosotros mismos, allí donde el Dios nos habita, según los místicos. Sólo hay que pararse a escucharlo: el gran silencio a veces habla con palabras no pronunciadas que marcan la vida entera.