El Fariseo Y El Publicano

Sterling

Miembro senior
20 Septiembre 2023
751
55
Lucas 18:9 al 14

"A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros,
dijo también esta parábola:

Dos hombres subieron al templo a orar:
uno era fariseo, y el otro publicano.


El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera:
Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros,
ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.

Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.


Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro;
porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido."



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Dos hombres van a mi iglesia, o...
2 hombres asisten al foro....


(Cualquier parecido con la realidad no es ficción, son tiempos proféticos)
 
Jesús no está diciendo que vio orando en el templo a un orgulloso fariseo o que el publicano solamente se estuviera dando golpes de pecho.

Sino que es una enseñanza entre estos dos estados de credibilidad en el creyente por estos días finales.

Hoy podemos claramente ver que ambos no heredan el reino y que los dos comparten estas mismas características:

I Corintios 6:9 y 10 "¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?
No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados,
ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,
ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios
.

Hermanos y foristas entre nosotros, que se dan gusto predicando siempre en contra de lo que normalmente el pueblo de Dios acepta, como no adorar al hombre, temas sobre el diezmo, el uso indiscriminado de los pasajes bíblicos, los insultos hacia la persona, y todas sus fraudulentas doctrinas:



• Ladrones
• Avaros
• Borrachos
• Maldicientes
• Estafadores





BIBLIA1.jpg
 
Última edición:
Jesús no está diciendo que vio orando en el templo a un orgulloso fariseo o que el publicano solamente se estuviera dando golpes de pecho.

Sino que es una enseñanza entre estos dos estados de credibilidad en el creyente por estos días finales.

Hoy podemos claramente ver que ambos no heredan el reino y que los dos comparten estas mismas características:

I Corintios 6:9 y 10 "¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?
No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados,
ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,
ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios
.

Hermanos y foristas entre nosotros, que se dan gusto predicando siempre en contra de lo que normalmente el pueblo de Dios acepta, como no adorar al hombre, temas sobre el diezmo, el uso indiscriminado de los pasajes bíblicos, los insultos hacia la persona, y todas sus fraudulentas doctrinas:



• Ladrones
• Avaros
• Borrachos
• Maldicientes
• Estafadores





Ver el archivo adjunto 3331984
Tu interpretacion del pasaje en cuestion esta errada.

Las dos parábolas de este pasaje están precedidas por la explicación que Lucas hace de su propósito. También están conectadas por el hecho de que ambas tratan aspectos de la oración. Pero la segunda, aparentemente, no fue pronunciada al mismo tiempo que la primera, sino que , y de acuerdo a la mayoria de los comentaristas biblicos, Lucas aparentemente la coloca aquí como si estuviera en un lugar apropiado.

El título que Lucas le da a esta parábola nos dice que fue dicha a un grupo de las mismas personas que el fariseo personificó en ella. Uno puede imaginar sus caras mientras escuchaban, ¡y cuánto amarían al que les hablaba! Sus dos características son la autocomplacencia y el desprecio por todos los demás, que es el resultado natural de tal confianza en sí mismos. La autoadulación era absoluta, el desprecio era general, pues la Versión Revisada traduce correctamente “desechar a todos los demás”. Eso puede sonar exagerado, pero la manera de juzgar las características morales es tomarlas en su máximo desarrollo y ver a qué conducen entonces. Las dos imágenes se realzan mutuamente. Una necesita muchos trazos para resaltar los rasgos, la otra necesita solo uno. La autocomplacencia adopta muchas formas, la penitencia tiene solo una emoción que expresar, un grito que pronunciar.

Cada palabra en la oración del fariseo rezuma autocomplacencia. Incluso la expresión “oró consigo mismo” es significativa, pues sugiere que la oración estaba menos dirigida a Dios que a sí mismo, y también que sus palabras apenas podían ser pronunciadas al oído de otros, tanto por su arrogante autoelogio como por sus insolentes calumnias sobre “todos los demás”. No era una oración a Dios, sino un soliloquio en su propia alabanza, y era a partes iguales adulación de sí mismo y calumnia de otros hombres. Así que nunca subió más allá del techo interior del atrio del templo, y era, en un sentido muy fatal, “a sí mismo”.

Se elogia a Dios al ser nombrado formalmente al principio, y en las dos primeras palabras, “te doy gracias”, pero eso es solo una introducción formal, y en todo el resto de su oración no hay ni rastro de oración. Un caballero tan satisfecho de sí mismo no tenía necesidad de pedir nada, por lo que no presentó peticiones. Usa el lenguaje convencional de la acción de gracias, pero su verdadero significado es alabarse a sí mismo ante Dios, no darle gracias a Dios por sí mismo. Dios es nombrado una vez. Todo lo demás es yo, yo, yo. No tenía anhelo de comunión, ni aspiración, ni emoción.

Su concepción de la justicia era mezquina y superficial. Y, como señala, no estaba tan agradecido por ser justo como por estar solo en su bondad. Sin duda tenía derecho a negar los pecados graves, pero se alegraba de estar libre de ellos, no porque fueran pecados, sino porque eran vulgares. No tenía derecho a arrojar lodo sobre «todos los demás» ni sobre «este publicano», y si hubiera estado realmente orando o dando gracias, habría tenido bastante en qué pensar en Dios y en sí mismo sin lanzar miradas de reojo y despectivas a sus vecinos. El que ora verdaderamente «ya no ve a nadie», o si lo hace, ve a los hombres sólo como sujetos de intercesión, no de desprecio. La noción de justicia que tenía el fariseo era principalmente negativa, pues consistía en la abstinencia de pecados flagrantes, y, en la medida en que era positiva, se refería enteramente a actos ceremoniales. Una concepción tan superficial y carente de justicia es esencial para la justicia propia, pues nadie que vea la ley del deber en su profundidad e interioridad puede jactarse de haberla guardado. Ayunar dos veces por semana y dar el diezmo de todo lo que uno adquiría eran actos de supererogación, y se relatan con orgullo como si Dios se sintiera muy en deuda con el que los hacía por haberle pagado más de lo que se le exigía. El fariseo no hace peticiones. Expone sus exigencias y espera tácitamente que Dios las satisfaga.

Se necesitan pocas palabras para describir al publicano, pues su estimación de sí mismo es simple y una, y lo que quiere de Dios es una cosa, y sólo una. Su actitud expresa sus emociones, pues no se atreve a acercarse al ejemplo resplandeciente de toda respetabilidad y justicia, ni a levantar los ojos al cielo. Como el salmista penitente, sus iniquidades se han apoderado de él, de modo que no es capaz de “levantar la vista”. Una conciencia aguda del pecado, un verdadero dolor por el pecado, un deseo sincero de sacudirse la carga del pecado, una humilde confianza en la misericordia perdonadora de Dios, todo se agolpa en su breve petición. La flecha así emplumada sube directamente al trono; la oración del fariseo no puede elevarse por encima de sus propios labios.

Jesús no deja que sus oyentes apliquen la “parábola”, sino que les hace comprender su aplicación, ya que sabía cuán aguda era la estocada necesaria para perforar la triple coraza de la justicia propia. El publicano fue “justificado”, es decir, considerado justo. En el juicio del cielo, que es el juicio de la verdad, el pecado abandonado es pecado pasado y perdonado. El fariseo condensó su desprecio en “este publicano”; Jesús retoma el “este” y lo convierte en una distinción, cuando dice: “este hombre descendió a su casa justificado”. La condenación de Dios al fariseo y la aceptación del publicano no son una aberración anómala de la justicia divina, porque es una ley universal, que tiene abundantes ejemplificaciones, que el que se exalta a sí mismo es probable que sea humillado, y el que se humilla a sí mismo es probable que sea exaltado.

Saludos.
 
Tu interpretacion del pasaje en cuestion esta errada.

Veamos en qué.

Lucas 18​

En este capítulo veremos 2 parábolas destacadas sobre el Tema de la oración. Después de presentarlas el Señor bendijo a los niños, confrontó a un jefe rico con 5 de los 10 mandamientos, anunció nuevamente Su muerte inminente y sanó a un ciego al entrar en Jericó.

Antes de exponer este capítulo expresaré una opinión personal sobre el Señor. Creo que era Dios manifestado en un cuerpo físico y también creo que no era menos Dios por ser un hombre. Por otra parte no era más hombre por ser Dios. Fue un hombre perfecto, un hombre verdadero. Sinceramente, si yo hubiera vivido en aquellos días, habría disfrutado su compañía. Habría sido un verdadero privilegio escuchar su risa. No me agradan los cuadros que he visto de Él; los artistas nunca le han dibujado riendo, aunque yo creo que Él se rió muchas veces. El Señor fue muy humano. En Su presencia habrías pasado los mejores momentos de tu vida. Y en nuestro relato estamos llegando a un incidente que, estoy seguro, habrá hecho sonreír a muchos. Leamos el versículo 1:

"También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar"​



Uno puede imaginar sus caras mientras escuchaban,

Este es el punto de inflexión, que no era que forzosamente estuvieran viendo en ese momento a un fariseo orando en el templo, ni al publicano haciendo lo mismo.



Parábola del fariseo y el publicano

Lucas 18:9 al 14 "A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios,
te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros,
ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.

Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo,
sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.

Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro;

porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

En otras palabras, pero siguiendo la misma parábola:

Dos hombres entran al foro a participar y levantar la mano.
Y los dos son ampliamente conocidos por sus religiosidades.

La misión corresponde en humillar al fariseo para que lo enaltezcan, y...
enaltecer al humillado, para que por fin reaccione el publicano.