El estar y el no estar congregados

28 Febrero 1999
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no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…” Heb 10:25.

He aquí una breve cita tantísimas veces citada ¡valga la redundancia!

Sea que se nos hubiese aplicado o que nosotros mismos la usásemos para animar a otros, lo cierto es que ha cobrado tinte de dogma. Siendo claramente escritural ¿quién se atrevería a tenerla en poco?

Lamentablemente, es raro que se cite el versículo anterior: “Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Heb 10:24), lo que es gracioso ¡pues de una iglesia así nadie querrá privarse! Con tan pocas palabras se nos describe una iglesia viva y que imparte vida.

Es cierto que no están dadas hoy las cosas en nuestra moderna sociedad para integrar una comunidad como la primitiva iglesia en Jerusalem (Hch 2:43-47; 3:32,33), pero al menos hay rasgos típicos de aquella que bien podrían darse en una congregación. Además, de hurgar en la historia del cristianismo, se podrá comprobar que así ha sucedido muchísimas veces dando origen a tremendos avivamientos espirituales. De una iglesia que arde espiritualmente, no hay brasa que quiera apartarse para acabar afuera apagándose.

Lo primero que conviene distinguir, es que no es lo mismo congregarse como iglesia que “asistir a la iglesia”, lo que es también un dicho impropio, porque a la iglesia NO SE VA ¡iglesia SE ES! “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18:20).

En muchas partes esto se hace patente las mañanas del domingo, habiéndome sorprendido este “deporte espiritual” transitando por la ruta en ciudades de los Estado Unidos. Visto el edificio de una “iglesia” (ya sabemos que el edificio no lo es sino la asamblea de los hermanos reunidos), contiguo al mismo aparece atestado de vehículos el lugar de aparcamiento. Las familias descienden de sus coches formal y elegantemente vestidos (lo que está muy bien); saludan a los que estuvieran en la puerta; entran, se sientan y permanecen sentados, silenciosos y reverentes, esperando el comienzo del culto. Se paran y vuelven a sentar tantas veces como quien dirija esa parte de la reunión los invite a ello. No se ven las caras sino las nucas de los que están sentados adelante. Oyen el sermón, dicen algún amén que otro, cantan y gachas las cabezas, de ojos cerrados comparten las oraciones. En algunos lugares, pasan bolsas de mano en mano para depositar sus ofrendas o las recogen en bandejas. Concluida la reunión, se paran, salen con cierta prisa, saludando apenas a algunos que otros que se juntan a la salida. El apuro es solo para llegar a tiempo al restaurante para conseguir mesa. Esos lugares se ven también atestados por estas elegantes familias. Luego volverán a casa para cambiarse de ropa y concurrir a algún campo deportivo. Todos ellos están bien convencidos de que se están congregando como Dios manda. En realidad, NO SE CONGREGAN, solo ASISTEN. Pero impuesta la costumbre ¿quién los convencerá?

Jamás me animaría a cuestionar la práctica de escuchar periódicamente la exposición de la Palabra de Dios; entonar himnos y cánticos espirituales y orar todos juntos. Que la comunión fraternal no pase de intercambiar sonrisas y algunos apretones de mano, siempre será mejor que nada.

Hay lugares y ocasiones en que las cosas pueden ser todavía notoriamente negativas. Ya en el primer siglo Pablo debía reprochar a los corintios: “no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor” (1Co 11:17). Cuesta creer que con tantos elogios que el apóstol distingue a los corintios tuviera que decirles algo tan grave. ¡Congregarse para lo peor! ¿Pero podrá ser eso posible? Es inaudito, pero sin embargo, en algunos lugares así ha acontecido.
 
¡Congregarse para lo peor!

Puro formalismo.

La rutina elimina por completo el gozo de la Presencia de Cristo en nuestras vidas, y cuando en una asamblea el Señor es un convidado de piedra, ya la iglesia no le pertenece a él, sino a los hombres, que detienen con injusticia, la verdad.

Han reemplazado la palabra viva, por un formalismo social, donde la parte externa del éxito de los apellidos, con sus modelos de carros y finas vestiduras, convierten lo que debiese ser solemne, en algo profano como un club social de religión.

Para esa gracia me quedo en la casa.
 
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Reacciones: Ricardo
-Lamentablemente suele suceder con el congregarse algo similar a lo que ocurre actualmente con las familias: el padre y la madre llegan cansados de sus trabajos a tirarse en el sofá a ver televisión. Los hijos regresan de sus colegios para hurgar algo de comida en la cocina, y luego a su dormitorio a navegar por Internet o internarse en sus juegos digitales. Casi que no se juntan para desayunar, almorzar y cenar como acostumbraban antaño sus abuelos. No se conversa. No hay comunión. Pero el dormir todos bajo un mismo techo les da apariencia de familias. Así también es la asistencia a la "iglesia".
 
-Los amigos Tj me invitan a congregarme y les respondo: ¿Tú te congregarias en el catolicismo?

Y me responden: ¡no! a lo cuál también respondo: ¡Yo tampoco!

-Los amigos católicos me invitan a congregarme y les respondo: ¿Tú te congregarias con los evangélicos?

Y me responden: ¡no! a lo cuál también respondo: ¡Yo tampoco!

-Los amigos evangélicos me invitan a congregarme y les respondo: ¿Tú te congregarias con los Tj o los católicos?

Y me responden: ¡no! a lo cuál también respondo: ¡Yo tampoco!

Mi conclusión: todos tienen razón.

En mis diversos intentos de congregarme siempre termino corriendo despavorido retirándome, y generalmente me acusan diciendo: "no veas los errores del hombre" o "toma lo bueno y desecha lo malo"

Pero el principal problema que observo no es la vida personal de algún líder religioso, sino la palabra que éste predica. No creo en la predica del salón del Reino, mucho menos la de un sacerdote católico, tampoco la de un obispo mormón, y por 5 años me creí la predica evangélica y logré escapar de sus garras.

Si desde el cristianismo primitivo ya congregarse era un riesgo ante los diversos predicadores apostatas....

¡Imaginense ahora dos mil años después!
 
-Hace poco me dijeron de una gran reunión interdenominacional que se estaba preparando. La unión fraternal entre todos ellos se garantizaba por lo más opuesto a la realidad que se pudiera imaginar: el consenso inicial estaba en el no hablar entre los participantes de los aspectos doctrinales. De este modo se prevenían de probables confrontaciones y desavenencias. Es cierto que esta prevención parecía saludable. Sin embargo, así nadie tampoco podría ayudar al otro. Es una vergüenza para nosotros que la gente del mundo -los políticos, por ejemplo-, pueden juntarse y atender a sus discrepancias, sin que la sangre llegue al río. Los cristianos evangélicos, en cambio, no toleramos que otro piense y crea en algún detalle diferente a nosotros. "Hablando la gente se entiende" -reza el dicho-; pues que: ¿acaso nosotros no somos gente? ¿Por qué le sacamos el cuerpo a una mesa redonda a Biblia abierta? Únicamente porque tememos que otros conozcan la Biblia mejor que nosotros y no sepamos como rebatir sus argumentos. Esta conducta está lejos de las aspiraciones de Pablo: "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe..." (Ef 4:13-15).
 
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Reacciones: MiguelR
Únicamente porque tememos que otros conozcan la Biblia mejor que nosotros y no sepamos como rebatir sus argumentos.

Bueno, en mi opinión, la falla estaría en la confianza que otros tengan en las enseñanzas de su propio grupo, ajenos a la sana doctrina, de ahí el precepto apostólico:

Tit_2:1 Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.

¿Por qué le sacamos el cuerpo a una mesa redonda a Biblia abierta?

Este mismo pensamiento dirige al Argentino Bergoglio, buscando la globalización de los distintos credos, como por ejemplo su visita a Suecia para conmemorar en conjunto, Luteranos y Católicos, los 500 años de la Reforma.

También se ha reunido con los patriarcas ortodoxos, es decir, la mesa redonda que busca el argentino Bergoglio, no es a Biblia abierta, tal propósito del diálogo teológico pasa a un segundo plano, para darle prioridad a la oración y las buenas obras, que el catolicismo llama caridad.

Un poco de levadura leuda toda la masa.

Y se prevé, que el gobernante mundial que se avecina pueda lograr un consenso unánime de todos los credos sobre la tierra, estamos en la antesala de esos logros.

Y en ese caso, la autoridad de la biblia queda al mismo nivel del Corán, y otros libros "sagrados" porque sin esa "fusión" no se prevé ningún consenso unánime.
 
¿En qué denominación?
Le llaman pentecostal libre.
¿En alguna que cobrase diezmos?
No sólo cobraba diezmos, también:

- Cobraban primicias o primeros frutos, donaciones especiales o regalos a la "iglesia" que llaman "siembra" (electrodomésticos, joyas, etc) que terminaban en manos del pastor (ahora apóstol)
- Las típicas predicas de la prosperidad económica dónde tergiversan citas bíblicas para justificar que las adquisiciones materiales significaban alcanzar vivir en el reino (a nivel económico) "ya estás comenzando a reinar" me decían cuando tuve un auto nuevo.
- El espectáculo musical y escenográfico para dar la sensación de espiritualidad y comunión.
- La sujeción al líder como un acto de subordinación y esclavitud de quienes aspiraban crecer en un ministerio, pero los que daban grandes aportaciones económicas lograban crecer rápidamente dentro del sistema de liderazgo.
- Un sistema piramidal de liderazgo controlado por una sola persona y su familia.
- Por un tiempo se creyó en el sistema carnal y anti cristiano del G12.


Y todavía podría nombrar muchas cosas más pero no tengo mucho tiempo para seguir escribiendo.
 
Le llaman pentecostal libre.

Y todavía podría nombrar muchas cosas más pero no tengo mucho tiempo para seguir escribiendo.
Esas son suficientes para discernir el tipo de estafa de estos delincuentes espirituales a los que se refiere este pasaje:

Mat 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Mat 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Mat 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Para esa gracia mejor es quedarse en casa.
 
-El problema con la sana doctrina es que todos confiesan adherir a la misma, pero lo que tienen por sana no lo es totalmente sino solo en su propia apreciación.