EL CORDERO Y EL LEÓN

Bart

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24 Enero 2001
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EL CORDERO Y EL LEÓN
por J. M. R. D. Epafrodito.

Entendiendo que hablamos desde una perspectiva humana, con la ignorancia y los límites que nuestro raciocinio tiene, quisiera hacer una pequeña reflexión acerca de los dos aspectos que aparecen en la naturaleza de Jesús. En primer lugar querría subrayar que nuestro Señor tenía, en perfecta armonía, la naturaleza divina y la naturaleza humana, ambas en plenitud. En los preciosos pasajes mesiánicos que nos muestra Isaías en varios capítulos, vamos a fijarnos en el 53 donde se nos habla del desprecio que el inigualable Rey tuvo de sus súbditos, escarnecido, vejado, afligido, angustiado, azotado y, finalmente, crucificado. Está claro que sólo alguien así era digno de recibir toda la gloria, la honra y el poder.

Es interesante observar que nosotros hemos sido enviados como ovejas en medio de lobos (Mat 10: 16), pero él estuvo un escalón más abajo aún, porque fue enviado como cordero en medio de demonios, e incluso fue abandonado por su propio y amado Padre. Es cierto que en Lucas 10: 3 se nos dice también que somos enviados como corderos, pero el Cordero por antonomasia es el Señor Jesús. Nadie ha manifestado, ni manifestará, la naturaleza del cordero como él lo hizo. Su absoluta humildad y mansedumbre no tiene parangón ni incluso entre los hijos más relevantes de su pueblo, por ejemplo Moisés, Josué, David, Elías, Pablo, Pedro, etc. Él es un ejemplar Único en su especie, manso, sencillo sin el más mínimo deseo de sobresalir, Hombre de Paz, compasivo, misericordioso, comprensivo....¡nadie como Él ni los cielos ni en la tierra!

En la magnífica exposición que el apóstol Pablo hace en 1ª de Cor 13, en los versículos 4 a 6 nos habla de las características del amor: sufrido, benigno, sin envidia, sin jactancia, sin envanecimiento, etc, características todas que fueron plenamente exhibidas por el Cordero de Dios. Así pues vemos, aunque sólo sea de una manera somera, que el perfecto cumplimiento del corazón del cordero, se encuentra en Jesús, nuestro Señor y Salvador.

El otro aspecto de que queremos exponer trata de su naturaleza de león. Como sabemos por otras citas de la Escritura, al Señor también se le declara como león. Como es evidente el león nos habla de fuerza, fiereza, poderío, no en vano es llamado el rey de la selva; tiene un rugido atemorizador que asusta al más templado de los hombres. Durante su vida aquí en la tierra, Jesús se manifestó en un par de ocasiones como león, en ambas a causa de la gloria de su Padre, y fue con ocasión de las limpieza que hizo en el templo. Está en varios pasajes de los evangelios, uno al principio de su ministerio (Mat 21: 12-13, Mar 11:15-17, Luc 19:45-46) y otro al final (Jn 2: 13-22). Jesús se expuso siempre como cordero, aún cuando reprendió duramente a los fariseos de la época, nunca dejó de mostrar su paciencia, calma, serenidad, paz. También podemos constatar que en Apocalípsis aparece un jinete montado sobre un caballo blanco (Apoc 19: 11-21) que se puede identificar como el León, porque ha salido para juzgar y pelear (Apoc 19: 11).

De la importancia del cordero podemos constatar que en el libro de Apocalípsis se cita 29 veces al Cordero y sólo 2 al León, porque aunque aparece cuatro veces la palabra león, sólo una de ellas se refieren a Jesús con toda seguridad, y la otra tiene diferentes criterios, unos comentaristas dicen que el ángel del capítulo 10 era Jesús y otros dicen que era un ángel de alto rango. En total en la Biblia aparece 94 veces, muchas de ellas en la ley como el modelo del cual Jesús sería el cumplimiento y solo una pocas hablan de León de la tribu de Judá. Si midiéramos la importancia de uno y otro concepto por las veces que aparece una y otra palabra, ganaría el Cordero por abrumadora mayoría.

Bien, creo que se ha expuesto de una manera clara que se necesita ser cordero para tener autoridad. Véase que en Apocalípsis, el que está sentado en el trono es el Cordero y no el León, aunque es cierto que ambas propiedades de su Ser cohabitan a la vez, es imposible según Dios, tener autoridad de león sin tener corazón de cordero. Por desgracia muchos hijos del precioso pueblo de Dios piensan que tienen autoridad por el simple hecho de creer que la tienen, amados, esto no es así. Si no ha sido formado en ti, o en mí, el corazón del cordero, línea sobre línea, mandato sobre mandato, hasta que los capítulos 5,6 y 7 de Mateo sean una realidad viva en nosotros, entonces no seremos ni cordero, ni león. No por dar muchos gritos es que manifestamos tener autoridad, por cierto que debemos saber que toda autoridad viene de parte de Dios, la autoridad, sea la que sea que cada uno de nosotros tengamos, es una autoridad delegada, no es nuestra ni la hemos heredado, se nos ha concedido por la Suprema Autoridad que existe. El Señor expulsaba los demonios y sanaba por la autoridad que le era inherente. Aunque hay quienes dicen que El Señor Jesús hacía estas poderosas y milagrosas obras como hombre y no como Dios, pero este no es el momento, ni lugar, de hacer estudio alguno sobre este tema. Esta autoridad que Dios desea entregar a su amado Pueblo, sólo puede ser dada a corderos, hijos hechos a semejanza del Cordero (2ª Cor 3: 18), aquellos en los que los tratos del Señor en sus vidas han conformado un carácter santo y puro, sin mezcla de este mundo, ni contaminación del alma. Un corazón gestado según los perfectos planes de Dios en nuestro interior es imprescindible para que el Dios Todopoderoso pueda descansar en él. En alguien que tenga hecha esta increíble obra celestial es al que Dios puede conceder autoridad de lo alto para que, a su vez, en obediencia, lleve a cabo Su buena voluntad, agradable y perfecta.

Por mucho que creamos o pensemos que somos hombres con autoridad, solo a quien Dios honra con un ministerio son aquellos, a los que Dios delega autoridad. Gran parte del fracaso de la Iglesia en cuestión de milagros y sanidades, se debe a hombres y mujeres han usado "alegremente" este regalo. Cuando un creyente es llamado por el Señor, le dará la absoluta seguridad de su llamado. Dios tiene la capacidad de hacer saber al que es llamado, que es Él quien lo ha hecho. Si los hombres se mueven sin ser llamados y por tanto sin autoridad, las consecuencias pueden ser funestas y mucho pueblo de Dios ser dañados por ello. La "buena" intención de ser siervos del perfecto Siervo, es gratificante para nuestra alma, pero nula para nuestro espíritu y, en muchas ocasiones, dramática para nuestros hermanos. En el capítulo 3 de 1ª de Timoteo se muestran los requisitos que se precisan para ser pastores de la grey del Señor. Allí no se nombra en ningún lugar la palabra autoridad, lo que no es impedimento para defender que para que ellos la tengan en plenitud, deben seguir lo expuesto anteriormente. Claro que hay una medida de autoridad en los pastores, pero sólo si crecen a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, a la medida del Cordero, es que serán instrumentos limpios y muy útiles en las manos de Dios.

Además es posible que existan corderos sin león, hombres y mujeres tratados por el Artífice divino, que Dios no haya querido para ellos una exitosa vida cristiana. Es posible que haya, y por desgracia los hay, hombres y mujeres que se creen leones con autoridad para llevar a cabo la Obra de Dios, pero si en éstos no se ha gestado la obra del E.S. en sus corazones, en realidad son lobos y no leones, que harán más mal que bien al pueblo de Dios. Pero los que en el silencio de su ser, en la intimidad con su Señor, en los tratos, a veces dolorosos, de su alma, han sido conformados a la naturaleza del Cordero, esos serán los valientes de renombre que llevarán al pueblo victorioso en las batallas con el Enemigo. Es totalmente imposible que exista un león, según la perspectiva de Dios, sin que exista un cordero en su interior. Espero que el Señor ilumine vuestro entendimiento y os haga crecer como ciudadanos maduros de su Reino.

 
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