- Se cumplen 50 años de la firma en Roma del pacto que consagró el
nacionalcatolicismo español
><> (2) NADIE QUIERE CELEBRAR EL CONCORDATO FRANCO-VATICANO, PERO SE SIGUE
APLICANDO
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< MADRID, 1-09-2003 (El País/ACPress.net). Cincuenta años después nadie está
interesado en celebrar -ni siquiera en recordar- el acontecimiento, ni la
Iglesia ni el Estado, pese a que algunas ideas de aquel Concordato siguen
vigentes por encima de la separación Estado-Iglesia que proclama la
Constitución de 1978. Por eso la veintena de organizaciones que integran la
Coordinadora Laicista reclama sin cesar al Congreso de los Diputados su
"revocación definitiva, porque permanece vigente a través del Acuerdo de
1976 y de los cuatro Acuerdos de 1979, que hipotecan la Constitución
sometiéndola a tratados internacionales y recortando derechos
fundamentales".>
--- Agosto de 1953 pasará a la historia como el mes en que se firmó el
Concordato entre España y el Vaticano, primer eslabón de una cadena de
acontecimientos políticos y económicos que rompieron el aislamiento
internacional contra el único régimen fascista que había sobrevivido a la II
Guerra Mundial. La cruenta dictadura impuesta por Franco tras la larga
Guerra Civil que provocó su asonada militar contra la República contó desde
el principio con la bendición de la Iglesia católica, pero el Concordato de
1953, largamente discutido, abrió grietas en aquel extraño maridaje y acabó
en rompimiento poco antes de morir el dictador. Nadie está interesado ahora
en festejar el cincuentenario de aquel nacionalcatolicismo.
--- En agosto de 1953, la ONU había revocado las sanciones impuestas al
régimen franquista por su hermandad con Hitler y empiezan a regresar a
Madrid los embajadores de casi todos los países. Estados Unidos decide
instalar varias bases militares en territorio español a cambio de leche en
polvo y algún crédito industrial. Se acabó el aislamiento, proclaman a
diario los periódicos.
--- Todo había empezado en Roma "en el nombre de la Santísima Trinidad". Así
rezaba la primera línea del Concordato ultimado aquel agosto de 1953, que el
Boletín Oficial del Estado publicó el 19 de octubre. Fue el teólogo José
González Ruiz, autor de Otra Iglesia para otra España, quien acuñó el
neologismo de "nacionalcatolicismo" para denominar el maridaje entre la
espada y la sacristía que gobernó España con mano de hierro.
--- Franco quería el concordato y estaba dispuesto a dar lo que le
pidieran -dinero sin cuento, privilegios y la definición de la Iglesia como
una "sociedad perfecta"-, pero ningún poder que no pudiera controlar. Y
exigía ser correspondido con igual generosidad: las mismas prerrogativas que
disfrutó el rey Alfonso XIII, sumisión del clero a sus políticas y tanta
parafernalia como fuese necesaria, se tratase de desfilar bajo palio rodeado
de obispos o del nombramiento de prelados a su conveniencia, previa
selección exhaustiva por el régimen.
--- Con esos mecanismos de selección de prelados, la sumisión de la Iglesia
católica al dictador fue proverbial, pero hubo excepciones sonadas. El
conflicto más llamativo, por el protagonismo posterior del prelado que lo
sufrió, se produjo en la diócesis de Solsona, ocupada por un obispo de 37
años llamado Vicente Enrique y Tarancón. El futuro cardenal publicó en 1950
la pastoral El pan nuestro de cada día. "No tan sólo la justicia y la
caridad cristiana, sino la misma humanidad pide y exige que se atiendan los
clamores de los que piden con angustia un pedazo de pan", escribió. En otro
párrafo advertía de que la Iglesia no era cómplice "de una gran injusticia",
y arremetía contra la mala administración y el enriquecimiento de algunos
jerarcas del régimen con el estraperlo.
--- Los obispos españoles, en su inmensa mayoría, permanecían en 1953 fieles
a Franco, pero los papas Pío XI y Pío XII no respaldaron siempre a sus
belicosos prelados durante la negociación del Concordato. Al
nacionalcatolicismo franquista se le iba a torcer completamente el gesto
cuando accedió al pontificado, en 1958, Juan XXIII, protector de no pocos
exiliados españoles, que prohibió que en su presencia se pronunciara la
palabra cruzada, por ofensiva para el espíritu cristiano. Franco lo sabía y
durante el Concilio Vaticano II (1962-1965) se empleó a fondo para que sus
prelados se opusieran con todas las fuerzas a, entre otras reformas, la
declaración de la libertad religiosa como un derecho fundamental de la
persona humana. También le irritó que el concilio suprimiera sin apelación
sus prerrogativas para nombrar obispos, que se negó a ceder de manera
extravagante, como dejó por escrito en sus respuestas a Pablo VI.
--- Curiosamente, el general Franco no había sido especialmente
religioso -"ni misas, ni mujeres, ni vino", dijo a su primo y biógrafo
Francisco Franco Salgado-Araújo. Pero acertó al pensar que el abrazo
eclesiástico sería la forma más directa para legitimarse ante las
democracias occidentales.
/Fuente: El País (J.G. Bedoya). Redacción: ACPress.net/
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Exacto. Se sigue aplicando y en contra de la Constitución Española.
nacionalcatolicismo español
><> (2) NADIE QUIERE CELEBRAR EL CONCORDATO FRANCO-VATICANO, PERO SE SIGUE
APLICANDO
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< MADRID, 1-09-2003 (El País/ACPress.net). Cincuenta años después nadie está
interesado en celebrar -ni siquiera en recordar- el acontecimiento, ni la
Iglesia ni el Estado, pese a que algunas ideas de aquel Concordato siguen
vigentes por encima de la separación Estado-Iglesia que proclama la
Constitución de 1978. Por eso la veintena de organizaciones que integran la
Coordinadora Laicista reclama sin cesar al Congreso de los Diputados su
"revocación definitiva, porque permanece vigente a través del Acuerdo de
1976 y de los cuatro Acuerdos de 1979, que hipotecan la Constitución
sometiéndola a tratados internacionales y recortando derechos
fundamentales".>
--- Agosto de 1953 pasará a la historia como el mes en que se firmó el
Concordato entre España y el Vaticano, primer eslabón de una cadena de
acontecimientos políticos y económicos que rompieron el aislamiento
internacional contra el único régimen fascista que había sobrevivido a la II
Guerra Mundial. La cruenta dictadura impuesta por Franco tras la larga
Guerra Civil que provocó su asonada militar contra la República contó desde
el principio con la bendición de la Iglesia católica, pero el Concordato de
1953, largamente discutido, abrió grietas en aquel extraño maridaje y acabó
en rompimiento poco antes de morir el dictador. Nadie está interesado ahora
en festejar el cincuentenario de aquel nacionalcatolicismo.
--- En agosto de 1953, la ONU había revocado las sanciones impuestas al
régimen franquista por su hermandad con Hitler y empiezan a regresar a
Madrid los embajadores de casi todos los países. Estados Unidos decide
instalar varias bases militares en territorio español a cambio de leche en
polvo y algún crédito industrial. Se acabó el aislamiento, proclaman a
diario los periódicos.
--- Todo había empezado en Roma "en el nombre de la Santísima Trinidad". Así
rezaba la primera línea del Concordato ultimado aquel agosto de 1953, que el
Boletín Oficial del Estado publicó el 19 de octubre. Fue el teólogo José
González Ruiz, autor de Otra Iglesia para otra España, quien acuñó el
neologismo de "nacionalcatolicismo" para denominar el maridaje entre la
espada y la sacristía que gobernó España con mano de hierro.
--- Franco quería el concordato y estaba dispuesto a dar lo que le
pidieran -dinero sin cuento, privilegios y la definición de la Iglesia como
una "sociedad perfecta"-, pero ningún poder que no pudiera controlar. Y
exigía ser correspondido con igual generosidad: las mismas prerrogativas que
disfrutó el rey Alfonso XIII, sumisión del clero a sus políticas y tanta
parafernalia como fuese necesaria, se tratase de desfilar bajo palio rodeado
de obispos o del nombramiento de prelados a su conveniencia, previa
selección exhaustiva por el régimen.
--- Con esos mecanismos de selección de prelados, la sumisión de la Iglesia
católica al dictador fue proverbial, pero hubo excepciones sonadas. El
conflicto más llamativo, por el protagonismo posterior del prelado que lo
sufrió, se produjo en la diócesis de Solsona, ocupada por un obispo de 37
años llamado Vicente Enrique y Tarancón. El futuro cardenal publicó en 1950
la pastoral El pan nuestro de cada día. "No tan sólo la justicia y la
caridad cristiana, sino la misma humanidad pide y exige que se atiendan los
clamores de los que piden con angustia un pedazo de pan", escribió. En otro
párrafo advertía de que la Iglesia no era cómplice "de una gran injusticia",
y arremetía contra la mala administración y el enriquecimiento de algunos
jerarcas del régimen con el estraperlo.
--- Los obispos españoles, en su inmensa mayoría, permanecían en 1953 fieles
a Franco, pero los papas Pío XI y Pío XII no respaldaron siempre a sus
belicosos prelados durante la negociación del Concordato. Al
nacionalcatolicismo franquista se le iba a torcer completamente el gesto
cuando accedió al pontificado, en 1958, Juan XXIII, protector de no pocos
exiliados españoles, que prohibió que en su presencia se pronunciara la
palabra cruzada, por ofensiva para el espíritu cristiano. Franco lo sabía y
durante el Concilio Vaticano II (1962-1965) se empleó a fondo para que sus
prelados se opusieran con todas las fuerzas a, entre otras reformas, la
declaración de la libertad religiosa como un derecho fundamental de la
persona humana. También le irritó que el concilio suprimiera sin apelación
sus prerrogativas para nombrar obispos, que se negó a ceder de manera
extravagante, como dejó por escrito en sus respuestas a Pablo VI.
--- Curiosamente, el general Franco no había sido especialmente
religioso -"ni misas, ni mujeres, ni vino", dijo a su primo y biógrafo
Francisco Franco Salgado-Araújo. Pero acertó al pensar que el abrazo
eclesiástico sería la forma más directa para legitimarse ante las
democracias occidentales.
/Fuente: El País (J.G. Bedoya). Redacción: ACPress.net/
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Exacto. Se sigue aplicando y en contra de la Constitución Española.