El Catolicismo y la Evangelizacin

Cajiga

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18 Diciembre 2005
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libertypr.net
A menudo leo o escucho a líderes católicos hablar de evangelización. Luego que Colón descubrió el Nuevo Mundo, órdenes católicas se lanzaron, junto con los conquistadores, a "evangelizar" a los aborígenes americanos. La religión fue impuesta y logró cierto éxito, debido a la superstición reinante. Los indios vieron en los ídolos refinados del catolicismo cierta relación con los ídolos que ellos adoraban. Pero no todo fue color de rosa: hubo aborígenes que rechazaron la religión que les intentaron imponer. Por eso fue necesaria la Inquisición en las Indias.

Muchos indios fueron masacrados por negarse a aceptar la religión, muchas veces por ver la avaricia por el oro de los conquistadores, el rapto de sus mujeres, la quema de sus aldeas y la destrucción de sus dioses. A pesar de sacerdotes como Bartolomé de las Casas, los españoles no dieron tregua.

Luego vinieron los protestantes y enseñaron lo que es el verdadero evangelio; sin papas, sin ídolos, sin rituales. Desgraciadamente, algunos de los grupos protestantes vinieron también unidos a empresas norteamericanas que se instalaron con el propósito de enriquecerse a costa de los pobres indígenas. Esto dio pie a que la Iglesia católica mancillara la buena obra de los evangélicos que se iban estableciendo en las tierras conquistadas.

Es fácil "convertir" a un indio a la religión católica. Pero hoy, ¿a quién van a evangelizar? La jerarquía católica se ha dado cuenta de que está perdiendo terreno. Que los millones que se hacen evangélicos provienen de las filas católicos; que los que se añaden a sus filas, con rarísimas excepciones, son los niños que bautizan. Saben que su ridículo y anacrónico celibato impuesto a os sacerdotes ha hecho que miles se aparten de su iglesia.

Y hoy hablan de evangelización. ¿A quienes van a "evangelizar"? Ya no quedan casi indios incultos que puedan engañar con sus estatuas de María y lo santos. Por eso apelan tanto a supuestas apariciones de la virgen María, como el caso de Juan Diego y el Tepeyac. No en balde beatificaron al indiecito supersticioso. Esto les convenía para espandirse en Mexico y en otros países americanos.

Pero el pueblo no es tonto; las conversiones a las iglesias evangélicas siguen creciendo, más que nunca antes: y casi toda esa masa de conversos proviene del catolicismo romano. La sede papal de Roma está temblando. No hay poder terrenal que pueda apagar la llama del evangelismo genuino.