ALAN y Sonia solo querían bautizar a su bebé. Les tomó de sorpresa el que su sacerdote anglicano se negara a bautizarlo y que, además, les dijera: “Háganlo ustedes mismos”. ¿Cuál fue la razón? Ni Alan ni Sonia asistían regularmente a la iglesia. (The Christian Century, 3-10 de junio de 1981.)
Recientemente, un buen número de parejas ha tenido la misma experiencia; una señal evidente de que algunas iglesias están cambiando su punto de vista respecto al bautismo de infantes. Tomemos por ejemplo la Iglesia Católica Romana. Después del concilio Vaticano II, la iglesia hizo una revisión del rito del bautismo de infantes. Aunque la iglesia aún sigue bautizando a los recién nacidos, se espera de los padres que, primeramente, garanticen que educarán al niño en la doctrina católica. El decreto del Vaticano dice: “Si esta garantía no es verdaderamente firme, puede haber base para demorar la administración del sacramento; y si ni siquiera hay garantías, el sacramento debe ser denegado”. (L’Osservatore Romano, “Normas para el bautismo de infantes”, 1 de diciembre de 1980.)
Media un gran abismo entre la postura actual de la iglesia y los días en que, según el sacerdote católico Joseph M. Champlin, “los celosos misioneros bautizaban a los niños paganos que encontraban abandonados en el camino” y los sacerdotes “amonestaban a los padres, bajo pena de pecado mortal, a no demorar por más de un mes el bautismo de su recién nacido”.
¿Qué razones hay tras este cambio de actitud? En primer lugar, los líderes eclesiásticos ahora reconocen que el bautismo no hace cristiana a la persona. El descenso en la asistencia a los servicios religiosos y una ausencia general de devoción entre los católicos bautizados se han convertido en una verdadera fuente de preocupación. Un artículo en la revista U.S. Catholic dijo: “¿Por qué debería la iglesia agravar el problema al bautizar niños de quienes casi se podría garantizar que cuando lleguen a adultos no serán católicos practicantes?”.
Sin embargo, la nueva postura respecto al bautismo también pone al descubierto el desacuerdo que existe entre los teólogos. Como indicó el escritor católico Joseph Martos, muchos clérigos sencillamente no creen que el bautismo de infantes sea un “rito mágico que tenga un efecto invisible en el alma”. Para ellos, ese es un punto de vista medieval, anticuado.
No sorprende entonces que haya muchos católicos sinceros que estén confundidos. ¿No ha enseñado siempre la iglesia que el bebé que no se bautiza puede ir a parar a un infierno ardiente o a vagar por el purgatorio? Algunos se preguntan que, si esto es cierto, ¿cómo puede negarse el bautismo en cualquier circunstancia?
Estas preguntas tienen su importancia. Como explicó Vincent Wilkin, un sacerdote católico, la suma de quienes han muerto sin haber sido bautizados totaliza “un vasto e incalculable número que, como es fácil imaginar, constituye la mayoría de la raza humana”.
Recientemente, un buen número de parejas ha tenido la misma experiencia; una señal evidente de que algunas iglesias están cambiando su punto de vista respecto al bautismo de infantes. Tomemos por ejemplo la Iglesia Católica Romana. Después del concilio Vaticano II, la iglesia hizo una revisión del rito del bautismo de infantes. Aunque la iglesia aún sigue bautizando a los recién nacidos, se espera de los padres que, primeramente, garanticen que educarán al niño en la doctrina católica. El decreto del Vaticano dice: “Si esta garantía no es verdaderamente firme, puede haber base para demorar la administración del sacramento; y si ni siquiera hay garantías, el sacramento debe ser denegado”. (L’Osservatore Romano, “Normas para el bautismo de infantes”, 1 de diciembre de 1980.)
Media un gran abismo entre la postura actual de la iglesia y los días en que, según el sacerdote católico Joseph M. Champlin, “los celosos misioneros bautizaban a los niños paganos que encontraban abandonados en el camino” y los sacerdotes “amonestaban a los padres, bajo pena de pecado mortal, a no demorar por más de un mes el bautismo de su recién nacido”.
¿Qué razones hay tras este cambio de actitud? En primer lugar, los líderes eclesiásticos ahora reconocen que el bautismo no hace cristiana a la persona. El descenso en la asistencia a los servicios religiosos y una ausencia general de devoción entre los católicos bautizados se han convertido en una verdadera fuente de preocupación. Un artículo en la revista U.S. Catholic dijo: “¿Por qué debería la iglesia agravar el problema al bautizar niños de quienes casi se podría garantizar que cuando lleguen a adultos no serán católicos practicantes?”.
Sin embargo, la nueva postura respecto al bautismo también pone al descubierto el desacuerdo que existe entre los teólogos. Como indicó el escritor católico Joseph Martos, muchos clérigos sencillamente no creen que el bautismo de infantes sea un “rito mágico que tenga un efecto invisible en el alma”. Para ellos, ese es un punto de vista medieval, anticuado.
No sorprende entonces que haya muchos católicos sinceros que estén confundidos. ¿No ha enseñado siempre la iglesia que el bebé que no se bautiza puede ir a parar a un infierno ardiente o a vagar por el purgatorio? Algunos se preguntan que, si esto es cierto, ¿cómo puede negarse el bautismo en cualquier circunstancia?
Estas preguntas tienen su importancia. Como explicó Vincent Wilkin, un sacerdote católico, la suma de quienes han muerto sin haber sido bautizados totaliza “un vasto e incalculable número que, como es fácil imaginar, constituye la mayoría de la raza humana”.