El adventismo a la luz del Evangelio.
Falsedad de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
John Christiansen, Maracaibo, Venezuela.
Escrito en 1929, publicado por La Estrella de la Mañana.
Falsedad de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
John Christiansen, Maracaibo, Venezuela.
Escrito en 1929, publicado por La Estrella de la Mañana.
Los engaños y los errores en materia religiosa siempre han causado grandes daños, y cuanto más aparentan los errores estribarse en la verdad, más peligrosos son. En esta categoría figura el adventismo del séptimo día, que pretende estar de acuerdo con la verdad del Evangelio, cuando en realidad se aparta esencialmente de esta verdad, y para no ser engañados por los propagandistas de tales errores, deseamos examinar las doctrinas y prácticas del adventismo a la luz del Evangelio.
La obra del adventismo es una obra destructora que ya ha causado serios daños a la causa de Cristo. Las cosas falsificadas siempre son peligrosas. Hace algún tiempo se encontró en Venezuela que estaban en circulación algunos billetes de banco falsificados. Un amigo mío que ocupaba entonces el puesto de juez, me enseñó una muestra de uno de esos billetes. Era de cien bolívares, y tan bien ejecutado, que yo no hubiera conocido la diferencia, si no me lo hubiera explicado mi amigo. Muchas personas ya habían aceptado esos billetes como buenos, perdiendo su valor.
Así también ha sucedido con el adventismo. Algunas personas se han dejado sugestionar por las doctrinas de esa secta, porque no han conocido los errores que contienen.
1 — Prácticas antievangélicas.
1. Los propagandistas del adventismo descuidan el tema de la salvación por convencernos acerca del sábado judaico. Su tema constante es que debemos guardar el sábado en vez del domingo. Cristo nos ha mandado ir a anunciar su santo Evangelio de la salvación para los pecadores, y éste debe ser siempre nuestro primer tema.
2. Los propagandistas del adventismo no andan de acuerdo con la verdad. Cuando se introducen entre los romanos para vender sus libros que vienen vestidos del disfraz de medicina, etc., pretenden no ser protestantes, para poder vender dichos libros, los cuales ofrecen a precios altísimos. Cuando principian a introducirse entre los creyentes en el Evangelio, pretenden ser lo mismo que los evangélicos, para poder cautivarse la confianza de ellos; pero al conseguir trabar amistad con algunos creyentes, nos condenan por no guardar los mandamientos, y sobre todo, por no guardar el sábado en vez del domingo. Esto no es andar de acuerdo con la verdad de Cristo.
3. Los colportores adventistas no andan vendiendo las Sagradas Escrituras sino los libros disfrazados del adventismo, mientras que el primer libro que propagan los evangélicos es la Santa Biblia. Pretenden los adventistas probar que la gente en estos países no quiere comprar la Biblia, pero la Biblia es precisamente el libro que más se vende en todas partes del mundo.
4. En vez de predicar el Evangelio entre las personas mundanas para llevarlas a Cristo, tratan siempre de introducirse entre los creyentes de todas las iglesias evangélicas para trastornar su fe y enseñarles sus doctrinas erradas. Los obreros evangélicos, al contrario, escogen un campo desocupado para predicar las doctrinas de Cristo con el fin de apartar la gente mundana de los vicios del mundo y llevar las almas a la unión con Cristo. Ahora, por motivo del trabajo destructor del adventismo, muchas veces nos vemos en la necesidad de gastar el tiempo en combatir los errores, cuando quisiéramos utilizar para llevar las almas a los pies de Cristo todo el tiempo tan precioso que tenemos.
2 — Origen antievangélico.
El adventismo tuvo su origen hace cerca de un siglo. [Este documento fue preparado en 1929. De ahí el uso de la versión Reina-Valera de 1909, la cual los adventistas emplean aún.]
Fue por el ano 1831 cuando un campesino llamado Guillermo Miller, de los Estados Unidos de Norte América, comenzó a predicar que la segunda venida de Cristo se aproximaba, y se puso a sacar cálculos de los números que se hallan en las profecías del profeta Daniel. Así se atrevió el señor Miller a fijar la fecha de la segunda venida de Cristo para el 22 de octubre del año 1844. Al fijar así la fecha de la venida del Señor, desatendió gravemente la misma palabra de Cristo, que dice: "Empero del día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo" (San Mateo 24:36).
El anuncio de la fecha fija de la venida de Cristo, despertó gran entusiasmo en el animo de muchas personas sinceras, hasta el punto de desatender sus quehaceres y entregarse solamente a esperar el anunciado advenimiento. Pero grande fue el desencanto cuando pasó la fecha anunciada sin que se cumpliera lo que había profetizado el falso profeta.
Más tarde, tratando de remediar en algo el anuncio falso que habían propagado, principiaron a enseñar que en 1844 entró Cristo en el santuario celestial con nuestros pecados sobre Sí, para limpiarlo y para hacer les investigaciones de los libros del juicio final. Según ellos, está todavía ocupado en este trabajo.
Tales sofismas presentan un contraste muy marcado con las sencillas enseñanzas del Evangelio. La Santa Palabra de Dios nos enseña claramente que Cristo entró en el santuario celestial al ascender al cielo después de la resurrección, porque dice en la Epístola a los Hebreos—
Tenemos tal pontífice que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos; ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre … Mas estando ya presente Cristo, pontífice de los bienes que habían de venir, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, a saber, no de esta creación; y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención. (Hebreos 8:1,2; 9:11,12).
Observemos que este pasaje dice claramente que Cristo entro una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención. ¿Cómo se atreven, pues, a enseñar que fue en 1844 cuando entró en el santuario celestial? Tenemos, por lo tanto, sobrada razón de no prestar atención a semejantes errores, que vienen a obscurecer la verdad pura del Evangelio.
3 — Doctrinas antievangélicas.
El apóstol Pablo escribió a los cristianos de Efeso esta importante amonestación: "Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error: antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo" (Efesios 4:14,15). "Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido" (2 Tesalonicenses 2:16).
En los tiempos de los apóstoles había personas que repetidas veces trataban de inquietar a los creyentes con sutilezas de diversas doctrinas, y en nuestros tiempos también abundan tales personas, entre las cuales se cuentan los sabadistas.
Una de las cosas principales en que estriban los sabadistas sus doctrinas para trastornar la fe de los creyentes en Cristo, es un falso entendimiento de la ley y la gracia. Son legalistas que quieren salvarse en parte por el cumplimiento de la ley mosaica y en parte por la fe de Jesús; y aun se atreven a poner primero la ley antes que la fe como fundamento principal de les enseñanzas del Nuevo Testamento.
A través de todas sus enseñanzas se nota el hilo de la ley mosaica, y en ese hilo amenazante está colgado el juicio de la ley sobre la cabeza de toda persona que se resuelva a unirse con ellos. El Evangelio nos enseña que los creyentes en Cristo Jesús no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, porque todo aquel que esta bajo la ley esta bajo maldición, por la sencilla razón de que ningún ser humano, sino sólo Jesús, ha podido cumplir perfectamente la ley de Dios.
Al tratarse este asunto, siempre preguntan los de la fe sabadista: "Entonces, ¿para que sirve la ley?"
Para que marchen bien las cosas, es preciso poner cada cosa en su lugar. El automóvil no marchará bien boca abajo con las ruedas hacia arriba. El cañón será útil en la guerra, pero con la boca bien apuntada hacia el enemigo y no contra el que lo maneja. La escuela no marchará bien si es el niño el que tenga que enseñar al maestro, en vez de enseñar éste al niño.
Todos los que no están en Cristo Jesús están, o bajo la ley mosaica, o bajo la ley de la naturaleza, y por lo tanto están bajo condenación o maldición, porque todos han quebrantado la ley.
Por esta razón dice el apóstol Pablo que "Antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que había de ser descubierta. De manera que la ley nuestro ayo fue para llevarnos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe. Mas venida la fe, ya no estamos bajo ayo" (Gálatas 3:23 al 25).
Un ayo o pedagogo en el antiguo tiempo tenía la obligación de cuidar a los niños, llevarlos a la escuela, etc. Así también tiene ahora la ley mosaica la importantísima misión de obligarnos a acudir a Cristo Jesús para obtener la salvación por gracia, porque nadie ha podido salvarse por las obras de la ley. Y esto se refiere no tan sólo a la ley moral, sino a toda la ley mosaica. La ley comprueba al pecador que aún no ha aceptado la salvación en Cristo, que está bajo la condenación, y si todos los pecadores quisieran dejarse convencer de esto, acudirían al Salvador por la fe.
Los cristianos de Galacia con gran gozo recibieron el Evangelio de Cristo de los labios del apóstol Pablo, pero después fueron traicionados por ciertos maestros judaizantes, quienes les enseñaron que la observancia de la ley de Moisés era esencial para su salvación. Los adventistas de nuestros días son los maestros precisamente de esta misma doctrina.
El creyente en Cristo no está bajo la ley mosaica. Esto está claramente comprobado en los siguientes pasajes del Nuevo Testamento—
* No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia, Romanos 6:14
* El fin de la ley es Cristo, para justicia de todo aquel que cree, Romanos 10:4
* Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espírirtu, Gálatas 6:18
* Ahora estamos libres de la ley, habiendo muerto a aquella en la cual estábamos detenidos, para que sirvamos en novedad de espíritu, y no en vejez de letra, Romanos 7:6
* Lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, Romanos 8:3
* Nada perfeccionó la ley; mas hízolo la introducción de mejor esperanza, por lo cual nos acercamos a Dios, Hebreos 7:19
* El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, Gálatas 2:16.
No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia—
* El fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Si sois guiados del Espíritu, no estáis bajo la ley.
* Por lo tanto, ahora estamos libres de la ley, habiendo muerto a aquella en la cual estábamos detenidos, para que sirvamos en novedad de espíritu, y no en vejez de letra.
* Lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.
* Nada perfeccionó la ley; mas hizo lo la introducción de mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
* Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para que fuésemos justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada.
Todos estos pasajes demuestran claramente que el creyente en Cristo Jesús no está bajo la ley mosaica. Las expresiones a este efecto son tan terminantes que no requieren explicación. Tampoco se puede alegar, como pretender hacer los sabadiatas, que tales pasajes se refieren a la ley ceremonial solamente. Hablan de la ley en todo su conjunto.
4 — En Cristo somos libertados de la servidumbre.
También hay otro pasaje importantísimo en la Epístola a los Gálatas, que sirve para aclarar todavía más este punto. Recordamos que fue en el monte Sinaí donde Moisés recibió las tablas de la ley, y que es precisamente de la ley escrita en dichas tablas que quieren probar que sea la ley moral y no ceremonial, pero el siguiente pasaje comprueba que, justamente, en Cristo Jesús estamos librados de la servidumbre de dicha ley—
Decidme, los que queréis estar debajo de la ley, ¿no habéis oído la ley? Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos; uno de la sierva, el otro de la libre. Mas el de la sierva nació según la carne: pero el de la libre nació por la promesa. Las cuales cosas son dichas por alegoría: porque estas mujeres son los dos pactos; el uno ciertamente del monte Sinaí, el cual engendró para servidumbre, que es Agar. Porque Agar o Sinaí es un monte de Arabia, el cual es conjunto a la que ahora es Jerusalén, la cual sirve con sus hijos. Mas la Jerusalén de arriba libre es; la cual es la madre de todos nosotros.. De manera, hermanos, que no somos hijos de la sierva, mas de la libre. (Gálatas 4:21 al 26,31)
En este pasaje se nos revela claramente que las dos mujeres de Abraham representan dos pactos: el de la ley y el de la gracia. Demuestra que hay tanta diferencia entre la ley y el Evangelio como la hay entre la esclavitud y la libertad; y no cabe duda de que aquí se trata de todo el pacto antiguo y especialmente de los diez mandamientos, pues se habla del monte Sinaí donde fueron dados...
5 — La salvación se encuentra en Cristo.
Considerando lo que hemos dicho, comprendemos que tenía razón el apóstol Pablo en exclamar—
¡Oh Gálatas insensatos! ¿quién os fascinó, para no obedecer a la verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya descrito como crucificado entre vosotros? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oir de la fe? ¿Tan necios sois? ¿habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionaste por la carne?" (Gálatas 3:1 al 3)
La predicación de Pablo para la salvación de las almas, no era la ley, sino la descripción de Cristo crucificado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, librándonos así de la maldición de la ley y del poder del pecado. Est es el mensaje del Evangelio: Hablar a los perdidos pecadores acerca de nuestro querido y glorioso Salvador.
En la Segunda Epístola a los Corintios, capítulo tres y versículos seis al trece, leemos que el ministerio de la letra de la ley grabado en piedras, es ministerio de muerte y de condenación, que perece, y que había de ser abolido. Habla del pacto escrito en piedra, que perece, y el que esta escrito en el corazón, que permanece. Los que estamos en Cristo tenemos una ley espiritual que no es para muerte y condenación, sino para vida y salvación.
La enseñanza del Nuevo Testamento es que el cristiano está muerto a la ley y muerto al pecado, pero que vive la vida nueva por el poder de Cristo, haciendo la voluntad de Dios por el poder del Espíritu Santo y no por la letra de la ley.
6 — La gracia gloriosa del Salvador.
El célebre evangelista D. L. Moody ha escrito la siguiente comparación significativa entre la ley y la gracia—
* La ley por Moisés fue dada. La gracia y la verdad por Jesucristo vinieron.
* La ley dice: Haz esto y vivirás. La gracia dice: Vive, y entonces harás.
* La ley dice: La paga del pecado ea la muerte. La gracia dice: El don gratuito de Dios es la vida eterna.
* La ley dice: El alma que pecare, morirá. La gracia dice: El que cree en Cristo, aun que esté muerto, vivirá
* La ley pronuncia condenación y muerte. La gracia proclama justificación y vida.
* La ley dice: Créate un corazón y un espíritu nuevo. La gracia dice: Yo os daré un nuevo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros.
* La ley se dirige al hombre como formando parte de la vieja creación. La gracia hace al hombre miembro de una nueva creación.
* La ley pide obediencia por el terror del Señor. La gracia amonesta en el amor de Cristo.
* La ley pide santidad. La gracia da santidad.
* La ley dice: Condénalo. La gracia dice: Sálvalo.
* La ley habla de sacrificios sacerdotales. La gracia habla de un solo sacrificio: el de Cristo, y por este sacrificio trae eterna paz al alma que acepta la salvación en Cristo.
7 — La inmortalidad del alma.
Los sabadistas enseñan errores muy crasos acerca del estado en que están los que mueren. Enseñan que el hombre, tanto el creyente como el impío, consiste solamente de sustancia material: sabemos que su cuerpo es de la tierra y vuelve a la tierra al morir; y dicen que el alma del hombre es la sangre, la cual también es cosa netamente material y parte del cuerpo que vuelve a la tierra en la muerte. Luego enseñan que el espíritu del hombre no es más que la atmósfera que respira. Esto también es material y parte de la tierra: y por consiguiente, no posee el hombre ninguna parte espiritual que puede tener inmortalidad.
Representan, pues, los adventistas un materialismo degradante, que pone al hombre en la categoría apenas de un animal superior.
Para probar estas enseñanzas, los adventistas ignoran, voluntariamente, todas las preciosas enseñanzas espirituales de la revelación divina, y se apoyan tan sólo en pasajes que tratan netamente de la parte material del hombre, como por ejemplo, el siguiente: "Porque el suceso de los hijos de los hombres, y el suceso del animal, el mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros; y una misma reaparición tienen todos; ni tiene más el hombre es igual a la bestia: porque todo ea vanidad." (Eclesiastés 3:19)
Este pasaje es tomado del libro del Eclesiastés, que trata de las cosas materiales de esta vida, de lo que hay "debajo del sol", y comprueba el tema principal del libro, que todo lo material es "vanidad". El autor no pretende hablar de cosa que le haya revelado Dios, sino de lo que encuentra en su corazón y de su experiencia en la vida material. Y es bien reconocido que la parte material del hombre se clasifica en la categoría de los animales. El cuerpo del hombre pertenece al "reino animal". Las cosas espirituales han de examinarse espiritualmente, y el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios (1 Corintios 2:14).
El autor del Eclesiastés declara con franqueza que su filosofía trata tan sólo de las cosas materiales, y confiesa claramente su falta de percepción espiritual al lanzar la siguiente pregunta: "¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres suba arriba?" (Eclesiastés 3:21).
8 — El sueño de la muerte.
Al enseñar los sabadistas que el ser humano no tiene alma que puede existir y tener conciencia aparte del cuerpo, aseguran que todo lo que posee el hombre queda "dormido" en el sepulcro hasta el día de la resurrección final. Este error, por cierto, no lo han inventado los adventistas, porque existía tal idea hace muchos siglos; pero al examinar con cuidado la revelación divina, sobre todo en el Nuevo Testamento, encontraremos gran número de pasajes de les Escrituras que refutan sin equivocación posible tales creencias.
Jesucristo dice en Mateo 10:28: "No temáis a loa que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar", revelando claramente que el hombre posee una parte espiritual que no muere con el cuerpo. El pasaje del rico y Lázaro también nos da las mejores pruebas acerca de la existencia consciente de la parte espiritual del hombre. Este pasaje fue hablado por Jesús mismo, quien dijo—:
Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual estaba echado a la puerta de él, lleno de llagas, y deseando hartarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham: y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el infierno alzó sus ojos, estando en loa tormentos, y vio a Abraham de lejos, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque soy atormentado en esta llama. Y díjole Abraham: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; mas ahora este es consolado aquí, y tu atormentado. Y además de todo esto, una grande sima está constituida entre nosotros y vosotros, que los que quisieran pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá para acá.
Y dijo: Ruégote pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre; porque tengo cinco hermanos; para que les testifique, porque no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dice: A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham: mas si alguno fuere a ellos de los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos. (Lucas 16:19 al 31).
Este pasaje lo despachan los adventistas diciendo que de una parábola como ésta no se puede sacar una doctrina. Esto es despreciar la autoridad de la Escritura y la palabra de Cristo. Ni dice Jesús que es una parábola, y podemos estar bien seguros de que nuestro Salvador no enseñaría alguna cosa que fuera completamente contraria a la realidad. Fijémonos en que las personas tienen una existencia completamente consciente después de la muerte; que no se trata de un suceso después del juicio o la resurrección, porque los ricos todavía vivían sobre la tierra. Por lo tanto, es una prueba evidente de que la ritual del hombre no muere con el cuerpo.
La esperanza más gloriosa del cristiano es estar con Cristo, y esta esperanza tiene su base firme y sólida en la revelación que Dios nos ha dado. Recordamos que uno de los ladrones que fue crucificado junto con Cristo, dijo al Señor: "Acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino". Y el Señor inmediatamente le contesta: "De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:42,43).
Los sabadiatas tratan de destruir las enseñanzas espirituales de este pasaje por medio de un cambio absurdo de traducción, haciéndolo leer: "De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso". Una traducción tan forzada y sin razón sólo puede concebirse por una persona o secta que lo haga para proteger una doctrina que no se encuentre revelada en la Biblia, y con razón dice el señor Juan Varetto que "el que se está ahogando, se agarra de una paja si la ve sobre la superficie de las aguas, esperando que le ayude a quedar a flote, y así tienen que hacer los sostenedores de la doctrina que combatimos. La paja en este caso es una coma, que los adventistas quitan de un lugar para ponerla en otro." (Refutación del Adventismo, pagina 134).
Los siguientes pasajes también comprueban claramente que el creyente en Cristo Jesús tiene una existencia consciente y feliz inmediatamente después de la muerte—
Porque sabemos, que si la casa terrestre de nuestra habitación se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser sobrevestidos de aquella nuestra habitación celestial; puesto que en verdad habremos sido hallados vestidos, y no desnudos. Porque así mismo los que estamos en este tabernáculo, gemimos agravados; porque no quisiéramos ser desnudados, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida" (2 Corintios 5:1 al 4).
Se comprende claramente en este pasaje que el Apóstol se refiere a que la existencia principal del creyente es su persona espiritual, la cual habita en el cuerpo material, del cual ha de ser desnudado por medio de la muerte, y que desearía de una vez recibir el cuerpo celestial.
Luego continúa el Apóstol diciendo—
Mas el que nos hizo para esto mismo, es Dios; el cual nos ha dado la prenda del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo, que entre tanto que estamos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor; (porque por fe andamos, no por vista; ) mas confiamos, y más quisiéramos partir del cuerpo, y estar presentes al Señor," 2 Corintios 5:5 al 8.
¿Quién podrá negar que el Apóstol se refiere aquí a la verdad infalible de que hay en el creyente un alma, un ser espiritual, que al partir del cuerpo en la muerte, va a estar presente con Cristo aun antes de la resurrección del cuerpo? Y por eso también puede decir el mismo Apóstol: "Porque para mí el vivir ea Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne, esto me será para fruto de la obra, no sé entonces qué escoger; porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor" (Filipenses 1:21 al 23).
Al morir nuestro Salvador en la cruz del Calvario también exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23:46); y el primer mártir cristiano, Esteban, al morir apedreado, exclamó: "Señor Jesús, recibe mi espíritu" (Hechos 7:59).
El que cree en las doctrinas adventistas, al encontrarse frente al sepulcro de uno de los suyos, podrá, tal vez, encontrar consuelo en la esperanza de la resurrección en el último día, pero el verdadero creyente en Cristo puede gozarse en la esperanza de estar presente con Cristo, no tan sólo en un día lejano, al fin del mundo, sino inmediatamente al partir del cuerpo.
Gracias a Dios por esta preciosa esperanza del creyente. En Cristo tenemos la vida que alcanza más allá de la muerte y la tumba. Somos seres espirituales y no tan sólo materiales, y como cristianos evangélicos nunca podremos aceptar las funestas creencias sabadistas, que nos rebajan a lo puramente material. Viviremos vidas espirituales por el poder de Cristo, y al partir del cuerpo, iremos a estar eternamente con nuestro amado Salvador.
9 — El destino final de los impíos
Los sabadistas enseñan errores acerca del castigo final que Dios impondrá a todas aquellas personas que no reciben su salvación. Enseñan que los injustos, en el día del juicio final, serán resucitados para ser completamente aniquilados, de tal manera que no quede ni rastro de ellos.
Para comprobar tal enseñanza se valen de pasajes como el siguiente, que se refiere al juicio que hará desaparecer a los injustos de la tierra. Dice la profecía: "Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno; y todos los soberbios, y todos los que hacen maldad, serán estopa; y aquel día que vendrá, los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, el cual no les dejará ni raíz ni rama" (Malaquías 4:1).
Esta es una profecía hablada respecto al futuro del pueblo de Israel en la tierra. Volvemos a notar que los sabadistas siempre sacan loa textos del Antiguo Testamento para probar que pertenecen a la dispensación del Nuevo Testamento, y dejan de fijarse en las enseñanzas y revelaciones de Cristo y sus apóstoles, que siempre aclaran y amplifican las enseñanzas de los antiguos profetas.
Es preciso tener en cuenta que la mayor parte de las profecías del Antiguo Testamento se refieren al pueblo de Israel y a la dispensación de la ley. En esas profecías están incluidas también las de la venida del Mesías, tanto su primera como su segunda venida. Las enseñanzas del Antiguo Testamento nunca pueden contradecir a las del Nuevo; sino que, colocadas en su debida dispensación, vienen a formar la mejor preparación para las más espirituales enseñanzas de la dispensación de la iglesia y del Espíritu Santo.
Examinemos los siguientes pasajes, y veremos lo que Cristo y sus apóstoles enseñaban acerca del destino de los injustos en S. Mateo 25:31 al 34,41,46—
Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de él todas las gentes: y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
(Luego les da las razones de sus hechos.)
Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles.
(Luego les da a ellos también las acusaciones de sus hechos.)
E irán estos al tormento eterno. y los justos a la vida eterna.
Dicen los sabadistas que "fuego eterno" y "tormento eterno" en este pasaje no quieren decir que seguirán para siempre, sino solamente hasta acabarse los injustos, y entonces se terminarán. Pero si fuere esto así, no tendríamos tampoco ninguna razón de creer que la felicidad de los creyentes será eterna. La misma palabra se emplea para lo uno y para lo otro. No hay duda ninguna de que cuando Dios dice "eterno", quiere decir para siempre jamás.
Esto también se ve con toda claridad en los siguientes pasajes—
Si tu mano te escandalizare, córtala: mejor te es entrar a la vida manco, que teniendo dos manos ir a la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado; donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga (S. Marcos 9:43,44).
Aun para mayor fuerza encontramos estas mismas palabras repetidas dos veces más en este mismo capitulo.
Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde esta la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás. Apocalipsis 20:10.
Si a la vista de tales palabras, el castigo de los injustos no es eterno, no hay ninguna garantía de que ha de serlo la bendición de los creyentes.
10 — Enseñanzas de falsos profetas.
En la enseñanza de falsas doctrinas en nombre de Cristo, vemos el cumplimiento de la Palabra de Dios, que dice: "Habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán encubiertamente herejías de perdición" (2 Pedro 2:1).
Los sabadistas siempre se introducen encubiertamente entre los creyentes evangélicos, y en vez de predicar a Cristo en todo su poder y gloria para salvar al hombre pecador, van repitiendo sus falsas doctrinas acerca del sábado, la ley, las comidas prohibidas, la marca de la bestia, la venida de Cristo en 1844, el sueño de les almas, la aniquilación de los injustos, etc. Es preciso que estemos avisados para no dejarnos turbar por sus errores. A los impíos que no quieren aceptar la salvación de Cristo, les gustaría, precisamente, que después de la muerte no hubiera nada más, sino una resurrección por un momento para ser luego destruidos, aniquilados para siempre. Pero esa no es la enseñanza de la Palabra de Dios.
A los que ya se hayan dejado perturbar por los errores sabadistas, diremos con el apóstol Pablo: "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio: no que hay otro, sino que hay algunos que os inquietan, y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas aun si nosotros o un ángel del cielo os anunciare otro evangelio del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gálatas 1:6 al 8).
"El que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra" (Santiago 1:6). Por lo tanto, "No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa ea afirmar el corazón en la gracia" (Hebreos 13:9).ç
11 — El día de reposo
La secta adventista ha perdido mucho tiempo precioso y muchísimo papel mal gastado en probar que el cristiano está obligado, por ley, a guardar el sabat judaico. Enseñan que la observación del domingo como día de reposo es "la marca de la bestia", basándose en una interpretación fantástica de Apocalipsis 13:11,18, aplicando al papa de Roma el numero 666 en idioma latino, y olvidándose de que el Nuevo Testamento no fue escrito en latín sino en griego. Respecto a esto dice el señor Juan Ritchie: "Curioso es que en griego, el nombre de la misma profetiza del sabadismo, Helen Harmon White, da exactamente 666".
Respecto a los argumentos de los sabadistas, por medio de los cuales quieren obligarnos a cambiar nuestro día de reposo, tengamos claramente en cuenta lo siguiente—
1. El nombre "sábado" de nuestra semana no tiene ninguna relación con el día de reposo ordenado en el cuarto mandamiento.
2. La división de semanas con los nombre de los días como los tenemos en nuestro calendario es obra de los hombres, y en la Biblia no tienen nombre los días de la semana, sino números, principiando con primero, segundo, tercero, etc.; después el día de reposo.
3. El cuarto mandamiento dice: "Acordarte has del día del reposo, para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: no hagas en él obra alguna tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas: porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día del reposo y lo santificó" (Éxodo 20:8 al 11).
4. Los sabadistas tienen grandes cartelones donde citan los mandamientos de la ley de Dios, y al citar este mandamiento cambian "día del reposo" y ponen "sábado". El mandamiento es claramente trabajar seis días y reposar uno después de los seis días de trabajo, y por lo tanto es el séptimo día el que siga a los seis días de trabajo.
5. Nadie ha podido, ni podrá, comprobar a cuál día de nuestra semana corresponde el día en que Dios descansó después de la creación; porque nuestro calendario fue hecho miles de años después.
6. El mandamiento del día del reposo no se encuentra citado en el Nuevo Testamento, y no tiene en sí asunto moral. El reposo semanal para el pueblo de Israel tenía dos aspectos: uno práctico y otro ceremonial. El aspecto práctico tiene que ver con la necesidad natural que el hombre tiene de descansar una séptima parte del tiempo, y el sentido del cuarto mandamiento es de un día de descanso después de seis días de trabajo.
7. En su aspecto ceremonial el día de reposo conmemoraba la perfección de la obra creadora de Dios, desde la creación hasta la salida del pueblo de Israel de Egipto, según el pasaje arriba citado (Éxodo 20:11). Pero desde la salida de Egipto hasta la resurrección de Cristo, el día de reposo conmemoraba la libertad de los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, porque al citar el cuarto mandamiento en el libro del pacto que hizo Dios con el pueblo de Israel, no se dice nada de que guardar el día de reposo porque Dios hizo el cielo y la tierra en seis dicta y descanso el séptimo, sino que dice expresamente que guarden el día de reposo porque fueron librados de la esclavitud de Egipto. Leemos en Deuteronomio 5:15: "Y acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido: por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día del reposo".
En su aspecto ceremonial el día de reposo también fue para el pueblo de Israel una "sombra" de lo venidero, especialmente de la persona de Cristo, en el cual tenemos descanso espiritual. Jesucristo dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar". Por esto dice el Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo: "Por tanto, nadie os juzgue en comida, o en bebida, o en parte de día fiesta, o de nueva luna, o de sábados: lo cual es la sombra de lo por venir; mas el cuerpo es de Cristo" (Colosenses 2:16,17).
8. Desde la resurrección de Cristo han guardado los cristianos el día domingo como día de reposo en memoria de la victoria de Cristo sobre la muerte y nuestra libertad del pecado, y por este motivo también leemos: "Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también el ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas" (Hebreos 4:9,10).
Esto está bien comprobado por los testimonios más fidedignos de los tiempos primitivos de la iglesia cristiana. Justino Mártir escribió, por ejemplo, más o menos en el año 140 después de Cristo: "En el día domingo se juntan en un lugar todos los que residen en las ciudades o fuera de ellas, y se leen las memorias de los apóstoles y de los profetas. Nos reunimos porque es el primer día, y porque en ese mismo día Jesucristo nuestro Salvador resucitó de los muertos". Y dice Tertuliano de Cartago en el año 200 después de Cristo: "Dedicamos los domingos a gozo; observamos el día de la resurrección del Señor libres de todo estorbo, de congojas o de deberes, poniendo a un lado todo negocio mundano".
9. Donde en el Nuevo Testamento se trata de reuniones y predicaciones especiales en día de sabat judaico, siempre se refiere a reuniones de los judíos, y no de los seguidores de Cristo.
10. El principio de celebrar el domingo como día del Señor también se nota en los siguientes pasajes: Juan 20:26; Hechos 20:7; l Corintios 16:2; Apocalipsis 1:10.
El día de reposo y el calendario mosaico—
Ea bien reconocido que el calendario que seguimos actualmente en el mundo civilizado es obra netamente de los tiempos modernos.
El calendario que instituyo Moisés para el pueblo de Israel, y que fue el que quedó vigente desde Moisés hasta la destrucción del templo de Jerusalén por Nabucodonosor, fue por mucho tiempo un misterio para los estudiantes de la Biblia; pero últimamente se ha descubierto el decreto de este calendario, y se considera como el más completo que se ha conocido.
Moisés, por su esmerada educación egipcia, tuvo profundos conocimientos astronómicos, y estos conocimientos le fueron luego reforzados por la revelación de Dios. Por esos motivos pudo perfeccionar el siguiente calendario:
Cada mes tenía treinta días, y el año contaba doce meses; pero para completar los 365 días que tiene el año solar, se agregaban tres días tradicionales al mes de "Elul" y dos días al mes "Adar". Y en vez de agregar un sábado cada cuatro años, se agregaba una semana de siete días cada 28 años.
Había en cada año corriente 51 semanas de siete días y una semana de ocho días, y cada 28 años tenía el año una semana más. Los días de la semana no tenían nombre, sino que se contaban como primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto día, después el día de reposo.
El primer día del año era siempre día de reposo, y todos loa días de reposo caían precisamente en las mismas fechas todos los años. Esto se efectuaba por medio de una semana de ocho días en cada año. Esa semana larga caía en la fiesta de Pentecostés cuando había un doble reposo.
Es tradicional que los judíos todavía celebran en el Pentecostés dos días de reposo seguidos. Esto da por resultado que según nuestro calendario de días con nombres fijos en la semana, el día de reposo de los israelitas no corresponde a ningún día fijo de nuestra semana, sino que, por ejemplo, si desde el principio del año caía en el día que corresponde a nuestro sábado, al llegar al Pentecostés con el doble reposo, desde entonces seguiría el sabat o reposo en el día que corresponde a nuestro domingo, hasta llegar al Pentecostés del siguiente ano. Luego seguiría el reposo en el día que corresponde a nuestro lunes. Por lo tanto caería el sabat israelita en el día correspondiente a nuestro sábado solamente cada siete anos.
Esto comprueba, pues, infaliblemente que el sabat israelita no corresponde propiamente a ningún día de semana, y es otra razón más por la que nosotros los cristianos no estamos obligados, por ley, a guardar el sábado.
Prueba infalible de que el calendario mosaico tenía los días de reposo en fechas fijas es que los días diez y catorce del mes de Abib eran días en que los israelitas necesariamente, por mandato de Dios, tenían que hacer trabajos que no podían hacer en día de reposo. (Véanse Éxodo 12:3,5,6,24).
En el año 587 antes de Cristo, cuando Jerusalén fue destruida y el pueblo de los judíos fue llevado a cautiverio en Babilonia, se terminó el tiempo del calendario mosaico. Cuando volvieron los judíos del destierro, después de setenta años, estaban bajo el dominio Medo-Perea, y naturalmente tuvieron que regirse por el calendario de esa nación pagana, y no han vuelto a establecer el calendario mosaico.
El sabat mosaico era para los israelitas—
Como hemos visto, el sabat mosaico conmemoraba para los israelitas su libertad de la esclavitud de Egipto (Deuteronomio 5:16).
El sabat mosaico fue dado al pueblo de Israel y sus descendientes. Dice Dios: "Guardaran, pues, el sábado los hijos de Israel: celebrándolo por sus edades por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mi y los hijos de Israel". "Diles también mis sábados, que fuesen por señal entre mi y ellos" (Éxodo 31:16,17; Ezequiel 20:12).
Según los pasajes arriba citados, fue por señal entre el pueblo de Israel y Dios.
En ninguna parte del Nuevo Testamento se encuentra un solo pasaje que mande a los cristianos guardar el sabat mosaico. Era, por lo tanto, una institución netamente israelita.
El domingo es el día del cristiano—
Dice Jesús: "Nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en cueros viejos: de otra manera los cueros se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los cueros; mas echan el vino nuevo en cueros nuevos, y lo uno y lo otro se conserva juntamente" (Mateo 9:16,17).
Estamos en una nueva dispensación, la de la iglesia, de la gracia y del Espíritu Santo. Así también tenemos un día nuevo consagrado al servicio de Cristo. Descansando un día en siete, cualquiera que fuere el día, alcanza el hombre lo que por orden natural necesita en este sentido para su vida material; y consagrando el domingo a Cristo, se cumple la parte espiritual, que resulta de gran provecho práctico para el cristiano, recordando siempre que toda nuestra vida y todos nuestros días deben estar consagrados al Señor.
También es significativo que en la dispensación del Espíritu, nuestra vida encuentra primero su reposo en Cristo, y luego podemos hacer las obras espirituales que Dios ha preparado para nosotros. "Somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:10).
Ningún día como el primer día de la semana tiene tantos recuerdos sagrados para el cristiano—
* En el primer día de la semana resucitó Cristo (Lucas 24:16).
* En ese día apareció Jesús a Pedro (Lucas 24:34).
* También apareció Jesús en ese día: a María (Juan 20:1,2,11 al 14); a los dos discípulos en el camino a Emmaus (Lucas 24:1,13 al 15), y a los diez discípulos (Juan 20:19).
* A los ocho días de su resurrección apareció Jesús otra vez a los discípulos, estando Tomás presente.
* En el primer día de la semana, el día de Pentecostés, vino la bendición del Espíritu Santo sobre la iglesia primitiva en Jerusalén (Hechos capítulo 2).
* Ya en los tiempos primitivos del Nuevo Testamento los cristianos tenían la costumbre de reunirse en el primer día de la semana. (Hechos 20:7). Y ya hemos comprobado por la historia, que toda la iglesia primitiva tenía sus reuniones principales en el primer día de la semana.
* En el primer día de la semana recibió Juan su gran revelación en la isla de Patmos (Apocalipsis 1:1,10).
Cuando Cristo Jesús, nuestro amado Salvador, de esta manera ha señalado el día domingo entre los demás días de la semana, hacemos bien en consagrarlo de especial manera a su servicio.
Ya que hemos visto a la luz del Evangelio los errores del adventismo, bien haremos en rechazarlo y seguir a Cristo conforme nos lo enseña su Palabra, que dice: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, si no volváis otra vez a ser presos en el yugo de servidumbre" (Gálatas 5:1).