El aceite y el agua.
Tal vez hayamos visto alguna vez un vaso conteniendo aceite y agua. Vemos que el aceite ocupa la posición de arriba y el agua ocupa la posición de abajo. No se mezclan nunca entre ellos, sino que por su densidad, el aceite sube arriba y el agua permanece abajo. Pero si despreciamos esta visión de detalle, solo observamos un vaso lleno de líquido.
Utilicemos esta analogía con nuestra mente. Nuestra mente es un vaso lleno de líquido (pensamientos, deseos). Para nosotros, que no hemos profundizado sobre la composición de nuestra mente, esos pensamientos y deseos provienen del vaso (mente) sin apreciar de qué parte de su contenido provienen. Imaginemos que nuestra mente (vaso) contiene dos substancias pensantes (líquidos) con unos pensamientos diferentes, a veces divergentes y otras veces, contrapuestos, como el aceite y el agua. Viendo el vaso desde suficiente distancia, no apreciamos los colores de sus contenidos (aceite y agua), por eso, todos los pensamientos y deseos que llegan a nuestra mente los consideramos como propios y naturales. Pero el aceite tiene una composición y el agua, más si es pura, otra. Así las necesidades de nuestros componentes del pensamiento son diferentes.
Nosotros vamos por la vida CREYENDO que el contenido de nuestra mente (vaso) es puro y homogéneo. Pero si nos acercamos lo suficiente a la mente (vaso) descubrimos que no, que se compone en realidad de dos substancias (líquidos) diferentes. Nuestra mente no es pura. Es más, el agua, símbolo de una mente limpia y pura queda debajo del aceite, con lo que los efluvios (pensamientos) del agua, no llegan a la superficie, siendo tapados por el aceite. Sólo los efluvios (pensamientos) del aceite llegan a la superficie del vaso y nos percatamos de ellos.
Nosotros disponemos de una mente pura como el agua pura, pero no llegamos a advertir lo que nos quiere decir. Por eso hay que quitar el aceite, destruirlo, sacarlo de nuestra mente, para que sólo el agua pura llegue a nuestro ser.
[]Cedesin>
Tal vez hayamos visto alguna vez un vaso conteniendo aceite y agua. Vemos que el aceite ocupa la posición de arriba y el agua ocupa la posición de abajo. No se mezclan nunca entre ellos, sino que por su densidad, el aceite sube arriba y el agua permanece abajo. Pero si despreciamos esta visión de detalle, solo observamos un vaso lleno de líquido.
Utilicemos esta analogía con nuestra mente. Nuestra mente es un vaso lleno de líquido (pensamientos, deseos). Para nosotros, que no hemos profundizado sobre la composición de nuestra mente, esos pensamientos y deseos provienen del vaso (mente) sin apreciar de qué parte de su contenido provienen. Imaginemos que nuestra mente (vaso) contiene dos substancias pensantes (líquidos) con unos pensamientos diferentes, a veces divergentes y otras veces, contrapuestos, como el aceite y el agua. Viendo el vaso desde suficiente distancia, no apreciamos los colores de sus contenidos (aceite y agua), por eso, todos los pensamientos y deseos que llegan a nuestra mente los consideramos como propios y naturales. Pero el aceite tiene una composición y el agua, más si es pura, otra. Así las necesidades de nuestros componentes del pensamiento son diferentes.
Nosotros vamos por la vida CREYENDO que el contenido de nuestra mente (vaso) es puro y homogéneo. Pero si nos acercamos lo suficiente a la mente (vaso) descubrimos que no, que se compone en realidad de dos substancias (líquidos) diferentes. Nuestra mente no es pura. Es más, el agua, símbolo de una mente limpia y pura queda debajo del aceite, con lo que los efluvios (pensamientos) del agua, no llegan a la superficie, siendo tapados por el aceite. Sólo los efluvios (pensamientos) del aceite llegan a la superficie del vaso y nos percatamos de ellos.
Nosotros disponemos de una mente pura como el agua pura, pero no llegamos a advertir lo que nos quiere decir. Por eso hay que quitar el aceite, destruirlo, sacarlo de nuestra mente, para que sólo el agua pura llegue a nuestro ser.
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