Como complemento a la apertura de este foro "Fruto del Testimonio/Doctrina Santa Cena/ Gloria mundana" (ref. 1), que reproduce parte del documento de la Reforma alemana titulado el "Catecismo de Heildelberg", que en particular cita la enseñanza cristiana de la Santa Cena del Señor Jesucristo, se presenta a continuación parte del documento de la Reforma en Escocia, llevada adelante por Juan Knox, luego de haber estudiado la Doctrina Cristiana, con el Reformador Juan Calvino en Suiza.
Este documento de la Reforma escocesa es conocido como "La Confesión Escocesa".
La Confesión Escocesa (ref. 2,3)
Introducción
""La Confesión Escocesa fue escrita en un momento crítico en la historia de Escocia. Cuando la reina regente María de Guisa murió en su sueño en 1560, la nobleza protestante de Escocia aseguró el reconocimiento Inglés de la soberanía de Escocia en el tratado de Edinburgo. Para los escoceses, esta conclusión favorable de la guerra civil contra las fuerzas armadas de María (apoyada por los franceses) representó una liberación providencial.
El parlamento Escocés, habiendo declarado a Escocia una nación protestante, le pidió al clero que escribiera una confesión de fe. Seis ministros incluyendo a Juan Knox completaron la tarea en cuatro días. En 1560, el Parlamento ratificó el documento como "Doctrina basada en la Palabra Infalible de Dios".
Los primeros once capítulos de la Confesión Escocesa narran los actos providenciales de Dios en la historia Bíblica. Empieza con una promesa de compromiso incondicional al Dios trino que crea, sostiene, gobierna y guía todas las cosas. La Iglesia del presente y futuro es continua con la Iglesia del pueblo de Dios desde los días de Adán. A la vez que afirma que la Biblia es la norma por la cual la Iglesia se juzga a si misma, la Confesión Escocesa también considera a las Escrituras como una Historia Sagrada en la cual la Iglesia del presente, a través del Espíritu Santo participa hasta el fin de los tiempos. La liberación providencial de Dios es una realidad continua, que no está limitada al pasado.
La Confesión Escocesa plantea las tres señales de la Iglesia Fiel y Verdadera: "La verdadera predicación de la Palabra de Dios" , "La administración correcta de los sacramentos de Cristo Jesús," y "la disciplina eclesiástica...con la cual se reprime el vicio y se nutre la virtud".
"Adherirse, servir, adorar, confiar," todas son palabras claves en este documento. Como un llamamiento a la acción en una época turbulenta, la Confesión Escocesa refleja un espíritu de confianza y cometido al Dios cuya liberación milagrosa los Escoceses vivieron.""
A continuación se cita el capitulo XXI de la Confesión Escocesa. Apartado relativo a Los Sacramentos, con la finalidad de que el lector tenga una visión mas o menos general de la claridad con la que hablaban y confesaban los cristianos de la época de la Reforma, en contraste con los modernos, en particular respecto de la perniciosa enseñanza romana de la Santa Cena.
Capitulo XXI
Así como los Padres bajo la Ley, además de los Sacrificios, tenían dos Sacramentos principales, esto es, la Circuncisión y la Pascua, y quienes los rechazaban no eran reconocidos como parte del Pueblo de Dios, nosotros reconocemos y confesamos que ahora, en el tiempo del Evangelio, tenemos dos Sacramentos principales, los únicos instituidos por el Señor Jesucristo, y ordenados para ser practicados por todos aquellos que serán contados como miembros de Su Cuerpo, esto es, el bautismo y la Santa Cena o la Mesa del Señor Jesús, también llamada la Comunión de Su Cuerpo y de Su Sangre.
Estos Sacramentos, ambos del Antiguo y del Nuevo Testamento, fueron instituidos por Dios, no sólo para hacer una distinción visible entre Su Pueblo y aquellos que estaban fuera del Pacto, sino para fortalecer la Fe de Sus Hijos y, por la participación de estos en los Sacramentos, sellar en sus corazones la Seguridad de Su Promesa, y esa más que bendita conjunción, unión y asociación que los elegidos tiene con Su cabeza, Cristo Jesús.
Y así condenamos absolutamente la vanidad de aquellos que afirman que los Sacramentos no son más que meros símbolos desnudos y vacíos.
No, nosotros creemos firmemente que por el Bautismo somos injertados en Cristo Jesús, participamos de Su Justicia, por la cual nuestros pecados son cubiertos y perdonados, y también que en la Cena, correctamente celebrada, Cristo Jesús, se une a nosotros de tal manera que Él llega a ser verdadero alimento y nutrición para nuestras almas.
No que imaginemos que ocurre una transubtanciación del pan en el Cuerpo de Cristo, y del vino en Su Sangre Natural, tal como los romanistas han enseñado perniciosamente y falsamente creído.
Pero esta unión y conjunción que tenemos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo Jesús en la celebración apropiada de los Sacramentos, es forjada por medio del Espíritu Santo, quien por medio de una Fe Verdadera nos lleva por sobre todas las cosas visibles, carnales y terrenales, y nos alimenta con el Cuerpo Destrozado y la Sangre Derramada de Cristo Jesús, una sola vez por nosotros, quien está ahora en el Cielo y es nuestro Abogado ante el Padre.
A pesar de la distancia entre Su Cuerpo Glorificado en el Cielo y nosotros mortales en la tierra, debemos creer con toda seguridad que el pan que partimos es la comunión del Cuerpo de Cristo y la copa que bendecimos es la comunión de Su Sangre.
Así confesamos y creemos, sin duda alguna, que los fieles al hacer uso correcto de la Mesa del Señor, comen el Cuerpo y beben la Sangre del Señor Jesús en forma tal que Él permanece en ellos y ellos en Él, y son hechos carne de Su Carne y hueso de Su Hueso, de tal manera que, así como la Deidad Eterna ha dado a la Carne de Cristo Jesús , la cual por naturaleza era corruptible y mortal, vida e inmortalidad, así también comiendo y bebiendo de la carne de Cristo Jesús, hace lo mismo por nosotros.
Reconocemos que esto no se nos da en el momento, ni por el poder ni la virtud de los sacramentos solamente, sino que afirmamos que los fieles, en el uso apropiado de la Masa del señor, logran tal unión con Cristo Jesús que le ser humano natural no puede comprender, más aun, afirmamos que aunque los fieles impedidos por su inteligencia y debilidad, no benefician tanto como debieran en el momento mismo de la Cena; sin embargo, posteriormente ésta dará fruto siendo semilla viva plantada en buena tierra; porque el Espíritu Santo que nunca puede ser separado de la correcta institución del Señor Jesús, no privará a los fieles del fruto de esta mística acción.
Todo esto, sin embargo, únicamente hace que el Sacramento sea eficaz en nosotros. Por lo tanto, si alguien nos calumnia diciendo que afirmamos o creemos que los sacramentos son símbolos y nada más, son difamadores y niegan los hechos escuetos.
Por otro lado, inmediatamente reconocemos que hacemos una distinción entre Cristo Jesús en Su Eterna Substancia y los elementos de los signos sacramentales. Así que ni adoramos los elementos en lugar de lo que ellos representa, ni los despreciamos o subestimamos, sino que los utilizamos con gran respeto, examinándonos diligentemente a nosotros mismos antes de participar en ellos, ya que el Apóstol nos dice: "cualquiera que comiere este pan y bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del Cuerpo y de la Sangre del Señor"
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Fin capitulo XXI
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En Cristo
Rogelio
Ref.
1. "El Catecismo de Heildelberg; enseñanza de la Doctrina Cristiana". Zacarías Ursino y Gaspar Oleviano. Publicado en alemán en 1563. Tercera edición en castellano (1982) realizada por Fundación Editorial de Literatura Reformada "Stichting Uitgave Reformatorische Boeken", Rijswijk (Z.H.) Países Bajos.
2. "Constitución de la Iglesia Presbiteriana (EUA)" Parte I, Libro de Confesiones. 1995. Editado por la Oficina de la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana.
3. La Constitución de la iglesia Presbiteriana en EUA, cita como fuente: Reimpreso de "The Scots Confessión": 1560. Editado con una introducción por G.D. Henderson. Editado en inglés contemporáneo por James Bulloch. Saint Andrew Press, Edinburgh, 1960, páginas 58 - 80.
Este documento de la Reforma escocesa es conocido como "La Confesión Escocesa".
La Confesión Escocesa (ref. 2,3)
Introducción
""La Confesión Escocesa fue escrita en un momento crítico en la historia de Escocia. Cuando la reina regente María de Guisa murió en su sueño en 1560, la nobleza protestante de Escocia aseguró el reconocimiento Inglés de la soberanía de Escocia en el tratado de Edinburgo. Para los escoceses, esta conclusión favorable de la guerra civil contra las fuerzas armadas de María (apoyada por los franceses) representó una liberación providencial.
El parlamento Escocés, habiendo declarado a Escocia una nación protestante, le pidió al clero que escribiera una confesión de fe. Seis ministros incluyendo a Juan Knox completaron la tarea en cuatro días. En 1560, el Parlamento ratificó el documento como "Doctrina basada en la Palabra Infalible de Dios".
Los primeros once capítulos de la Confesión Escocesa narran los actos providenciales de Dios en la historia Bíblica. Empieza con una promesa de compromiso incondicional al Dios trino que crea, sostiene, gobierna y guía todas las cosas. La Iglesia del presente y futuro es continua con la Iglesia del pueblo de Dios desde los días de Adán. A la vez que afirma que la Biblia es la norma por la cual la Iglesia se juzga a si misma, la Confesión Escocesa también considera a las Escrituras como una Historia Sagrada en la cual la Iglesia del presente, a través del Espíritu Santo participa hasta el fin de los tiempos. La liberación providencial de Dios es una realidad continua, que no está limitada al pasado.
La Confesión Escocesa plantea las tres señales de la Iglesia Fiel y Verdadera: "La verdadera predicación de la Palabra de Dios" , "La administración correcta de los sacramentos de Cristo Jesús," y "la disciplina eclesiástica...con la cual se reprime el vicio y se nutre la virtud".
"Adherirse, servir, adorar, confiar," todas son palabras claves en este documento. Como un llamamiento a la acción en una época turbulenta, la Confesión Escocesa refleja un espíritu de confianza y cometido al Dios cuya liberación milagrosa los Escoceses vivieron.""
A continuación se cita el capitulo XXI de la Confesión Escocesa. Apartado relativo a Los Sacramentos, con la finalidad de que el lector tenga una visión mas o menos general de la claridad con la que hablaban y confesaban los cristianos de la época de la Reforma, en contraste con los modernos, en particular respecto de la perniciosa enseñanza romana de la Santa Cena.
Capitulo XXI
Así como los Padres bajo la Ley, además de los Sacrificios, tenían dos Sacramentos principales, esto es, la Circuncisión y la Pascua, y quienes los rechazaban no eran reconocidos como parte del Pueblo de Dios, nosotros reconocemos y confesamos que ahora, en el tiempo del Evangelio, tenemos dos Sacramentos principales, los únicos instituidos por el Señor Jesucristo, y ordenados para ser practicados por todos aquellos que serán contados como miembros de Su Cuerpo, esto es, el bautismo y la Santa Cena o la Mesa del Señor Jesús, también llamada la Comunión de Su Cuerpo y de Su Sangre.
Estos Sacramentos, ambos del Antiguo y del Nuevo Testamento, fueron instituidos por Dios, no sólo para hacer una distinción visible entre Su Pueblo y aquellos que estaban fuera del Pacto, sino para fortalecer la Fe de Sus Hijos y, por la participación de estos en los Sacramentos, sellar en sus corazones la Seguridad de Su Promesa, y esa más que bendita conjunción, unión y asociación que los elegidos tiene con Su cabeza, Cristo Jesús.
Y así condenamos absolutamente la vanidad de aquellos que afirman que los Sacramentos no son más que meros símbolos desnudos y vacíos.
No, nosotros creemos firmemente que por el Bautismo somos injertados en Cristo Jesús, participamos de Su Justicia, por la cual nuestros pecados son cubiertos y perdonados, y también que en la Cena, correctamente celebrada, Cristo Jesús, se une a nosotros de tal manera que Él llega a ser verdadero alimento y nutrición para nuestras almas.
No que imaginemos que ocurre una transubtanciación del pan en el Cuerpo de Cristo, y del vino en Su Sangre Natural, tal como los romanistas han enseñado perniciosamente y falsamente creído.
Pero esta unión y conjunción que tenemos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo Jesús en la celebración apropiada de los Sacramentos, es forjada por medio del Espíritu Santo, quien por medio de una Fe Verdadera nos lleva por sobre todas las cosas visibles, carnales y terrenales, y nos alimenta con el Cuerpo Destrozado y la Sangre Derramada de Cristo Jesús, una sola vez por nosotros, quien está ahora en el Cielo y es nuestro Abogado ante el Padre.
A pesar de la distancia entre Su Cuerpo Glorificado en el Cielo y nosotros mortales en la tierra, debemos creer con toda seguridad que el pan que partimos es la comunión del Cuerpo de Cristo y la copa que bendecimos es la comunión de Su Sangre.
Así confesamos y creemos, sin duda alguna, que los fieles al hacer uso correcto de la Mesa del Señor, comen el Cuerpo y beben la Sangre del Señor Jesús en forma tal que Él permanece en ellos y ellos en Él, y son hechos carne de Su Carne y hueso de Su Hueso, de tal manera que, así como la Deidad Eterna ha dado a la Carne de Cristo Jesús , la cual por naturaleza era corruptible y mortal, vida e inmortalidad, así también comiendo y bebiendo de la carne de Cristo Jesús, hace lo mismo por nosotros.
Reconocemos que esto no se nos da en el momento, ni por el poder ni la virtud de los sacramentos solamente, sino que afirmamos que los fieles, en el uso apropiado de la Masa del señor, logran tal unión con Cristo Jesús que le ser humano natural no puede comprender, más aun, afirmamos que aunque los fieles impedidos por su inteligencia y debilidad, no benefician tanto como debieran en el momento mismo de la Cena; sin embargo, posteriormente ésta dará fruto siendo semilla viva plantada en buena tierra; porque el Espíritu Santo que nunca puede ser separado de la correcta institución del Señor Jesús, no privará a los fieles del fruto de esta mística acción.
Todo esto, sin embargo, únicamente hace que el Sacramento sea eficaz en nosotros. Por lo tanto, si alguien nos calumnia diciendo que afirmamos o creemos que los sacramentos son símbolos y nada más, son difamadores y niegan los hechos escuetos.
Por otro lado, inmediatamente reconocemos que hacemos una distinción entre Cristo Jesús en Su Eterna Substancia y los elementos de los signos sacramentales. Así que ni adoramos los elementos en lugar de lo que ellos representa, ni los despreciamos o subestimamos, sino que los utilizamos con gran respeto, examinándonos diligentemente a nosotros mismos antes de participar en ellos, ya que el Apóstol nos dice: "cualquiera que comiere este pan y bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del Cuerpo y de la Sangre del Señor"
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Fin capitulo XXI
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En Cristo
Rogelio
Ref.
1. "El Catecismo de Heildelberg; enseñanza de la Doctrina Cristiana". Zacarías Ursino y Gaspar Oleviano. Publicado en alemán en 1563. Tercera edición en castellano (1982) realizada por Fundación Editorial de Literatura Reformada "Stichting Uitgave Reformatorische Boeken", Rijswijk (Z.H.) Países Bajos.
2. "Constitución de la Iglesia Presbiteriana (EUA)" Parte I, Libro de Confesiones. 1995. Editado por la Oficina de la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana.
3. La Constitución de la iglesia Presbiteriana en EUA, cita como fuente: Reimpreso de "The Scots Confessión": 1560. Editado con una introducción por G.D. Henderson. Editado en inglés contemporáneo por James Bulloch. Saint Andrew Press, Edinburgh, 1960, páginas 58 - 80.