Dios Padre (I)

30 Noviembre 1998
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Dios Padre (I)

por José María Castillo

1. ¿Quién conoce a Dios?


Mucha gente piensa que tiene muy claro lo de Dios. Me refiero a las personas que, no solamente están seguras de que Dios existe, sino que además afirman, sin
lugar a dudas, que saben perfectamente quién es Dios, cómo es Dios, lo que le gusta a Dios, lo que hay que hacer para estar cerca de Dios, etc., etc.
Naturalmente, los que (según se creen ellos) tienen todas esas cosas tan claras, aseguran también que ellos tienen respuestas firmísimas a las siguientes preguntas:
¿qué es conocer a Dios? ¿cómo es posible conocer a Dios? ¿desde dónde se puede conocer a Dios? ¿quién conoce a Dios? Repito: hay gente que en cuanto
escuchan alguna de estas preguntas, la que sea, no dudan ni un segundo. Por eso, los que tienen en su cabeza todas estas "seguridades", se consideran a sí mismos
como personas "bien formadas", educadas "como Dios manda" y, desde luego, con una fe sólida y firme, la única fe que vale, "como tiene que ser".

Como es lógico, la primera impresión, que producen los que aseguran que tienen todo eso tan claro, es que son personas admirables y hasta envidiables. ¡Qué
suerte! ¡Ver con tanta claridad lo que otros ven tan oscuro o incluso no lo ven de ninguna manera! Pero todo esto es la "primera impresión". Porque si todo este
asunto se piensa más despacio, enseguida se da uno cuenta de que la cosa es mucho más complicada de lo que algunos se imaginan.

Por supuesto, no se trata de poner en duda si hay Dios o no hay Dios. El problema está en saber qué es eso de conocer a Dios. Y, sobre todo, cómo es posible
conocer a Dios.

¿Por qué nos hacemos aquí estas preguntas? Según cuentan los evangelios, un día dijo Jesús: "¡Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra!, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a la gente sencilla" (Mt 11, 25; Lc 10, 21). Con estas palabras, Jesús quiso decir que
eso de "conocer a Dios" es algo que se oculta a los "sabios" y "entendidos", mientras que (sorprendentemente) se da a conocer a la "gente sencilla". O sea, según el
criterio de Jesús, los que conocen a Dios no son los sabios y entendidos, sino la gente simple y sencilla. Porque de eso exactamente, del "conocimiento de Dios", es
de lo que Jesús estaba hablando cuando dijo que ese conocimiento lo tienen sólo los sencillos (Mt 11, 27).

Pues bien, lo que aquí interesa saber es a quién se refería Jesús cuando dijo que solamente los sencillos son los que conocen a Dios. El texto original de los
evangelios utiliza la palabra griega nepioi (Mt 11, 25; Lc 10, 21) para referirse a esos "sencillos". Esa palabra se traduce literalmente así: Lo que significa es que a
Dios lo conocen solamente "los que no tienen nada que decir" en este mundo. Lo cual es una forma muy clara de afirmar que a Dios lo conocen de verdad los que
no tienen importancia ni influencia, los que no pintan nada en esta vida. Exactamente, los que se encuentran en el extremo opuesto a los sabios y a los entendidos.

Por esto se comprende que San Pablo (de acuerdo con lo que había dicho Jesús) llegue a asegurar que, para esto del conocimiento de Dios, no valen "las
persuasivas palabras de la sabiduría humana" (1Cor 2, 4). Y la razón está en que, a juicio de San Pablo, cuando se trata de conocer y de hablar de Dios, no sirven
para eso ni los "sabios", ni los "letrados" ni los "estudiosos de este mundo" (1Cor 1, 20). Porque "lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios; y
lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar a lo fuerte; y lo plebeyo del mundo, lo despreciado, se lo escogió Dios" (1Cor 1, 27-28).

En realidad, ¿qué significa todo esto? Significa, ante todo, que "conocer a Dios" es una cosa que no va, ni puede ir, por donde van los conocimientos de los sabios
y de la gente entendida. Significa, en segundo lugar, que "conocer a Dios" es una cosa que (se explique como se explique) está presente allí donde hay "gente
sencilla", personas que no representan nada en esta vida y que, por eso, nada tienen que decir.

Ahora bien, ¿qué es lo que tienen estas personas, que se da solamente en ellas y no está en los "sabios", ni en los "entendidos" y ni en los que tienen importancia en
este mundo? La respuesta es sencilla: los sabios y entendidos tienen poder y por eso son gente influyente; ellos son los que mandan o los que influyen en los que
mandan. Por el contrario, la gente sencilla, los que no representan nada en esta vida, tienen debilidad y por eso no significan nada y pasan desapercibidos. Son los
pobres, los ignorantes, los que carecen de casi todo.

Y aquí viene la gran pregunta: ¿por qué precisamente estas gentes son los que conocen a Dios? Porque conocer a Dios no es asunto de ideas, de saberes y de
teorías, sino que sólo es posible allí donde hay debilidad. ¿Por qué? Porque sólo donde hay debilidad es posible el cariño, la verdadera bondad y la
ternura. "El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor" (1Jn 4, 8). Pero la condición indispensable para poder amar es ser débil, sentirse débil. Porque
"amar" es "necesitar" a quien se quiere. Sólo el "necesitado", el "débil", el "indigente" puede amar. Y por eso, sólo quien va así por la vida, es quien puede conocer a
Dios. De ahí que los "poderosos" de este mundo (en política, en religión, en sabiduría, en lo que sea) difícilmente pueden enterarse de quién es el Dios de Jesús y de
cómo es el Dios de Jesús. Mientras que los que nada tienen que decir, esos son los que, con toda naturalidad, se enteran enseguida de lo que es Dios y lo conocen
sin más problemas.



2. La complicada relación con el Padre



A primera vista, decir que Dios es "padre", más aún, decir que Dios es EL PADRE, parece una cosa, no sólo estupenda, sino lo más hermoso y lo más
reconfortante que se puede decir en esta vida. Por eso, sin duda, tantas veces se nos ha enseñado que la fe en Dios como Padre es lo más grande y lo más
consolador que hay en las enseñanzas de la Biblia y en la doctrina que predica la Iglesia.

Y es verdad. No cabe duda que resulta sencillamente maravilloso tener el firme convencimiento (por la fe) de que el Dios en el que creemos, no es un juez que
amenaza, ni un gobernante que castiga a los malos y a los buenos también como se descuiden. Y menos aún es una especie de gran policía cuya misión es mantener
el orden, para que cada cual esté donde tiene que estar. Saber que Dios es Padre es saber que Dios es Bueno. Esto es verdad. Y, sin embargo, por poco que se
piense en toda esta cuestión, enseguida se da uno cuenta de que afirmar que Dios es Padre es lo mismo que decir algo que tiene sus complicaciones. ¿Por qué?

Tal como normalmente funcionan en esta vida las relaciones entre un "padre" y su "hijo", sabemos perfectamente que el padre es, para el hijo, en primer lugar,
protección frente a cualquier amenaza. Esto se nota mucho sobre todo cuando el hijo es pequeño. Porque entonces, naturalmente, el niño se siente más
desprotegido. De ahí, el desamparo en que viven tantos niños de la calle, que quizá ni conocen a su padre y se sienten por eso más solos y más indefensos.

En segundo lugar, el padre es para el hijo seguridad. Y lo es por lo que se ha dicho hace un momento. Lo cual es decisivo en la vida de cualquier persona. Frente
a tantas amenazas como hay en la vida, saber que hay alguien, con quien me puedo sentir seguro, es determinante para que una persona se sienta bien y no acabe
siendo un desgraciado.

En tercer lugar, el padre es para el hijo explicación de todo lo que el niño no sabe explicar. Por eso los niños, cuando empiezan a hablar, no paran de preguntar a
sus padres. Como no saben casi nada, la explicación de casi todo la encuentran en el padre, que es el que sabe y da la razón de ser de las cosas y de lo que pasa.

Por último, el padre es para el hijo poder y autoridad. Porque el padre es el que manda en la casa. Y, por tanto, el padre es el que ordena lo que hay que hacer.
Y también el que prohibe lo que no se debe hacer. Además, el padre censura al hijo que se porta mal. Y si es necesario lo castiga. Lo que significa que relacionarse
con el padre es encontrarse, no sólo con el cariño, la bondad y la protección, sino también con lo que está prohibido, con lo que muchas veces está mal visto, y
también con lo que merece un castigo.

Ahora bien, si las cuatro cosas, que se acaban de indicar (protección, seguridad, explicación y poder), se dan en la relación del hijo con el padre, se comprende
perfectamente que semejante relación presente no pocos problemas en la intimidad de la vida de muchas personas. Porque, por una parte, todos los seres humanos
necesitamos protección, seguridad y explicación de lo que no sabemos. Por eso el padre es alguien a quien tanto queremos y a quien tanto necesitamos. Pero,
por otra parte, el padre es también poder y autoridad, que manda y prohibe, que amenaza y castiga. Y la experiencia nos enseña que, con frecuencia, hay padres
que castigan más de la cuenta o amenazan con tanta severidad que los hijos sienten verdadero miedo o hasta terror ante la figura paterna. Pero todos sabemos hasta
qué punto queremos ser libres y necesitamos libertad.

Entonces, estando así las cosas, se comprende en qué consiste la complicada relación con el "padre". Porque el padre es alguien de quien no podemos prescindir.
Pero, al mismo tiempo, es alguien que instintivamente rechazamos. Y es que, por una parte, nos da la seguridad que necesitamos. Pero, por otra parte, representa la
prohibición y hasta la amenaza que tenemos. Es verdad que hay personas afortunadas que han tenido la suerte de que su padre ha sido siempre bueno, cariñoso,
cercano, comprensivo y hasta tolerante. Pero también es verdad que, no pocas veces, hay gente destrozada en su intimidad porque han tenido la desgracia de un
padre duro y distante, incluso difícil, que se ha pasado la vida amenazando, prohibiendo y castigando.

Todo esto es de sobre conocido. Pero lo que mucha gente no se imagina es que la imagen del padre, en esta vida, determina decisivamente la imagen que cada
uno lleva dentro sobre lo que es Dios como Padre. Por eso hay tantas personas a quienes les resulta un problema enorme creer en Dios como Padre que quiere a
sus hijos. Y hasta hay personas que se sienten incapaces de creer en Dios. Porque hablarles de eso, es lo mismo que mencionar castigos y amenazas, censuras y
privaciones de libertad.

Lo que pasa es que la mayoría de la gente no se atreve a hablar de estas cosas. Porque son cosas muy íntimas. Tan íntimas que muchas personas las viven como
auténticos dramas, pero son incapaces de darse cuenta de lo que les ocurre. El problema está en que la relación con Dios como PADRE no puede funcionar con
normalidad, mientras la persona no se aclare sobre estos asuntos tan profundos y tan íntimos en la vida de cualquier ser humano.

Esto supuesto, lo que nos queda por ver es cómo Jesús presentó a Dios como Padre, lo que dijo de ese Padre, y cómo tenemos que relacionarnos con EL.

(Continuará).
 
El Padrenuestro de Dios



Hijo mío que estás en la tierra,

preocupado, solitario, tentado;


yo conozco perfectamente tu nombre,

y lo pronuncio como santificándolo,

porque te amo.


No, no estás solo, sino habitado por mí,

y juntos construimos ese reino,

del que tú vas a ser heredero.


Me gusta que hagas mi voluntad,

porque mi voluntad es que tú seas feliz,

ya que la gloria de Dios

es el hombre viviente.


Cuenta siempre conmigo

y tendrás pan para hoy; no te preocupes,

sólo te pido que sepas

compartirlo con tus hermanos.


Sabes que perdono tus ofensas

antes incluso de que las cometas;

por eso te pido que hagas lo mismo

con los que te ofenden.


Para que nunca caigas en la tentación,

tómate fuerte de mi mano

y yo te libraré del mal,

pobre y querido hijo mío.

J.L.M.D.
 
Amigo:

Si tienes dificultades para creer en este Dios Padre amoroso, o no has experimentado en tu vida su presencia y deseas hacerme llegar tus dudas sobre Dios o la religión,
mi e-mail es:

[email protected]

Prometo responderte en seguida.
Que Dios te bendiga.



_______________
Ev. San Mateo cap. 28,18-20
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré
siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

Juan Manuel
 
Juan Manuel:

Por qué entonces tantos se la pasan hablando de que Dios "castiga sin palo y sin rebenque" y cosas por el estilo ?

Y entonces el infierno, es castigo de Dios ?

Cómo se puede pensar que si Dios quiere perdonar todos los pecados, algunos se condenarán ?

No se contradicen la Misericordia con la Justicia de Dios ?



_______________
Dios les bendiga en Cristo Jesús.

Su amigo Pepitillo.
 
Pepitillo:

El infierno el lugar que Dios preparó no para los hombres, sino para Satanás y sus seguidores, los espíritus perversos que rechazaron a Dios.

Mateo 25

40 Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."
41 Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."


Pero también irán allí los que hacen de sí mismos su único dios, los egoístas que ignoran los sufrimientos de los demás.

Por eso, no es castigo, sino que es lo que los hombres perversos eligieron hacer ya desde la vida presente, lo mismo continuarán sufriendo hasta la eternidad.

La Misericordia de Dios es para los que la aceptan, no para los que la rechazan.

La Justicia de Dios es que cada uno recibirá según haya obrado, el bien o el mal, el amor o el egoísmo.



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Ev. San Mateo cap. 28,18-20
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré
siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

Juan Manuel

e-mail: [email protected]