DIOS NO ESTA LEJOS

2 Junio 1999
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DIOS NO ESTÁ LEJOS

"Y no es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. ... Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, pueden hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos" (Hechos 17:25-28).

Pablo se conmovió profundamente a la vista del culto gentil en Atenas. El culto a las imágenes era floreciente. Imágenes y otros objetos de culto se entregaban de mano en mano. Con esta forma de vida religiosa los gentiles se sentían bien. Pablo estaba muy disgustado, sí, profundamente afectado por la multitud de imágenes idolátricas dentro de la ciudad de Atenas (16). Y cuando hubo llegado el momento para anunciar el Evangelio, Pablo se encuentra en medio de los reunidos y comienza a hablar con estas palabras: "Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos".
¿Cómo dice Pablo eso? Para llevar a estos hombres hacia el Dios vivo, y para servirle sólo a Él. Lo hace de una manera magistral. Con osadía presenta a Jesucristo como el único y perfecto Salvador. Para ello hace referencia al altar del dios desconocido. El Dios de los judíos era un Dios desconocido para los atenienses. Ya que los judíos nunca pronunciaban el nombre de su Dios. Por eso, ese altar al dios desconocido, quizás tuviese algo que ver con el Dios de los judíos. Así pudo Pablo, sin ningún problema, adherirse a ese altar y hablar sobre Dios, que hizo el mundo, que es Señor de cielos y tierra y que no habita en templos hechos por las manos del hombre.
¡Qué momento más especial tuvo que ser para Pablo! Pablo se encuentra ante los sabios de Grecia como portador de la Verdad que no pudieron encontrar ni Sócrates, ni Platón ni Aristóteles. Ante todos ellos proclama: "Yo os anuncio al Dios no conocido". Pablo, con un poder profético, desenmascara toda aquella religiosidad humanista. Mientras él habla, muchos de aquellos devotos van a sus dioses con sus ofrendas. En medio de aquellos templos fastuosos, clama a todo el que quiera oír: "Este Dios no habita en templos hechos por manos humanas; ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo". ¡Ah, qué ciego está el hombre ante la grandeza y la total suficiencia de Dios! Y de hecho, en la práctica vemos claramente, entorno nuestro, que la mayoría de la gente piensa que Dios tiene necesidad de nuestros sacrificios, de nuestras ceremonias y liturgias, de nuestras laboriosas y buenas obras. Eso es un pensamiento absurdo, más aún: es un pensamiento blasfemo. Por eso se percibe en esas palabras de Pablo, una vehemente denuncia contra todos los que de la misma manera quieren relacionarse con Dios y por medio de sus muchas prácticas piadosas tratan de acercarse a Dios. Tenemos que saber muy bien que éste es un camino imposible, que nadie puede salvarse fundándose sobre lo que él mismo haya hecho. Ése es el mayor engaño para uno mismo. ¿No lo ha dicho claramente el Señor Jesús: "Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado"? (Jn. 6:29).

Nosotros no tenemos nada que ofrecer a Dios para convencerle de que nos salve. Incluso nuestras mejores obras son para Dios como un trapo de inmundicia (Isaías 64). Él, en realidad, no depende del servicio de los hombres, "pues Él es quien da a todos, vida y aliento y todas las cosas".
Ninguna de nuestras obras, ni tampoco la suma de todas nuestras buenas obras, nos pueden acercar a Dios. "Porque no podemos hacer obra alguna, sin estar contaminada por nuestra carne, y ser también punible; y aunque pudiéramos producir alguna, el recuerdo de un solo pecado bastaría para que Dios la desechase" (Confesión de las iglesias neerlandesas, art. 24). Debemos comprender bien que la Biblia, Palabra de Dios, nos enseña claramente que las buenas obras nunca pueden ser el fundamento de nuestra salvación, que nuestra salvación, pues, nunca se puede hacer depender del efecto que el Evangelio tiene en nuestra vida. Nosotros somos justificados sola y únicamente por la fe en Jesucristo, incluso antes de hacer buenas obras. En el Salmo 130 verso 4 está escrito: "Pero en Ti hay perdón, (no porque, sino) para que seas reverenciado". Aquí se pone en evidencia, como en muchos otros lugares de la Biblia, que las buenas obras nacen de la verdadera fe. Son frutos del Espíritu por la fe. Las buenas obras se recomiendan en la Palabra de Dios, no para ser salvo, sino como fruto de estar salvo. No son, pues, las obras las que salvan, sino la fe que halla su expresión en las obras.

Por eso Pablo puede decir que Dios no está lejos de cada uno de nosotros (vr.27). Dios no es inasequible para el hombre. Él está cerca. Él se ha acercado en Su Hijo Jesucristo. Tan cerca que le podemos ver, oír y palpar con los ojos de la fe en cada una de las páginas de la Biblia. ¿Sabe usted que la Biblia incluso dice que Él está tan cerca de nosotros, que está llamando a la puerta de tu corazón y de mi corazón? Él te busca y tú le sigues. Él, el Dios todopoderoso, el Rey de reyes, el Señor de cielos y tierra, está como un mendigo llamando a la puerta de tu corazón. ¡Ah, qué prodigio más grande es ese!
Si la Biblia nos dijera que nosotros debíamos llamar como mendigos a la puerta del palacio celestial, eso sería razonable. Pero que Él, que no necesita del servicio de las manos de los hombres, se acerque tanto a nosotros y se tome tanta molestia para salvarnos a ti y a mí, eso es incomprensible. El Dios Santo está muy cerca de ti. Presta oídos a Su voz y a su Palabra, que te llama a la conversión. Ruégale que abra tu corazón y que venga a morar en él. Y el convertirse no es sólo cambiar un poco tu comportamiento y ajustarlo a la Palabra de Dios. Convertirse es un cambio radical en tu manera de pensar. El Señor mira el corazón. Y tal vez tú puedas hacer buenas y piadosas obras, que serán una abominación para el Señor, si no vienen de un corazón contrito, como reconocimiento a la nueva vida. La conversión es de una importancia vital, porque Dios no permanece pasando por delante de nuestra obstinación y testarudez y de nuestra llamada ignorancia.
Porque la ignorancia, detrás de la que pensamos poder refugiarnos, es, según la Escritura, generalmente una ignorancia culpable. Nadie puede aún afirmar que no sabe como ser salvo. Porque también a usted es presentada la Palabra de Dios en la que Jesucristo se revela a Sí mismo y se recomienda como el único Mediador, como "el Camino, la Verdad y la Vida". El Señor Jesús es el Camino para la salvación. Sólo Él ha pagado el rescate con su sangre. La ira de Dios por el pecado sólo la ha llevado Él. Es el único Salvador de los pecadores, el único Camino para la salvación, también para ti. Cristo es el único Camino para ser salvo. Y Él te dice a ti: "YO SOY EL CAMINO".

T. Vanhuysse
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