DIOS ES EXPRESADO POR MEDIO DE LA HUMANIDAD

14 Agosto 2009
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La misma existencia de la humanidad habla de la existencia de Dios. El cuerpo humano es una verdadera maravilla. Aunque la medicina moderna ha inventado muchas máquinas tratando de imitar y reemplazar los órganos y los miembros del hombre, no existe una máquina que pueda acercarse a la versatilidad y la eficacia de los órganos humanos. El corazón humano impulsa la sangre 72 veces por minuto, o sea 40 millones de veces por año, sea que uno esté despierto o dormido. Cada día el corazón de un adulto impulsa la sangre por 160,000 kilómetros de vasos sanguíneos, suficiente distancia para darle cuatro vueltas a la tierra. Impulsa suficiente sangre como para llenar un tanque automóvil de 7,500 litros cada día. ¿Quién podría haber diseñado un órgano tan maravilloso dentro del hombre? Si uno amontonara los glóbulos rojos de su cuerpo, uno por uno, la altura excedería la del monte Everest cinco mil veces. La nariz inhala el aire diecisiete veces por minuto. Cada día tiene que procesar alrededor de 14,000 litros de aire. Además de ajustar la temperatura del aire, también tiene que regular la humedad y filtrar el polvo. Una máquina hecha por el hombre que podría hacer estas tres funciones tal vez pesaría cincuenta kilos. ¿Puede imaginarse si se implantara en la cara una de estas máquinas hechas por el hombre? Estos son nada más algunos ejemplos de las maravillas del cuerpo humano. Si nos detenemos frente a un espejo, no podemos hacer otra cosa que concordar con lo que dijo el salmista en la Biblia: “Asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (Sal. 139:14).

La misma constitución de la personalidad humana también es evidencia contundente de la creación de Dios. El hombre no sólo consta de un cuerpo exterior, sino que también posee algunos rasgos naturales tales como las tendencias y aptitudes para amar, para ser recto, para ser santo y para ser justo. Estas inclinaciones psicológicas están en cada persona, sin importar la cultura que herede ni la lengua que hable. No existe ningún animal que pueda acercarse al hombre en la demostración de estas virtudes. Tenemos que concluir que estas características humanas provienen de una fuente más elevada que el hombre mismo. La Biblia dice que vienen de Dios, quien es la fuente del amor, la luz, la santidad y la justicia. La razón por la cual el hombre refleja estos rasgos divinos es que fue creado a la imagen de Dios (Gn. 1:26-27).

Además, hay una tendencia extraña en el hombre a adorar a Dios. Aun la cultura más primitiva está llena de formalismos y ritos relacionados con la adoración de una deidad. El estudio de la antropología ha hallado que esta inclinación a rendir culto es particular de la especie humana. Un mono nunca edifica un monumento, y un chimpancé nunca ora. Pero en todos los lugares sobre la tierra el hombre ora a Dios. La Biblia dice que cuando el hombre fue creado se le dio un espíritu (Job 32:8). Este espíritu es el órgano con el cual toca y adora a Dios.

El mismo hecho de que la humanidad haya subsistido hasta hoy es un testimonio de la soberanía de Dios. Si Dios hubiera quitado el sol y el aire, el hombre habría cesado de existir en la tierra hace mucho tiempo. Cada momento el sol quema el equivalente de cuatro millones de toneladas de combustible para poder mantener la temperatura de nuestro planeta. Si Dios le cobrara al hombre por toda esta energía, el hombre tendría que conseguir cada día 160,000,000,000,000 dólares E.U. Pero toda la luz del sol y todo el aire viene a nosotros gratis. Como dice la Biblia: “El es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hch. 17:25).

Los poetas griegos antiguos declararon: “Porque linaje suyo (de Dios) somos” (Hch. 17:28). Confucio, el antiguo sabio chino, llamaba a Dios “los cielos” y enseñaba que los hombres debían honrarle. Sócrates tenía “una firme creencia en Dios como soberano del mundo”. Pablo en la Biblia dijo que “en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch. 17:28). Unos de los escritores más destacados de Rusia, León Tolstoy, solamente repitió las palabras de Pablo cuando declaró: “Dios es Aquel sin el cual uno no puede vivir”.

Sin Dios, la historia humana no pudo haber evolucionado en la manera en que lo hizo. Dios está detrás de todo lo que ocurre entre los hombres. El es el Soberano, el Rey que está por encima de todos los reyes. El Imperio Romano del primer siglo persiguió a los cristianos, pero al final el emperador romano Constantino se convirtió al cristianismo. Cuando Hitler atacó a Inglaterra, y en otra ocasión cuando invadió a Rusia, por un tiempo parecía que él prevaleciera. Pero Dios en Su soberanía no permitió que tal ejército avanzara. En todo el transcurso de la historia humana, aunque las fuerzas malignas prevalezcan por un corto tiempo, al final la bondad siempre gana. Ningún déspota ni tirano puede establecer su reino para siempre. El rey Nabucodonosor del Imperio Babilonio antiguo se jactó de su propia gloria, y se le hizo vivir como una bestia por una temporada, hasta que se humilló ante el Todopoderoso. Los fundadores de los Estados Unidos de América se dieron cuenta de que es Dios quien permite que se mantenga un gobierno. Sobre el capitolio de los Estados Unidos están inscritas las palabras: “En Dios confiamos”. Las mismas palabras están escritas en la moneda estadounidense. El curso de la historia humana es un testimonio claro de la existencia de Dios.