Dios comparte nuestro sufrimiento
En la tierra existe la violencia física: la guerra, la tortura, los asesinatos…
Nadie puede explicar el porqué del mal. El filósofo Paul Rocoeur escribe: “No puedo dar una respuesta a los que dicen”:”hay demasiado mal en el mundo para que yo pueda creer en Dios”. El único poder de Dios es el amor desarmado. Dios no quiere que suframos. De ser Dios todopoderoso se hace Dios amor. El poder de Dios consiste en amarnos y decirnos palabras de aliento cuando estamos sufriendo.
Dios no puede contemplar el sufrimiento humano con una actitud pasiva: sufre con el inocente que es victima de la prueba incomprensible, sufre con cada uno de nosotros. Existe el dolor de Dios, el sufrimiento de Cristo. En el evangelio, Cristo se hace solidario con el que sufre, llora la muerte de aquel a quien ama (Juan 11, 32-36).
Jesús ha venido a la tierra para que todo ser humano se sepa amado (juan 17,26). Dios nos quiere felices (mateo 5, 3-12). Jesús, que ingresó al santuario celestial y se sentó a la diestra del trono de Dios es para nosotros un símbolo de esperanza. Si colocamos los ojos en El, el sufrimiento perderá su aspecto vergonzoso.
En la tierra existe la violencia física: la guerra, la tortura, los asesinatos…
Nadie puede explicar el porqué del mal. El filósofo Paul Rocoeur escribe: “No puedo dar una respuesta a los que dicen”:”hay demasiado mal en el mundo para que yo pueda creer en Dios”. El único poder de Dios es el amor desarmado. Dios no quiere que suframos. De ser Dios todopoderoso se hace Dios amor. El poder de Dios consiste en amarnos y decirnos palabras de aliento cuando estamos sufriendo.
Dios no puede contemplar el sufrimiento humano con una actitud pasiva: sufre con el inocente que es victima de la prueba incomprensible, sufre con cada uno de nosotros. Existe el dolor de Dios, el sufrimiento de Cristo. En el evangelio, Cristo se hace solidario con el que sufre, llora la muerte de aquel a quien ama (Juan 11, 32-36).
Jesús ha venido a la tierra para que todo ser humano se sepa amado (juan 17,26). Dios nos quiere felices (mateo 5, 3-12). Jesús, que ingresó al santuario celestial y se sentó a la diestra del trono de Dios es para nosotros un símbolo de esperanza. Si colocamos los ojos en El, el sufrimiento perderá su aspecto vergonzoso.