Diferencia entre el Espíritu de Dios y el Espíritu Santo

JuandelaCruz

Miembro senior
2 Febrero 2024
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Mensaje de Jesús recibido el 10 de mayo de 1920 por James Padgett. Además de distinguir claramente entre el Espíritu de Dios y el Espíritu Santo, Jesús explica que hay muchos que creen haber recibido el bautismo del Espíritu Santo cuando en realidad sólo han avanzado en el amor natural, no en el Amor Divino.

Deseo escribir esta noche sobre la condición de quienes piensan que han recibido la afluencia o el bautismo del Espíritu Santo, cuando el hecho es que han recibido sólo un avance en la purificación de su amor natural y una armonía con las leyes de su creación que hace que crean que lo que experimentan debe ser el resultado de un otorgamiento del Amor que el Espíritu Santo trae a los mortales. Muchos humanos cometen este error; y en la satisfacción o más bien felicidad que les reporta su experiencia, derivada de tal aumento de la armonía, creen plenamente que el Espíritu Santo ha tomado posesión de sus almas y ha producido la felicidad. Pero al concluir así se están engañando, y se darán cuenta de su error cuando lleguen a un despertar en la vida del espíritu.

El Espíritu Santo es esa parte del Espíritu de Dios que manifiesta Su presencia y primor llevando a las almas de los hombres Su Amor Divino. Este Amor es el más elevado, el más grande y el más santo de Sus bienes, y puede ser transmitido a los hombres únicamente por medio del Espíritu Santo. Esta denominación es usada en contraste con el mero Espíritu, el cual demuestra a los hombres la operación del Alma de Dios en otras direcciones y para otros propósitos. Su Espíritu creativo, Su Espíritu cuidador y el Espíritu rector, que hace efectivas Sus leyes y designios en la gobernanza del universo, no son el Espíritu Santo, aunque son igualmente parte del Alma de Dios e igualmente necesarios para las manifestaciones de Sus poderes y para el ejercicio de las energías de Su Alma. Estos tratan con las cosas del universo que no tienen una interrelación con el Alma de Dios y las almas de los hombres, y siempre que se hable del Espíritu Santo se estará aludiendo únicamente a esa parte del Espíritu de Dios que transforma las almas de los hombres en la Sustancia del Alma de Dios en su Cualidad de Amor.

Escuché el discurso del predicador el domingo por la noche sobre la obra del Espíritu Santo tal como se retrata en los contenidos del Nuevo Testamento, y vi que sus conclusiones de estos contenidos eran completamente erróneas y alejadas de la verdad. Según dijo, los efectos de las operaciones del Espíritu Santo se muestran de más maneras que solo una, y no todas las personas a quienes se les otorga son llenadas con los mismos poderes para mostrar su presencia y posesión. Ahora bien; en todas esas evidencias de Su existencia en esas dadas experiencias, debe entenderse que sus operaciones están limitadas a aquellas condiciones y manifestaciones que tienen su fuente en el Amor Divino del Padre, que fue otorgado a la humanidad con mi venida a la carne, y que aquellas evidencias de Su existencia que no tienen relación con este Amor no son evidencias de la presencia del Espíritu Santo.

Como se menciona en el Nuevo Testamento, cuando fue otorgado a mis discípulos en Pentecostés vino como con el sonido de un poderoso viento que soplaba, que sacudió la estancia en la que se hallaban reunidos y les llenó con Sus poderes, lo que significa sólo que este Amor Divino entró en sus almas en tal abundancia que fueron sacudidos en sus almas a tal punto que pensaron que el edificio en que se hallaban juntos estaba trastornado. Pero en esto se equivocaron, porque el efecto de la presencia del Espíritu Santo no consiste en afectar a las cosas de naturaleza inanimada, sino que se limita a las almas de los hombres.

Y el predicador debe saber que, por el hecho de que los hombres estén dotados con poderes o facultades para lograr las cosas mentales o materiales de su vida, no necesariamente están poseídos por el Espíritu Santo. Gran parte de la curación física de los mortales es causada por poderes que se les otorgan a los hombres, o a algunos hombres que no están conectados con, o no proceden del Espíritu Santo. En cuanto a que existe evidencia de esto, los hombres recordarán que el Antiguo Testamento está lleno de casos en los que individuos fueron sanados de sus enfermedades y se realizaron otras cosas maravillosas en tiempos en que el Espíritu Santo estaba excluido de la posesión del hombre, si bien esas maravillas –como entonces se consideraban– fueron realizadas por hombres que afirmaban estar dotados del Espíritu de Dios, el cual está obrando y seguirá obrando por el bien y la felicidad de la humanidad hasta que los hombres lleguen a estar en armonía consigo mismos tal como fueron creados inicialmente.

Entiendo el objetivo del predicador al intentar mostrar y convencer a sus oyentes de que, por el hecho de que no tengan esos poderes que la Biblia describe como poseídos por mis discípulos tras el otorgamiento del Espíritu Santo, no deben creer y concluir que ellos, sus oyentes, no tienen esta bendición. Sus intenciones y esfuerzos eran encomiables, y surgieron del deseo de que sus fieles no se desanimaran y desilusionaran en sus esfuerzos por obtener la afluencia del Amor que el Espíritu Santo trae a los hombres; pero por otro lado sus enseñanzas eran peligrosas y engañosas para esos oyentes, porque la consecuencia natural de tales enseñanzas es llevar a los hombres a creer o persuadirles de que poseen este poder y tienen al Consolador –cuando no es así–, y con ello impedirles buscar y obtener este Consolador de la única manera en que se puede obtener.

El Espíritu Santo fundamentalmente no tiene nada que ver con grandes logros mentales o físicos, y decir que, debido a que un hombre es un gran inventor o filósofo o cirujano que hace cosas sin saber de dónde proviene su inspiración o la sugerencia para hacer esas cosas, está poseído del Espíritu Santo, es totalmente erróneo y engañoso.

Todas las cosas, mediata1 o inmediatamente, tienen su existencia, su funcionamiento y su crecimiento en el Espíritu de Dios y únicamente en este Espíritu, el cual se evidencia de muchas y variadas maneras en la experiencia de los hombres; y por eso los hombres dicen que viven, se mueven y tienen su ser en Dios, queriendo decir sólo que viven, se mueven y tienen su ser en el Espíritu de Dios. Este Espíritu es la fuente de la vida, la luz, la salud y otras numerosas bendiciones que los hombres poseen y disfrutan –tanto el pecador como el santo, el pobre igual que el rico y lo mismo el ignorante que el iluminado y el educado–, y todos y cada uno de ellos son dependientes de este Espíritu para su existencia y bienestar.

Este es el Espíritu que todos los hombres poseen en mayor o menor grado, y el predicador, maestro u orador brillante que posee este Espíritu en mayor grado que su hermano menos favorecido depende del mismo Espíritu. Es universal en su existencia y funcionamiento, es omnipresente, y puede ser adquirido por todos los hombres en este sentido en la medida en que lo permita su receptividad mental. Y esto demuestra adicionalmente el hecho de que Dios, a través de y mediante este Espíritu, está siempre con los hombres, tanto en los infiernos más bajos como en los más altos cielos del hombre perfecto. Está trabajando continuamente, de manera incesante y siempre al llamado de los hombres, ya sea ese llamamiento mental o espiritual. Este Espíritu es el Agente que controla el universo, del cual la tierra del hombre es una parte infinitesimal. Este es el Espíritu de Dios.

Pero el Espíritu Santo, si bien es parte del Espíritu de Dios, es tan peculiar como peculiar es el alma del hombre respecto de todas las demás creaciones de Dios; es esa parte del Espíritu de Dios que tiene que ver con la relación entre el Alma de Dios y el alma del hombre, exclusivamente.

El sujeto de Su funcionamiento es el Amor Divino del Alma del Padre, y el objeto de Sus operaciones es el alma del hombre, y la gran meta a alcanzar mediante Sus operaciones es transformar el alma del hombre en la Sustancia del Amor del Padre, con la Inmortalidad como necesario acompañamiento. Este es el gran milagro del universo; y tan elevada y sagrada y misericordiosa es la transformación que a esa parte del Espíritu de Dios que así obra la llamamos Espíritu Santo.

Así que no dejéis que los maestros o predicadores enseñen, o que sus oyentes crean que toda parte del Espíritu de Dios que opere sobre el corazón, los pensamientos y los sentimientos del hombre es el Espíritu Santo, porque eso no es cierto. Su misión es la salvación de los hombres en el sentido de llevarles a esa armonía con Dios tal que las propias almas de los hombres lleguen a ser parte, en sustancia, y no meramente en imagen, del Alma de Dios, y sin este operar del Espíritu Santo los hombres no pueden desembocar en semejante unión.

Os he escrito antes acerca de cómo actúa el Espíritu Santo y la manera en que puede traerles a los hombres el Amor Divino del Padre, y sobre lo que es necesario para su afluencia. La vía descrita es la única vía, y los hombres no deben creer ni reposar en la seguridad de la creencia de que todo operar del Espíritu de Dios es el operar del Espíritu Santo.

«A menos que un hombre nazca de nuevo, no le es posible entrar en el Reino de Dios» (Juan 3:3), y semejante logro sólo es posible mediante el obrar del Espíritu Santo.

¡Oh, predicador, sobre quien recae una gran responsabilidad, primero aprende la verdad y luego guía a los hombres por el camino de la salvación!

Vuestro amigo y hermano, Jesús.




1 (N.d.T.:) Según la RAE el término «mediato/a» es un adjetivo que proviene del latín mediātus, participio pasivo de mediāre, ‘mediar’, refiriéndose a algo que en tiempo, lugar o grado está próximo a una cosa, mediando otra entre las dos, como el nieto respecto del abuelo. Así pues la expresión «mediata o inmediatamente» equivale a «contando con un mediador o sin contar con él, i.e., de manera inmediata».