DESTINO: LA CLOACA

Modri

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24 Julio 2002
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23 jul 03
DESTINO: LA CLOACA

por el Hermano Pablo

Había nacido al lado de las cloacas —de esas cloacas abiertas, que arrastran basuras, desechos, desperdicios y cadáveres— y había crecido en medio de esas cloacas vivientes que son las calles de los barrios bajos de Nueva York.

A los ocho años de edad, Pedrito Ramírez, que no conocía otra vida que la de un hogar desbaratado y la que pueden ofrecer las calles, jugando en un día de lluvia cayó en el hueco de una cloaca abierta. Su padrastro, Antonio Méndez, se lanzó a sacarlo, pero no pudo. Vecinos y transeúntes trataron de ayudar, pero sin resultado. Por fin un bombero de la ciudad halló a Pedrito a treinta metros de distancia, pero ya era demasiado tarde.

Pudiéramos titular esta historia: «El niño de las cloacas», porque Pedrito Ramírez se crió a la orilla de muchas cloacas que fueron su ambiente en los cortos ocho años de su vida. Pasando largas horas solo, en el estrecho apartamento en que vivía, tenía que contemplar continuamente la cloaca que era su hogar. Escuchaba a su madre y a su padrastro discutiendo sin cesar. Oía las palabras que salen de una boca enfurecida, verdadera cloaca humana.

Cuando salía a la calle a juntarse con otros niños como él, esa calle era una cloaca de amarguras, frustraciones, desencantos y vicios, o en el peor de los casos, de hombres y mujeres que buscan niños y niñas para iniciarlos en la prostitución.

Cloacas. Cloacas humanas de las grandes ciudades, donde se desconoce el temor de Dios, donde la religión es una comedia, donde la moral es un fantasma del pasado y donde las únicas flores que florecen son las flores del mal.

¿Hemos pensado alguna vez si en nuestros hogares no habrá parte de esas mismas cloacas? El alcohol y las drogas se usan en las clases más altas como en las más bajas. Las palabras soeces y obscenas las dicen tanto los letrados como los analfabetos, y luego nos extraña que algún hijo nuestro haya caído en alguna cloaca de maldad.

En contraste con las cloacas de inmundicia y pecado, tenemos la fuente pura y cristalina que es el evangelio de Jesucristo. Si bebemos de esa fuente, nuestro destino no será una cloaca inmunda sino el cielo mismo.


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Tomado de; http://www.conciencia.net