Originalmente enviado por O_cambote
Estimados foristas:
Quiero comprobar cómo la Escritura sagrada no era leída por Jesús y los apóstoles con la misma lógica que suele emplearse en este foro al leer la Biblia, con la mejor intención del mundo. El método exegético rabínico no coincide con el método lógico-racional con que leemos un texto moderno.
Por ejemplo, Jesús dice:
A nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, el celestial (Mt 23, 9)
Pablo, por su parte, escribe:
Pues aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, no tenéis muchos padres, porque YO OS ENGENDRÉ EN CRISTO JESÚS por medio del Evangelio (1 Co 4, 15)
Este mandato te confío, HIJO MÍO TIMOTEO, conforme a las profecías hechas sobre ti anteriormente: que de acuerdo con ellas milites en este noble combate(1 Tm 1, 18).
¿Se le puede acusar a Pablo de blasfemo al usurpar una paternidad espiritual que es EXCLUSIVA del Padre?
Si se toman al pie de la letra las palabras, ¿no está en contradicción Pablo con Jesús?
Éste es el primer ejemplo de una larga serie de textos del Nuevo Testamento que iré presentando en los que se puede comprobar que la lectura fundamentalista (o literalista al ultranza de la Biblia) empobrece el texto sagrado hasta límites insospechados.
Hablemos sin prejuicios, abiertos a la luz del Espíritu Santo.
o_cambote
Amigos foristas:
Jesús dice:
Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar Rabí, porque sólo uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos (Mt 23, 8)
Y Pablo escribe a Timoteo:
(evangelio)del que yo he sido constituido predicador, apóstol y MAESTRO. (2 Tm 1, 11)
Eso, tomado al pie de la letra, es desobediencia a Cristo. Pero sabemos que no lo es. El tipo de argumento que he usado se llama sofisma, es decir, apariencia de argumento lógico.
¿Es compatible Cristo ÚNICO MAESTRO con el hecho de otros enseñen en su nombre, subordinados a Él, enviados por ël a enseñar, asistidos por Él?
Por supuesto. Pero para ello es necesario entender ideas tan simples como
-participación
-mediación
Agradeceré comentario a favor o en contra, pero sinceros
o_cambote
Lo primero que habría que observar es que, a pesar de lo dicho inicialmente por O_cambote, los problemas planteados no se deben a la aplicación del método exegético rabínico. No es un problema de
midrashim sino de cómo deben entenderse, según el método filológico, es decir el que a partir de la Reforma ha logrado la adhesión de los eruditos bíblicos tanto protestantes como católicos.
Este método se denomina asimismo
histórico-gramatical porque presta tanta atención al texto mismo como al contexto literario, histórico y cultural del pasaje cuya interpretación correcta se desea conocer.
Ya que ambos textos citados de Jesús pertenecen al mismo pasaje, ambas cuestiones pueden ser contestadas en una misma respuesta. Primero analizaré las palabras de Jesús y luego la supuesta desobediencia de Pablo y Esteban.
Salvo que exprese lo contrario, citaré de la Biblia de las Américas. Veamos pues el pasaje:
Mateo 23:1-12
[1] Entonces Jesús habló a la muchedumbre y a sus discípulos, [2] diciendo: Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés.[3] De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. [4] Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. [5] Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues ensanchan sus filacterias y alargan los flecos de sus mantos; [6] aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, [7] y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí.
[8] Pero vosotros no dejéis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos.
[9] Y no llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
[10] Ni dejéis que os llamen preceptores; porque uno es vuestro Preceptor, Cristo.
[11] Pero el mayor de vosotros será vuestro servidor.
[12] Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se humille, será ensalzado.
Como puede observarse, las enseñanzas en cuestión se presentan en el contexto de las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos, y son seguidas por una serie de «ayes» en extremo condenatorios (v. 13-30).
Los escribas y fariseos contra quienes se dirige Jesús
dicen y no hacen y pretenden imponer a los demás pesadas cargas que ellos mismos
no están dispuestos a llevar. Esta actitud interior se halla en franco contraste con su ostensible religiosidad externa, orientada al despliegue y a la pompa y calculada para
impresionar a quienes los ven y los oyen más que para agradar a Dios.
Las filacterias (arameo
tefilim) eran cajitas de cuero que contenían porciones de la Torá y se llevaban atadas con correas al antebrazo izquierdo y a la frente, en una aplicación literal de Deuteronomio 6:8 ([estas palabras] «las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos»). Los flecos (hebreo
tsitsith) en los bordes del vestido habían de ser un recordatorio de los mandamientos de Yahveh (Números 15:38-39). Los fariseos y escribas hipócritas (que no todos lo eran) lucían con orgullo filacterias sobredimensionadas y flecos desmesurados como para subrayar su devoción a los mandamientos de Dios, presuntamente superior a la del resto de sus compatriotas.
Ya que estos individuos buscaban la gloria de los hombres y no la de Dios, no es de extrañar su manifiesta afición por los puestos de honor en los banquetes y en las sinagogas, donde todos podían ver su despliegue externo de piedad. De allí también, naturalmente, su anhelo de recibir
títulos honoríficos de toda clase.
Es precisamente en este contexto de hipocresía religiosa que han de comprenderse las palabras de Jesús que nos ocupan. Estos escribas y fariseos amaban pasearse por los lugares públicos con sus ostentosas filacterias y flecos, para recibir un tratamiento de honor al ser saludados por la gente.
Uno de tales tratamientos era el de Rabí, que significa «mi Señor» (del hebreo
rab, «grande», y de allí alguien en posición destacada); cf. el título «monseñor». Era una forma en extremo respetuosa de dirigirse a un hombre, que se empleaba especialmente de alguien cuya autoridad sobre la Torá era reconocida, es decir, de los escribas. El mismo Jesús fue llamado Rabí en su calidad de maestro.
Tomando como punto de partida su censura al amor por los títulos de los escribas y fariseos, Jesús les dice a sus discípulos que, siendo todos ellos hermanos y teniendo un supremo Maestro (griego
didaskalos), no han de ser llamados así. Ellos
no deben aspirar a títulos huecos como lo hacían aquellos a quienes el Señor critica.
Otro tanto puede decirse del término «padre» empleado como título honorífico, que refleja el arameo
abba. Este era al parecer otro título favorito de los escribas, que refleja una dependencia espiritual aún mayor que la expresada por el término Rabí. Este uso se evidencia en uno de los tratados más importantes del Talmud, que se titula «Dichos de los Padres» (
Pirké Avot). El Señor Jesús, que nunca fue llamado «Padre» por sus discípulos, censura el empleo de este término con referencia a los siervos de Dios. Lo acertado de la advertencia, y lo mucho que ha sido desoída, puede verse en el curso de la historia, en donde se ha aplicado y se aplican los términos «abad» (de «abba», papá), «padre» y, desde luego, «papa» a ministros de la iglesia. No se trata de no llamar así a nuestros padres según la carne (sea en sentido estricto o respecto de nuestros antepasados), ya que precisamente el empleo de la palabra «abba» con respecto a Dios cobra su significación del empleo doméstico, familiar y cariñoso de dicho término.
El Señor censura aún un tercer modo de tratamiento honorífico, «preceptor» o «guía» (
kathêgêtês) por las mismas razones que los anteriores.
En resumen, en este pasaje Jesús proscribe la avidez por los tratamientos de honor por parte de honor entre sus discípulos. El único honor al que pueden aspirar es el que solamente otorga el servicio. Dios ensalzará a quienes se humillen.
Veamos ahora lo escrito por Pablo y su contexto:
1 Corintios 4:14-17
[14] No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados.
[15] Porque aunque tengáis innumerables maestros en Cristo, sin embargo no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio.
[16] Por tanto, os exhorto: sed imitadores míos.
[17] Por esta razón os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, y él os recordará mis caminos, los caminos en Cristo, tal como enseño en todas partes, en cada iglesia.
Si ahora analizamos lo dicho por Pablo, vemos en primer lugar el espíritu con el cual está escribiendo a los corintios: no como un amo severo, sino como un padre a sus hijos (
tekna). Es el mismo sentir que expresa el Apóstol Juan al dirigirse tiernamente a los creyentes como «Hijitos míos» (
teknia mou, 1 Juan 2:1, etc). Al defender su autoridad divinamente recibida, Pablo recuerda que por más «maestros» (
paidagôgous, pedagogos) que puedan tener en Cristo, ellos no deben ser tenidos por «padres». Pablo no está reclamando para sí el título de «padre» -se refería a sí mismo como «apóstol» (enviado) y «siervo» (esclavo) de Jesucristo- sino que emplea una metáfora para recordar a sus corresponsales un hecho indiscutible, a saber, que ellos habían creído gracias al ministerio del Apóstol. Lejos de reclamar para sí un mérito particular o un título, deja bien claro que esto ocurrió «en Cristo Jesús» y «por medio del Evangelio». Pablo ha definido poco antes este Evangelio como «la cruz de Cristo» y «el poder de Dios» (1:17-18). No hay aquí vanagloria ni recurso a autoridad humana; solamente a la autoridad de Cristo y a la de Dios por cuya voluntad Pablo fue constituido Apóstol (1:1).
Por tanto, cuando ambos textos se entienden en sus respectivos contextos, no hay tal «desobediencia». Ni Pablo ni ningún otro Apóstol reivindicó para sí el título de «padre».
Los textos que cita Karolusin (Hechos 7:2; 22:1) no requieren demasiada explicación: en ambos casos se trata de un tratamiento familiar hacia compatriotas de la misma edad y mayores. No hay ningún reconocimiento de superioridad espiritual.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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