Curiosas maneras. (Testimonio.)

2 Mayo 2005
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Una de mis hermanas, me había pedido que le llenara unos formularios de suma importancia. Era casi fin de semana; el año no lo recuerdo, pero, sé que han pasado a lo menos más de 10 años. Procedí a hacer lo que me pidió, y comunicándome por teléfono le anuncié que ya los papeles estaban listos. Ese lunes próximo tenía que presentar lo mismos en una oficina gubernamental, así que accedí a llevarla también al lugar. La cita había sido separada una hora después de almuerzo. El lunes llegó, y ya que no trabajaba ese día, dediqué parte de la mañana a leer y escuchar algo de música. Mi hermana llegó casi una hora antes de su cita. Saludó a mamá, con quien vivia yo en ese tiempo, y a otro de mis hermanos. Una de las primeras cosas que pidió mi hermana, al verme, fue que me asegurara de traer los papeles. Entré en mi habitación, y comenzé a buscar los papeles. No estaban en mi mesa. No estaban en mi carpeta de papeles personales. No estaban tampoco en mi librero. Me preocupé.
Los había llenado el viernes, y de mi habitación no los había sacado. Salí a la cocina; los buscaba allí, por si en algún descuido los habia dejado en alguna mesa o sobre la refrigeradora; nada. Mi hermana se había sentado a platicar con mi mamá en la sala. Traté de buscar en la sala con cierto disimulo, ya que no quería preocuparla con la noticia de que los formularios no aparecían. Habían pasado como 20 minutos. Me preguntó si todo estaba bien, a lo que le respondí, aseverando que así era. Cuando llevaba como media hora de mi búsqueda, y cerca de ese tiempo en minutos quedaban para que mi hermana se apareciera en aquella oficina, mi preocupación se incrementó. Me preparé para llevarla, pero, ¿dónde estaban los papeles?
Me acordé que por años he vivido experiencias en las cuales pierdo algo de valor, y le clamo al Señor que me muestre donde está eso que he perdido y Él, en su gracia y fidelidad, me ha mostrado. Me encerré en mi habitación, faltando como 20 minutos para la cita de mi hermana y puesto de rodillas ante mi Señor, clamé.
Escuchaba la voz de mi mamá que me decía: Mijo, la hora avanza... tu hermana tiene que estar allí a tiempo.
Escuché también la voz de un hermano en Cristo que era vecino nuestro. Estaba de visita. Cuando le presenté mi necesidad a Dios me levanté, luego de agradecerle, y me dirigí a la sala. Saludé al hermano, y le dije a mi hermana, mientras miraba hacia afuera, parado en la puerta de entrada de la casa: Ya casi nos vamos, sólo un minuto más. Y allí mirando hacia afuera le dije al Señor una vez más: Dios mío, muéstrame te lo ruego.
Cuando volví mi mirada a la sala, había una media (calcetin) en el centro de la misma. Me extrañó.
Mi mamá, mi hermana y el visitante, platicaban amenamente y la media estaba en el suelo; como mesa de centro, rodeada de los muebles donde ellos estaban sentados.
Eso no era normal. Yo no habia visto la media tampoco, y de repente, allí apareció. Mi mamá parecia no verla, ni mi hermana, pues no se incomodaban de que estuviera esa media tirada en el centro de todos ellos. Me incliné, tomé la media y me dirigí a guardarla en mi habitación. Abrí la maleta en donde guardaba las medias mias y allí estaban los papeles. Dos grandes sonrisas surgieron: una en mi rostro, la otra en mi alma. Le agradecí a Dios por responder a mi necesidad. Comprendí que algún ángel habia puesto esa media en medio de la sala, y había cegado los ojos de los presentes para que ninguno la recogiera; yo debía verla, pues, con ella me dirigiría al lugar preciso en donde estaban los papeles. Agradeciendo a mi Señor grité desde allí a mi hermana: ¡ W******! ¡Vámonos!
Dios pudo darme una visión de la maleta, pero, en su soberanía y diversidad de operaciones, se valió de una media.

¨Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias¨. Filipenses 4: 6

Erskine.