Las definiciones del diccionario de idolatría hablan de la adoración religiosa de los ídolos físicos o la reverencia excesiva o la devoción a algo. En términos bíblicos, la idolatría es adoración de cualquier cosa que no sea Dios. Colosenses 3:5 vincula la idolatría con la codicia; cuando queremos algo tanto que lo codiciamos, la cosa se ha convertido en un ídolo. Lo buscamos en lugar de Dios.
Dios instruyó a su pueblo, "»No tengas otros dioses además de mí. »No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación." (Éxodo 20:3-5). Muchos de los mandamientos del Antiguo Testamento contra la idolatría se refieren específicamente a los ídolos físicos, como los que habrían estado presentes en las naciones paganas que rodeaban a los israelitas.
Debido a que la adoración de los ídolos era una amenaza para la pureza de los israelitas, Dios incluso instruyó a su pueblo a destruir las naciones paganas que conquistaron y abstenerse de casarse entre sí (Deuteronomio 7:1-5). Debían destruir los lugares construidos para adorar dioses falsos. Desafortunadamente, los israelitas no siempre siguieron los mandamientos de Dios y cayeron en la trampa de adorar ídolos físicos, incluso creando uno propio (Éxodo 32). El Antiguo Testamento es, de alguna manera, una crónica de los israelitas que se alejan de Dios y vuelven a Dios.
Sabemos que tales ídolos físicos no son más que madera o piedra (Deuteronomio 4:28). Ellos son impotentes; no dioses, sino creaciones humanas. Algunas religiones todavía usan ídolos o íconos físicos, tal vez como una imagen de un dios que creen que está en otra parte. Bíblicamente, sabemos que esos otros dioses no existen. Hay un Dios (1 Timoteo 2:5).
Incluso si no nos inclinamos ante las imágenes físicas de dioses falsos, la idolatría sigue siendo un problema hoy en día. MacArthur define la idolatría, en parte, como "cualquier cosa que nos haga pensar menos acerca de Dios" (parafraseado). Ahora nuestros ídolos son cosas como orgullo, dinero, popularidad, imagen corporal, pasatiempos y cosas por el estilo. Algunas de estas cosas pueden no ser malas en sí mismas. Necesitamos dinero para vivir (Mateo 6:31-33); cuidar de nuestros cuerpos es apropiado (1 Corintios 6:19-20); Dios es un dador de buenos dones, y podemos deleitarnos con los pasatiempos que nos ha dado (Santiago 1:17; Salmos 37:4). Sin embargo, cuando comenzamos a valorar algo por encima de Dios, a esperar que esa cosa nos proporcione la satisfacción final (incluso si esa expectativa no se expresa), hemos comenzado a convertirla en un ídolo. Solo Dios es suficiente para todas nuestras necesidades. Las otras cosas son regalos, no dioses.
Dios instruyó a su pueblo, "»No tengas otros dioses además de mí. »No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación." (Éxodo 20:3-5). Muchos de los mandamientos del Antiguo Testamento contra la idolatría se refieren específicamente a los ídolos físicos, como los que habrían estado presentes en las naciones paganas que rodeaban a los israelitas.
Debido a que la adoración de los ídolos era una amenaza para la pureza de los israelitas, Dios incluso instruyó a su pueblo a destruir las naciones paganas que conquistaron y abstenerse de casarse entre sí (Deuteronomio 7:1-5). Debían destruir los lugares construidos para adorar dioses falsos. Desafortunadamente, los israelitas no siempre siguieron los mandamientos de Dios y cayeron en la trampa de adorar ídolos físicos, incluso creando uno propio (Éxodo 32). El Antiguo Testamento es, de alguna manera, una crónica de los israelitas que se alejan de Dios y vuelven a Dios.
Sabemos que tales ídolos físicos no son más que madera o piedra (Deuteronomio 4:28). Ellos son impotentes; no dioses, sino creaciones humanas. Algunas religiones todavía usan ídolos o íconos físicos, tal vez como una imagen de un dios que creen que está en otra parte. Bíblicamente, sabemos que esos otros dioses no existen. Hay un Dios (1 Timoteo 2:5).
Incluso si no nos inclinamos ante las imágenes físicas de dioses falsos, la idolatría sigue siendo un problema hoy en día. MacArthur define la idolatría, en parte, como "cualquier cosa que nos haga pensar menos acerca de Dios" (parafraseado). Ahora nuestros ídolos son cosas como orgullo, dinero, popularidad, imagen corporal, pasatiempos y cosas por el estilo. Algunas de estas cosas pueden no ser malas en sí mismas. Necesitamos dinero para vivir (Mateo 6:31-33); cuidar de nuestros cuerpos es apropiado (1 Corintios 6:19-20); Dios es un dador de buenos dones, y podemos deleitarnos con los pasatiempos que nos ha dado (Santiago 1:17; Salmos 37:4). Sin embargo, cuando comenzamos a valorar algo por encima de Dios, a esperar que esa cosa nos proporcione la satisfacción final (incluso si esa expectativa no se expresa), hemos comenzado a convertirla en un ídolo. Solo Dios es suficiente para todas nuestras necesidades. Las otras cosas son regalos, no dioses.
