La frase de Jesucristo en la cruz:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”(Mateo 27:46)Es la máxima expresión de angustia y misterio en la fe cristiana. No es solo una queja, sino la paradoja suprema donde el Hijo amado experimenta el silencio y el abandono del Padre, siendo la fase más crucial de la obra redentora.
La Cruz y la humildad del Hijo
La vida cristiana se define por paradojas bíblicas.El abandono de Jesús es la cumbre de esta tensión.
Aunque Jesús es el Señor , experimentó sufrimiento y silencio por su encarnación y humillación voluntaria (Filipenses 2:6-7).
Nunca dejó de ser Dios, pero su humanidad le permitió sentir la plenitud del dolor.
Este sufrimiento era necesario, pues la cruz fue preordenada y Dios, en su soberanía, orquestó el fin desde el principio (Isaías 46:10-11).
El Silencio Divino como Estrategia Soberana
Cuando vivimos el silencio de Dios, cuestionamos su bondad o existencia, especialmente en el dolor.
Jesús enseñó:
“Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
En la cruz, el silencio del Padre no representó ausencia de amor, sino cumplimiento de su plan.
El silencio de Dios, como la quietud absoluta antes del amanecer:
La oscuridad y el frío sugieren ausencia y desamparo, pero son una prueba de que el sol está por elevarse.
La aparente inactividad era la fase más crucial de la obra.
Dios orquestó este momento para alinear su voluntad con su Hijo.
La victoria de Jesús sobre la muerte es la garantía de que el mal no dura para siempre.
El Precio Eterno de la Enfermedad
El grito de abandono muestra la gravedad del pecado por el que Jesús pagaba.
Pecar contra un Ser eterno e infinito tiene consecuencias eternas.
El sufrimiento de Cristo revela la gravedad de nuestra condición:
"Lo extremo de la cura muestra lo espantoso de la enfermedad."
Jesús advirtió:
“Si tu ojo... te hace caer, sácatelo... Es preferible perder una parte que todo el cuerpo sea arrojado al infierno” (Mateo 5:29).
No vino a anular la justicia perfecta de Dios, sino a satisfacerla con su sacrificio.
Preguntas para la reflexión
(Hechos 4, Isaías 46)
(Mateo 5:29, Filipenses 2:6-7)