Cristo, nuestra victoria III

Bart

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24 Enero 2001
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AGUAS VIVAS · Mensajes desde Centenario
Cristo, nuestra victoria III

He aquí la conclusión de la enseñanza sobre la vida cristiana victoriosa realizada por el hermano Rolando Figueroa, una enseñanza restauradora y liberadora.


Rolando Figueroa E.

En el último tiempo hemos estado viendo una palabra en que consideramos como versículo central la declaración del apóstol Pablo en Gálatas 2:20. Hemos tomado como base esta palabra para compartir un poco acerca de la vida victoriosa, la manifestación de la vida del Señor en nosotros, el gobierno del Espíritu, o la manifestación del Espíritu Santo que nos habita, en nuestro quehacer cotidiano.

Y leíamos este versículo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". De esto hemos dado testimonio hoy, del amor del Señor y de su entrega por nosotros. Pero esto que está al final, viene a ser el fundamento de todo lo que se ha dicho con anterioridad. Y con anterioridad, tenemos la parte central de esta frase que dice: "...ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí". Incluso decíamos: "Ya no vivo yo, mas Cristo", y que en estas seis palabras se encontraba, por decirlo así, el secreto de la victoria.

¿Cuántos aquí pueden declarar esta mañana que son completamente victoriosos en Cristo? (¡Amén!). ¡Gloria al Señor! "Ya no vivo yo, mas Cristo". Esta es la victoria, hermanos, esto es lo que veníamos diciendo: "No ya yo, mas Cristo". ¡Gracias, Señor!

Dos personas

¿Cuántas personas viven en nosotros hoy? Todos sabemos que, en cuanto conocemos al Señor, él viene a habitar en nuestros corazones. Y al venir a vivir, en la práctica, se ven dos personas: yo y el Señor. Para experimentar la vida victoriosa, hay que cambiarse, hay que mudarse. Necesitamos salir, necesitamos soltar, dejar el control. Hay que dejar que el Señor tome el lugar que le pertenece en el trono, y nosotros salir afuera. En la mente lo entendemos fácilmente, pero ruego al Señor que nos socorra por su Espíritu.

Hay que soltar, hay que salir. El asunto no depende de si Cristo vive en nosotros o no, puesto que en el minuto que creímos, el Señor vino a habitar en nuestros corazones. Tampoco se trata de si somos salvos o no, porque al recibir al Señor en nuestro corazón, somos salvos. Se trata de que en estos postreros tiempos haya hombres y mujeres que venzan; que en los distintos escenarios del mundo, allí ellos resplandezcan. Diré más aún, es necesario que Cristo Jesús sea manifestado por medio de la iglesia en este tiempo, en este mundo tenebroso. Es necesario que el Señor se revele, se descubra, se vea, porque el único digno es él.

Los hombres nos han defraudado. Si vemos el diagnóstico de Dios, encontramos que en el hombre no mora el bien. "No hay justo, ni aun uno". El único que no defrauda, el único que es digno, el único que es justo, es Cristo. Y mientras estamos en el mundo, somos sal del mundo, y mientras estamos en la tierra somos luz de esta tierra. Pero, ¿qué es luz, sino Cristo? Es necesario que Cristo se manifieste a través de ti, a través de mí, a través de la iglesia, porque él vive en nosotros. "Mas nosotros tenemos la mente de Cristo".

El Señor vive en nosotros. Para la vida victoriosa, el problema radica en si nos hemos mudado o no, o si estamos allí forcejeando. De eso depende. Nosotros no podemos lograrlo.

Esto es contrario a todo lo que hoy día se predica: "Mira a tu interior y tienes todas las posibilidades de hacer lo que quieras". Esto es un engaño muy sutil de la Nueva Era, porque es verdad que nosotros fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, y esto que dice la Nueva Era podría haber tenido cumplimiento pleno, pero el problema del cual nadie habla es que el hombre cayó. La caída de Adán pasó a todos: el hombre tiene una naturaleza caída, infectada por el pecado. En esas condiciones, tal principio que podría haber sido válido para un hombre puro, pierde validez.

La Nueva Era nos quiere hacer creer que el hombre está en un estado de no haber caído. Pero nosotros miramos al mundo, y el mundo nos grita, nos predica que el hombre está caído. Las guerras, las muertes, las injusticias, nos predican. Todo nos predican, y nosotros, ¿qué vamos a creer, la mentira o la verdad? Porque viene el día en que los hombres creerán la mentira; por eso, hoy anunciamos la verdad, y la verdad es Cristo, y el camino es Cristo, y la luz es Cristo, y todo está en Cristo, porque Dios quiso reunir todas las cosas en Cristo.

A nosotros nos ha sido dada la gracia de que Cristo habite en nuestros corazones. ¡Qué maravilla es ésta, que Dios habite en el corazón del hombre que estaba caído! ¡Bendito sea su nombre, porque hoy somos hijos de Dios! ¡Aleluya, gloria al Señor, y todo esto por Jesús! ¡Bendito es Jesús!

El mensaje de Romanos 6 y 7

Todos los hermanos y hermanas entienden lo que es la cruz. Sabemos que cuando el Señor fue crucificado, no sólo quitó nuestros pecados, sino que también crucificó nuestra persona, el viejo hombre. ¿Por qué esta verdad no ha tenido mucho efecto en nosotros? Una cosa es que el Señor Jesús efectúe la salvación y otra muy distinta es que nosotros recibamos esa salvación. Una cosa es preparar la comida y otra es comerla. Una cosa es que el Señor logre algo por nosotros, pero otra cosa es que nosotros recibamos lo que Él logró.

Pablo nos enseña que debemos recibir la muerte del Señor como nuestra propia muerte. Romanos 6 nos muestra que cada uno de nosotros está muerto. Romanos 7 nos muestra que aunque cada cristiano debería estar muerto, en realidad todos seguimos vivos. ¿Por qué? Romanos 6 nos muestra la verdad objetiva, mientras que Romanos 7 nos muestra la experiencia subjetiva. Romanos 6 nos presenta el hecho, mientras que Romanos 7 presenta la experiencia. Muchos cristianos conocen el significado de Romanos 6, pero la enseñanza sigue siendo sólo enseñanza. ¿Cuál es el problema?

Romanos 7 nos habla de un hecho grandioso: el hombre no está de acuerdo con lo que Dios ha hecho. El hombre no está dispuesto a aceptar el juicio de Dios. ¿Por qué Dios nos puso en la Cruz? La cruz nos evalúa y determina que sólo merecemos morir. Somos absolutamente inútiles y no podemos tener pensamientos rectos. ¿Cuántas veces hemos determinado ser buenos? ¿Cuántas veces hemos tenido éxito en llegar a ser buenos? ¿Cuánto hemos logrado?

La cruz significa que Dios perdió toda esperanza en el hombre. Ya lo sabemos, pero lo extraño es que a pesar de todo seguimos tomando determinaciones por mejorar. Prometemos a Dios hacer o dejar de hacer tales o cuales cosas, o por lo menos nos proponemos en nuestra mente hacerlo así, y así pasamos tomando decisión tras decisión... Era así como Pablo vivía: "Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo" (Romanos 7:18). Él siempre estaba tomando decisiones, luego fallaba y volvía a tomar nuevas determinaciones. Esta ha sido nuestra experiencia común.

El Señor permite que perdamos la paciencia, que seamos orgullosos, celosos y deshonestos. El permite que el pecado nos tenga a muy mal traer. Es así como El nos comunica que no podemos hacer nada. ¿Cómo nos valoramos a nosotros mismos? Si abandonamos toda esperanza en poder agradar a Dios en nosotros mismos y declaramos que somos inútiles experimentaremos liberación.

La vida victoriosa es más liviana que lo que nosotros pensamos es la vida cristiana. A veces se nos hace tan pesado, porque lo estás viviendo tú. Tú nunca lo vas a poder vivir, es Cristo el que lo hace en ti, es Cristo quien lo vive, él es el único victorioso. De tal modo que si no hemos sido más victoriosos hasta este día, es porque no hemos dejado que el Señor se manifieste más. Cuando nosotros tomamos las riendas y el control de las cosas, fracasamos, y fracasaremos aun por fuerte que sea la decisión del corazón.

Siervos inútiles

En Lucas 17:10 dice: "Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos". A mí me parecía que esta palabra era como una recomendación del Señor a permanecer en humildad, para que no nos envaneciéramos.

Pero, a la luz de lo que venimos compartiendo, en realidad lo que el Señor está declarando aquí son sus hechos. La única manera de hacer todo lo que nos ha sido ordenado es que Cristo lo haga. Si el Señor lo hace, ¿vamos a poder decir que algo de nosotros hay de bueno en eso? Y cuando el Señor dice: "Decid: Siervos inútiles somos", ¿nos está llamando a una actitud de humildad? No, ¡sólo nos está trayendo a la realidad! ¡Toda la gloria al Señor!

Les voy a decir un misterio: Si le damos la gloria a él, de todo corazón, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente, en realidad nosotros somos llenos de esa misma gloria. ¿Saben por qué? Porque estamos en Cristo, porque somos el cuerpo de Cristo. Si la cabeza recibe toda la gloria, nosotros también recibimos. ¡Aleluya!

Es hermoso ser testigos del Señor, de sus obras, de cómo el Señor hace las cosas. El único hermoso, en realidad, es Cristo. Si él se ve, es hermoso. Es hermoso cuando el Espíritu santo se ve en los hermanos, en los testimonios, porque es Dios mismo. Así es que no importa que nosotros no nos veamos, lo que importa es que él se vea. ¡Sólo él es digno, él es hermoso, él es precioso!

¿Estamos dispuestos a rendirnos? ¿Hemos fracasado ya lo suficiente? Una cosa es reconocer que no podemos lograr nada, pero otra muy distinta es dejar de intentarlo. Puede que todavía estemos tratando de hacer las cosas por nuestra cuenta, que todavía sigamos obrando, que tratemos de vencer por nuestras fuerzas. El problema de muchas personas es que aunque saben muy bien que no pueden hacer nada y están conscientes que son completamente impotentes, aún así, continúan luchando y esforzándose. El resultado es que aún no hay victoria, todavía no pueden vencer.

Dos condiciones

Dos condiciones muy importantes relacionadas con rendirnos: Primero: Reconocer la evaluación que Dios nos hace: no podemos hacer nada por nuestra cuenta. "...Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5). Segundo: No debemos tratar de hacer nada, abandonar el asunto, la esperanza en nosotros desde esta perspectiva. "Crucificado con Cristo", significa que ya no soy responsable de mi victoria ni de mi fracaso. El primer significado es soltar, el segundo es no tratar de tomar el control. Ser victorioso es renunciar, lo que significa también expirar. Aquellos que saben dejarle las cosas a Dios, experimentarán liberación.

Hermanos y hermanas, si ustedes creen que pueden llegar a ser santos, con seguridad fracasarán. Si creen que pueden llegar a ser perfectos, sin duda fracasarán. Si creen que pueden llegar a ser pacientes, ciertamente fracasarán también. Dios nos ve fuera de toda posibilidad de enmienda o de arreglo. ¿Podemos decir con Pablo que "estamos crucificados"?

La fe

Algunos hermanos y hermanas reconociendo lo anterior, no vencen todavía. ¿Por qué la victoria no es una realidad para ellos? Porque existe esta otra parte, que no la podemos olvidar: la fe."La vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe, la fe en el Hijo de Dios.

Una cosa es reconocer estos hechos grandiosos, pero si nos quedamos allí, pudiéramos desanimarnos, decir: "Yo no puedo". ¿Qué hace la diferencia? Necesitamos esta segunda parte, que lo que vivimos ahora en la carne, lo vivimos en la fe del Hijo de Dios. Si no hay fe, no hay salvación, no hay perdón de pecados, no hay vida victoriosa; si no hay fe, no hay nada. Pero, hermanos, ¡nosotros tenemos fe! Dios ha puesto fe en nuestros corazones, y aun por la misma palabra el Señor aumenta esta fe, porque la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios. ¡Gracias al Señor!

"Estoy juntamente crucificado con Cristo". Me rindo. Dios dice que soy absolutamente corrupto y yo también digo que soy absolutamente corrupto. Dios dice que soy absolutamente inútil, y yo también digo que lo soy. Él dice que solamente merezco morir, y yo estoy de acuerdo con Él. "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí". Esto es un hecho. ¿Por qué? Dos menos uno es uno. Al sustraer a Adán, lo que queda es obviamente Cristo solo. Antes vivíamos dos; ahora uno se ha ido y Cristo es el único que queda. Este es un hecho. ¿Pero cómo puede manifestarse? El único camino es la fe.

Para experimentar, tenemos que creer primero. Creamos, hermanos, y alegrémonos en la experimentación de las cosas.

Hebreos 11:1 "Es pues la fe la certeza (garantía, sustantividad) de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Una interpretación de 'certeza' más apegada al original griego es 'garantía', 'sustantividad'. La palabra sustantividad da sustancia. La fe es lo que da sustancia a lo que se espera. Es pues la fe la sustantividad de lo que se espera.

Hay muchas formas de traducir la expresión "dar sustantividad". Es una palabra difícil de traducir del griego. Denota la capacidad de hacer algo real. Esta característica tiene la fe que nos ha sido dada: hace que las cosas que no se ven, sean como si fuesen. Y esta es la fe que hemos recibido.

Tenemos por ejemplo la forma de las lámparas, el color de las paredes y el sonido de los instrumentos. ¿Cómo pueden estas formas, colores y sonidos hacerse reales para nosotros? Lo único que comprueba la existencia del color es la vista. Sin los ojos, no podrían tener sustantividad, aunque fuesen hermosos. El sonido de un instrumento puede ser muy hermoso pero sólo puede tener sustantividad por medio del oído. Una persona sorda no podría darle sustantividad al sonido. Los diferentes objetos tienen distintas formas, la vista y el tacto le dan sustantividad.

Lo mismo se aplica a nuestra fe. Todos los hechos de Dios son verdaderos. Sin embargo, sólo pueden tener sustantividad por medio de la fe, porque la fe es lo que da sustantividad a lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Puede ser que un cuadro tenga un paisaje muy hermoso, pero un ciego no podrá verlo. Sin embargo, no puede decir que la pintura no exista simplemente porque no la ve. Es un hecho que la pintura existe; y ya sea que uno la vea o no, sigue siendo una pintura y los hermosos colores también existen. La pregunta es si usted ha recibido o no algún beneficio de ella. Los que tienen el sentido de la vista podrán deleitarse en ella, se beneficiarán de ella.

El Señor Jesús murió y derramó su sangre en la cruz por todos los hombres. Este es un hecho. Pero algunos tienen la fe que le da sustantividad al hecho de la muerte del Señor y se benefician de ella. Otros no tienen fe. La muerte del Señor Jesús en la cruz sigue siendo un hecho, pero no pueden experimentarla.

¿Podemos ver la importancia de la fe? Necesitamos fe para darle sustantividad a los hechos espirituales, de la misma forma que necesitamos los ojos, los oídos y las manos para poder darles sustantividad a los objetos físicos.

¿Qué es la fe? No es un simple entendimiento mental acerca de la verdad. Es percibir un hecho de Dios y darle sustantividad. Hemos oído que el Señor murió en la cruz y derramó su sangre para redimirnos. Tal vez estemos de acuerdo con eso, así como con que el Señor es la vid y nosotros los pámpanos, o que el Señor es nuestra vida. Sin embargo esto por sí solo no puede dar sustantividad a los hechos de Dios. Puede ser que nos hayamos puesto a un lado y hayamos visto que somos impotentes e inútiles. Posiblemente hayamos soltado todos los asuntos, pero esto es sólo un aspecto. Por otro lado debemos dar sustantividad a Cristo, debemos dar sustantividad a los hechos de Dios en cada uno de nosotros. Esto se recibe por fe, hermanos. ¡Gracias a Dios!

Esto es maravilloso, hermanos. Sólo requiere un abrir y cerrar de ojos, un segundo o menos, porque los hechos espirituales no necesitan un proceso muy largo, y los hechos que Cristo realizó recibirán sustantividad en nosotros.

Fe en lo que Dios ha hecho

A. El evangelio de Dios nos muestra que Dios nos ha dado a su Hijo. El Hijo de Dios ha llegado a ser nuestra justicia, nuestra redención y nuestra santidad. No tenemos que recibirlo como nuestra vida primero, y después esperar que él nos dé su perfección, su paciencia y su mansedumbre. Él ya es nuestra vida.

B. Él ya es nuestra cabeza. Así como la cabeza se preocupa por el cuerpo, es responsable por él y lo gobierna, asimismo es Cristo para con nosotros. No necesitamos pedirle que sea nuestra cabeza, pues lo es; y tampoco necesitamos pedirle que nosotros seamos su cuerpo, pues ya lo somos. Esto requiere fe de nuestra parte.

Por una parte ya nos rendimos a él; pero por otra ¿creemos que Cristo es nuestra cabeza y que tiene el lugar apropiado en nosotros siendo responsable de nosotros y rigiéndolo todo por nosotros? ¿Creemos que él es nuestra Cabeza como la Biblia lo dice, y que como tal él asume toda la responsabilidad? Dios dice que Cristo es la Cabeza. ¿Creemos nosotros que él verdaderamente es nuestra Cabeza? Cuando él, la Cabeza, lo hace todo, nosotros venimos a ser sólo testigos de sus hechos, de sus obras, de sus maravillas. Por eso es que es para él toda la gloria. ¡Gracias, Señor! ¿Creemos que ya no tenemos ninguna responsabilidad sobre nosotros y que de ahora en adelante él será responsable por todo, aun en este instante?

C. La palabra nos muestra que él es la vid y nosotros los pámpanos. No dice que él será nuestra vid y nosotros seremos sus pámpanos. No dice que nosotros llegaremos a ser sus pámpanos y él llegará a ser nuestra vid en un futuro cercano o lejano o cuando nuestra condición espiritual mejore. Nos dice que él es la vid, y nosotros los pámpanos estamos unidos ya. Dejemos que el Señor fluya, llenémonos del Espíritu de Dios, dejemos que él se manifieste. Él nos da toda la savia, la vida y el poder para que llevemos fruto. Él es la vid y nosotros somos los pámpanos. ¿Creemos esto? Usted no tiene que tratar de hacer algo para unirse a él, porque Dios ya lo ha hecho una sola vid con el Señor. Usted no lleva fruto para él sino que él lleva fruto por medio de usted.

D. También nos ha mostrado que la unión entre el Señor Jesús y nosotros es como la relación entre la comida y nuestro cuerpo. Él es la sangre que bebemos y la carne que comemos. Él es quien sustenta nuestra vida. Así como el alimento suple todas nuestras necesidades interiores y así como morimos cuando somos cortados de este suministro, asimismo es el Señor Jesús para nosotros. Necesitamos comer de él y beber de él. ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Señor! ¡Gracias por poder estar aquí, gracias por poder alabarle! ¡Gracias, hermanos, que podemos recibir! Hoy día vamos a recibir al Señor, vamos a recibir su Espíritu, vamos a recibir la victoria.

¿Queremos recibir la vida victoriosa? (¡Amén!). Entonces lo vamos a hacer por fe, lo vamos a hacer por Cristo, lo vamos a hacer por el Espíritu, lo vamos a hacer porque Dios está por nosotros, y porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

La victoria es simplemente Cristo

La clave de la victoria es comprender que no es algo que viene gradualmente. Por fe sabemos que Cristo ha llegado a ser nuestra victoria. La victoria es simplemente Cristo, y la fe da sustantividad a todo lo que Cristo es en nosotros. La gracia de Dios nos ha dado al Señor Jesús. Lo único que nos queda por hacer es recibir por la fe lo que Dios nos dio. Cuando esto suceda, la vida, el poder, la libertad y la santidad de Cristo se manifestarán en nosotros.

Esta unión misteriosa ha sido lograda por Dios. Es una unión misteriosa, no está a la vista de todo el mundo. El mundo no la conoce, pero nosotros sí la conocemos. El Señor nos la descubre, nos la muestra. ¡Estamos unidos con Cristo, hermanos! Él es nuestra cabeza, él es la vida, nosotros somos los pámpanos, todo lo tenemos en él, ¡Aleluya! Porque él es la cabeza, nosotros estamos unidos, asidos de esta cabeza, somos edificados como casa de Dios, como edificio de Dios. ¡Bendito es Jesús, gloria a su nombre!

Él ha conseguido que las riquezas inescrutables de Cristo, vengan a ser nuestras. ¿Creemos esto? ¿Creemos que todo lo que es de Cristo es nuestro ahora? (¡Amén!). Dios nos invita a creer que nuestra unión con el Señor es la misma que Cristo tiene con él, y al mismo tiempo nos invita, y nos ordena que creamos. En tal unión toda su paciencia, su mansedumbre, su pureza y su bondad vienen a ser nuestras. Así como creímos que él es nuestra justicia, ahora debemos creer que él es nuestra santidad.

Hermanos y hermanas, muchas personas han fracasado en este preciso asunto. A pesar de que conocen el camino que Dios nos da para ser victoriosos, no tienen fe. Saben que no tienen el poder, pero no reconocen el poder de Cristo. Saben cuán corrupta es su propia carne, pero no ven que Dios les ha dado las riquezas de Cristo como un don.

¿Cómo recibimos un don? Basta con recibirlo, no hay que hacer nada. Ahora bien, Dios nos hace un regalo espiritual tremendo: nos dio a Cristo. En él está todo. ¿Qué hacemos nosotros? ¡Lo recibimos! ¡Oh, qué grandes cosas nos ha hecho Dios! ¡Bendito sea Dios! ¡No nos cansemos de alabarle!

Alguien una vez dijo: "Yo no puedo creer". Otro le respondió: "No trates de seguir creyendo". El otro prosiguió: "¿Qué herejía es ésta? Si todo el cristianismo se basa en la fe, ¿y tú me dices que no trate de seguir creyendo?". ¿Pueden entender un poco ahora por qué le dijo así? Si él trata de seguir creyendo, nunca lo va a conseguir. Tiene que recibir la fe, tiene que descansar en el Señor. Tiene que recibir, recibir y dar gracias. Al final, el recibir produce acción de gracias. Cuando recibimos de verdad, lo que brota de nuestro corazón es gratitud.

Creemos que hemos recibido. Una vez que lo soltamos todo, debemos creer. Dios dice que si creemos que el Señor murió por nosotros en la cruz, nos da vida eterna y que si creemos que él vive en nosotros, nos da la vida vencedora. Una vez que usted crea, el resultado vendrá espontáneamente. Pero si espera que el resultado venga, nunca verá el resultado ni aunque se arrodille y ore.

Si deseamos ver resultados antes de atrevernos a decir que tenemos la vida vencedora, entonces creeríamos en nuestra propia experiencia y no en la palabra de Dios, en los hechos que Dios ha establecido. Una vez que creamos la palabra, la experiencia, el sentimiento y la victoria vendrán. Pablo no dijo que "sentía la victoria". Dijo: "La vida que ahora vivo en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios".

Una vez que suelte todo y crea, verá que el Hijo de Dios lucha la batalla por usted, verá cómo el Señor lo libra, verá cómo el Señor se santifica, verá cómo el Señor derrota todos los enemigos. El vencerá en su lugar, y podemos decir que él es nuestra victoria, ya no sólo como un concepto, ya no sólo como una doctrina. Lo veremos, tendremos también la experiencia.

Gracias a Dios por Jesucristo

"¡Miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Mas gracias doy a Dios por Jesucristo, Señor nuestro". ¡Damos gracias por Jesucristo! ¡Aleluya, hermanos, él vencerá en nuestro lugar, sólo hay un vencedor en todo el mundo! ¡Aleluya por Jesús! ¡Aleluya, porque todos somos débiles!

Hermanos, nos podemos gloriar en que somos débiles, porque hay uno que venció por todos nosotros. Alegrémonos en que somos débiles, para que reconozcamos el poder de Cristo. ¡Gloriémonos en esto! Soltemos las cosas, y dejemos que el Señor intervenga poderosamente.

Todos somos un fracaso y todos somos inútiles en lo que es la vida del Señor. ¡Sólo el Señor es vencedor! ¡Aleluya, en toda la historia hay un solo vencedor! ¡Aleluya, esta es la razón por la que nos gloriamos en el Señor Jesucristo, porque Él venció, y su victoria es nuestra victoria!

Hermanos y hermanas, ¿qué tenemos que no hayamos recibido? Las cosas valiosas, eternas, ¡las hemos recibido! ¿De qué nos podemos jactar en nosotros mismos? ¿Extendemos nosotros el dedo para apuntar a los ladrones, a los borrachos o a las prostitutas? Si lo hacemos, pensaríamos en lo profundo de nuestro ser que somos mejores que ellos; pero, de no ser por la gracia de Dios, estaríamos en la misma condición de ellos. Si el Señor nos ha librado, de una u otra manera, ¡a él sea la gloria!

¡Aleluya, no somos corregidos sino intercambiados! La vida victoriosa no es una modificación, no es una mejora. Es un intercambio. Todo se resume en estos dos requisitos: por una parte no podemos hacer nada ni debemos tratar de hacer nada; por otra parte, vivimos por la fe del Hijo de Dios. ¡Esta es la victoria! ¡Aleluya, Él lo ha logrado todo!

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AGUAS VIVAS
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¡¡ Arriba !!


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