Cristianismo, cristiandades y Europa

Bart

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24 Enero 2001
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http://www.diariosur.es/edicion/prensa/noticias/Tribuna_Malaguena/200307/29/SUR-OPI-171.html

LA TRIBUNA MALAGUEÑA

Cristianismo, cristiandades y Europa

LUIS RAMÍREZ BENÉYTEZ/SACERDOTE Y ECONOMISTA

Parece ser que en la futura Constitución europea se margina o sencillamente se rechaza hablar del papel del cristianismo en Europa. El tema debe ser mirado con serenidad, no vaya a ser que caigamos ahora en un europeocristianismo NOS llegan noticias, aunque sean de refilón, de que se está preparando una Constitución para la Europa unida en la que vivimos. También hemos oído ya protestas, porque en esa futura Constitución se margina o sencillamente se rechaza hablar del papel del cristianismo en Europa.

El tema debe ser mirado con serenidad, no vaya a ser que, cuando venimos de vuelta de los nacionalcatolicismos, caigamos ahora en un europeocristianismo. Ante todo, deberíamos preguntarnos si realmente Europa lo ha sido antes y si realmente ahora es cristiana.

Esto exige volver a la conocida distinción entre cristianismo y cristiandad, porque no son exactamente lo mismo. El cristianismo, en brevísimas palabras, es el credo, definitivo para el creyente y para el no creyente que objetivamente analice la conducta que pide el evangelio de Jesucristo, difícil o imposible de superar como modelo de convivencia. El cristianismo es gracia de Dios definitiva.

Pero ¿qué es la cristiandad? La cristiandad es la conducta concreta en la historia que han desarrollado los que se dicen cristianos, los que más o menos teóricamente han aceptado el credo cristiano. Puesto que la cristiandad son hombres actuando en la vida real, la cristiandad, los sucesivos modelos de cristiandad que se conocen en la historia, están muy lejos de ser perfectos. Europa, muchas cristiandades sucesivas, se ha llamado cristiana, pero a la luz del cristianismo del evangelio queda muy lejos de ser plenamente cristiana. Cristianismo, definitivo. Cristiandad, deficiente por humana.

Parece ser que en esa futura Constitución europea se reconoce la herencia del legado greco-latino. Muy pobre resulta eso si se olvida el legado judío. Las columnas fundacionales de Europa se podrían simbolizar en tres ciudades: Atenas, el pensamiento. Roma, el orden social. Jerusalén, el espíritu. Los judíos han tenido la sorprendente realidad histórica de permanecer sobre sus adversarios. El judío se burla de «los dioses» egipcios: «Tienen ojos y no ven, tienen boca y no hablan... en cambio Yawé lo que quiere lo hace... Caballos y carros y guerreros ahogó en el mar». Cuando Israel es llevado cautivo a Oriente, extrae de las cosmogónicas babilónicas todos los elementos literarios que le interesan para proclamar la grandeza de Yawé. Las sagradas escrituras judías permanecen mientras se diluyen los adversarios. Cae el helenismo, siguen los judíos. Caerá Roma, ¿sigue Israel? Sigue su legado, el sorprendente legado que Israel entrega a Roma y, a través de Roma, a Europa, hasta hoy mismo.

Cuando los judíos fugitivos llegan a la Roma imperial traen un nombre nuevo, el de «un tal Cristo crucificado en tiempos de Tiberio» que escribirá Tácito. Pero esa noticia trae consigo un modelo nuevo de hombre, en que lo que cuenta es la dignidad de ser persona, se sea esclavo o libre, hombre o mujer, romano o africano, ciudadano de Roma o bárbaro. Esa nueva visión del hombre no pudo ser ahogada en sangre ni en dientes de fiera y acabó siendo la religión del imperio: ahí tenemos ya una cristiandad.

Cuando se colapsa el imperio romano por la invasión de los bárbaros germánicos, van a ser los cristianos quienes sobre el fundamento de los padres del desierto creerán esas maravillosas células culturales que constituyen la vida monástica, para en ellas preservar la cultura clásica frente a los bárbaros, y las que durante la Edad Media crearán las universidades y sentarán las bases del futuro desarrollo científico. Socialmente serán un freno contra los abusos del feudalismo. Cristiandades sucesivas, todas imperfectas y plagadas de errores, pero que van pasando el testigo del credo y de la cultura, así hasta la espléndida llegada del Renacimiento.

Si la cristiandad es imperfecta por su misma definición de humana, no puede extrañarnos la aparición del protestantismo: protestaban con razón contra los defectos de la cristiandad, pero sin razón por hacerlo fuera de la Iglesia creando «otra» Iglesia. Pero la reforma valoró, al quitarse poderes de encima, el papel del individuo y preparaba el terreno para la futura democracia política. Por otra parte, el irse a la Biblia como fuente eliminó muchas rutinas de incultura religiosa, aunque tomarla como libre examen y al pie de la letra llevase a enormes errores que duran hasta hoy. Pero su legado en media Europa también es legado de una cristiandad.

La cristiandad católica estimulada por el reto protestante, a la vista está su reforma desde dentro y el prodigioso avance de los estudios bíblicos en que vivimos ahora. Al llegar el reto terrible del marxismo la cristiandad analiza los conflictos sociales y, fundados en el evangelio, se genera toda una corriente de documentos en favor de la justicia social que hoy permanecen actuales y vivos, cuando ya el marxismo como interpretación de la sociedad y como modelo económico está desapareciendo. Permanece el cristianismo.

Frente a los errores de las sucesivas cristiandades, el cristianismo, con su fundamento en Jesús de Nazaret, ha combatido la esclavitud, defendido a los indígenas de los pueblos invadidos, denunció lo mismo el capitalismo salvaje que los abusos marxistas, y hoy sigue ofreciendo un modelo de convivencia fundado en el amor que, si tiene algún defecto, es que es tan puro que a algunos les parece utópico. Pero es el verdadero.

¿Ha sido Europa cristiana? ¿Cristiana, cuando su ejemplo histórico ha sido devorarse en esas constantes guerras que, puesto que todos eran cristianos, con razón Toynbee llama «guerras interparroquiales»? Lo de menos es que el cristianismo figure en la nueva Constitución. Lo importante es que en una Europa que ha sido y seguirá siendo imperfecta el cristianismo sea la referencia de posible perfección, como lo ha sido hasta ahora a través de los siglos pasando el testigo cristiano de una edad a la siguiente.

Expulsaban a los benedictinos de Montserrat y un anarquista de aquellos se encaró con los monjes: «Vosotros, ¿qué habéis hecho de provecho por la humanidad?». Y un monje serenamente le contestó: «Nosotros hemos hecho Europa».