Creer que es?

Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; Y HA PUESTO ETERNIDAD EN EL CORAZON DE ELLOS, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres. Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.(Eclesiastés 3:10-15)
 
Bueno, la palabra creer es rica en sus significados. ¿Qué es lo que usted está preguntando? Me imagino que usted se refiere a creer bíblicamente. Si es así, esto es para largo y tendido.

Sólo quiero decir que el creer está ligado a la fe. Si la fe es un regalo de Dios, el creer es también un regalo de Dios.
 
Creer o no creer, esa es la gran cuestión.

Esta especie de paráfrasis “Shakespeariana” sirve para ilustrar las dos posiciones posibles ante la dimensión espiritual del Hombre, ante nuestra propia y personal dimensión espiritual.

Si estudiamos la historia del Hombre y analizamos todas las religiones que han existido a lo largo de ella (ardua tarea por cierto), comprobamos una gran realidad: El Hombre necesita la presencia de un dios o dioses, necesita sentir su protección y necesita que se manifieste de forma tangible en su vida cotidiana.

Para muchos pensadores, ese anhelo de dios/es es simplemente la necesidad natural del Hombre de dar razón y explicación a todas las cosas que le rodean, por lo que cada una de las religiones que existen no son más que una proyección psicológica de esa misma necesidad. A fin de cuentas, no son más que ilusiones evasivas y “explicativas” ante la fría realidad de un universo desconocido.

Sin embargo y a pesar de todas las escuelas de pensamiento, a pesar del alto grado de desarrollo alcanzado por la Humanidad, el Hombre sigue levantando su cabeza hacia las alturas buscando, buscando a Dios. Dios, que ha vestido e imaginado de 1000 formas diferentes, por esa razón no es asombroso la cantidad de religiones que han proliferado a lo largo de la historia. Todas ellas intentan suplir ese anhelo innato en el Hombre: ¿que es Dios?, ¿cómo relacionarme con El?.
Todas parecen verdaderas a los ojos de sus seguidores, incluso aquellas que han sido concebidas para el enriquecimiento del "maestro" oportunista de turno.

Es fácil pensar, ante este panorama, que esa necesidad espiritual del Hombre, en lugar de saciarse, se confunde.

Desde luego mi intención no es contribuir a crear mayor confusión, sino compartir la fuente que ha saciado mi propia necesidad espiritual y por tanto a responder al dilema.

Antes reflexionaba sobre la necesidad espiritual natural del Hombre, e incluso analizaba la explicación “racional” al tema. Creo que es interesante ver cual es la posición de la Biblia ante todo este panorama de confusión espiritual.

Para ello conviene leer Romanos 1: 19-23

En el texto encontramos un retrato del pensamiento Humano a través de la historia. El Hombre intentando siempre encontrar atajos para alcanzar a Dios, cegando sus ojos a una realidad evidente, palpable, tangible.

El constante vagar por espiritualidades sucedáneas e incluso el desvirtuar y utilizar a Dios mismo para sus propios fines, ha llevado al Hombre a un vacío aún mayor. Por lo que a pesar del enorme desarrollo cultural y tecnológico alcanzado en el transcurso de los siglos, el Hombre sigue siendo un depredador para si mismo, sigue siendo un ser con las mismas necesidades y defectos de siempre.

Es muy posible que resulte difícil entender esa maldad innata del Hombre, pero seguro que resulta más sencillo ver sus resultados.

La Biblia es tremendamente clara y descriptiva ante esta realidad, y ante la situación en que está la relación entre Dios y los hombres, una relación completamente rota, tanto, que hasta la misma presencia de Dios se convierte en algo dudoso a los ojos de los hombres.

Desde luego la Biblia, como "Voz de Dios", da al Hombre la visión correcta de la realidad, proponiéndole la posibilidad de convertir una relación inexistente en una relación de amor, una relación de amor con el mismísimo Creador.

Si mirase ahora un calendario vería que hoy es 30 de abril de 2000, este dato me emplaza en un lugar temporal concreto, en el devenir de la historia, en el fluir del tiempo. Incluso para todas aquellas culturas que aún mantienen calendarios particulares hoy es 30 de abril de 2000, porque este es el único "nombre" reconocido mayoritariamente en todo el mundo para el día de hoy (incluso los chinos celebraron la llegada del 2000). Pero este dato temporal está incompleto. Para poder emplazarlo correctamente en el tiempo... le faltan dos letras a modo de sufijo: D.C.

"Después de Cristo", Curioso... resulta que la historia del Hombre tiene un ecuador bien definido: antes y después de la venida de Cristo.

Y... ¿quien fue Cristo, que su nacimiento divide la historia en un antes y un después? ¿será acaso otro fundador de otra religión cualquiera? ¿no será otra ilusión evasiva como nos dicen algunos filósofos?

Pero eso no es todo, Cristo no sólo divide la historia del Hombre en un antes y un después, sino que también divide la historia de la vida de los hombres, con nombre propio, en un antes y un después: antes y después de creer en Él, antes y después de la venida de Cristo a sus corazones.

Cristo es el protagonista de ésta revelación, Él es la respuesta Divina a la soledad del Hombre, Él es la única posibilidad de construir una relación íntima, de amor, con Dios.

Cristo, el que partió en dos el curso de éste mundo, es la única puerta hacia la auténtica espiritualidad, hacia la auténtica fe.

Ante nuestro propio anhelo innato de creer, seguro que surgen muchas preguntas y dudas: ¿Quién es Cristo? ¿Porqué vino? ¿Porqué Dios quiere dar al Hombre la posibilidad de vivir en armonía con El?

Si hay algún texto bíblico que sintetice y explique la venida de Cristo en poco espacio, éste es sin duda Juan 3:16-17

Creer o no creer, esa es la cuestión. Volver nuestra mirada a Cristo o ignorarle, esa es la cuestión.

Que duda cabe que creer entraña en ocasiones dificultad, sobre todo para los que poseemos una naturaleza de corte más escéptico e incrédulo, o para los que viven profundamente integrados en éste mundo de aparente "sabiduría".

Pero hasta para este problema concreto, Dios es sensible y comprensivo, y así se plasma en su revelación al Hombre. Dios no justifica la incredulidad en su palabra, sino que entiende que a algunos, debido a su forma de ser, de percibir, les sea más costoso creer. Comprende ese problema real y vigente, por eso en Su palabra encontramos comprensión en casos de incredulidad, pero no de incredulidad vanidosa, despectiva y necia ante la verdad de Su mensaje, sino una incredulidad "sana", es decir, reconocida con humildad por quien la padece como un escollo a superar y vencer.

Un de los ejemplos de comprensión por parte de Dios de la incredulidad "sana" que a mi más me ha impresionado, es sin duda el momento en que Jesús resucitado aparece ante Tomás, uno de sus discípulos (Juan 20: 24-28):

(Vers. 24-25)
> Después de haber estado Jesús, ya resucitado, con los discípulos, excepto Tomás, estos le explican al discípulo ausente lo ocurrido
Tomás no oculta su naturaleza escéptica y así lo dice claramente. ¿cuantos de nosotros no hemos dicho o pensado lo mismo?

(Vers. 26-28)
> Evidentemente Jesús conocía a la perfección la personalidad de Tomás, y lejos de reprenderle o enfadarse con él, Su reacción es tremendamente sabia y quizás un tanto incomprensible desde el punto de vista de la vanidad humana.

Jesús fue muy comprensivo con Tomás, porque conoce y entiende la naturaleza del Hombre, pero en Tomás también existía la disposición a creer en El, y eso fue lo que hizo.

Mi intención no es convencer para que creer, pues torpes son mis palabras, mi intención es hacer una llamada a la capacidad de reflexión, y desde la libertad de elección que Dios nos ha dado, responder a esta cuestión: Creer o no creer, Creer en Cristo y tener una relación profunda, verdadera y eterna con el Creador o no creer y renunciar a esa relación para siempre, es decir, hacerse el sordo ante la buena noticia que Dios tiene para la Humanidad... esa es la cuestión.

Tomás.