Hola:
Este fin de semana voy a dar una charla. Les solicito opinar sobre ella. Les envio la primera parte de ella.
Saludos y gracias
AnibalLa evolución espiritual
(Aníbal Pacheco Oliva)
Una luz interior nos guía
Una de las afirmaciones que más sorprende a muchos cristianos es que “un fragmento de Dios vive en la mente humana”, o sea, Dios nos ha regalado algo de su propia naturaleza para que conviva con nosotros. Este fragmento está en nosotros para guiarnos en el camino del crecimiento espiritual eterno, para mostrarnos la senda de la perfección.
Debido a que Dios “no hace acepciones”, todos disfrutamos de la misma presencia divina de la dádiva del Padre, y todos contamos con el idéntico privilegio de poder procurar una íntima comunión personal con el espíritu residente de origen divino. Los mortales podemos diferir en las oportunidades y dotes intelectuales, sociales, económicas e incluso morales, no obstante la dote espiritual es uniforme y única.
Este espíritu residente en nosotros nos guiará por la senda espiritual, pero nunca nos impulsará. Si queremos avanzar debemos dar nosotros cada paso junto al espíritu, en cooperación inteligente, alegre y voluntaria. La dominación del Espíritu no está matizada jamás por la coerción ni comprometida por la compulsión, Dios nos ha dotado con “voluntad propia”, y esa voluntad es soberana.
Nacer de nuevo del espíritu
Como todas las cosas, el crecimiento espiritual está marcado por un inicio, un nacimiento. Tal como le dijera Jesús a Nicodemo hace 2.000 años atrás: “para entrar en el reino de los cielos hay que nacer de nuevo, nacer del espíritu”. Pero dicho nacimiento, el despertar a la conciencia de Dios, es más un surgimiento paulatino y no repentino.
Ahora bien, tal como muchos nacimientos físicos están caracterizados por un “parto difícil” y otras anormalidades de “parto”, muchos nacimientos espirituales van acompañados por mucha angustia de espíritu y marcados de perturbaciones psicológicas. En cambio, otros nacimientos espirituales son un crecimiento natural y normal del reconocimiento de los valores humanos con un enaltecimiento de la experiencia espiritual.
De cualquiera manera, aquellas personas nacidas del espíritu experimentan una nueva motivación en sus vidas. Quizás aún no puedan reconocer al espíritu que vive en ellas, tal vez se encuentren en una posición material de aparente fracaso, incluso pueden estar a punto de morir, pero saben categóricamente que tales catástrofes no son sino eventos que estropean las creaciones temporales de uno, previo al inicio de las realidades más nobles y perdurables de un nivel nuevo y más sublime de logro universal.
Después de tal logro espiritual, se haya éste obtenido mediante crecimiento gradual o a través de una crisis específica, ocurre una nueva orientación de la personalidad, así como también el desarrollo de una nueva norma de valores.
El verdadero nacimiento espiritual no está directamente asociado con las así llamadas experiencias de conversión religiosa que generalmente caracterizan episodios religiosos que ocurren más adelante en la vida como resultado de conflictos mentales, represiones emocionales y sublevamientos temperamentales.
Este fin de semana voy a dar una charla. Les solicito opinar sobre ella. Les envio la primera parte de ella.
Saludos y gracias
AnibalLa evolución espiritual
(Aníbal Pacheco Oliva)
Una luz interior nos guía
Una de las afirmaciones que más sorprende a muchos cristianos es que “un fragmento de Dios vive en la mente humana”, o sea, Dios nos ha regalado algo de su propia naturaleza para que conviva con nosotros. Este fragmento está en nosotros para guiarnos en el camino del crecimiento espiritual eterno, para mostrarnos la senda de la perfección.
Debido a que Dios “no hace acepciones”, todos disfrutamos de la misma presencia divina de la dádiva del Padre, y todos contamos con el idéntico privilegio de poder procurar una íntima comunión personal con el espíritu residente de origen divino. Los mortales podemos diferir en las oportunidades y dotes intelectuales, sociales, económicas e incluso morales, no obstante la dote espiritual es uniforme y única.
Este espíritu residente en nosotros nos guiará por la senda espiritual, pero nunca nos impulsará. Si queremos avanzar debemos dar nosotros cada paso junto al espíritu, en cooperación inteligente, alegre y voluntaria. La dominación del Espíritu no está matizada jamás por la coerción ni comprometida por la compulsión, Dios nos ha dotado con “voluntad propia”, y esa voluntad es soberana.
Nacer de nuevo del espíritu
Como todas las cosas, el crecimiento espiritual está marcado por un inicio, un nacimiento. Tal como le dijera Jesús a Nicodemo hace 2.000 años atrás: “para entrar en el reino de los cielos hay que nacer de nuevo, nacer del espíritu”. Pero dicho nacimiento, el despertar a la conciencia de Dios, es más un surgimiento paulatino y no repentino.
Ahora bien, tal como muchos nacimientos físicos están caracterizados por un “parto difícil” y otras anormalidades de “parto”, muchos nacimientos espirituales van acompañados por mucha angustia de espíritu y marcados de perturbaciones psicológicas. En cambio, otros nacimientos espirituales son un crecimiento natural y normal del reconocimiento de los valores humanos con un enaltecimiento de la experiencia espiritual.
De cualquiera manera, aquellas personas nacidas del espíritu experimentan una nueva motivación en sus vidas. Quizás aún no puedan reconocer al espíritu que vive en ellas, tal vez se encuentren en una posición material de aparente fracaso, incluso pueden estar a punto de morir, pero saben categóricamente que tales catástrofes no son sino eventos que estropean las creaciones temporales de uno, previo al inicio de las realidades más nobles y perdurables de un nivel nuevo y más sublime de logro universal.
Después de tal logro espiritual, se haya éste obtenido mediante crecimiento gradual o a través de una crisis específica, ocurre una nueva orientación de la personalidad, así como también el desarrollo de una nueva norma de valores.
El verdadero nacimiento espiritual no está directamente asociado con las así llamadas experiencias de conversión religiosa que generalmente caracterizan episodios religiosos que ocurren más adelante en la vida como resultado de conflictos mentales, represiones emocionales y sublevamientos temperamentales.