“CRECED Y MULTIPLICAOS”: ¿UN MANDATO DIVINO? <?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com
ffice
ffice" /><o
></o
>
<o
> </o
>
Hay un texto bíblico que ha sido y sigue siendo muy dañino: “Creced y multiplicaos” Gen. 1:28). <o
></o
>
Existen muchas razones para realizar esta afirmación, y se podrían relatar muchos casos a lo largo de la historia, pero me voy a centrar en dos por su actualidad. El primero es la repulsa[1] del uso del preservativo en África, —aunque no solamente en este continente— e incluso la convicción, de parte de alguna alta jerarquía eclesiástica, de que éste contribuye a expandir la enfermedad del sida, una enfermedad que mata diariamente a 6000 personas en este continente. El segundo caso nos lleva a la demonización del homosexual. Si el plan de Dios para la humanidad es la reproducción, la homosexualidad, que no es reproductiva, no tiene cabida en dicho plan y es pecaminosa. <o
></o
>
Cuando uno sopesa este mandato, desde ese fundamentalismo religioso, que una supuesta ira del nuestro amoroso Padre Celestial recaerá sobre todo aquel que no lo cumpla, que realice el acto sexual a no ser motivado por la reproducción, uno no puede dejar de pensar que no tiene nada de divino, que no proviene de Dios, sino de los hombres. Dicho mandato, por supuesto, cumplió su efecto en un momento en el que el pueblo de Israel necesitaba aumentar de población, pero ya está. No puede ser aplicable en nuestros días.<o
></o
>
Un mandato injusto, que trae dolor, cuya efectividad es cambiante, meramente humana y cultural, no puede ser ordenado por un Dios de amor, un Dios que no cambia. Cuando en <?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com
ffice:smarttags" /><st1
ersonName w:st="on" ProductID="la Biblia">la Biblia</st1
ersonName> dice que Dios no cambia (Mal. 3:6; He. 6:17; Stg. 1:17) significa que no cambia su naturaleza, ni tampoco sus decisiones, ni su manera de pensar, ni su voluntad. No puede ser esa la voluntad sempiterna de Dios. Y efectivamente no se puede considerar “Palabra de Dios”. <o
></o
>
Este pasaje aparece en una de las cuatro tradiciones o redacciones, a menudo contrapuestas, del Pentateuco, en la sacerdotal, escrita durante el período del destierro de Babilonia, probablemente durante el siglo V antes de Cristo. En ella los sacerdotes hebreos, convertidos en guías espirituales del pueblo desterrado, comienzan a escribir una colección de tradiciones antiguas sobre el pasado de Israel, desde la creación del mundo al camino del desierto, releyéndola a la luz de su situación de exiliados. Si lo comparamos con los comienzos de la historia de Israel (siglo XVIII a.C.), esa exhortación a procrear se escribió 14 siglos después, y de manera comprensiblemente interesada. Para los judíos, que soñaban con volver a Judea, era extremadamente importante reproducirse y crecer en número con el fin de formar un nuevo pueblo en la su tierra.<o
></o
>
Aunque no le quito valor a la tradición oral, esta claro que su transmisión hasta que se fija en la escritura está sometida a muchas alteraciones, muchas veces condicionadas por las intenciones de los autores o escribas. Este mandato, que tiene para los literalistas una enfermiza autoridad, hay que leerlo en su justo contexto. Además, esta exhortación obligada al crecimiento y multiplicación (Ver también Gen. 1:26) ha causado daño en otros ámbitos y causará en un planeta superpoblado y con graves problemas ambientales. No es ni es ni puede ser “Palabra de Dios” porque su Amor no se transpira tras estas palabras. La Biblia hay que leerla desde la regla universal del amor, del amor a Dios y al prójimo, y teniendo como centro el mensaje de un Padre infinitamente misericordioso, que nos trajo su Hijo Jesucristo.
“CRECED Y MULTIPLICAOS”: ¿UN MANDATO DIVINO?
<o
></o
>
<HR align=left SIZE=1 width="33%">[1] Esto va frontalmente en contra de las direcciones de la ONU para evitar que se propague la pandemia del sida en ese continente.
<o
Hay un texto bíblico que ha sido y sigue siendo muy dañino: “Creced y multiplicaos” Gen. 1:28). <o
Existen muchas razones para realizar esta afirmación, y se podrían relatar muchos casos a lo largo de la historia, pero me voy a centrar en dos por su actualidad. El primero es la repulsa[1] del uso del preservativo en África, —aunque no solamente en este continente— e incluso la convicción, de parte de alguna alta jerarquía eclesiástica, de que éste contribuye a expandir la enfermedad del sida, una enfermedad que mata diariamente a 6000 personas en este continente. El segundo caso nos lleva a la demonización del homosexual. Si el plan de Dios para la humanidad es la reproducción, la homosexualidad, que no es reproductiva, no tiene cabida en dicho plan y es pecaminosa. <o
Cuando uno sopesa este mandato, desde ese fundamentalismo religioso, que una supuesta ira del nuestro amoroso Padre Celestial recaerá sobre todo aquel que no lo cumpla, que realice el acto sexual a no ser motivado por la reproducción, uno no puede dejar de pensar que no tiene nada de divino, que no proviene de Dios, sino de los hombres. Dicho mandato, por supuesto, cumplió su efecto en un momento en el que el pueblo de Israel necesitaba aumentar de población, pero ya está. No puede ser aplicable en nuestros días.<o
Un mandato injusto, que trae dolor, cuya efectividad es cambiante, meramente humana y cultural, no puede ser ordenado por un Dios de amor, un Dios que no cambia. Cuando en <?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com
Este pasaje aparece en una de las cuatro tradiciones o redacciones, a menudo contrapuestas, del Pentateuco, en la sacerdotal, escrita durante el período del destierro de Babilonia, probablemente durante el siglo V antes de Cristo. En ella los sacerdotes hebreos, convertidos en guías espirituales del pueblo desterrado, comienzan a escribir una colección de tradiciones antiguas sobre el pasado de Israel, desde la creación del mundo al camino del desierto, releyéndola a la luz de su situación de exiliados. Si lo comparamos con los comienzos de la historia de Israel (siglo XVIII a.C.), esa exhortación a procrear se escribió 14 siglos después, y de manera comprensiblemente interesada. Para los judíos, que soñaban con volver a Judea, era extremadamente importante reproducirse y crecer en número con el fin de formar un nuevo pueblo en la su tierra.<o
Aunque no le quito valor a la tradición oral, esta claro que su transmisión hasta que se fija en la escritura está sometida a muchas alteraciones, muchas veces condicionadas por las intenciones de los autores o escribas. Este mandato, que tiene para los literalistas una enfermiza autoridad, hay que leerlo en su justo contexto. Además, esta exhortación obligada al crecimiento y multiplicación (Ver también Gen. 1:26) ha causado daño en otros ámbitos y causará en un planeta superpoblado y con graves problemas ambientales. No es ni es ni puede ser “Palabra de Dios” porque su Amor no se transpira tras estas palabras. La Biblia hay que leerla desde la regla universal del amor, del amor a Dios y al prójimo, y teniendo como centro el mensaje de un Padre infinitamente misericordioso, que nos trajo su Hijo Jesucristo.
“CRECED Y MULTIPLICAOS”: ¿UN MANDATO DIVINO?
<o
<HR align=left SIZE=1 width="33%">[1] Esto va frontalmente en contra de las direcciones de la ONU para evitar que se propague la pandemia del sida en ese continente.